lunes, 17 de febrero de 2014

Yo me llamo… Lea (I)

Yo me llamo… Lea (I)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 83
Hola amigos, yo me llamo Lea[1]. He hecho un viaje del pasado, del mundo Bíblico; al presente, al mundo de ustedes, para hablarles un poco de mí. Espero poder comunicarme bien y que las distancias culturales, lingüísticas, sociales y religiosas puedan ser acortadas en aras un mensaje claro y concreto. Nací en el seno de una familia semita hace, según la cronología Bíblica, cerca de 5.000 años, en medio de una sociedad patriarcal; un mundo determinado y construido por el hombre y para el hombre. En esta sociedad las mujeres pocas veces nos destacábamos, nuestro foco de acción se supeditaba a las actividades domésticas y pastoriles. Todo esto concordaba con un chiste machista que he escuchado entre ustedes hoy que dice que “la mujer debe estar en su lugar; en la cocina”.  En una cultura como la mía, las mujeres éramos la mayor parte de veces solo un objeto que se convertía en transacción comercial. Aunque, pensándolo bien, eso de que la mujer es “solo objeto” es muy común hoy también, solo ha cambiado la forma. Por ejemplo, la mujer que se cree muy libre y sale a la calle ligerita de ropas  y es admirada por los hombres, no sabe que ya es objeto de una cultura erotizada y machista; no sabe que se expone a que la vean como un objeto en la vitrina de cualquier almacén y que está a la venta.
            Bueno. Mi primera aparición en la Biblia Judía, es decir, lo que muchos hoy llaman Antiguo Testamento, se da en el marco de una transacción comercial. Aún recuerdo la llagada de ese joven a la casa llamado Jacob, mi papa, Labán, lo recibió con alegría por ser hijo de Rebeca su hermana. Jacob y yo éramos primos. Al principio no dije nada al respecto, me uní a la celebración, pero algo dentro de mi decía que ese tal Jacob tenía su guardado, y es que, a  juzgar por el nombre que tenía, el usurpador, no se me podía ocurrir nada más sino pensar en lo peor. El tal Jacob se enamoró de mi hermana Raquel, eso fue amor a primera vista. El empezó a trabajar en mi casa, mi papá, como dicen ustedes, “le dio la mano”, y a cambio de salario Jacob le pidió en matrimonio a Raquel mi hermana menor. Culturalmente estaba establecido que la primera en casarse sería la mayor y así sucesivamente hasta llegar a la última. Y aquí empieza mi drama, en el seno de mi familia, en mi casa. Un experto Biblista ha dicho que mi historia se puede leer en paralelo con otras historias que, en el Antiguo Testamento, hablan de conflictos o tensiones entre mujeres[2]. Yendo en contravía con lo cultural pero haciéndole caso al corazón, Jacob decide trabajar siete años a cambio de mi hermana Raquel. Ese día me sentí tan despreciada, tan falta de amor y cariño; intente frustrarme. Pero bueno, pensé en mis adentros, otro día será.
            Podía contemplar a mi primo trabajar de sol a sol a cambio de mi hermana, siete años, 24 horas al día, siete días a la semana; me llenó de gozo el hecho de que, por lo menos, el amor que sentía era genuino y sincero; entonces pasé de la frustración al regocijo por lo que estaba aconteciendo a favor de mi hermana. Llegó el tan esperado día: hubo fiesta, vino, despedidas, lágrimas, abrazos y acciones de gracias a Dios por la boda. Pero, como todo tramposo encuentra su tapa, Jacob encontró la suya. Esa noche mí papá debía entregar a mi hermana en la habitación nupcial, sin embargo no lo hizo, sino que a cambio de ella, me entrego a mí. Como les dije al principio, este acto obedecía a normas patriarcales y culturales. Algunos hoy dicen coloquialmente que mi papá fue un mal músico, porque le pidieron LA menor y dio LA mayor. Esa noche la disfruté, no puedo negarlo, además, por lo menos físicamente, el tipo me caía bien. Pero al amanecer, el idilio acabó; Jacob al verme el rostro se sintió engañado y le reclamó a mi papá por haberle hecho semejante trampa. Es decir el engañador se sintió engañado. Jacob, no había leído cultura general, descuidó el detalle cultural que decía que jamás se casaba primero la menor antes que la mayor. El hecho es que ya casada con Jacob, me tocó contemplar como él trabajaba siete años más por obtener a mi hermana, esto es posible pues estábamos en una cultura en donde la poligamia era “permitida”. Pero esto añadió más tensiones y conflictos a mi vida. Imagínense no más como me dolió la actitud de Jacob y que registra el autor del Génesis cuando dice: “Jacob se unió a Raquel y la amó más que a Lea”. Eso fue como un puñal en mi corazón y sentido de valía, sentí que entraba en una competencia que perdería.
            Ahora, yo les pregunto, ¿se han sentido despreciados alguna vez?, ¿han vivido la experiencia de competir por el amor de alguien frente a otro u otra?, Yo lo viví en carne propia. Pensemos un momento en ciertas realidades que he estado mirando en mi viaje por el presente. Pensemos en esas decenas de mujeres que esperan a sus esposos hasta tarde de la noche y estos nunca llegan, o tal vez al amanecer, porque estaban en donde otra mujer, o en donde lo que ustedes llaman “la sucursal” o la “querida”. Corazones rotos mendigando amor. Y es que, no nos digamos mentiras, ustedes están inmersos en una cultura machista en donde el hombre que tiene dos o tres mujeres es aplaudido, mientras quien se dedica al amor y a la conquista de una, es un estúpido. Recuerdo las palabras del cantante Ricardo Arjona, que en una de sus canciones dice: “hombre no es el que tiene tres mujeres y vida de tormenta, hombre es el que tiene una y la mantiene contenta. Les confieso… mis noches eran largas y tediosas al saber que mi esposo estaba durmiendo con mi hermana. Continuara... 


[1] La historia Bíblica aparece en Génesis en el  marco del ciclo de Jacob (27-36). Algunas traducciones optan por Lía en vez de Lea.
[2] MORLA ASENCIO, Víctor, Salmos y Escritos. Verbo Divino-Estella (Navarra), 1999, p 233.

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