sábado, 7 de julio de 2012

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte II

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte II
El centro

           convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 40
Samuel, como es sabido por las ciencias humanas como la antropología, la psicología y la sociología, todo ser humano debe responder a las preguntas “¿para qué estoy aquí?”,  “¿para qué existo?” y “¿cuál es mi centro?”.  Una vez respondidas, se genera una agenda o proyecto de vida que determinará valores, principios y prioridades en la existencia de un individuo[1]. En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que dieron respuesta a esas preguntas, aunque trajeran algunos “malestares”: Josué tuvo que definir su centro en Siquem ante las tribus de Israel (Jos 24:15); Jesús hizo lo propio ante el éxito por milagros y exorcismos (Mr 1:38); y los apóstoles igualmente lo hicieron frente al desafío de un problema interno en la iglesia naciente (Hch 6:4). En la predicación, mi querido amigo, también pasa lo mismo. Cuando te enfrentas a un texto debes definir su centro, o responder a la pregunta “¿Qué dice este texto?”;  la respuesta determinará muchos asuntos a la hora de predicar tu sermón.
            Cuando estés trabajando un texto para tu predicación, lo primero que debes definir es la idea central o idea exegética, o el centro del texto. La mente humana siempre se está preguntando de qué trata esto o aquello, una película, un libro o una discusión. Por eso, si tienes una idea clara sobre el tema central del texto serás concreto y claro al comunicar. En ocasiones, la idea central del texto no será fácil de encontrar, no porque el autor la dejó como un código indescifrable, sino por la dificultad a nivel narrativo, argumentativo o poético a la que muchas veces nos enfrentamos como predicadores, y por los ‘lentes’ o presupuestos con los que a veces nos acercamos al texto Bíblico. Sin embargo, hay dos preguntas que se le deben hacer texto; esto es muy útil a la hora de hallar la idea central. La primera pregunta define el tema: “¿De qué está hablando al autor?”; la segunda define el complemento: “¿Qué dice de eso que habla?”[2] Si aplicamos estas preguntas a la siguiente sentencia: “el cielo es azul”, responderíamos así: “Tema: el color del cielo; complemento: es azul”. Tomemos una segunda sentencia: “lámpara es  a mis pies tu Palabra”. Tema: el beneficio de la Palabra; complemento: guía en la oscuridad.
            Ahora, querido amigo, trabajemos un texto de manera más detallada. Tomemos Efesios 3:1-13. Por las repeticiones y énfasis que hace el autor, el tema es “el misterio de Dios”, y el complemento es “que lo judíos y gentiles formen, en Cristo, un solo pueblo llamado iglesia”. El mensaje central de este texto se expresaría así: el misterio de Dios consiste en que los judíos y no judíos formen, en Cristo, un solo pueblo llamado iglesia. Así, y de manera simple (no simplista), hemos encontrado lo central en el texto de Efesios. Ahora sabes con certeza de qué trata este texto; esto hará más sencilla su comunicación. Pero falta algo muy importante: el bosquejo o estructura. La idea central es como una gran cuerda; hay ideas secundarias, que son como prendas de vestir que vas colgando; pero falta el fundamento que sostiene a la idea central, al que se le llama bosquejo o estructura. Cuando tengas la idea central te propongo hacer una tercera pregunta que acompaña a las dos de la idea exegética: “¿cómo desarrolla el autor esa idea en el texto?” De esta manera no le impones al texto una estructura sino que te dejas llevar por él para descubrir la estructura que el autor usó o la manera en la que organizó sus ideas para comunicar su mensaje.
            El escritor pudo usar contrastes, resúmenes, declaraciones generales, desarrollar un argumento con clímax intermedio o final, repetir términos o frases, desarrollar un argumento lógico, usar símbolos o imágenes, elaborar y contestar preguntas, usar paralelismos, entre otros. Así, mi querido amigo, te darás cuenta de que mensaje y forma no compiten, se complementan. En Marcos 4:35-41, cuando preguntamos cómo desarrolla el autor la idea central, encontramos tres elementos grandes y tres preguntas: una gran tormenta y una pregunta, una gran quietud y una pregunta, un gran temor y otra pregunta. Si te es útil, de todo lo que te he expresado, te propongo un resumen. Frente al texto, pregunta: 1) ¿Qué está diciendo el autor? Resume en una frase o párrafo pequeño el mensaje del texto; así podrás entrar un poco en la ‘mente’ del autor.  2) ¿Por qué lo está diciendo? Esto te introduce un poco en la problemática interna de los lectores primarios, pues hay detalles entre líneas que son necesarios notar. 3) ¿Cómo lo está diciendo? De esta manera descubres la estructura lógica o bosquejo que el autor usó para ordenar y comunicar mejor su mensaje. Recuerda que lo central es lo importante;  sin ello todo lo demás es vano. Lucha con el texto cual Jacob con el ángel (no lo sueltes hasta hallar lo central). ¡Encuéntralo, vívelo y predícalo!  Continuará…



[1] “En ultima instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ellos plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”. FRAKL, Víctor, El hombre en busca de sentido. Herder-Barcelona, 1988, p 79.
[2] ROBINSON, Haddon W, La predicación Bíblica: cómo desarrollar mensajes expositivos. Unilit- Miami, 2000, p 40,41.

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