Salvos
¿De qué y para qué?
Efesios 2:1-10
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 60
La mayoría de los cristianos responden positivamente y de
manera entusiasta a la pregunta ¿Ustedes
han sido salvos?, pero la dificultad llega cuando preguntamos ¿De qué y para
qué lo han sido? La emoción es cambiada por la reflexión. Y es que, esta
reflexión se hace necesaria si queremos entender y vivir a profundidad la
experiencia cristiana. El texto de Efesios 2:1-10 (y 11-20) pretende ser una
ampliación de lo que ya el apóstol dijo en el Efesios 1:7 respecto a la
redención, liberación o salvación. Ahora,
para que se dé un proceso de salvación deben existir las siguientes
condiciones:1). Una situación de peligro, 2). Un liberador o salvador, 3). Una
forma de vida “pos liberación”. Tomando
como referencia estas condiciones analizaremos un poco el texto objeto de esta
reflexión[1].
En primer lugar el texto describe una
situación de peligro: muerte a causa de los delitos y pecados (vv.1-3). El
apóstol usa el “vosotros” para referirse a los gentiles y el “nosotros” para hacer
referencia directa a los judíos, incluyéndose. La situación de peligro no hace
acepción de personas, frente a ella no hay excluidos, todos han sido “impregnados”
por el veneno de la muerte a causa del pecado; y como resultado de ello se
rendía culto a otro (al príncipe de la potestad del aire) y se estaba expuesto a la ira divina[2]. Ahora, generalmente este
texto ha sido leído diciendo que lo que se describe allí es la “muerte
espiritual”, sin embargo, aunque esta frase ilustra la situación del hombre
frente a Dios, no hace juicio exacto a lo que el texto quiere expresar ya que
la categoría “muerte espiritual” es ajena al texto del NT. Sugiero que Pablo
nutre lo que está expresando del AT. En Génesis la muerte entra cuando el
hombre peca. La muerte impregnando el sello de la temporalidad, recuerda que el
hombre es un ser dañado, malogrado y herido por el pecado. Este es el primer
exilio: ser sacados del ámbito territorial del Edén. Por otro lado, en Ezequiel
(37) y Oseas (13:14) la muerte es metáfora de la condición del pueblo en el
exilio Babilónico por la desobediencia, y la resurrección es el anuncio que la
situación de exilio no es clausura para Dios. Tal vez el apóstol recoja esta última
imagen: el hombre es un exiliado, muerto, por sus pecados y Dios lo ha traído de nuevo a
casa; “¡Él nos dio vida!, ¡El exilio acabó!”.
En segundo lugar el texto nos presenta
al liberador: Dios mismo (vv. 4-9). El proceso de liberación o salvación es
descrito con el lenguaje del éxodo y del exilio de Israel: amor, misericordia,
muerte. La base de la salvación, se describe, es el amor de Dios y otra vez se menciona
la condición del salvado: la muerte. El contraste entre estos versos y los anteriores
es bien marcado: ira de Dios, amor de Dios; estaban muertos, han sido
resucitados. El “pero” marca el cambio de situación: de desgracia a la gracia,
de la muerte a la vida. La salvación así, no es por meritocracia sino por
gracia. La vida presente de los cristianos es ya, metafóricamente, una vida de
resurrección[3].
La obra de Dios al salvar se convierte en su mayor argumento para todas las
generaciones, él quiere ser conocido como un Dios salvador. Su gracia, no su
ira, es su última y más esperanzadora palabra.
Y en tercer lugar el texto presenta la
forma de vida pos liberación: salvados para buenas obras (v. 10). El fin de la
salvación (liberación) es el servicio (Cp.
Ex 3:12). El texto es claro al afirmar varios detalles: 1). La salvación no es
por obras sino para obras; 2). Este nuevo estado de liberación se lee como una
creación aludiendo al relato del Génesis. De esta manera la salvación es
creación, y 3). Esta nueva vida, fue la vida que Dios ideo para los salvados.
Vivir así en esta nueva vida es vivir según Dios quiere que se viva (4-6). De
este modo, la libertad no se convierte en libertinaje sino en condición
necesaria para la adoración. Así, “contra el sombrío trasfondo de nuestro mundo
hoy, Efesios 2:1-10, resalta con una pertinencia urgente. Pablo primero
desciende a las profundidades del pesimismo acerca del hombre, y luego se eleva
a las alturas del optimismo acerca de Dios. Esta combinación de pesimismo y
optimismo, desesperación y fe, constituye el refrescante realismo de la Biblia.
Porque lo que Pablo hace en este pasaje es pintar un vivido contraste entre lo
que somos por naturaleza y lo que podemos llegar a ser por gracia”[4].
Concluyamos
entonces que se es salvo por Dios del pecado que nos exponía a su ira para que
ahora podamos vivir un nuevo proyecto de vida en Cristo (Cp. Rom 1:18; 5:9; 1 Tes 1:10); una nueva humanidad. Salvación
tiene que ver con ser llamado por la gracia de Dios a formar parte del plan que
él como creador tiene al restaurar en Cristo todas las cosas; ser salvado es
ser partícipe de un plan de reordenamiento divino. No es una reubicación
espacial: “irse de esta tierra al cielo”, sino un encuentro existencial: “ser
hallado por Dios para ser objeto de su gracia”. Fin.
[1] Este texto, 2:1-10, forma un díptico con el siguiente,
2:11-23, así: A. Situación anterior, vv. 1-3; 11-12. B. Obra divina de salvación, vv. 4-7; 13-18. C.
Modalidades y efectos, vv. 8-10; 19-22.
[2] La ira de Dios se da como resultado de su justicia y
santidad. Dios no es como una divinidad iracunda, idea muy generalizada en
conceptos paganos. Romanos 1:18-32 nos dice que la ira de Dios básicamente
tiene que ver con la idea de que Dios permite que los seres humanos sufran las
consecuencias de sus propias maldades. Dios se declara en desacuerdo con lo que
se está haciendo y abre la posibilidad para el arrepentimiento. La ira es un
concepto legal, se entiende mejor cuando en la frase “le cayó el peso de la
ley”, entendiendo “peso” como los resultados de vivir al margen de la ley.
[3] En lugares celestiales (Cp. 1:3,20; 2:6; 3:10; 6:12). WRIGHT, N.T, La resurrección del hijo
de Dios. Estella (Navarra) - Verbo Divino, 2009, p 306.
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