El secreto (3)
Implicaciones eclesiásticas del secreto mesiánico
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Caballero 170
Principio del evangelio
de la Iglesia, la comunidad mesiánica, la hija de Dios. La comunidad mesiánica
empieza hundiendo sus raíces en las esperanzas de cambio que Israel había
tejido en el pasado; especialmente en la época del exilio Babilónico. Para ese
entonces los soñadores, los constructores de utopía, idearon un mundo mejor, un
mundo según Dios, en donde la justicia sería la ama y señora, esta a su vez sería
impartida por el encargado divino, su siervo, el mesías. Años después los
sueños se hicieron realidad, el mesías vino y encarnó el proyecto de Dios para
la humanidad, no obstante su forma de hacerlo, desde el servicio y la entrega,
no desde el poder y la imposición, desanimó a muchos que siguieron posponiendo
sus sueños y esperanzas. A los imperios, políticos y religiosos, los incomodó
tanto hasta tal punto de que lo llevaron a la cruz. Así, desde ese mensaje de
entrega y servicio hasta la cruz fundó la comunidad mesiánica, comunidad a la
que le encomendó seguir sus pasos y modelo sino quería pervertir la misión y el
mensaje.
Sucedió que un día la “comunidad mesiánica” (de aquí en
adelante la “CM”) iba por un camino y de repente se encontró con un enfermo, la
CM se acercó y le preguntó ¿Qué puedo hacer por ti?, el enfermo le dijo:
“quiero ser sanado”, entonces la “CM” oró por él, y lo puso en contacto con un
medico amigo quien le hizo recomendaciones y le mandó una formula. Al cabo de
un tiempo el enfermo sanó y quiso hacer de la sanidad un show publicitario, pero la “CM” le dijo: “no se lo digas a nadie”. La
“CM” seguía su camino, iba por las calles, llegaba a las universidades, se
sentaba en la plaza publica y hablaba con los que allí se congregaban por
diversas razones, escuchaba sus angustias, sus preguntas, sus incertidumbres; uno
filosofo le decía: “la incertidumbre es la nueva normalidad de estos días”. Un político
dijo: “la corrupción empieza por casa, en los pequeños permisos morales”. Un
hombre le comentó: “de niño fui violado, mi identidad sexual se dañó, mi único
referente ha sido lo homo”. Un habitante de calle le gritó: “el mundo se acaba
cuando dejamos de amar”. Un niño le preguntó: “¿Por qué mi papá ya no está en
casa?”. Un docente viejo y gastado le dijo: “ya nadie enseña por vocación sino
por la paga”. Así, la “CM” realizaba su misión: escuchando, sirviendo,
caminando con los demás, yendo a las periferias existenciales.
Un día, la “CM” se encontraba en un lugar de reunión (que
llaman iglesia) y allí se levantó un hombre que tenía un espíritu inmundo: la
corrupción ministerial le había ganado la batalla y estaba poseído por ese
espíritu, había hecho de la fe un negocio y del ministerio una burocracia. Cuando
este hombre vio a la “CM” y escuchó su mensaje se sintió amenazado, sintió que
su zona de confort tambaleaba y que sus adeptos se apartarían de él. Y entonces
grito: “¡Qué haces aquí “CM”! “¿¡Por qué te entrometes en mi ministerio!?”. La
“CM” lo miro a los ojos y le dijo: “no está bien lo que haces, se libre del espíritu
de corrupción”. Después de un proceso el hombre fue libre y quiso hacer de su
testimonio un evento noticioso, publicarlo por Facebook, también se ideo un
libro. Pero la “CM” dijo: no lo hagas así, no le digas a nadie, vive tu nueva
vida”. Así, la “CM” propiciaba espacios para la sanidad, la liberación, el
estudio, la promoción de la condición humana, la comunicación de un mensaje
liberador; pero, nunca se ufanaba de ello, no usaba eso como plataforma para
manipular, sacar provecho para sí o como trampolín para el éxito. Siempre
advertía a las personas a que no dijeran nada, que no publicaran nada por redes
sociales y que se dedicaran a construir, desde la fe, un mundo mejor. Un día un
politiquero le dijo: “tengo muchas cosas para darte si me ayudas a ganar unos
votos; te daré un terreno, un equipo de sonio e instrumentos”, la “CM” le dijo:
“gracias, pero yo no funciono con esa clase de poder”.
Un día cualquiera se generó en el país de la “CM” una
discusión álgida sobre matrimonio GAY y derechos de la comunidad LGBTI. Para
nadie es un secreto que una de las banderas del laicismo es “propender” por los
derechos de la comunidad ya mencionada, ella ha pasado, por intereses
políticos, económicos e ideológicos, de la marginación al centro. La discusión
estaba ampliamente viciada y la "CM" como realidad situada quiso
tener inferencia y opinar al respecto. El criterio conceptual de la “CM” en la
discusión fue que hay un diseño original, que el ser humano fue hecho
hombre-mujer para tener un encuentro, de ese encuentro da testimonio la
biología, la anatomía y la psicología. Además alegaba que puede ser que haya
excepciones que no violan la regla sino que la confirman. El género es tanto
una asignación biológica y natural como una construcción cultural, decía la
“CM”. Los rasgos físicos y anatómicos del hombre y la mujer son evidentes,
ahora, que haya personas que, por decisión ideológica o psicológica, decidan
darle a su sexualidad y genitalidad una dirección distinta a la “hetero”, eso
es diferente; así termino la “CM” su intervención. Tal postura no fue recibida
por los defensores de la comunidad LGBTI, y algunos de sus miembros se fueron
lanza en ristre contra la “CM”. La tildaron de retrograda, de chapada a la
antigua; uno fue más allá diciendo que la “CM” era irracional. Otros levantaban
sus puños y decían “fuera la “CM”, a otros con ese cuento”. En todo esto la
“CM” siempre mantuvo la cordura y nunca profirió maldición o abrigó en su
interior sentimientos de venganza o grandeza. Y allí, ese día la “CM” fracasó,
perdió, salió por la puerta de atrás (sin triunfalismos ni gigantismos o
imposiciones). Y viendo todo y la actitud de la “CM” un miembro de la guerrilla
de ese país dijo: “verdaderamente este pueblo, era el pueblo de Dios”. Fin.
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