miércoles, 1 de mayo de 2013

Música maestro


Música maestro.
 Salmo 150
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 57
El salmo 150 hace parte de los “salmos aleluya” (146-150). El término “aleluya” (halell-yah) es una exclamación típica del culto y se traduce como “¡alabad al señor!”[1]. Los salmos, que eran una especie de himnario para Israel, empiezan con un desafío: configurar la vida a partir de la ley, la Torá (Salm 1:1-6); y terminan con otro reto: responder con alabanza al creador (Salm 150). El lector entonces debe, a la luz de los esos desafíos, tomar una decisión. En primer lugar el salmo presenta el llamado: aleluya (v.1a), es una convocación en plural; ¡alaben al Señor!, así, aleluya, no es una muletilla de predicador popular sino un desafío a comprometerse en alabanza. En segundo lugar el texto propone el lugar o espacio donde se debe llevar a cabo la alabanza (v.1b): en el templo, lugar de la presencia y, fuera de él; en el firmamento, así la alabanza no está sujeta a un lugar, es totalizante, globalizante; además los espacios no son de quienes alaban sino del Señor a quien se alaba: “su templo, su firmamento”. Pero la divinidad, Dios, tampoco está sujeta a un lugar geográfico específico.
            En tercer lugar el texto da la razón de la alabanza (v.2): es divina no humana, es teológica no antropológica, se trata de a quien se alaba no de quienes alaban. Se trata de Dios y de su obra. La alabanza, entonces, no es un llamado caprichoso de una divinidad distante que se goza en que sus pobres criaturas le rindan pleitesía, la alabanza es la respuesta lógica, obvia de la criatura que reconoce que el creador se ha manifestado en su historia y en sus realidades. La alabanza no genera el actuar de Dios, el obrar de Dios genera actos de alabanza (Salm 136). La razón de la alabanza y su tema debe ser “sus proezas”; y quién es Dios: “su inmensa grandeza”. Obras concretas e identidad. En cuarto lugar el salmo dice con qué y cómo debe ser la alabanza (vv. 3-5): con instrumentos musicales y una actitud corporal; danza o baile. La alabanza exige que la música y sus instrumentos estén al servicio de Dios. De esta manera, instrumentos y cuerpo comunican una actitud festiva. Y, en quinto lugar el texto dice quienes deben alabar (v. 6): “todo lo que respire”, la creación entera es convocada para que alabe al creador (Cp. Gen 2:1-3). El texto cierra como empezó, cierre que se convierte en obertura: ¡aleluya!
            Implicaciones. En primer lugar quisiera abordar varios mitos que, respecto al tema, hay en muchas de nuestras iglesias y ministerios de alabanza. El primero es ese que dice que a Dios solo se le alaba con un ritmo musical característico; así nosotros alabamos con sabor mexicano o norteamericano y desdeñamos lo demás, especialmente lo autóctono. El desafío para la pastoral y los ministerios de alabanza es valorar lo extranjero sin rayar en el esnobismo e introducir en nuestras celebraciones ritmos autóctonos. Así el porro, la guabina, el bulle rengue y el vallenato junto a sus instrumentos; el acordeón, el trombón, el clarinete y el requinto; estarán a merced de la alabanza al creador.  El segundo mito es ese que ha dicho que la música es neutral. Sin embargo, la música es lenguaje con categorías propias y como tal tiene la capacidad de comunicar. Cuando “Aterciopelados”, grupo de rock en Colombia, sale en sus conciertos con una serpiente en tarima, está diciendo que tiene una agenda que se refleja en sus letras; quiere comunicar y persuadir. Trata de crear una forma de pensar y que la gente tome partido respecto a algo o a alguien (no se está juzgando aquí la moralidad). Al igual que el literato, el músico tiene una agenda, tiene algo para comunicar, de esta manera; la música no es neutral. Esta valoración intenta ir mucho más allá de la disyuntiva entre “música cristiana y secular”.
            El tercer mito es aquel que dice que el diablo intenta seducir a la iglesia especialmente en el ámbito de lo musical porque en el cielo, antes de su caída, él era una especie de músico cósmico e intergaláctico, era el director  de un ministerio de alabanza celestial. Pero la verdad es que no hay ninguna referencia Bíblica  para afirmar eso. Lo que si es cierto es que el diablo quiere la adoración total del ser humano hacia él y para ello ha usado la música, las relaciones humanas, la sexualidad, la economía y la política (Cp. Mt 4:1-11). Ahora, en segundo lugar; hemos sugerido que el salmo 1 es una introducción formal e intencional al salterio. Afirma, de una manera decisiva, que la vida bajo la Torá es la condición previa de todos estos salmos[2]. En relación a eso, el salmo 150 expresa el resultado de semejante vida bajo la Torá. El cumplimiento de la Torá conduce a la obediencia, no obstante, la obediencia no es la meta del cumplimiento de la Torá. Finalmente, tal vida llega a la alabanza sin límites. Obedeciendo Israel (y el mundo) a la Torá, se hace libre para alabar, que es su vocación, destino y propósito propios. A esta luz la expectativa del AT no es finalmente la obediencia sino la adoración. El salterio pretende conducir y nutrir al pueblo para una libertad que encuentre su vida propia en la comunión feliz que no conoce límites de convención o propiedad. Esa es la esperanza para Israel y para toda la creación. Entonces… ¡música maestro! Fin. 


[1] PRÉVOST, Jean-Pierre, Diccionario de los salmos. Verbo Divino-Estella (navarra), 1991, p 8.
[2] BRUEGGEMANN, Walter, El mensaje de los Salmos. Universidad Iberoamericana,  México, 1998, p 249. 

1 comentario:

  1. Gracias Pastor Jovanni por su dedicación en la enseñanza de la palabra de Dios, no sólo en la Escuela de Formación ICFCI, si no tambien a través de sus escritos. Dios le Bendiga y le guarde.

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