jueves, 17 de enero de 2013

Rompiendo paradigmas sin negociar principios. Parte I


Rompiendo paradigmas sin negociar principios: una invitación a pensar. Parte I.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 49
Es común, sobre todo en seminarios o talleres que tratan sobre la pastoral juvenil, hablar de la necesidad de romper viejos moldes con el fin de ser relevantes a esta generación. En días pasados fui invitado como predicador a un evento de jóvenes cuyo tema era: “rompiendo paradigmas sin negociar principios”. Debo confesar que había escuchado ese tema muchas veces, pero esta vez me puso a reflexionar, me puso a pensar. ¿Qué es un paradigma y qué un principio? ¿Cuáles son los paradigmas a romper y los principios a mantener? Así, el termino paradigma aquí se entiende por “forma en la que se hace o hacían ciertos asuntos en la iglesia”, y principio como “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”[1]; el principio es la motivación detrás del paradigma o forma. De esta manera “comer” es un principio y la forma en la que lo hacemos (sentados, de pie) es el paradigma. Este último puede variar por circunstancias de tiempo o espacio, pero el principio sigue siendo el mismo, invariable. Veamos a continuación algunos paradigmas que han cambiado y principios que se han mantenido en la iglesia.
            La primera área en la que se notan ciertos cambios es la de evangelismo. En las décadas de los 80’s y 90’s el evangélico promedio latinoamericano creció viendo el modelo de evangelización inspirados en predicadores puertorriqueños, argentinos y norteamericanos. Este modelo era el del predicador en la tarima, generalmente con voz estridente, desafiando a sus escuchas para “aceptar a Cristo como salvador”; el éxito, la mayoría de veces era arrollador, decenas de personas decidieron por Jesús en una de estas “campañas evangelisticas”. Hoy, aunque todavía hay “campañas evangelisticas” en tarima, hay modelos, formas o paradigmas más sencillos para la evangelización como grupos familiares y el evangelismo relacional o por amistad. Así, el paradigma a romper o roto fue esa manera tradicional de hacer evangelismo en tarima, el principio a mantener es la necesidad y el convencimiento de ganar adeptos para Cristo y hacerlos sus discípulos.
            En segundo lugar, otra dimensión donde se notan cambios es en la predicación. Básicamente, la predicación durante el siglo XX estuvo inspirada en el modelo proposicional, bosquejo lógico por lo general de “tres puntos”, donde la forma del texto y mensaje eran separados. La tarea del predicador era encontrar la idea o el mensaje del texto para luego embotellarla en la estructura predeterminada y proposicional. Hoy el predicador ha desarrollado su capacidad de análisis y valoración literaria del texto, se deja seducir por este como literatura: analiza formas, estudia las estructuras, aprende los diferentes artificios literarios; valora la poesía, la narrativa, la profecía y la apocalíptica. Sabe que forma y mensaje son inseparables. Es más sabe, que la exegesis correcta del texto está determinada por la clase de literatura del mismo. Así, el paradigma roto fue el de la predicación proposicional, el principio a mantener es el de la predicación entendida, de manera sencilla, como la comunicación de la Biblia, la Palabra de Dios.
            En tercer lugar el cambio se da en el área de la música o la alabanza. Los misioneros norteamericanos nos enseñaron a cantar himnos acapella o con piano. Muchos cristianos creyeron que toda música diferente a esta, en letra o ritmo, no era de Dios y en el peor de los casos satánica. Lo que ellos no sabían era que el ritmo de una gran parte de esos himnos fue inspirado en las marchas militares norteamericanas, es decir, fuera del contexto litúrgico. Hoy la liturgia, nuestros cultos han sido enriquecidos con ritmos autóctonos y con mezclas interesantísimas, de esta manera la ranchera, la cumbia, el vallenato, el porro, la guabina, la balada, distintos géneros del rock y hasta el reggueton; suenan en nuestras reuniones para alabar y glorificar a Dios el dador de la música, el creador de las artes. Es cierto que siguen sonando himnos todavía, y eso no es negativo, pero el culto ha sido enriquecido con géneros musicales distintos. El paradigma roto fue el de pensar que solo se alababa a Dios con un ritmo de música en particular, el principio a mantener es el de la alabanza que involucra la teología, la música y la kinésica (lo corporal).
            En cuarto lugar el cambio se da en la soteriología y la escatología. Por la influencia platónica, la salvación era entendida como “escapar de este mundo a otro lugar”, salvación era escapar de la posibilidad del infierno para ir al cielo, la muerte era vista no como intruso en la experiencia humana sino como un amigo que nos entregaba en manos de Dios para estar siempre con él. Pero en la Biblia, la salvación tiene que ver con ser llamado por la gracia de Dios a formar parte del plan que él como creador tiene al restaurar en Cristo todas las cosas; ser salvado es ser participe de un plan de reordenamiento divino. La muerte en la Biblia no es un amigo que nos entrega en manos de Dios, la muerte es el enemigo de cuyas manos Dios nos rescata, la muerte también morirá.  Continuará.


[1] Para Kuhn, a quien le debemos el término “paradigma”, paradigma hace reverencia a los cambios que durante la historia ha tenido la ciencia. Ver, KUHN, Tomas, La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica-México, 1971, p 80-91. 

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