La casa de Dios (2)
Mini teología Bíblica del templo
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero119
Podemos
afirmar que el evangelio de Juan es el texto del NT que elabora de manera clara
y precisa “una teología del templo”. Al afirmar lo anterior estamos diciendo
que debemos leer este evangelio tomando en cuenta las narrativas del
tabernáculo (Ex 25-40), del templo (2 Rey 6-8) y las expectativas proféticas
sobre la restauración del templo de Salomón (Hag 1-2). En su evangelio Juan va
afirmar, por ejemplo, que el verbo que se hizo carne, habitó entre nosotros,
esto es literalmente, puso su tabernáculo entre nos, y este tabernáculo estuvo
acompañado por la gloria de Dios; Juan afirma, “y vimos su gloria…” (Jn 1:14). Como
lo afirmamos anteriormente, este lenguaje usado por Juan es característico de
la aprobación de Dios sobre el tabernáculo, el templo de Salomón y es lo que en
Hageo se dice que tendrá el templo de Zorobabel, una gloria, incluso mayor. Después
de la declaración sobre el verbo “en clave de templo”, Jesús mismo en la escena
de la “limpieza del templo” (acto profético sobre el culto judío), le dice a
los judíos: “destruyan este templo y en tres días lo levantaré”. Jesús no
hablaba ya de templo de Zorobabel, ampliamente retocado por Herodes, sino de su
cuerpo como templo, como escenario de encuentro con Dios (Jn 2:13-21). Así las
cosas, Dios ha constituido a Jesús como su verdadero y único templo para entrar
y estar en comunión con él. De esta manera podemos entender mejor las
referencias de Juan a “oración en el nombre de Jesús”. Él es el camino al
padre, la verdad respecto al padre y la vida que el padre promete.
El evangelio de Marcos nos ubica la
cuestión del templo en el marco de la maldición de la higuera, la cuestión aquí
mencionada es la limpieza del templo dado que este, la casa de oración, la
habían convertido en cueva de ladrones, ya que servía para el enriquecimiento
de la aristocracia sacerdotal y para legitimar teológicamente su situación. La
sección del capítulo 11 termina con la sorpresa de Pedro cuando este le dice a
Jesús; “Señor la higuera que maldijiste se ha secado”, a esto Jesús responde: “22
Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en
Dios. 23 Porque de cierto
os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y
no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga
le será hecho. 24 Por tanto,
os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá. 25
Y cuando estéis orando, perdonad, si
tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los
cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas (Mar 11:22-25). La fe no debía ponerse
en el templo sino en Dios; el templo era para tener comunión con Dios y pedirle
a Dios creyendo que él respondería; era también el lugar de perdón y
reconciliación con Dios y con el prójimo. La respuesta de Jesús apunta a la
esencia por la cual se había construido el templo, Jesús recuerda lo
fundamental, y dada su profanación, su fin sería el mismo de la higuera (Cp. 1 Rey 8:22-61 2Cron 6:12-42).
Entonces, en la construcción de esta “mini teología” del
templo podemos afirmar que Jesús es el verdadero templo (la verdadera casa, la
casa de oración), la casa y el templo que Dios había prometido a David. Ahora Jesús,
como verdadero templo, se convierte en punto de contacto y encuentro entre los
hombres y Dios. Como verdadero templo, hay que poner la fe en él, orar en el nombre
de él y en él obtener el perdón de los pecados. La institución templaría,
entendida como el edificio con su parafernalia, quedo obsoleta con la llegada
de Jesús, el verdadero templo. Parece que frente a esta realidad, algunos
sectores de la Iglesia deben actualizarse teológicamente, es común llegar al
culto y escuchar cuando el director dice: “¡bienvenidos a la casa de Dios”!,
haciendo referencia al edificio. Es más, he escuchado que dividen el auditorio
con las particiones excluyentes del templo de Salomón: atrio, lugar santo,
lugar santísimo (o altar). A este último solo se suben los que “estén en plena
comunión con Dios”. Esta forma de ver el asunto presupone un atraso teológico y
una ignorancia de la obra de Cristo. ¿Qué paso con las implicaciones del velo
roto?, ¿Qué paso con la verdad de que Jesús es el nuevo templo? Ahora, al
Cristo ser el nuevo templo, la iglesia, como cuerpo, se convierte también en
templo de Dios, somos tabernáculos de su presencia habitaciones de su poder. Por
extensión, el templo, la casa de Dios, no es un conjunto de cuatro paredes; es
su Iglesia (Ef 2:18-20; 1 Cor 6:19; 1P 2: 4,5). La iglesia es el templo en
construcción, es la obra no acabada, es el asunto inconcluso, y, ante todo, la
portadora de la presencia de Dios.
El libro de Apocalipsis nos dice,
hablando de la nueva Jerusalén, “… y no vi en ella templo; porque el Señor Dios
todo poderoso es el templo de ella, y el cordero” (Ap 21:22). Se cierra el
libro de la revelación de Dios, tal y como empezó, sin templo. Para concluir
las siguientes afirmaciones:1). Jesús como verdadero templo nos recuerda que
Dios está presente: Emmanuel. 2). Jesús como verdadero templo cumple las
funciones de templo: hace posible la comunión con Dios, la oración, la
confianza (fe) en Dios y el perdón de los pecados. 3). Jesucristo es el nuevo
templo y nosotros, por extensión, sus templos; luego entonces la relación, la
comunión se da entre templos, por lo tanto, debe darse en el marco de la
santidad. 4). La iglesia como templo de Dios debe reflejar su carácter. El llamado
a la santidad es el susurro del Dios que
nos habita, su Espíritu, para conformarnos a su imagen. 5). Como Iglesia
podemos entender mejor la experiencia de “orar en el nombre de Jesús”. La
oración siempre es y será mediada por el nuevo templo: Jesús. Fin.
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