martes, 24 de octubre de 2017

Recordar es vivir (1)

Recordar es vivir (1)
Dt 8:1-20
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero192
Deuteronomio es el libro de la recapitulación (segunda ley). Moisés ya viejo, gastado y curtido con los años, recapitula la historia, recuerda la historia a la nueva generación de israelitas que están ad portas de “poseer” la tierra prometida. La antigua generación, la que salió de Egipto, murió en el desierto y en su tumba una lápida que decía: “aquí yace la generación que pudo ser y nunca fue” (Num 26: 65). Ahora, lo que fue promesa está a punto de concretarse, lo que estaba lejos se va acercando, lo que fue sueño es realidad. No obstante, es necesario reafirmar la fe, conectar a esta generación con la historia, con su identidad, especialmente con uno de los rasgos distintivos de la experiencia del pueblo y de la teología del Deuteronomio, la elección, esta no es fruto de la conquista humana, sino por pura gracia de Dios[1]. En el capítulo 8 Moisés hace una relectura de la experiencia del desierto. No se deja guiar por la “lectura fatalista de la historia” en donde esta se dirige inexorablemente al fracaso, a la tragedia, porque así lo quiso el destino o Dios. Tampoco hay rasgos de la lectura “satanista de la historia” en donde todo lo que acontece es atribuido al diablo o a satanás. Si las cosas fueran así, entonces los seres humanos serían solamente títeres del destino o de satanás negando libertad y responsabilidad. A través de tres indicaciones temporales (presente, pasado y futuro) el viejo predicador hace la “relectura de los 40 años de desierto” y desafía a su auditorio tomar decisiones. Veámoslo.
            Primera indicación temporal: el hoy, vv. 1,11. El “hoy” más que una referencia de 24 horas es una categoría amplia que comunica presente, actualidad, contemporaneidad. El “hoy” hace que la Palabra de Dios sea vigente al igual que la respuesta o decisión del pueblo ante esa palabra (Cp. Salm 95:7). El presente, “el hoy”, es el escenario temporal en donde se toman las decisiones importantes y vitales evitando la tentación de la postergación y el aplazamiento. En el texto, “el hoy” cargado con el mandamiento a guardar aparece como amarre, como ligazón o bisagra entre el pasado (“la tierra que juré”) y el futuro (“la tierra que poseerás”). Todos estos años la palabra dada a Abraham, “la tierra que te mostraré”, ha sido el garante y el motor que los ha empujado hasta aquí (Gen 12:1-3). No obstante no debemos olvidar que la promesa tenía carácter instrumental, es decir, iba más allá de Abraham o Israel mismo, tenía la intención de “bendecir a las naciones”, sería, una nación para las demás naciones. Esta era la propuesta divina para las reparar el mundo, para componer el desorden narrado en Génesis 4-11.   
            Segunda indicación temporal: el pasado, vv. 2-6. El énfasis en esta parte del texto es la necesidad de que el pueblo “se acuerde” de su pasado como peregrino en el desierto y la forma en la que Dios, peregrino también con su pueblo, le guio. 1). Acordarse del desierto como lugar de la prueba, v.2. Midiendo el grado de entrega (Gen 22), la prueba revelaría lo mejor o lo peor del pueblo, “descubriría el corazón”. La presión constante y sostenida revelaría de que estaban hechos, revelaría sus lealtades (“si iban a guardar los mandamientos o no”), o usando el lenguaje del capítulo 6, la prueba tenía la intención de saber si amaban o no a Dios (Dt 6:4). Y es que tal vez sea fácil confesar a Dios en la claridad y la holgura del día, lo difícil será avanzar en medio de las tinieblas, cuando el camino es largo, cuando el barro aprieta, cuando las situaciones cambian (Cp. Mrc 15:33,39). 2). Acordarse del desierto como lugar de la pedagogía divina, v. 3. La prueba reorienta y enseña, viene a recordarle al pueblo lo esencial, viene a enseñarle la diferencia entre lo fundamental y lo liviano, lo light, lo pasajero y no relevante. Les ayuda a recategorizar los valores: “no solo de pan vivirá el hombre…”. La sentencia no descarta el pan, la materialidad, pero si lo relativiza considerando que existe un horizonte mayor, la Palabra de Dios. En Egipto la provisión estaba en las ollas llenas de carne puestas allí por sus victimarios, por sus verdugos; ahora, el en desierto, la provisión será dada por la Palabra de Dios (Ex 16:13; Nm 11:5). La Palabra reorienta lo material y lo pone en el lugar correcto. Recordemos que en la Biblia la comida es un asunto muy espiritual, trata de la relación con Dios y los demás (Gen 3:1-7).
            Dos tentaciones debemos evitar frente a la realidad anteriormente descrita: por un lado “la tentación materialista”, la que declara que el hombre solo vive de pan, se gasta en el aquí y el ahora, y vive para las cosas. Por otro lado, “la tentación espiritualista”, la que dice que el hombre solo vive de Palabra, solo es un espíritu que sostener negando la corporeidad y lo físico. Recordemos que este texto es citado por Jesús en la primera tentación, también como Israel, en el desierto (Mt 4:1-11).  Jesús categoriza sus valores y agenda, pone en primer lugar lo importante y en el segundo lo urgente, confía en la Palabra de Dios que sostiene y orienta. Él dice que no es hijo para merecer, meramente como privilegio especial para abusar, sino que es hijo para obedecer, como responsabilidad esencial para su  identidad. Yo creo que en el texto hay una crítica implícita a los hábitos de consumo egipcios y una observación incisiva a la provisión generosa da Dios en el desierto; la ración diaria versus las grandes ollas de comida a costa de la esclavitud y la negación de la identidad y la misión.  Continuará.


[1] GARCIA LÓPEZ, Félix. Introducción a la Biblia: el pentateuco. Verbo Divino, Estella (Navarra), 2004, p. 286

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