jueves, 27 de junio de 2013

El león, el burro y el profeta

El león, el burro y el profeta
La tragedia como forma para comunicar un mensaje en 1 Rey 12:25-13:34
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 61
Al morir Salomón Roboam, su hijo, asume como heredero legítimo el trono de Israel, sin embargo, este último sigue con obstinación y de manera exacerbada las políticas económicas opresivas de su padre ignorando la historia y el consejo de los ancianos como “asesores políticos”. Frente a esta realidad Jeroboam, líder militar durante el reinado de Salomón, reacciona legítimamente y opta por reinar sobre diez tribus al norte: Israel, con capital en Siquem, quedando Roboam con dos tribus al sur: Judá, con capital en Jerusalén. Luego y como maniobra política Jeroboam constituye una alternativa para el culto, en Betel y Dan (Gn 28:10), paralelo al culto en Jerusalén: nombra sacerdotes, construye becerros de oro, funge como sacerdote e instituye una fiesta anual en contraste a la de los tabernáculos. Todo esto para mantener la unidad de la naciente nación del norte, consolidar la estabilidad de su reinado y evitar que las personas fueran a Jerusalén a adorar (12:25-33). Esta actitud, que presenta la introducción a lo que sucederá en el capítulo 13, hace que Dios le envíe un mensajero, un profeta anónimo con un mensaje de juicio. Comentemos brevemente el texto que presenta la siguiente estructura: una introducción (ya expresada), cuatro escenas y una conclusión.
            La primera escena (vv.1-10) muestra de manera dramática como “el hombre de Dios” interrumpe el culto cuando Jeroboam ofrecía sacrificios, e increpa al altar en Betel. Emite un juicio: un descendiente de David, Josías, sacrificará sobre altar a los sacerdotes (2 Rey 23:15,16)[1]; da una señal: el altar será destruido; y provoca una reacción: Jeroboam emite orden de captura contra el profeta pero su mano, símbolo de poder, se seca, ante esto, pide al profeta oración por él, la mano se le restaura y entonces intenta sobornarlo con una comida y presentes; el profeta se niega por advertencia divina y el altar se hace trizas mostrando que este profeta era genuino. Imaginemos un poco la reacción de las personas que asisten “al culto”. Un “hombre de Dios” ha desafiado públicamente al rey sin diplomacia y sin pedir la palabra, el rey intenta sobornarlo pero este se resiste. ¿Cuál será el comentario a las afueras? ¿Los índices de popularidad bajaran esta semana para el rey? La segunda escena no nos dice nada sobre los índices de popularidad pero si nos cuenta acerca de la impresión de las personas frente a este hecho (vv. 11-19). Los hijos de un profeta veterano llegan del culto a la casa, el anciano les pregunta por los detalles del culto y ellos le cuenta con lujos lo acontecido. Con astucia el anciano consigue una entrevista con el “hombre de Dios” y, ante la negativa de este, de aceptar una invitación a tomar otro “camino” por orden divina, el anciano profeta le miente. Hasta aquí la obediencia del “hombre de Dios” es resaltada.
            La tercera escena nos presenta un cuadro sombrío (vv. 20-25a). Aceptar la invitación a comer y a beber implica “volver por otro camino” (palabas clave en este relato) y hacer alianza con el anciano de Bethel, Dios  reprende al profeta por su desobediencia a través del anciano y le dice que en un acto de agravio, su cuerpo no será sepultado con sus padres, y en el camino, cuando viajaba en el asno; un león lo mató. Aquí aparece en escena el león, el burro y el profeta. Los animales allí como haciéndole guardia de honor. La cuarta escena presenta al anciano enterándose de la muerte del profeta, va a donde este ha muerto y encuentra que el león no se lo ha comido (vv. 25b-32). El autor introduce, con este énfasis, una nota irónica: el león contra su naturaleza no ha hecho daño al cuerpo del profeta comunicando que este animal es más obediente a la palabra de Dios que los protagonistas humanos de este relato (Cp. Is 1:3). Aquí está, en cierto sentido, el mensaje de esta parte del texto: si el hombre de Dios desobedece y se cumple su propio mensaje respecto a la desobediencia entonces su mensaje es digno de confianza; Dios ha hablado. Esta es una manera en donde la tragedia se convierte en forma para comunicar un mensaje[2]. En el NT Jesús concluye, a través de la tragedia, su sermón del monte (Mt 7:24-27). El anciano reafirma la Palabra de Dios a través de su profeta, la que principio le había dicho a Jeroboam, y pide ser sepultado junto a su tumba como privilegio incluyendo, con este acto, al profeta en su familia.
            El texto concluye diciendo que a pesar de todo esto, Jeroboam no se apartó de su “mal camino” sino que siguió con su cometido (vv.32-34). No se convirtió[3]. A causa de esto su familia fue exterminada. Esta es la leyenda en su lápida. Y su ejemplo se convierte en caracterización de otros reyes de Israel que le sucederán (Cp. 1 Rey 15:26, 34; 16:26). La razón por la que este texto está ubicado aquí tal vez sea la intención de mostrar a un Dios interesado por el bien de la nación del norte. Por otro lado, “mediante el castigo del profeta de Judá aprendemos que la Palabra no es solo una censura dirigida al otro, sino, sobre todo, una exigencia de autocrítica y coherencia. Ante el lector, es chocante ver a un profeta que exige al rey unidad al culto de Jerusalén, y luego la propia profecía no se aclare entre sí”[4]. Fin.


[1] Sucede 300 años después. El autor, quien escribe durante los primeros años del exilio, interpreta este hecho con la reforma de Josías.
[2] La “tragedia” es técnicamente una forma literaria de origen griego, pero aquí se usa en su sentido común: suceso fatal o desgracia.
[3] “Dios se empeña en no dejar las cosas como están”. BRUEGGEMANN, Walter. La Biblia fuente de sentido. Claret- Barcelona, 2007, p 76.
[4] ZAMORA GARCIA, Pedro, Reyes I: la fuerza de la narración. Verbo Divino- Estella (Navarra), 2011, p 276.

sábado, 15 de junio de 2013

Salvos ¿De qué y para qué?

Salvos ¿De qué y para qué?
 Efesios 2:1-10
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 60
La mayoría de los cristianos responden positivamente y de manera entusiasta  a la pregunta ¿Ustedes han sido salvos?, pero la dificultad llega cuando preguntamos ¿De qué y para qué lo han sido? La emoción es cambiada por la reflexión. Y es que, esta reflexión se hace necesaria si queremos entender y vivir a profundidad la experiencia cristiana. El texto de Efesios 2:1-10 (y 11-20) pretende ser una ampliación de lo que ya el apóstol dijo en el Efesios 1:7 respecto a la redención, liberación o salvación.  Ahora, para que se dé un proceso de salvación deben existir las siguientes condiciones:1). Una situación de peligro, 2). Un liberador o salvador, 3). Una forma de vida “pos liberación”.  Tomando como referencia estas condiciones analizaremos un poco el texto objeto de esta reflexión[1].
            En primer lugar el texto describe una situación de peligro: muerte a causa de los delitos y pecados (vv.1-3). El apóstol usa el “vosotros” para referirse a los gentiles y el “nosotros” para hacer referencia directa a los judíos, incluyéndose. La situación de peligro no hace acepción de personas, frente a ella no hay excluidos, todos han sido “impregnados” por el veneno de la muerte a causa del pecado; y como resultado de ello se rendía culto a otro (al príncipe de la potestad del aire) y se estaba expuesto a la ira divina[2]. Ahora, generalmente este texto ha sido leído diciendo que lo que se describe allí es la “muerte espiritual”, sin embargo, aunque esta frase ilustra la situación del hombre frente a Dios, no hace juicio exacto a lo que el texto quiere expresar ya que la categoría “muerte espiritual” es ajena al texto del NT. Sugiero que Pablo nutre lo que está expresando del AT. En Génesis la muerte entra cuando el hombre peca. La muerte impregnando el sello de la temporalidad, recuerda que el hombre es un ser dañado, malogrado y herido por el pecado. Este es el primer exilio: ser sacados del ámbito territorial del Edén. Por otro lado, en Ezequiel (37) y Oseas (13:14) la muerte es metáfora de la condición del pueblo en el exilio Babilónico por la desobediencia, y la resurrección es el anuncio que la situación de exilio no es clausura para Dios. Tal vez el apóstol recoja esta última imagen: el hombre es un exiliado, muerto, por sus pecados y Dios lo ha traído de nuevo a casa; “¡Él nos dio vida!, ¡El exilio acabó!”.
            En segundo lugar el texto nos presenta al liberador: Dios mismo (vv. 4-9). El proceso de liberación o salvación es descrito con el lenguaje del éxodo y del exilio de Israel: amor, misericordia, muerte. La base de la salvación, se describe, es el amor de Dios y otra vez se menciona la condición del salvado: la muerte. El contraste entre estos versos y los anteriores es bien marcado: ira de Dios, amor de Dios; estaban muertos, han sido resucitados. El “pero” marca el cambio de situación: de desgracia a la gracia, de la muerte a la vida. La salvación así, no es por meritocracia sino por gracia. La vida presente de los cristianos es ya, metafóricamente, una vida de resurrección[3]. La obra de Dios al salvar se convierte en su mayor argumento para todas las generaciones, él quiere ser conocido como un Dios salvador. Su gracia, no su ira, es su última y más esperanzadora palabra.
            Y en tercer lugar el texto presenta la forma de vida pos liberación: salvados para buenas obras (v. 10). El fin de la salvación (liberación) es el servicio (Cp. Ex 3:12). El texto es claro al afirmar varios detalles: 1). La salvación no es por obras sino para obras; 2). Este nuevo estado de liberación se lee como una creación aludiendo al relato del Génesis. De esta manera la salvación es creación, y 3). Esta nueva vida, fue la vida que Dios ideo para los salvados. Vivir así en esta nueva vida es vivir según Dios quiere que se viva (4-6). De este modo, la libertad no se convierte en libertinaje sino en condición necesaria para la adoración. Así, “contra el sombrío trasfondo de nuestro mundo hoy, Efesios 2:1-10, resalta con una pertinencia urgente. Pablo primero desciende a las profundidades del pesimismo acerca del hombre, y luego se eleva a las alturas del optimismo acerca de Dios. Esta combinación de pesimismo y optimismo, desesperación y fe, constituye el refrescante realismo de la Biblia. Porque lo que Pablo hace en este pasaje es pintar un vivido contraste entre lo que somos por naturaleza y lo que podemos llegar a ser por gracia”[4].
            Concluyamos entonces que se es salvo por Dios del pecado que nos exponía a su ira para que ahora podamos vivir un nuevo proyecto de vida en Cristo (Cp. Rom 1:18; 5:9; 1 Tes 1:10); una nueva humanidad. Salvación tiene que ver con ser llamado por la gracia de Dios a formar parte del plan que él como creador tiene al restaurar en Cristo todas las cosas; ser salvado es ser partícipe de un plan de reordenamiento divino. No es una reubicación espacial: “irse de esta tierra al cielo”, sino un encuentro existencial: “ser hallado por Dios para ser objeto de su gracia”. Fin.


[1] Este texto, 2:1-10, forma un díptico con el siguiente, 2:11-23, así: A. Situación anterior, vv. 1-3; 11-12.  B. Obra divina de salvación, vv. 4-7; 13-18. C. Modalidades y efectos, vv. 8-10; 19-22.
[2] La ira de Dios se da como resultado de su justicia y santidad. Dios no es como una divinidad iracunda, idea muy generalizada en conceptos paganos. Romanos 1:18-32 nos dice que la ira de Dios básicamente tiene que ver con la idea de que Dios permite que los seres humanos sufran las consecuencias de sus propias maldades. Dios se declara en desacuerdo con lo que se está haciendo y abre la posibilidad para el arrepentimiento. La ira es un concepto legal, se entiende mejor cuando en la frase “le cayó el peso de la ley”, entendiendo “peso” como los resultados de vivir al margen de la ley.
[3] En lugares celestiales (Cp. 1:3,20; 2:6; 3:10; 6:12). WRIGHT, N.T, La resurrección del hijo de Dios. Estella (Navarra) - Verbo Divino, 2009, p 306.
[4] STOTT, John, El mensaje de Efesios. Certeza- Argentina, 2006, p 63.

sábado, 1 de junio de 2013

¡Habemus rey!

¡Habemus rey!
La transición de los jueces a la monarquía en Israel
1 Sam 8-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 59
Una palabra clave en el primer libro de Samuel es “transición”; esta, marca la lectura del texto de principio a fin: hay transición entre personajes: de Eli a Samuel, de Samuel a Saúl, de Saúl a David; y también existe una transición en la forma de gobierno: de los jueces a la monarquía. El texto entonces nos introduce a una atmosfera de cambios, de altibajos políticos y religiosos, pero sobre todo nos plantea el hecho de la providencia divina guiando los hilos de la historia a pesar de los atenuantes y fallos humanos. La transición de los jueces a la monarquía, que inicia en el capítulo ocho, se plantea como problema solución: Samuel al envejecer pone a sus hijos como jueces pero estos eran corruptos convirtiéndose en una anti-copia de su padre. Se critica de estos tres actos morales: ganancias deshonestas, soborno y perversión del derecho (Cp. Ex 18:21; 23:8; Dt 16:19; Prov 17:25)[1]. Ante esta realidad (problema) los ancianos plantean una solución: “danos un rey” (v. 5). La propuesta incomoda al viejo Samuel, este consulta a Dios y Dios le dice que le dé al pueblo lo que pide, aunque esta petición sea un abierto rechazo al gobierno divino (v. 7). Al pueblo se le advierte sobre los males de la monarquía, pero ya no hay vuelta atrás (vv. 10-18). La tensión se acaba, Samuel ha escuchado al pueblo y ahora cada uno regresa a su ciudad. La pregunta en el aire ¿Quién será el rey? Esta pregunta tendrá respuesta en los capítulos siguientes.
            En  los capítulos 9-11 se va a narrar con lujos y detalles la consecución de un rey para Israel; la instauración de la monarquía en esta nación. La frase con la que se inicia este proceso: “había un hombre…” (9:1), remite al lector al inicio del libro y lo hace pensar que está frente a un nuevo comienzo (1:1). Los detalles que siguen no son triviales, quieren darle al relato un tono profundamente humano y cotidiano. Saúl, el hijo de Quis, sale a buscar unas burras y se encuentra con la corona. Hay dos detalles importantes en esta parte de la narración: la unción y las señales que se cumplen (10:1-13). El cumplimiento de estas últimas  muestran que el acto de ungimiento no fue arbitrario. El capítulo 11 tiene la intencionalidad de contestar una pregunta del capítulo 10 (10:27 Cp 11:13). Respondiendo de esta manera a la oposición y a las personas que miraban a Saúl con desdén. Notemos las veces que se repite la palabra “salvación” mostrando la “idoneidad” de Saúl frente a un pueblo ávido de liberación (9:16; 10:27; 11:13). Hasta ahora la situación parece bien. El Deuteronomio era claro en afirmar que el rey no debía tener inclinaciones de “derecha”  ni de “izquierda” sino que debía mantenerse en el centro: configurar su vida de acuerdo a la ley de Dios. De acuerdo a esto último se valorará la bondad o no del reinado de Saúl y sus predecesores (Dt 17:14-20).
                El capítulo 12 pertenece a un género literario que en la Biblia es común y se le conoce como “discursos de despedida” (Cp. Gen 49:1-28; Dt 31-34; Jos 24). “Tales discursos son pronunciados por una persona consciente de su próxima muerte”[2]. Puesto entre los capítulos 11 y 13 el texto tiene como finalidad, no aguar la fiesta, pero si ponerlos a reflexionar con los pies en la tierra. Saúl es proclamado rey en Gilgal ante todo el pueblo; Samuel toma la palabra y lo primero que les dice es: “les he constituido un rey” o parafraseando la tradición católico romana para anunciar a un nuevo papa: “habemus rey” (vv.1-2a). En segundo lugar Samuel presenta, ya anciano, sus credenciales ante el pueblo (vv.2b-5). El líder saliente afirma que no ha usado su posición de poder para tomar los bienes de otro; que no ha engañado a nadie con profecías pagadas ni milagros para ricos; y que no ha aceptado sobornos para juzgar a favor ni en contra de nadie. No hizo negocios sucios, no actuó con hipocresía, ni se aprovechó de nadie. Es curioso ver que la mayoría de las cosas que menciona Samuel tienen que ver con economía y con dinero. En tercer lugar Samuel les recuerda la historia en clave de rebeldía, oración y respuesta divina. “Dios siempre ha estado con nosotros a pesar de nosotros” (vv. 6-13).
            Y en cuarto lugar Samuel de manera vívida les dice que la “clave” no está en la forma de gobierno sino en el temor a Dios (vv.14-25). Si ellos no persisten en el temor a Dios perecerán con rey y todo. La historia posterior muestra que fue así (2 Rey 25). En esencia Samuel les dice tres cosas[3]: 1) que aunque hayan cometido este desatino (elegir un rey de la forma en la que lo hicieron), todavía pueden seguir sirviendo a Dios; 2) que Dios, por causa de su nombre, no desamparará a su pueblo; y 3) que él (Samuel) los seguirá acompañando en consejo y oración (Cp.1 Sam 25). Para terminar, Saúl y sus predecesores fueron reyes temporales, en Cristo, Dios se pronunció de manera definitiva anunciando… "¡Habemus rey!", por esto oramos "¡Que venga tu reino sobre nosotros Señor!" (Ef 1:20-23; Heb 1:1-3).


[1] Parece haber una crítica aquí hacia el nepotismo: la preferencia que tienen funcionarios públicos para dar empleos a familiares o amigos, sin importar el mérito para ocupar el cargo, sino su lealtad o alianza. La palabra nepotismo viene del latín “nepos”, que quiere decir "sobrino".
[2] “Habiendo reunido a sus hijos o sus allegados, les ofrece el núcleo de su enseñanza y les exhorta a vivir en conformidad con lo que les trasmite… a modo de testamento, expresan el ideal por el cual la persona ha dado su vida”.  ESCAFFRE, Bernadette, Cuadernos Bíblicos 146: el evangelio de Jesucristo según San Juan. Verbo Divino- Estella (Navarra), 2010, p 11.