miércoles, 1 de abril de 2015

La casa de Dios (2)

La casa de Dios (2)
Mini teología Bíblica del templo
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero119
Podemos afirmar que el evangelio de Juan es el texto del NT que elabora de manera clara y precisa “una teología del templo”. Al afirmar lo anterior estamos diciendo que debemos leer este evangelio tomando en cuenta las narrativas del tabernáculo (Ex 25-40), del templo (2 Rey 6-8) y las expectativas proféticas sobre la restauración del templo de Salomón (Hag 1-2). En su evangelio Juan va afirmar, por ejemplo, que el verbo que se hizo carne, habitó entre nosotros, esto es literalmente, puso su tabernáculo entre nos, y este tabernáculo estuvo acompañado por la gloria de Dios; Juan afirma, “y vimos su gloria…” (Jn 1:14). Como lo afirmamos anteriormente, este lenguaje usado por Juan es característico de la aprobación de Dios sobre el tabernáculo, el templo de Salomón y es lo que en Hageo se dice que tendrá el templo de Zorobabel, una gloria, incluso mayor. Después de la declaración sobre el verbo “en clave de templo”, Jesús mismo en la escena de la “limpieza del templo” (acto profético sobre el culto judío), le dice a los judíos: “destruyan este templo y en tres días lo levantaré”. Jesús no hablaba ya de templo de Zorobabel, ampliamente retocado por Herodes, sino de su cuerpo como templo, como escenario de encuentro con Dios (Jn 2:13-21). Así las cosas, Dios ha constituido a Jesús como su verdadero y único templo para entrar y estar en comunión con él. De esta manera podemos entender mejor las referencias de Juan a “oración en el nombre de Jesús”. Él es el camino al padre, la verdad respecto al padre y la vida que el padre promete.
            El evangelio de Marcos nos ubica la cuestión del templo en el marco de la maldición de la higuera, la cuestión aquí mencionada es la limpieza del templo dado que este, la casa de oración, la habían convertido en cueva de ladrones, ya que servía para el enriquecimiento de la aristocracia sacerdotal y para legitimar teológicamente su situación. La sección del capítulo 11 termina con la sorpresa de Pedro cuando este le dice a Jesús; “Señor la higuera que maldijiste se ha secado”, a esto Jesús responde: “22 Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.  23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.  24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.  25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas  (Mar 11:22-25).  La fe no debía ponerse en el templo sino en Dios; el templo era para tener comunión con Dios y pedirle a Dios creyendo que él respondería; era también el lugar de perdón y reconciliación con Dios y con el prójimo. La respuesta de Jesús apunta a la esencia por la cual se había construido el templo, Jesús recuerda lo fundamental, y dada su profanación, su fin sería el mismo de la higuera (Cp. 1 Rey 8:22-61 2Cron 6:12-42).
            Entonces,  en la construcción de esta “mini teología” del templo podemos afirmar que Jesús es el verdadero templo (la verdadera casa, la casa de oración), la casa y el templo que Dios había prometido a David. Ahora Jesús, como verdadero templo, se convierte en punto de contacto y encuentro entre los hombres y Dios. Como verdadero templo, hay que poner la fe en él, orar en el nombre de él y en él obtener el perdón de los pecados. La institución templaría, entendida como el edificio con su parafernalia, quedo obsoleta con la llegada de Jesús, el verdadero templo. Parece que frente a esta realidad, algunos sectores de la Iglesia deben actualizarse teológicamente, es común llegar al culto y escuchar cuando el director dice: “¡bienvenidos a la casa de Dios”!, haciendo referencia al edificio. Es más, he escuchado que dividen el auditorio con las particiones excluyentes del templo de Salomón: atrio, lugar santo, lugar santísimo (o altar). A este último solo se suben los que “estén en plena comunión con Dios”. Esta forma de ver el asunto presupone un atraso teológico y una ignorancia de la obra de Cristo. ¿Qué paso con las implicaciones del velo roto?, ¿Qué paso con la verdad de que Jesús es el nuevo templo? Ahora, al Cristo ser el nuevo templo, la iglesia, como cuerpo, se convierte también en templo de Dios, somos tabernáculos de su presencia habitaciones de su poder. Por extensión, el templo, la casa de Dios, no es un conjunto de cuatro paredes; es su Iglesia (Ef 2:18-20; 1 Cor 6:19; 1P 2: 4,5). La iglesia es el templo en construcción, es la obra no acabada, es el asunto inconcluso, y, ante todo, la portadora de la presencia de Dios.
            El libro de Apocalipsis nos dice, hablando de la nueva Jerusalén, “… y no vi en ella templo; porque el Señor Dios todo poderoso es el templo de ella, y el cordero” (Ap 21:22). Se cierra el libro de la revelación de Dios, tal y como empezó, sin templo. Para concluir las siguientes afirmaciones:1). Jesús como verdadero templo nos recuerda que Dios está presente: Emmanuel. 2). Jesús como verdadero templo cumple las funciones de templo: hace posible la comunión con Dios, la oración, la confianza (fe) en Dios y el perdón de los pecados. 3). Jesucristo es el nuevo templo y nosotros, por extensión, sus templos; luego entonces la relación, la comunión se da entre templos, por lo tanto, debe darse en el marco de la santidad. 4). La iglesia como templo de Dios debe reflejar su carácter. El llamado a la santidad es el susurro del Dios que  nos habita, su Espíritu, para conformarnos a su imagen. 5). Como Iglesia podemos entender mejor la experiencia de “orar en el nombre de Jesús”. La oración siempre es y será mediada por el nuevo templo: Jesús. Fin. 

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