El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (5)
2 Sam 11-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero129
Nos corresponde ahora ir finalizando esta propuesta con
algunas reflexiones tocantes al poder en el ministerio (y la iglesia), la
predicación y su carácter profético y la vida cristiana. González Lamadrid ha
dicho que la historia sagrada tiene un carácter interpelante y salvífico[1]. Interpelante
porque toda ella llama a seguir los postulados de la ley y a optar por el Dios
de la alianza. Salvífico porque a través de la dialéctica del esquema “promesa-cumplimiento”,
la historia del AT anuncia la primera venida del Señor en la plenitud de los
tiempos. Toda intervención de Dios antes de Cristo tuvo un carácter transitorio
e inconcluso. A la luz de lo anterior
nos preguntamos ¿de qué maneras interpeló y nos interpela el relato?, ¿de qué
formas el texto abre caminos de liberación o salvación? Todo esto a la luz de
la integridad del relato Bíblico, es decir, la capacidad que la Biblia tiene
para el pensamiento autocritico. El pueblo judío incluyó en la Biblia sus
quejas y evasiones, así como a sus reyes arrogantes y malvados. La autocrítica
es necesaria para prevenir la tendencia natural de la arrogancia y la excesiva seguridad.
Veamos.
Tenemos
en el relato un ejemplo claro de cómo el poder se corrompe y es usado para
violentar y abusar de aquellos que están “bajo autoridad”. El abuso desde el
poder religioso es bastante frecuente y con daños psicológicos a la víctima y a
la moral cristiana monumentales[2]. Hoy,
al igual que ayer, “tenemos que estar conscientes que existen muchas personas
que de una u otra manera son objetos de agresiones sexuales…. de individuos que
no dudan en utilizar el respeto que sus congregantes les tienen para chantajearlos
emocionalmente”[3].
Algunos líderes son “lobos con piel de oveja”, otros, como en el caso de David,
son “ovejas con piel de lobo”. Líderes genuinos que en algún momento de la vida
perdieron la cordura y abusaron del poder dejando con ello una marca imborrable
en sus víctimas, sus propias vidas, ministerios y familias. A esto se le suma
el hecho de que en Colombia[4],
la violencia y la sexualidad son dos caras de la misma moneda (como en el caso
de David). Esto quiere decir que debemos estudiar lo uno sin descuidar lo otro.
Ahora, para nosotros los cristianos, el evangelio nos manda a estar alertas,
nos dice que casos como el de David pueden volver a repetirse y nos anima a
usar el poder para servir a los demás (Mrc 10:43-45). El ejemplo y las palabras
desafiantes de Jesús como crítica a la forma de poder romana, nos recuerdan que
“el poder de Dios se expresa como el amor de Dios, es decir, la potestad
consiste en la facultad para darse a sí mismo. El poder no es, entonces,
ejercer la violencia con un interés de efectividad pragmática… sino un
ejercicio de la libertad puesta al servicio de la vida abundante”[5]. Cristo
es el modelo por excelencia de liderazgo y la administración del poder, en este
relato, otros mueren por David; al final del relato (la historia de la
salvación), Cristo muere por los demás.
Los
líderes y en términos generales, la Iglesia, deben recuperar la dimensión de
lucha, la conciencia de una constante disputa y tensión constante contra
fuerzas que intentan a todas luces seducirles y apartarles del propósito de
Dios, pervirtiendo de esta manera el poder, el servicio y la vida cristiana. El
texto es claro al decir que “David no fue a la guerra cuando debía estarlo”, el
apóstol Pablo nos llama a “vestirnos de toda la armadura de Dios” y salir a la
guerra (Ef 6:10). Nos llama a tomar el casco de la salvación, el casco cubre la
cabeza. El llamado es a no perder la “cabeza”, a luchar con sobriedad, ya que
el pecado es un acto de locura. La predicación debe propender por la crítica contra
todo aquello que no está de acuerdo con el proyecto divino, la predicación está
para que no “perdamos la cabeza”. La actitud valerosa de Natán al denunciar los abusos del
rey, sin temor a desafiar las iras del poder es un ejemplo, desde la
predicación, para los líderes políticos y religiosos de hoy en día. Los que
ostentan el poder caen a veces en la tentación de creer que están por encima de
las leyes y piensan que pueden violarlas impunemente. Las realizaciones del
poder no valen nada si se consiguen a costa de la explotación de los
desposeídos. La intervención profética de la iglesia (por la predicación y la praxis)
puede ser riesgosa, pero hay que encontrar los medios para confrontar le poder,
llevarlo al reconocimiento y al arrepentimiento. Arrepentimiento que lleva
consigo la dignificación y restauración de la honra, la dignidad y la memoria
de las víctimas[6].
La buena noticia del relato y de la tarea del profeta es que no solo recuerda
la culpabilidad, sino que llama al arrepentimiento, a un cambio de dirección,
sin que esto signifique que nos veamos libres de las consecuencias de nuestros
actos. El creyente debe recordar que la denuncia y el juicio son la última
palabra[7].
Fin.
[1] GONZALEZ LAMADRID, Antonio. Las
tradiciones históricas de Israel. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2000, p
17,19.
[2] Es bien conocido en Colombia el
caso del “pastor” de Pasto. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12031288 17/07/15.
[3] ERDELY, Jorge. Pastores que
abusan. Unilit-Miami, 2002, p 7.
[4] PALACIO, Roberto. Pecar como
Dios manda: historia sexual de los colombianos. Planeta-Bogotá, 2010, p 11.
[5] SEGURA, Harold. ¿El poder del
amor o el amor al poder? Luces y sombras del ejercicio de poder en las iglesias
evangélicas. Kairos-Buenos Aires, 2011, p 6.
[6] Para contemplar un modelo de
restauración de las víctimas, vea, HUNT, June. La violencia y sus víctimas.
CLC-Bogotá, 2010, p 301.
[7] HERNANDEZ, Lucia, JIMENEZ,
Humberto. Los libros de Samuel, en Comentario Bíblico Latinoamericano Antiguo
Testamento I. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2007, p 703.