martes, 31 de enero de 2012

La gran OMISIÓN y la gran COMISIÓN

La gran OMISIÓN y la gran COMISIÓN
Mateo 28:11-20
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 33
            Sin lugar a dudas, la parte mas leída y conocida del evangelio de Mateo es el texto de la “gran comisión” (28:16-20); su lectura ha impulsado los más grandes movimientos misioneros de la historia de la Iglesia; ha generado, además, una reflexión teológica profunda en cuanto a la naturaleza de la misión. Sin embargo, en la lectura que generalmente se hace en nuestras comunidades, se ha OMITIDO un hecho importantísimo, desde la perspectiva literaria, teológica y exegética: si se lee en su contexto, el texto hace parte de una unidad literaria más amplia, donde el autor quiere que veamos una tensión o contraste entre dos COMISIONES: la de los sacerdotes a los soldados (vv.11-15), y la de Jesús resucitado a sus discípulos (vv.16-20). Las dos presentan una estructura similar, que tiene que ver con quien(es) comisiona(n), los depositarios de la comisión, el poder bajo el cual la ejercen, y un mensaje. Todo esto, teniendo en cuenta el evento central, que no es otra cosa que la resurrección de Jesús. De esta manera se puede apreciar mejor la belleza literaria y la fuerza de las verdades que el relato contiene.
            La novedad de la resurrección de Jesús, comunicada por los soldados a los sacerdotes, hace que estos tomen medidas para opacar y explicar el hecho del porqué el cadáver de Jesús no está en la tumba. Mientras las mujeres van, los saldados también van (vv. 10,11)[1]. En la primera COMISIÓN encontramos, entonces, los siguientes detalles. Los que comisionan: los sacerdotes, la clase religiosa dirigente que pertenecía en su mayoría al partido de los saduceos (v.11). Los que reciben la comisión: los soldados romanos que vigilaban la tumba en la que había sido sepultado Jesús (Cp. 27:62-65). El poder bajo el cual se ejerce la comisión: el poder del dinero (v.12). Y, el mensaje: “digan: sus discípulos vinieron de noche y lo robaron [el cadáver] mientras nosotros dormíamos” (v.13). De esta manera, el relato que acaba de ser descrito, puesto entre la aparición de Jesús a las mujeres y la aparición de Jesús a sus discípulos, tiene como objetivo omitir el hecho de la resurrección. Esta es, entonces, la gran OMISIÓN.
            La segunda COMISIÓN empieza con un “pero”, un adversativo que no solo tiene la intención de contrastar este relato con el anterior, sino que también comunica que esta historia no ha terminado, que no se gasta y agota con el anuncio de los soldados, que hay otra forma de leer el hecho de la tumba vacía. Mientras que el relato de la gran OMISIÓN tiene como escenario a Jerusalén, este tiene como escenario a Galilea, lugar a donde los once discípulos se dirigen, obedeciendo un mandato de Jesús (v.16 Cp. 26:31). Sin embargo, la resurrección toma por sorpresa a algunos, por lo que este encuentro se lleva “entre la adoración y la duda”. Ahora, siguiendo la estructura propuesta para la lectura de estos relatos, este quedaría así: el que comisiona: Jesús (v.18). Quienes reciben la comisión: los discípulos, que ahora se dividen entre aquellos que adoran y aquellos que dudan (v.17, 18a). El poder bajo el cual se ejerce la comisión: el poder total (cielo y tierra) de Jesús resucitado (v.18a). La tarea y el mensaje: hacer discípulos, contándoles la historia de Jesús (vv.19, 20a). La promesa: la presencia constante de Jesús (v.20b Cp. 1:23). Esta es, entonces, la gran COMISIÓN[2].
            ¿Qué comunica este relato aquí y ahora? Quisiera terminar con dos reflexiones: una sobre el poder de quien envía, y otra sobre el mensaje que se les da a los discípulos. En primer lugar, debemos decir que la misión descansa en el poder total, sobre cielo y tierra, que pertenece ahora al Señor resucitado. En la lectura del evangelio podemos notar que existen poderes que compiten con la presencia de Jesús: Herodes (2:1-12), el diablo (4:1-11), la naturaleza (8:23-27), el poder político (27:11-26), y el poder religioso (22:15-46). Frente al poder del resucitado, los poderes son parodias o simples caricaturas. Así, la iglesia debe recordar siempre que la base para la misión es el Señorío de Jesús. La misión no tiene como fundamento el poder del dinero, el poder político, religioso o institucional. Los primeros discípulos no salieron para hacer Señor a Cristo, sino porque Cristo es el Señor.
            En segundo lugar, a la iglesia en su misión se le ha encomendado un mensaje; de esta manera, la iglesia no se inventa el mensaje, solo lo reproduce. La predicación es el acto que nace en la resurrección y que debe, básicamente, volver a contar la historia de cómo Dios, en la persona de Jesús, vino a morar entre nosotros para traernos liberación. Es por esto que el mensaje de la Iglesia debe ser eminentemente cristológico. Mientras haya mensaje habrá presencia de Jesús entre nosotros, y la iglesia caminará segura. Fin.


[1] Así tendríamos tres comisiones: la de las mujeres, la de los soldados y la de los discípulos.
[2] Estos dos relatos siempre han estado en tensión. Sin embargo, es en el siglo XIX cuando la academia comienza a cuestionar con mayor acento el hecho de la resurrección; aquí no solo entran algunas escuelas de investigación sobre el Jesús histórico, sino también la “desmitologización” de Bultmann. Ver MORELAND J.P. WILKINS, Michael, Eds, Jesús bajo sospecha: una respuesta a los ataques contra el Jesús histórico. Clie-Barcelona, 2003.
               

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