¡Habemus
rey!
La
transición de los jueces a la monarquía en Israel
1
Sam 8-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 59
Una palabra clave en el primer libro de Samuel es
“transición”; esta, marca la lectura del texto de principio a fin: hay
transición entre personajes: de Eli a Samuel, de Samuel a Saúl, de Saúl a
David; y también existe una transición en la forma de gobierno: de los jueces a
la monarquía. El texto entonces nos introduce a una atmosfera de cambios, de altibajos
políticos y religiosos, pero sobre todo nos plantea el hecho de la providencia
divina guiando los hilos de la historia a pesar de los atenuantes y fallos humanos.
La transición de los jueces a la monarquía, que inicia en el capítulo ocho, se
plantea como problema solución: Samuel al envejecer pone a sus hijos como
jueces pero estos eran corruptos convirtiéndose en una anti-copia de su padre. Se
critica de estos tres actos morales: ganancias deshonestas, soborno y perversión
del derecho (Cp. Ex 18:21; 23:8; Dt
16:19; Prov 17:25)[1].
Ante esta realidad (problema) los ancianos plantean una solución: “danos un
rey” (v. 5). La propuesta incomoda al viejo Samuel, este consulta a Dios y Dios
le dice que le dé al pueblo lo que pide, aunque esta petición sea un abierto
rechazo al gobierno divino (v. 7). Al pueblo se le advierte sobre los males de
la monarquía, pero ya no hay vuelta atrás (vv. 10-18). La tensión se acaba,
Samuel ha escuchado al pueblo y ahora cada uno regresa a su ciudad. La pregunta
en el aire ¿Quién será el rey? Esta pregunta tendrá respuesta en los capítulos
siguientes.
En los capítulos 9-11 se va a narrar con lujos y
detalles la consecución de un rey para Israel; la instauración de la monarquía
en esta nación. La frase con la que se inicia este proceso: “había un hombre…”
(9:1), remite al lector al inicio del libro y lo hace pensar que está frente a
un nuevo comienzo (1:1). Los detalles que siguen no son triviales, quieren
darle al relato un tono profundamente humano y cotidiano. Saúl, el hijo de
Quis, sale a buscar unas burras y se encuentra con la corona. Hay dos detalles
importantes en esta parte de la narración: la unción y las señales que se
cumplen (10:1-13). El cumplimiento de estas últimas muestran que el acto de ungimiento no fue
arbitrario. El capítulo 11 tiene la intencionalidad de contestar una pregunta
del capítulo 10 (10:27 Cp 11:13). Respondiendo
de esta manera a la oposición y a las personas que miraban a Saúl con desdén.
Notemos las veces que se repite la palabra “salvación” mostrando la “idoneidad”
de Saúl frente a un pueblo ávido de liberación (9:16; 10:27; 11:13). Hasta
ahora la situación parece bien. El Deuteronomio era claro en afirmar que el rey
no debía tener inclinaciones de “derecha”
ni de “izquierda” sino que debía mantenerse en el centro: configurar su
vida de acuerdo a la ley de Dios. De acuerdo a esto último se valorará la
bondad o no del reinado de Saúl y sus predecesores (Dt 17:14-20).
El
capítulo 12 pertenece a un género
literario que en la Biblia es común y se le conoce como “discursos de
despedida” (Cp. Gen 49:1-28; Dt
31-34; Jos 24). “Tales discursos son pronunciados por una persona consciente de
su próxima muerte”[2].
Puesto entre los capítulos 11 y 13 el texto tiene como finalidad, no aguar la
fiesta, pero si ponerlos a reflexionar con los pies en la tierra. Saúl es
proclamado rey en Gilgal ante todo el pueblo; Samuel toma la palabra y lo
primero que les dice es: “les he constituido un rey” o parafraseando la
tradición católico romana para anunciar a un nuevo papa: “habemus rey” (vv.1-2a).
En segundo lugar Samuel presenta, ya anciano, sus credenciales ante el pueblo
(vv.2b-5). El líder saliente afirma que no ha usado su posición de poder para
tomar los bienes de otro; que no ha engañado a nadie con profecías pagadas ni
milagros para ricos; y que no ha aceptado sobornos para juzgar a favor ni en
contra de nadie. No hizo negocios sucios, no actuó con hipocresía, ni se
aprovechó de nadie. Es curioso ver que la mayoría de las cosas que menciona
Samuel tienen que ver con economía y con dinero. En tercer lugar Samuel les
recuerda la historia en clave de rebeldía, oración y respuesta divina. “Dios
siempre ha estado con nosotros a pesar de nosotros” (vv. 6-13).
Y en cuarto lugar Samuel
de manera vívida les dice que la “clave” no está en la forma de gobierno sino
en el temor a Dios (vv.14-25). Si ellos no persisten en el temor a Dios
perecerán con rey y todo. La historia posterior muestra que fue así (2 Rey 25). En
esencia Samuel les dice tres cosas[3]: 1) que aunque hayan
cometido este desatino (elegir un rey de la forma en la que lo hicieron),
todavía pueden seguir sirviendo a Dios; 2) que Dios, por causa de su nombre, no
desamparará a su pueblo; y 3) que él (Samuel) los seguirá acompañando en
consejo y oración (Cp.1 Sam 25). Para
terminar, Saúl y sus predecesores fueron reyes temporales, en Cristo, Dios se
pronunció de manera definitiva anunciando… "¡Habemus rey!", por esto oramos "¡Que venga tu reino
sobre nosotros Señor!" (Ef 1:20-23; Heb 1:1-3).
[1] Parece haber una crítica aquí hacia el nepotismo: la
preferencia que tienen funcionarios públicos para dar empleos a familiares o
amigos, sin importar el mérito para ocupar el cargo, sino su lealtad o alianza.
La palabra nepotismo viene del latín “nepos”, que quiere decir "sobrino".
[2] “Habiendo reunido a sus hijos o sus allegados, les ofrece
el núcleo de su enseñanza y les exhorta a vivir en conformidad con lo que les
trasmite… a modo de testamento, expresan el ideal por el cual la persona ha
dado su vida”. ESCAFFRE,
Bernadette, Cuadernos Bíblicos 146: el evangelio de Jesucristo según San Juan.
Verbo Divino- Estella (Navarra), 2010, p 11.
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