lunes, 7 de noviembre de 2011

Te hablo desde la prisión...

Te hablo desde la prisión.
Pablo: entre la soledad y la confianza.
2 Tim 4:9-22.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 27
            “En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas, pero entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo, para mí no existe el cielo, ni luna, ni estrellas, para mí no alumbra el sol, para mí todo es tinieblas…”. Los anteriores versos muestran la realidad de un presidiario vuelta canción. El texto que nos ocupa esta vez muestra la realidad de otro presidiario vuelta teología. De esta manera, la segunda carta a Timoteo, y última carta que el apóstol Pablo escribe, bien puede leerse bajo la sentencia; te hablo desde la prisión. Aquí el apóstol es bastante realista en cuanto a su situación: ante la cercanía de su muerte, desafía a Timoteo para que, ante el reto de otros mensajes, otros maestros, y otras hermenéuticas (las de la distorsión), pueda mantenerse fiel a las Escrituras que tienen como eje central a Cristo[1]. En las últimas líneas el apóstol deja ver una tensión entre la soledad, el abandono de los suyos y la confianza en Dios. ¿Cómo se nota esto? ¿Por qué solo y porque su confianza? De esto se hablará a continuación.
            La soledad y el desamparo del apóstol es evidente y por eso la urgencia a Timoteo: “procura venir pronto a verme” (v 9). En primer lugar el apóstol es abandonado por aquellos compañeros de lucha que se encuentran de misión: Crescente, Tito y Tiquico. En segundo lugar es abandonado por Demas, no porque el apóstol ha fallado en su mentoría, sino porque Demas ha amado a este mundo en contraste con aquellos que aman la vendida del Señor (vv. 9-11 Cp. v.8). Solo Lucas esta con él y pide de Timoteo la presencia de Marcos el útil y solicita, al parecer, su biblioteca personal. Es decir, el apóstol sigue siendo frágil: necesita de otros, y no es producto terminado: quiere seguir aprendiendo aun en la cárcel (vv. 12,13). En tercer lugar el apóstol enfrenta la oposición; la de Alejandro, le dice a Timoteo que se guarde de él y hace una imprecación; es decir deja, en oración, la oposición de Alejandro en manos de Dios (vv. 14,15)[2].
            En cuarto lugar enfrenta la soledad en su defensa evocando las palabras de Jesús en la cruz (v. 16-18 Cp. Lc 23:34). Sin embargo ha sentido la presencia acompañante de su Señor. En contraste con otros, Dios ha estado con él, esto es esperanzador. Cuando los demás han fallado, Dios sigue allí. Esta circunstancia tiene su eco en la confianza del poeta que expresa, “aunque ande en el valle de sombra de muerte… tu estarás conmigo” (Sal 23:4). Así, en contraste con el grito de desesperación de la canción del inicio, “condenado para siempre en esta horrible celda, donde no llega el cariño ni el amor de nadie”, Pablo sabe que hay algo que los barrotes de una cárcel no pueden impedir; la presencia de su Señor. De ahí su grito de esperanza ¡El Señor estuvo conmigo! En último lugar Pablo enfrenta el recuerdo de la comunidad, de la iglesia. No los olvida, les recuerda que Jesucristo es el dispensador de la gracia (vv. 19-22).
            En este texto el apóstol Pablo desarrolla una actitud correcta del ministerio y de la vida cristiana. Sin triunfalismos y sin gigantismos el apóstol abre su corazón para mostrarnos al hombre de carne y hueso. No hay cámaras de TV, no hay un público vitoreando ¡viva Pablo!, no hay un culto de ordenación o premiación, no hay diplomas ni reconocimientos; está simplemente el hombre lleno de días y de confianza en su Señor. Tal vez porque ser verdaderamente hombre no es no llorar, sino participar de todo lo que la condición humana dispone. Hasta el ser humano más fuerte se quiebra, se dobla ante los momentos difíciles; así, la soledad, la traición, el abandono de las personas cercanas requiere de la presencia de un amigo fiel que nos auxilie, aunque nada reemplaza la compañía fiel de nuestro Señor. Porque las verdaderas cadenas no son las de la prisión, sino las de la traición, la infidelidad y la cobardía frente a la fe y a la vida. Pablo, al final de sus días, no está lleno de dinero, pero sí de fe y confianza, ese es su mayor legado. Experiencia de vida que fue hecha teología para el camino.
            Hablar desde la prisión, es hacerlo desde nuestras realidades. Por esto, a todos los que en momentos hemos hablado desde la prisión, desde nuestras luchas, abandonos, soledades y desamparos. A todos aquellos a los que nos quiebran las situaciones difíciles, que nos hemos sentido desamparados por propios o extraños, hay una vieja canción que dice: “///puedo confiar en el Señor, él me va ayudar///, si el sol llegare a oscurecer, y no brille más, yo igual confió en el Señor, él me va ayudar”.   Fin… te hablo desde la prisión.


[1] Para una excelente discusión sobre historicidad, paternidad y pseudónima, ver: LEA, Thomas D, El Nuevo Testamento su trasfondo y su mensaje. Mundo Hispano-El Paso, 2000, p 485.
[2] La imprecación nace en el dolor o la tragedia, clama por la justicia y deja a esta en las manos de Dios. En la teocracia la imprecación era remitida a Dios. En sistemas de gobierno como la democracia, la imprecación (el clamor por la justicia) es remitida al estado que tiene toda autoridad para impartir el derecho y la justicia. La imprecación no consiste tanto en desear lo malo, sino en clamar por la justicia.

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