Un profeta pierde la cabeza...
Elíseo y el hacha flotante.
2 Reyes 6:1-7
EN VOZ ALTA. 01.
Jovanni Caballero Doria
La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130.
En lenguaje popular perder la cabeza hace referencia a una persona que en una circunstancia anormal, actúa de una manera irracional o que no logra controlar sus emociones. La psicología dirá que perder la cabeza es neurosis, un grado de estrés elevado, un desequilibrio mental y emocional que se manifiesta en irascibilidad, irritabilidad e intranquilidad; todo esto producido por eventos traumáticos, situaciones no resueltas o preocupación.
En este relato el profeta pierde la cabeza, pero del hacha, lo que le lleva a manifestar preocupación y lamento. Es decir: la pérdida de la cabeza del hacha, hace que el profeta pierda su cabeza. El problema es serio. Las dos cabezas, la del hacha y la del profeta, deben ser recuperadas. Le invito a viajar al Jordán y experimentar el dolor de perder lo que no es de uno; porque, nadie sabe lo que no tiene, hasta que lo pierde.
El relato que nos ocupa se ubica en el Israel del siglo VIII durante el reinado de Joram de la dinastía de Acab. Aquí, dice Torres Millan[1], la crisis política y social de este siglo, las continuas guerras y el pago de los tributos a reyes y ejércitos, endeudaron, empobrecieron y esclavizaron a la población campesina. Las viudas, los niños y hasta la comunidad de profetas no escaparon a las consecuencias de esa situación. El culto a Baal era como especie de una religión de moda, la religión oficial. Sin embargo el Yahvismo se mantiene a través de comunidades pequeñas y de los profetas Elías y Eliseo. A este último están dedicados los relatos de 2 Reyes 2-11, y se les conoce como “el ciclo de Eliseo”.
Ante la estrechez del lugar de habitación, los hijos de los profetas le piden a Eliseo que los deje ir al Jordán a cortar troncos y hacer allí un lugar para habitar. Eliseo da el sí, y acepta la invitación para unirse al viaje de tala. Mientras ellos están en la tala de arboles, la cabeza del hacha cae al agua, el hombre se lamenta pues el objeto es prestado. Eliseo, el hombre de Dios, interviene cambiando la situación de lamento al regresar el hacha a la mano del desesperado profeta. La frase “los hijos de los profetas” (v 1) que aparece 12 veces en el libro de los Reyes, parece designar a un grupo o una cofradía de profetas (1 Sam 10:10). Era una especie de comunidad alternativa que defendía junto a Eliseo el culto a Yahvé.
El texto se presenta en lectura de problema- solución. Sin embargo, la solución llega a plantear nuevos problemas, situaciones que la comunidad profética debe enfrentar. La cabeza del hacha ha caído al río. El hacha era prestada y el lamento profético no se hace esperar. El profeta ha perdido la cabeza... del hacha; cabeza que debe ser recuperada. El hierro era, para ese entonces, un mineral costoso, y un profeta de este ‘club’ no podía pagarlo. La solución era, entonces, darse al servilismo con tal de pagar el costoso elemento; por eso el lamento expresado en clave de ¡ay! La intervención de Eliseo no se hace esperar. El milagro, dice Acosta[2], es comparable con el de la viuda y sus dos hijos (4:1-7); el estado de desesperación del profeta a quien se le pierde el hacha es expresado con el mismo verbo usado por el clamor de la viuda q[c (4:1), que traduce dio voces o clamó (6:5).
La cuestión no es fácil. A la crítica situación social y económica del reino del norte antes mencionada, se le añade la crisis de la fe en Yahvé. El rey, que debe ser el encargado de promover la fe (Dt 17:14-20), parece que no ha cambiado mucho con relación a sus padres; por eso el sarcasmo del profeta (3:13)[3]. En estos tiempos, Yahvé no formaba parte de las agendas oficiales, sino más bien de las agendas y peripecias de personajes comunes y corrientes, al margen de la sociedad[4], olvidados por la institución monárquica. No obstante, Dios se hace presente en las acciones del profeta “como diciendo ¡aquí estoy! Para quienes tienen fe o llegan a tenerla, la acción de Dios trae salvación y seguridad...”[5].
Esta historia de compasión[6] se da ante el llamado angustioso, el grito del que ha perdido hasta lo que no tiene. De esta manera Dios se hace solidario. El Poderoso escucha, atiende y camina con aquellos a quienes los poderosos han olvidado. La pregunta del profeta ¿Dónde cayó? recuerda la pregunta de Jesús a Bartimeo (Mrc 10:51) ¿Qué quieres que te haga?, y hace pensar en el grito como condición necesaria para que Dios actúe; o mejor, en el Dios solidario que interrumpe los gritos y da esperanza. Es más, en la cruz, es Dios-hombre mismo quien grita desesperado (Mt 27:46), asumiendo el dolor, la tragedia, la desesperanza y las pérdidas.
Fin... una cabeza más, recuperada.
[1] TORRES MILLAN, Fernando, Eliseo: una pedagogía de la ternura. En, Vida y Pensamiento, Vol. 17,1 (Junio 1997), Publicaciones UBL- Costa Rica, p 84.
[2] ACOSTA, Milton. The Role of The Poor and Marginal Characters in The Book of Kings: A Rhetorical Analysis of Kings 2-8 and 13:14-21. Deerfield: UMI. 2004. P. 202.
[3] Es mas, ante la crisis del ataque de Moab (3:4-19), es Josafat, rey del sur, quien propone consultar a un profeta. Ni siquiera a Joram se le ocurre semejante idea. Josafat sabe más de Elíseo que Joram.
[4] ACOSTA, Milton A, El humor en el Antiguo Testamento. Puma- Perú, 2009, p 153.
[5] Ibíd., p 153.
[6] ACOSTA, The Role of The Poor and Marginal Characters in The Book of Kings: A Rhetorical Analysis of Kings 2-8 and 13:14-21. Op, Cit, p 203
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