miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Fracasado?... Piense. Parte I.

¿Fracasado?... Piense. Parte I.
Moisés: de Egipto al desierto
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 75
El término fracaso hace referencia a la frustración (cuando se daña una pretensión o un proyecto) y al resultado adverso en un negocio. En concreto se considera que dicho término procede de la expresión italiana fracassare que puede traducirse como “estrellarse” o “romperse”. Un fracaso es, por lo tanto, un suceso lamentable, inesperado y funesto. Frente a esto las personas o instituciones tienen, básicamente, dos opciones; quedarse en un “lamento sostenido” por aquello que pudo ser y no fue, o levantarse y seguir caminando mirando el fracaso como posibilidad pedagógica; pero para el creyente, el fracaso será siempre posibilidad teológica. La vida de Moisés nos ayuda a pensar un poco en lo hasta aquí expresado. ¡Quién iba a pensarlo! Dios encomienda la misión de liberar a su pueblo de Egipto a un fracasado, a Moisés. Veamos un poco el perfil de este fracasado.
En primer lugar el texto del Éxodo vincula el nacimiento de Moisés con la historia de su pueblo Israel (Ex 1:1-7). El cuadro que pinta del pueblo es sombrío, Egipto ha pasado de benefactor a verdugo y las promesas de Israel sobre un futuro promisorio en la tierra que Dios les dará están bajo el polvo y casi el olvido. Childs[1] afirma que la política opresora de Egipto hacia Israel se desarrolló en tres etapas: a) Incremento paulatino de los niveles de opresión (Ex 1:11-14); b) Control de natalidad de la población esclava que incluyó la muerte de todos los niños hebreos de sexo masculino (Ex 1:15-16); c) Exterminio total de la población de esclavos peligrosa para la estabilidad política del sistema dominante. La vida está amenazada y en  medio de este contexto nace Moisés: bajo sentencia de muerte (Ex 2:1-2). Hasta aquí encontramos, a pesar de todo, una nota de esperanza: la forma como se protege la vida de este niño y el lenguaje que se usa (arquilla, brea, agua) hacen pensar al lector en el diluvio; en la posibilidad de juicio y salvación (Ex 3:4 Cp. Gen 6:14); pero además se encuentra una nota curiosa: es el mismo imperio el que cuidará del niño; este será como especie de “un caballo de Troya” para Egipto (Ex 2:4-10)[2].
En segundo lugar, Moisés ya adulto, vive en carne propia la opresión del imperio hacia su pueblo y reacciona matando al egipcio opresor y lo esconde en la arena, tiempo más tarde la arena suelta sus secretos y, ante el deseo de ayudar a los suyos, estos le increpan sobre la posición que está ejerciendo y sobre el secreto de la arena (Ex 2:11-15). Este último evento, publico ya ante la corte real, hace que Moisés se convierta en fugitivo: va del palacio al desierto. Así termina esta segunda etapa de la vida de Moisés: exiliado en Madian, frustrado porque la empresa de liberación no resultó; fracasó. Ahora, hay dos detalles que nos ponen a pensar al concluir esta etapa; el primero es sobre la identidad de Moisés: en Madian lo llaman egipcio; es decir, lo identifican como un miembro del imperio al que se opuso matando a un egipcio (Ex 2:19); y el segundo es sobre el efecto que causó el fracaso en su vida: le pone por nombre a su primer hijo, Gerson; que significa forastero (Ex 2:22). Hay nostalgia, este proceso lo ha marcado. El fracasado Moisés ahora no se siente de ningún lugar, Facundo Cabral expresaría: “no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir”.
Hasta aquí, la huida de Moisés se narra con palabras amargas “se fue a vivir a Madián” (Ex 2:15). Vivir en tierra extraña es para la Biblia dejar de vivir como ser humano. Para el los semitas, un ser humano solo vive de verdad cuando está en relación (comunión) con los suyos. Sin la familia y sin los amigos, uno no es nadie. Otro cantautor latinoamericano, Alejandro Lerner, expresó: “pasa la vida y el tiempo no se queda quieto, llevo el silencio y el frío con la soledad. En qué lugar anidaré mis sueños nuevos y quién me dará una mano para volver a empezar. Se fueron los aplausos y algunos recuerdos, y el eco de la gloria  duerme en un placard”. Tal como está letra lo expresa el sueño más elevado que puede tener un ser humano, el de la libertad, quedó sepultado para Moisés. Así cierra esta parte de la historia, con frustración, con sabor a fracaso.
Paralela a la historia del fracaso de Moisés el autor, vuelve a retomar la historia del pueblo. Pero ahora la tensión ha aumentado: el posible liberador fracasó, las promesas de Dios se esfuman y la opresión aumenta. ¿Qué hará Dios frente a la opresión de su pueblo? ¿Cuál es su haz bajo la manga? El capítulo dos del libro del Éxodo concluye así: 23 Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre.  24 Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.  25 Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios (Ex 2:23-25)”. Mientras Moisés está en Madián el pueblo oprimido ora y Dios oye, se acuerda, mira y reconoce. Al orar, los oprimidos ya no conciben la realidad concreta de la opresión como una especie de “mundo cerrado” del cual no pueden salir[3]. Pero… ¿cómo saldrán de esa situación?  ¿Habrá oportunidad para Moisés el fracasado? Continuará.


[1] CHILDS, Brevard, El libro del Éxodo: comentario crítico y teológico. Verbo Divino- Estella (Navarra), 2003, p 54.
[2] La hija del faraón le pone por nombre Moisés que significa “sacado del agua”. En egipcio significaría “engendrado por el Nilo”.
[3] FREIRE, Paulo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI-España, 2008, p 29.

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