El villancico de Zacarías
Canción de un padre
sorprendido
Lc 1:67-80
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 112
Los villancicos remontan su origen a los siglos XV y XVI. En un principio
eran canciones del pueblo, de la gente del campo; por eso se les llama
“villancicos”, pues eran cantos de los labriegos, de los trabajadores rurales,
que en latín se les llamaba villanus; fue en el siglo XVII cuando se
introdujeron en las celebraciones religiosas. Sus letras hablaban en un
lenguaje popular acerca del misterio de la encarnación, y estaban inspirados en
la liturgia de la Navidad. Aún hoy los villancicos cantan y celebran el
nacimiento del Salvador. En la Biblia encontramos una canción, que después de
la canción que entona María, es sin dudas el segundo villancico. Quien canta es
un anciano llamado Zacarías a quien Dios le ha visitado permitiendo que su
esposa, estéril y anciana, conciba y dé a luz un hijo. De esta manera lo que
suscita la canción es la acción de Dios en la historia de una pareja y de un
pueblo. Esta canción, conocida por su nombre latín “El Benedictus”, tiene tres
estrofas. Pero,
¿Qué es lo que canta Zacarías? ¿Cuál es el tema de su canción? El tema fundamental es que, enviando al
salvador, la fidelidad de Dios ha sido mostrada cumpliendo así las profecías,
su pacto y ha vinculado al hijo de Zacarías en este propósito. La canción de
Zacarías responde la pregunta que la gente hacía en el templo el día de la
circuncisión ¿Quién será este niño? (1:66). Quién más capacitado para ello que
su propio padre, ha tenido nueve meses en silencio para meditar sobre ello (Cp.1:2; 64).
En la primera estrofa Zacarías alaba a Dios porque ha enviado un
salvador (vv. 67-73). Este envío implica por lo menos tres asuntos. En
primer lugar es muestra de la visita redentora de Dios para con su pueblo (v.
68a Cp. Gn 21:2; 50:24,25; Ex 3:16).
La visita, la intervención especial, de Dios en la historia de este pueblo jamás
lo dejará igual; lo liberará de todas las fuerzas opresoras (v. 71). En segundo
lugar esta visitación se da como cumplimiento de la palabra dada por profetas.
“Los profetas habían anunciado al Mesías (Cp
Is 7:14; 9:1-6; 11:1-9; Jr 23:5,6; Mq 5:1). A través de este Dios salvaría
nuevamente a su pueblo, como en otro tiempo ya lo había liberado de la opresión
egipcia (Sal 106:10)”[1]. Este
salvador, cuerno de salvación (fuerza de salvación)[2],
pertenecería a la familia de David (2 Sam 7; Ez 34). Zacarías dice entonces que
los suyos están asistiendo a un tiempo especial de Dios. Y en tercer lugar esta
intervención es muestra que Dios es compasivo con la historia de un pueblo
porque no sufre de amnesia: se acuerda de su pacto (v. 72).
En la segunda estrofa pone el acento en que la salvación traída se da
como cumplimiento del pacto hecho a Abraham (vv. 73-75). El pacto no solo
hablaba de la liberación futura sino del propósito de esa liberación (Gn
15:13-19; 17:7): la adoración. Enviando al Mesías Dios actualiza sus promesas a
Israel y así libre de opresiones, este pueblo podrá rendir culto continuo a
Dios (servicio) sin temor, en santidad y justicia (Cp. Jos 24:7). Hasta aquí, en estas dos estrofas, notamos que: Dios
actúa con base en su Palabra (promesa); la salvación tiene como fin la
adoración y el tema de este himno no es Juan, es Jesús. Parece ser que el
“villancico de María” ha sonado de tal modo que Zacarías sabe su tema y lo
canta. En la tercera y última estrofa
Zacarías se dirige a su hijo, a Juan. Él será profeta y su tarea demostrara
su vocación. Irá delante del Señor para “preparar sus caminos”, para dar al
pueblo conocimiento de la salvación: el perdón de pecados como resultado del amor
divino. Este perdón, el cual Juan anunciará, será muestra de la visitación de
Dios a través del “sol de justicia” que traerá luz e iluminará a los que viven
en tinieblas, en sombras de muerte y mostrar caminos de paz (Mal 4:2; Nm 24:17 Cp Is 9:2,6; 42:7;58:8; 60:1,2). Zacarías interpreta de esta manera la misión
de Juan a la luz de las promesas mesiánicas (Mal 4:6; Is 40:2,3).
Finalizaremos este
análisis con una afirmación y un contraste. Lo
primero tiene que ver con que el tema de este villancico es el evangelio:
buenas nuevas para aquellos que están presos, oprimidos y desesperanzados. La
llegada del Mesías (Jesús) nos permite leer la historia con esperanza, pero también
nos dice que hay algo en nosotros que está mal: nuestros pecados. La navidad
tiene carácter profético, denuncia y anuncia. Denuncia el pecado y anuncia el perdón
y la esperanza. En segundo lugar,
el villancico de Zacarías no se parece a los que entonamos hoy. Aquel promueve
una revolución; estos, el Statu Quo. Los villancicos de hoy cantan
felices a un niño que, desde su pesebre, no incomoda ni desafía a nadie. Pero
nadie puede entonar el villancico de Zacarías sin ser convocado a un cambio, a
una verdadera revolución en su vida. El creyente promedio hoy no piensa en la
navidad en términos Escriturales sino culturales y comerciales. La fiesta
navideña no es alimentada por la Biblia y la historia de la salvación sino por
el comercio y una distinta valoración. Muchas veces no hay celebración de la
vida sino a la muerte. La imagen del anciano Zacarías abrazando a su hijo Juan
es paradigmática. Si no hay niños, si no hay interés por ellos, si no cuidamos de
ellos, tendremos que pensar que esta sociedad está abocada a la muerte. Por
esta razón la navidad es celebración de la vida. En esta navidad cantemos (no
compremos) las bendiciones de Dios sobre nosotros. Fin.
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