jueves, 2 de enero de 2014

Test de religión: la religión falsa y la genuina



Test de religión: la religión falsa y la genuina
Sant 1:26,27.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 78
Dos aclaraciones para empezar. En primer lugar, siempre nos ha intrigado el hecho de determinar la genuina experiencia de fe en nosotros mismos y en los demás. La pregunta  formulada, ¿cómo sabemos si esta o aquella persona tiene una experiencia genuina de Dios?, no solo es una preocupación en el discurso de la teología Bíblica en términos generales, sino también en la práctica de la pastoral y la vida cristiana. En segundo lugar, el término “religión” no goza de popularidad entre los cristianos porque, en términos negativos, se nos ha enseñado que “religión” es todo aquello que el hombre hace para alcanzar la salvación y, en su defecto, el cristianismo no es una religión sino una relación. Debemos afirmar que: la religión en Santiago es la experiencia de lo sagrado o sencillamente la experiencia de Dios, personal y comunitaria, en contextos concretos. Además, el texto que nos ocupa nos da pistas para evaluar una genuina experiencia de Dios de una que no lo es. Es decir, Santiago nos va a decir cómo ser un mal o buen “religioso”; nos va a plantear una especie de test de religión contrastando la religión vana versus la religión genuina.
            En primer lugar la religión vana (v.26 Cp. Hech 26:5; Col 2:18). En esta parte  se presentan tres aspectos. 1). La posibilidad: “si alguno se cree religioso…”, al autor apunta aquí a la interpretación farisaica de la religión, es decir; a la posibilidad de que en la comunidad para alguien la experiencia de fe se convierta en una buena excusa para esconderse y no actuar.  2). La negación: “y no refrena su lengua…”,  la lengua o la capacidad del habla se convierte en termómetro para medir la espiritualidad en la media que esta es reflejo de lo mucho o lo poco que el individuo tiene de Dios (Cp. 1:176; 3:1-12). Tal vez el descontrol de la lengua aquí tenga que  ver con le chisme y la difamación y esto daña la convivencia fraterna. El chisme y la difamación acaban con la confianza mutua, induciendo a la hipocresía en las relaciones y la crítica destructiva. 3). La conclusión: “la religión del tal es vana”, es decir; su experiencia de fe no es auténtica, no es genuina. Al usar aquí para “vana” la palabra griega mataios usada para hablar de la idolatría (Hech 14:15; Rom 1:21; Ef 4:17), el autor está sugiriendo que la religión de la gente que no controla su lengua  no es mejor que la idolatría.
            En segundo lugar la religión pura (v. 27). También aquí se presentan, al menos, tres aspectos. 1). Su naturaleza: “pura e incontaminada…”, es decir la experiencia genuina de Dios es sin aditivos, sin mezclas, sin agregados. 2). Su escenario: “delante de Dios y padre…”, la práctica de la piedad tiene se actúa delante de Dios. 3). Su práctica concreta: “visitar a las viudas y huérfanos y guardarse…”, el culto, la piedad o la práctica religiosa que se le pide los cristianos  no se resume únicamente en ceremonias o en saber formulas religiosas, permaneciendo en lo abstracto y cómodo de una vivencia que nada tiene que ver con la vida concreta. La verdadera religión es la entrega de si mismo a Dios para vivir la justicia en la vida práctica observando, por lo menos, dos aspectos: a). Socorrer y defender a los pobres y marginados, por medio de una continua defensa del huérfano y de la viuda, tradicionalmente excluidos de la sociedad antigua. Esta idea es tomada por Santiago del AT (Ex 22:22; Dt 14:29; Is 1:10-17; Salm 68:5)[1] . b). “Guardarse sin mancha del mundo”, no comprometerse con una estructura injusta y pecaminosa de la sociedad. Recordemos que el término “mundo”, es una forma típicamente bíblica de referirse a la cosmovisión y al estilo de vida del no creyente. Las comunidades cristianas deben, pues, evitar  ajustarse a ese mundo injusto y no caer en la trampa de sus valores como parece que estaba ocurriendo en algunos de sus miembros, la juzgar por el argumento del capítulo dos. La idea de “Dios Padre”, en este argumento habla del Dios que protege, cuida y libera en paralelo al éxodo (Ex 4:24). Esa es también nuestra problemática en medio del mundo que se seculariza y se debate entre tantas injusticias: vivir en el aislamiento sin ensuciarnos las manos con la sangre derramada en el mundo, o vivir en testimonio y participación, sin defectos sociales que impidan prestar el debido servicio con los bienes recibidos de Dios. Santiago no opta por el aislamiento. Opta más bien por la participación en la acción de Dios Padre[2].
            Entonces, uno de los test para probar la religión genuina es la medida en la que ayudamos a los desamparados de nuestro mundo, ya sean viudas y huérfanos, inmigrantes y desarraigados que están acostumbrándose a una nueva vida, discapacitados o gente sin techo; pasando de esta manera del evangelio que se escucha hacia la acción que trasforma la realidad. Y por contraste, el test para probar la falsa religión es una lengua incontrolable que mina y destruye el sentido de comunidad que tanto profesa la fe cristiana. En nuestro lenguaje diríamos: “si alguno se cree espiritual y no refrena su lengua, su espiritualidad es falsa. La espiritualidad verdadera es exponerse, hacer una visita promoviendo la vida y la justicia y guardarse, no patrocinando las injusticias y el pecado del mundo”.
  Así, la fe es y será siempre una “opción existencial situada” que no divide las esferas entre lo secular y lo espiritual, lamentablemente la corriente dualista: “El cuerpo es un estorbo para el alma”, proclamada por algunos padres de la filosofía, en la Atenas del siglo V.aC, principalmente por Platón, influyó en la priorización de la “espiritualización” sobre la preocupación por las necesidades corporales e integrales del ser humano. La espiritualidad genuina tiene una dimensión vertical porque se vive ante Dios, pero unos resultados horizontales porque se concreta en la vida diaria con actos de servicio. Este servicio será finalmente manifestación de la presencia de Jesús; el evangelio de Juan afirma: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor…” (Jn 12:26). Pero, la religiosidad siempre estará en contraste con la religión, con la experiencia genuina de Dios.

[1] En el mundo antiguo, en el que las mujeres no tenían ningún estatus social ni ningún modo de ganarse la vida, las viudas y los huérfanos no tenían como sostenerse. Por tanto, una característica de la obediencia de Israel era la preocupación especial por los desamparados.
[2] OBERMÜLLER, Rodolfo. ¿CONTAMINACIÓN? En torno a una definición de la religión (Sant 1,27), RB 34 (1, 1972), p 13-19.

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