lunes, 18 de abril de 2011

Los más sonados. Parte III

 Los más sonados. Parte III
De una oveja para su pastor, de un huésped para su anfitrión
Salmo 23
En voz alta 12. Jovanni Caballero
El salmo 23 es quizá el más popular dentro y fuera de la Iglesia. Su rating de lecturas dejaría asombrado a cualquier publicista y causaría envidia a un gran número de productores de TV. Sin embargo, el salmo se ha vuelto tan familiar que sus verdades a menudo pasan desapercibidas, su valoración es generalmente literaria y estética, dejando a un lado las dimensiones referentes a la “Teología” y a la “Palabra de Dios”. Partiendo de lo dicho, exploraremos este poema de confianza tratando de poner énfasis en la fuerza que trasmiten sus imágenes. Emprenderemos un viaje que inicia en un redil, pasa por caminos peligrosos, y termina en una casa.
El poema empieza en una atmósfera de confianza.  La declaración inicial “el Señor es mi Pastor nada me faltará” (v.1) es ampliada en los versos siguientes (vv.2-4); así la obra del pastor es evidente al guiar a la oveja a pastos tiernos y a aguas tranquilas. La oveja cuenta con lo necesario para la vida (pastos y aguas) porque su pastor está allí. En el redil el pastor conforta, restaura o repara la vida de la oveja, haciéndola volver de su extravío (Jer 50:19; Ez 39:2). Así, el pastor se ocupa de que su oveja camine bien (por sendas justas), haciendo lo que es correcto, lo que se ajusta a la norma. De esta manera el pastor cuida su reputación, su nombre, guiando a la oveja no por quien es ella, sino por quién es él (Ez 39:21-29).
Ahora, aunque la atmósfera de confianza sigue, el escenario cambia. El confort de las aguas frescas y los pastos verdes es cambiado por lo agreste del “valle de sombra de muerte” (v4). Sin embargo, aunque la figura del pastor expresa cercanía, el cambio del pronombre de tercera persona del singular, él (vv1-3), a segunda persona del singular, (v4), habla de confianza. ¡Cuando más oscura es la sombra, más cerca está el Señor! La vara y el cayado son instrumentos que brindan confianza a la oveja en su andar. Así cierra la primera metáfora de este poema. No hay en el poeta sombra de duda sobre la labor de su pastor, tampoco hay ingenuidad y escapismo; la experiencia de la oveja se vive entre el confort de los pastos y las aguas y el agreste valle de sombra de muerte. Así la confianza no está en el redil, pues este tiene sus traspiés; la confianza está en el pastor. 
La imagen del redil se va para dar la bienvenida a la metáfora del anfitrión (vv.5, 6). Los elementos mencionados (comida, aceite) comunican acogida por parte del anfitrión y protección de los enemigos. Atacar a un huésped bajo la condición anteriormente descrita era violar las normas de hospitalidad e irrespetar al anfitrión[1]. El peregrino termina su experiencia en la casa de su huésped bajo su protección, y disfrutando de sus bienes. Así termina el salmo. Empieza en el redil y termina en una casa; el poeta inicia siendo oveja y termina como huésped; el Señor empieza siendo pastor y termina como anfitrión.  El poeta finalmente es un colectivo: Israel. El salmo es la historia resumida de un pueblo que sale de Egipto guiado por su pastor (vv1-3), es recibido en la tierra prometida por el Señor como anfitrión (vv5, 6) y va al exilio para aprender sendas justas guardando la reputación de su pastor (Cp. Sal 77:20; 68:11; Ez 39:21-29).
El poema se actualiza de la siguiente manera. En primer lugar, el salmista llama a Dios “pastor” en una cultura donde ese apelativo no era sinónimo de grandeza ni de prestigio, comunicando así la capacidad que Dios tiene en hacerse frágil, servidor y vulnerable, que camina con los suyos.  Esto le brinda a la Iglesia una lección de humildad[2]. Un Dios cuya gloria no pueden contener los cielos se hizo pastor para enseñarnos humildad, servicio y entrega (Jn 10:1-17). En segundo lugar, La frase “nada me faltará” a menudo es tomada por algunos para respaldar caprichos y deseos personales. No obstante, leída en su contexto, habla de que la oveja contará con lo necesario para la vida. Cuando la vida no es justa, cuando lo necesario no está, cuando la miseria toca las puertas de nuestras comunidades, entonces se hace necesario la justicia social y el desmantelamiento de los pseudo pastores que en nombre de Dios mutilan al pueblo (Ez 34).
En tercer lugar, el texto nos recuerda que la experiencia de fe no es una negación de la realidad, sino que aquella la asume confiadamente en su Señor; por ello el salmista no descarta “el valle de sombra de muerte” ni “la presencia de enemigos”; no hay ingenuidad y negación. La fe no niega la realidad del mal, sino que la asume y puede aún transformarla. Finalmente, el salmo ilustra el andar de la vida de fe en Cristo: fuimos redimidos (Ef 1:4,5), caminamos como peregrinos (1 Ped 2:11), y nos dirigimos al encuentro con nuestro Padre para estar siempre en su casa (Jn 14:1,23).


[1] ALONSO SCHÖKEL, Luis. CARNITI, Cecilia. Salmos I (Salmos 1-72) Traducción, Introducción y Comentarios. Verbo Divino. Estella (Navarra) 1992. p 392
[2] PAGÁN, Samuel. De lo profundo, Señor, a ti clamo: introducción y comentario al libro de los Salmos. Patmos. Miami. 2007.  p 208.

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