martes, 24 de septiembre de 2013

Negando a Dios. Parte I

Negando a Dios. Parte I
Testimonio y anti-testimonio en tercera de Juan
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 69
La tercera carta de Juan es una de las más cortas del Nuevo Testamento pero no por ello deja de plantearnos un mensaje profundo e incómodo en una época en la que está “prohibido prohibir”, donde la tolerancia doctrinal se disfraza con piedad, donde el liderazgo eclesial dejo de ser una condición para el servicio para convertirse en un puesto desde donde se manipula y se coarta la libertad cristiana, donde se castra la historia eclesiástica y la auténtica “tradición apostólica”; asuntos estos, que esta pequeña carta nos pone en la mesa para la reflexión. En este escrito, en medio de un ambiente cordial y amistoso, pero con tono decidido, “el anciano” elogia a Gayo por su testimonio (conducta), le advierte sobre la conducta de Diótrefes (anti-testimonio) y le recomienda a Demetrio por su conducta (testimonio).
El texto presenta una estructura quiastica que iremos desarrollando a fin de aclarar el mensaje de la carta ayer y sus implicaciones hoy[1]. La primera parte hace referencia a los saludos (a-a’). Al parecer Gayo estaba quebrantado de salud pero tenía una espiritualidad ferviente; el anciano[2] desea para Gayo que, en términos metafóricos, su salud física sea tan buena como su salud “espiritual” (vv. 1-2)[3]. La espiritualidad de Gayo contrasta exponencialmente con su materialidad aunque esta no se niega; sin embargo, para muchos de nosotros hoy es la materialidad es la que contrasta con nuestras espiritualidades y las niega como piezas del museo. Por eso hoy, como bien lo declara Beyer[4], deberíamos decir a algunas personas: ojalá que tu vida espiritual prospere tanto como tu bienestar material. Gente metida en la loca carrera por el dinero, el éxito y el honor, generalmente es pobre espiritualmente. El trabajo, los negocios, el consumismo de nuestros días, y muchas cosas de la vida cotidiana impiden muchas veces la alimentación del alma. Poco se hace por la vida espiritual. El saludo cierra con el deseo de ver a Gayo. Así, el argumento usa los sentidos del oído y la vista: inicia “oyendo” el testimonio de Gayo y termina con deseos de “ver” a Gayo (vv. 13-15).
            Lo que viene  a continuación es lo que el anciano va a decir respecto a la espiritualidad de Gayo; su testimonio en comunidad, y también habla en paralelo del testimonio de Demetrio (b-b’). El anciano recibe con gozo lo que los hermanos cuentan de Gayo: es un hombre de la verdad (vv. 4-8). La “verdad”, palabra clave en los escritos de Juan, no es un término filosófico, sino Cristo mismo y su evangelio (Jn 14:6; 17:17). Cristo entonces marcaba su andar, su práctica y su vida. La verdad se vive en el contexto de la comunidad y se expresa en el amor hacia los misioneros o predicadores itinerantes. Gayo es también misionero, no porque traspasa fronteras geográficas, sino porque traspasa las fronteras de la antipatía y se compromete, brindando apoyo, con aquellos que anuncian la fe[5]. El testimonio de Demetrio, por otro lado, viene de tres fuentes; 1) “Todos”; 2) La verdad misma; y, 3) El anciano (v. 12). El argumento hasta como sigue: usando la simpatía de Gayo el anciano le recomienda a Demetrio y su integridad frente a algunas dudas que en el ambiente podían estarse dando, y en contraste con el personaje que se va a presentar a continuación.
            Si Gayo y Demetrio son muestras integras de un testimonio cristiano, Diótrefes representa el contraste o el anti-testimonio. Esto se evidencia en, 1) El afán de dominio: la búsqueda del poder y señorío sobre los demás que socaba el “espíritu” de comunidad, 2) Puyas malignas: la intención de dañar a otros con violencia verbal, 3) Exclusión fraterna: no aceptaba a los misioneros itinerantes y a aquellos que se identificaban con estos. Esto último es curioso ya que su nombre significa "amamantado por Zeus”. Qué irónico es que el hombre criado por "Zeus" está en contra de los viajeros cuando "Zeus", fue el protector "de viajeros”. Es como si se dijera, haciendo eco de la mariología popular, “se llama María del Carmen y no gusta de los conductores”. El anciano aplica esta actitud a Gayo[6]: el rechazo de los predicadores, la falta de amor y solidaridad, el deseo de poder y la negación del testimonio apostólico son actitudes maldadosas y niegan la experiencia de Dios en la vida del individuo. La identidad del que es mal ejemplo es tan clara como la advertencia perentoria y, el autor no esconde nada en lo absoluto. El tono amistoso del autor no está en contraste con su severidad hacia la actitud de Diótrefes.  En nuestra próxima entrega, analizaremos un poco el mensaje de esta pequeña carta en relación al hoy, especialmente, el hacer teológico,  la espiritualidad y la pastoral.  Continuará.


[1] a. Saludo inicial, vv. 1,2;  b. Testimonio de gayo, vv. 4-8;  c. El antitestimonio de Diótrefes, vv. 9-11;   b’. Testimonio de Demetrio, v. 12; a’. Saludo final, vv. 13-15.
[2] El autor se llama a sí mismo “anciano” apelando a una posición de autoridad y de respeto que ocupa en la iglesia (Cp. 2 Jn 1:1). Esta carta entonces no solo tiene un toque personal sino también comunitario (Cp. Hech 11:3; 14:3; 1 Tim 5:17; 1 Ped 5:1). Así el autor escribe como lo hiciera hoy un líder de una iglesia local: “el pastor…”.
[3] El término “prosperidad” aquí debe entenderse en el contexto del saludo y deseo y no como prosperidad material a ultranza.
[4] BEYER, Martmut, Las cartas de Juan: notas exegéticas. Clie- Barcelona, 2000, p 382.
[5] En los días de Juan enseñó habían muchos maestros que viajan por el dinero y reputación. Los maestros de Dios (predicadores, evangelistas) debían ser ayudados no por sus palabras, sino por su Señor, en cuya misión que estaban involucrados con sacrificio.
[6] Se presenta en forma de quiasmo así: a.  No imites lo malo, v. 11a;  b.  Sino lo que es bueno, v. 11b;  b’. Lo bueno procede de Dios, v. 11c; a’. El malo no ha visto a Dios, v. 11d.

jueves, 19 de septiembre de 2013

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte IX

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte IX
El humor (II).
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 68
En el NT se presentan también muchos textos en donde el humor está al servicio de la teología.  En la escena del encuentro de los reyes magos con el rey Herodes en el evangelio de Mateo se nos presenta una aparente contradicción: los magos llegan a donde Herodes, el rey, y le preguntan ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Para Herodes la respuesta era obvia o debía serlo, “el rey soy yo” diría él. Sin embargo es evidente que el rey que los magos buscan no es precisamente al que tienen en frente y por ello Herodes se desencaja. La escena convoca a tres reinados: dos temporales y uno eterno. El evangelio de Mateo termina también una nota irónica: los soldados romanos aceptan decir que mientras ellos dormía los discípulos de Jesús robaron su cadáver. ¿Si notaste el chiste Samuel? El lector cuidadoso va a decir: “un momento ¿Cómo se dieron cuenta de eso si estaban dormidos?”. El mensaje del evangelista aquí tal vez sea mostrarnos las inconsistencias de nuestros juicios cuando de por medio está el dinero.  
            En Hechos 12:20-24, al narrar la muerte de Herodes Agripa, se hace humor político. Para entender lo que pasa en esta historia es necesario echar un vistazo, por lo menos, a todo el capítulo 12. El texto empieza con una muerte: la de Jacobo (vv.1, 2), y termina con otra muerte: la de Herodes (vv. 20-24). Lo que está en el centro sirve para ilustrar, a través del encarcelamiento de Pedro, la cuestión de que realmente quién está en control es Dios, no Herodes (vv. 3-19). La ironía empieza con la descripción del anillo de seguridad que Pedro tenía en la cárcel, seguridad que no importó cuando el ángel del Señor vino y “en las narices de los guardias” sacó a Pedro (vv.4-11). El humor va de la esfera política a la eclesiástica: Pedro es liberado, va y toca la puerta de la iglesia, que ora fervientemente por su liberación y… ¡sorpresa! Pedro está ahí, Dios lo ha hecho… pero la iglesia no cree; tildan a Rode de loca y dejan a Pedro tocando la puerta (vv.12-17). Esos ejemplos estimado amigo son solo pequeñas muestras de lo que hasta ahora he venido expresándote; la Biblia hace humor para enseñarnos teología. Debes entonces desarrollar tu olfato para oler el humor en la Biblia y poder predicarlo como posibilidad de reflexión y trasformación para ti y la Iglesia.
            La otra fuente para el humor es la cultura, entendida esta como tejido social que abarca las distintas formas y expresiones de una sociedad determinada. Por lo tanto, las costumbres, las prácticas, las maneras de ser, los rituales, los tipos de vestimenta, las expresiones y las normas de comportamiento son aspectos incluidos en la cultura. El humor aparece como un componente universal de la cultura. Sin embargo, varía en cómo se demuestra en cada una, ya sea a través de diferentes objetos y formas. Las formas más comunes de humor son: el humor afiliativo. Se relaciona con contar chistes, hacer bromas lúdicas y bien intencionadas, con el afán de relacionarse con otros, entretener y facilitar relaciones. El humor de auto-afirmación. Se refiere a una visión humorística del mundo, en que prevalece el deseo por dejarse sorprender por la vida y mantener una perspectiva humorística frente a las cosas. El humor agresivo. Se relaciona con el sarcasmo, el ridículo, la ironía, así como también con el uso del humor como forma de manipulación utilizando amenazas tácitas de ridículo. Y, humor de auto descalificación. Se refiere a utilizarse uno mismo como objeto de humor, de manera tal que se llame la atención de los otros.
 Ahora, el predicador, estimado Samuel, vive, se “encarna” y es “hijo” en una cultura específica y como tal, para bien o mal, esto refleja en la predicación, espero para bien, ya sea de manera directa o indirecta. Un ejemplo de humor afiliativo en tu predicación se puede dar en el caso de que tu predicación sea, por ejemplo, en Efesios 4:17-5:5, el apóstol usa la metáfora del vestido para hablar de la experiencia cristiana en contraste con la experiencia de los que no son creyentes: el título de tu sermón puede ser, “Efesios Fashion”. Aquí la Escritura y la cultura se unen y la filiación es evidente. Un ejemplo de humor agresivo se presenta cuando German Puyana, escritor Colombiano, dice que en Colombia la mentira es el deporte nacional[1]. Así, de manera agresiva y sarcástica el autor habla de un antivalor de la cultura en donde interactuamos y predicamos. Aun la misma “cultura evangélica” se puede convertir en fuente de humor; mira,  se encuentran en el infierno un pastor calvinista, un wesleyano y un pentecostal. La pregunta a responder era ¿Por qué estamos aquí?... El calvinista respondió "predestinación, fui predestinado al infierno"; el Wesleyano dijo "estaba predicando, entro una joven mal vestida, la codicié, me dio un infarto y aquí estoy, perdí mi santidad y mi salvación". Quedaron mirando al pentecostal esperando su respuesta; el pentecostal respondió "¡en el infierno yo!, yo declaro por fe que no estoy aquí".
            Para concluir es importante tener en cuenta lo siguiente. 1). Evita convertir el pulpito y tu predicación en un stand up comedy, no eres un cuenta chistes profesional, eres un heraldo del evangelio. 2). El humor, cultural o escritural, será siempre medio, nunca fin. 3). El Dios de la Biblia ríe y nos hace reír, para después ponernos a pensar. 4). Para el humor cultural observa modelos, escucha humor político especialmente; lee a los autores autóctonos, serán siempre fuente de buenos ejemplos de humor, sarcasmos e ironías. Continuará.

[1] PUYANA, German, ¿Cómo somos? los colombianos: reflexiones sobre nuestra idiosincrasia y cultura. Bahandar- Bogotá, 2002, p 287.

martes, 17 de septiembre de 2013

Por qué soy cristiano: razones para creer. Parte II

Por qué soy cristiano: razones para creer. Parte II
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 67
Todos hemos escuchado hablar, mucho o poco, del apóstol Pablo. La Biblia habla de él como alguien que pasó de ser fanático, alguien que mataba por sus ideas, a ser un radical, alguien que murió por sus ideas (Hech 9:1-29). El filólogo italiano Umberto Eco dice de Pablo lo siguiente: “nació en Persia, de una familia judía, que hablaba griego, leía la Torá en hebreo y vivió en Jerusalén, donde hablaba el arameo y cuando se le pedía el pasaporte era romano”[1]. Es así como Pablo se convierte, tal vez, en el cristiano “más insigne” del NT. Su peregrinaje de fe, su interpretación del evangelio, especialmente a los no judíos, su visión de la historia a la luz de la narrativa de la salvación del AT con su clímax mesiánico; hacen que tome, precisamente, un texto del apóstol Pablo para desarrollar “mis razones”.  A partir de un himno, que escribe en su condición  de presidiario a la Iglesia de Éfeso, fundamentaré mis siete tesis por las cuales soy creyente (lea Efesios 1:3-14).
             Las canciones, y la música en términos generales, son medios efectivos para la comunicación y crear conciencia de algo o de alguien. Ya mercedes Sosa expresó: “si se calla el cantor calla la vida porque la vida, la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría”. La “canción” sirve para mantener viva la esperanza, para incomodar el status quo, para protestar. Para hablar del plan de Dios, o la forma en la que llegó a ser cristiano,  Pablo canta un himno y lo hace desde la prisión. La forma literaria que toma la canción no es original de Pablo sino que está enmarcada en una larga tradición arraigada en el judaísmo del AT, a esta forma se le conoce como “beraca”. Esta forma la usaban los judíos para cantar y celebrar los actos concretos de Dios en la historia. Esta vez, el himno que Pablo canta está dividido en tres estrofas, siendo la división entre una y otra la frase: “para alabanza de su gloria” (vv. 6, 12, 14). La canción empieza así: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo…” (Efe 1:3).
            Pablo recoge, en esta sección, toda una tradición de su pueblo que tenía que ver con “la esperanza mesiánica”. Para la mayoría de nosotros, “Cristo” es un nombre propio, pero no era así para los judíos del primer siglo y para la iglesia. “Cristo” no era un nombre propio sino un título que encontraba su equivalente en “Mesías” para el AT, y traducen “ungido”. Ahora, en términos generales, “la esperanza mesiánica” se empieza a tejer de manera fuerte cuando el pueblo de Israel entra en crisis, especialmente en el exilio: el templo es destruido, pierden su tierra y son llevados a tierra extraña y la monarquía colapsa. Todo aquello que daba cohesión, es decir, sus instituciones, son removidas. Es aquí cuando Israel, especialmente a través de sus profetas, empieza a revisar su historia y a re direccionar su fe. La producción literaria es muy basta y en ella podemos rastrear el sueño mesiánico. Este consistía en que Dios intervendría la historia para reivindicar a su pueblo y lo haría a través de un líder (rey o pastor) como David (Ez 34). David se coinvierte en arquetipo del líder que Dios usará para restaurar a su pueblo. Pero, esta restauración incluiría al resto de naciones. Así, el pasado (David histórico), el presente (exilio) y el futuro (David escatológico) se conjugan para traer esperanza al pueblo.  Este líder será entonces el ungido de Dios o a quien Dios capacitará para llevar a cabo su plan (Is 61:1-11).
            Cuando el pueblo llega del exilio a su tierra las promesas dadas por los grandes soñadores y utópicos como Isaías y Ezequiel no se cumplen a cabalidad. El pueblo ha llegado a la tierra pero sigue reinando sobre ellos, Asiria, y en tiempos de Jesús, Roma. Los profetas posexílicos, siguen proyectando, las viejas promesas de restauración, al futuro. Se nota en la forma en la que termina el bloque literario de los profetas, Malaquías por ejemplo, es un libro que termina abierto y orientado hacia el futuro (Mal 4:1-6). Y, se nota que los autores de los evangelios, especialmente Mateo, Marcos y Lucas, saben que el exilio aún no ha acabado, que el pueblo sigue esperando aún esa intervención de Dios de la cual habían hablado sus profetas (Mt 3:3; Mrc 1:2-3; Lc 3:4-6) . La intervención se llevará a cabo en el escenario de la historia y no fuera de ella. Es decir, el pueblo no cree que Dios vendrá y los llevará al cielo, sino que el cielo mismo vendrá y los restaurará. La cita con la cual los evangelistas introducen el ministerio de Juan el bautista testifica lo aquí dicho: el pueblo vive un exilio, no geográfico pero si teológico, y está expectante por lo que Dios hará.
            Es en este escenario en el que se debe entender lo que Pablo empieza a decirnos en su himno. Como judío, Pablo afirma la actuación de Dios en la historia; esto es, en un tiempo concreto, en un espacio concreto y en una cultura especifica. En contraste con otras formas de religión, el judeo -cristianismo afirma el sentido histórico de la revelación de Dios, cuyo escenario privilegiado es la tierra. Observemos, por ejemplo, que la narración Bíblica empieza en el Edén que está geográficamente ubicado en un espacio terrestre y termina con otro Edén, una imagen para hablar de la tierra restaurada. En concreto, Pablo alaba a Dios porque ha cumplido su Palabra y en Cristo Jesús ha mostrado su intención primaria y definitiva: hacer bien al ser humano, restaurarlo. Así, la imagen, mesiánica se une a la promesa dada a Abraham (Gen 12:1-3). Continuará.  


[1] ECO, H. 2000, entrevista por Aorent Latrtve y Annlck Rivoire reproducida en El Periódico de Cataluña, 7 de enero, 2000.