viernes, 24 de diciembre de 2010

Es navidad... ¡comamos y bebamos!

Es navidad… ¡comamos y bebamos!
Isaías 55:1-13.
                EN VOZ ALTA.03.
Jovanni Caballero Doria
La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130
Es normal que, como Iglesia, ante la llegada de la navidad, nos hagamos la pregunta cuya respuesta ya sabemos, pero que se hace necesario reformularla para volver a vivir las verdades que la respuesta encierra: ¿Cuál es el sentido de la navidad? Para la Iglesia la respuesta es clara, o debería serla; sin embargo, en el lugar donde servimos y para el latinoamericano promedio, la navidad es sinónimo de parranda, licor y comida; la proclama que se escucha es como sigue: es navidad ¡comamos y bebamos! Por esto se hace ineludible, entonces, como decía al principio, replantear la vieja pregunta, para responder que el sentido de la navidad lo resume el nombre Emanuel (Mt 1:23). La navidad tiene que ver con un Dios que se hace niño y viene a nuestro encuentro asumiendo enteramente la realidad humana expresada en nacimiento, vida y muerte, con la novedad de la resurrección. El texto de Isaías, creo, nos sirve de agenda para esta navidad y de marco bíblico-teológico para nuestras fiestas.
      Cual vendedor, el profeta sorprende a los exiliados (2 Rey 24-25; Sal 137) con una invitación a un banquete gratuito, y acentúa su sentido de urgencia con la repetición de verbos en imperativo (venid, comprad, comed). Esta primera parte del texto (vv.1-5) alcanza su clímax con la actualización del pacto davídico,  ahora con aplicación directa al pueblo (2 Sm 7:1-7); Israel de esta manera será testigo a las naciones como lo fue David; las naciones gustarán de la gratuidad de Dios hacia Israel. La invitación no es solo a comer sino también a arrepentirse y a ponerse a cuentas con Dios, porque los caminos y pensamientos del pueblo no son los caminos y pensamientos de Yahvé; su palabra es digna de confianza y será prosperada. Esta segunda parte del texto (vv.6-13) alcanza su punto más alto con el desafío a salir y la señal de reforestación del verso 13[1].
Sin lugar a dudas, la gracia, en las figuras del agua, vino y alimento, se muestra en este texto para los deportados en Babilonia; a ellos se les pide que no sigan gastando esfuerzos en los que no les satisface, que tengan confianza en Yahvé; las viejas promesas del pacto davídico se harán realidad en ellos; la institución monárquica colapsó pero Dios no los olvida; las naciones también gustarán del testimonio de Israel. No cabe duda de que aquí hay un tinte universalista de la misión del pueblo de Dios. Israel pasará de exiliado a testigo de las glorias de Dios. Esta invitación a comer y beber gratuitamente encuentra su eco en las palabra del Jesús, quien también convierte en objeto descartable el pan que sus seguidores buscan, invitándoles de esta manera a comer y a beber de él (Jn 7:35).
La gracia invita también a volverse a Dios (v 6). Ella no encubre el pecado pero sí abre la puerta para que éste sea reconocido y se le dé salida. La necesidad de volverse a Dios, de arrepentirse, se debe a que los pensamientos del hombre difieren de los pensamientos de Dios; los caminos del hombre no son los caminos de Dios. Se necesita entonces entrar a las sendas de Dios y a sus pensamientos. Ante la actuación de Dios se pide arrepentimiento. Jesús hace lo propio cuando anuncia la llegada del reino de Dios (Mrc 1:14) ¡cambien sus agendas!
El desafío final es doble. En primer lugar, a confiar en la palabra de Dios (vv.10-11) que crea, como en Génesis (1-2), nuevas realidades; será la palabra de Dios la que provoque nuevas condiciones y perspectivas de vida. ¡Tienen mi palabra! les dice Yahvé. Por otro lado, el segundo desafío se presenta aludiendo a los eventos concretos del éxodo; de esta manera llega la palabra profética de Dios al pueblo, revelando su bondadosa intención de dar por terminado el exilio y restablecer al pueblo a su tierra, renovando la relación de pacto. Yahvé es el soberano de la historia[2]. Salgan, dice el profeta, Dios es fiel a sus promesas, vivamos un nuevo éxodo.
      El texto nos inyecta esperanza en esta navidad, que tiene que ver con la protesta profética de nuestra situación actual, que es interpretada, interpelada y asumida por la palabra de Dios para transformarla. Tres desafíos primordiales se exponen con base en el texto. En primer lugar el llamado a la confianza en el Señor, a no seguir invirtiendo fuerzas en lo que no sacia, a descansar en sus manos; él obrará de acuerdo a su palabra, haciéndonos sus testigos (Hech 1:8) y cumpliendo su propósito en nosotros. En esta navidad rindámonos al Señor y no al espíritu mercantilista que no sacia, que nos deja endeudados. En segundo lugar, el llamado al autoanálisis, a través de la aceptación para hacer una llamada y abrirnos al amor y a la misericordia divina; éste es un buen tiempo para arrepentirnos y dejarnos amar por el Dios de la navidad; es el tiempo ideal para entrar al Facebook de Dios y escribir en su muro: Señor perdónanos, ayúdanos a cuadrar nuestro mundo al tuyo. En tercer lugar, el llamado a aceptar el desafío de movernos por su palabra, aceptar el éxodo a nuevas realidades, al logro de los sueños, el éxodo al amor, a la sensibilidad humana por el que sufre, el éxodo hacia el propósito de Dios.
Confiemos en su palabra y que ésta se convierta en motor generador de nuevas esperanzas. El texto nos llama a comer y a beber de él; por eso, en esta navidad… ¡comamos y bebamos! Es la fiesta de los que están sin fiesta; invitemos a un amigo, a un vecino, a brindar con la copa de la gracia y la misericordia de Dios. ¡Que todos los sedientos beban y coman de él hasta saciarse!                                                                                                                                       Fin… ¡brindemos!



[1] De esta manera el libro de la consolación (Is 40-55) que había iniciado con un mandato a consolar, termina con una invitación a la confianza en Dios.
[2]WRIGHT, Christopher, La Misión de Dios: descubriendo el Gran mensaje de la Biblia, Certeza- Buenos Aires, 2009, p 108.

lunes, 29 de noviembre de 2010

un profeta pierde la cabeza

Un profeta pierde la cabeza...
Elíseo y el hacha flotante.
2 Reyes 6:1-7
EN VOZ ALTA. 01.

Jovanni Caballero Doria

La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130.

            En lenguaje popular perder la cabeza hace referencia a una persona que en una circunstancia anormal, actúa de una manera irracional o que no logra controlar sus emociones. La psicología dirá que perder la cabeza es neurosis, un grado de estrés elevado, un desequilibrio mental y emocional que se manifiesta en irascibilidad, irritabilidad e intranquilidad; todo esto producido por eventos traumáticos, situaciones no resueltas o preocupación.
           En este relato el profeta pierde la cabeza, pero del hacha, lo que le lleva a manifestar preocupación y lamento. Es decir: la pérdida de la cabeza del hacha, hace que el profeta pierda su cabeza. El problema es serio. Las dos cabezas, la del hacha y la del profeta, deben ser recuperadas. Le invito a viajar al Jordán y experimentar el dolor de perder lo que no es de uno; porque, nadie sabe lo que no tiene, hasta que lo pierde.
           El relato que nos ocupa se ubica en el Israel del siglo VIII durante el reinado de Joram de la dinastía de Acab. Aquí, dice Torres Millan[1], la crisis política y social de este siglo, las continuas guerras y el pago de los tributos a reyes y ejércitos, endeudaron, empobrecieron y esclavizaron a la población campesina. Las viudas, los niños y hasta la comunidad de profetas no escaparon a las consecuencias de esa situación. El culto a Baal era como especie de una religión de moda, la religión oficial. Sin embargo el Yahvismo se mantiene a través de comunidades pequeñas y de los profetas Elías y Eliseo. A este último están dedicados los relatos de 2 Reyes 2-11, y se les conoce como “el ciclo de Eliseo”. 
         Ante la estrechez del lugar de habitación, los hijos de los profetas le piden a Eliseo que los deje ir al Jordán a cortar troncos y hacer allí un lugar para habitar. Eliseo da el sí, y acepta la invitación para unirse al viaje de tala. Mientras ellos están en la tala de arboles, la cabeza del hacha cae al agua, el hombre se lamenta pues el objeto es prestado. Eliseo, el hombre de Dios, interviene cambiando la situación de lamento al regresar el hacha a la mano del desesperado profeta. La frase “los hijos de los profetas” (v 1) que aparece 12 veces en el libro de los Reyes, parece designar a un grupo o una cofradía de profetas (1 Sam 10:10). Era una especie de comunidad alternativa que defendía junto a Eliseo el culto a Yahvé.
          El texto se presenta en lectura de problema- solución. Sin embargo, la solución llega a plantear nuevos problemas, situaciones que la comunidad profética debe enfrentar. La cabeza del hacha ha caído al río. El hacha era prestada y el lamento profético no se hace esperar. El profeta ha perdido la cabeza... del hacha; cabeza que debe ser recuperada. El hierro era, para ese entonces, un mineral costoso, y un profeta de este ‘club’ no podía pagarlo. La solución era, entonces, darse al servilismo con tal de pagar el costoso elemento; por eso el lamento expresado en clave de ¡ay! La intervención de Eliseo no se hace esperar. El milagro, dice Acosta[2], es comparable con el de la viuda y sus dos hijos (4:1-7); el estado de desesperación del profeta a quien se le pierde el hacha es expresado con el mismo verbo usado por el clamor de la viuda q[c (4:1), que traduce dio voces o clamó (6:5).
           La cuestión no es fácil. A la crítica situación social y económica del reino del norte antes mencionada, se le añade la crisis de la fe en Yahvé. El rey, que debe ser el encargado de promover la fe (Dt 17:14-20), parece que no ha cambiado mucho con relación a sus padres; por eso el sarcasmo del profeta (3:13)[3]. En estos tiempos, Yahvé no formaba parte de las agendas oficiales, sino más bien de las agendas y peripecias de personajes comunes y corrientes, al margen de la sociedad[4], olvidados por la institución monárquica. No obstante, Dios se hace presente en las acciones del profeta “como diciendo ¡aquí estoy! Para quienes tienen fe o llegan a tenerla, la acción de Dios trae salvación y seguridad...”[5].
           Esta historia de compasión[6] se da ante el llamado angustioso, el grito del que ha perdido hasta lo que no tiene. De esta manera Dios se hace solidario. El Poderoso escucha, atiende y camina con aquellos a quienes los poderosos han olvidado. La pregunta del profeta ¿Dónde cayó? recuerda la pregunta de Jesús a Bartimeo (Mrc 10:51) ¿Qué quieres que te haga?, y hace pensar en el grito como condición necesaria para que Dios actúe; o mejor, en el Dios solidario que interrumpe los gritos y da esperanza. Es más, en la cruz, es Dios-hombre mismo quien grita desesperado (Mt 27:46), asumiendo el dolor, la tragedia, la desesperanza y las pérdidas.
  Fin... una cabeza más, recuperada.


[1]  TORRES MILLAN, Fernando, Eliseo: una pedagogía de la ternura. En, Vida y Pensamiento, Vol. 17,1 (Junio 1997), Publicaciones UBL- Costa Rica, p 84.
[2] ACOSTA, Milton. The Role of The Poor and Marginal Characters in The Book of Kings: A Rhetorical Analysis of Kings 2-8 and 13:14-21. Deerfield: UMI. 2004. P. 202.
[3] Es mas, ante la crisis del ataque de Moab (3:4-19), es Josafat, rey del sur, quien propone consultar a un profeta. Ni siquiera a Joram se le ocurre semejante idea. Josafat sabe más de Elíseo que Joram.
[4] ACOSTA, Milton A, El humor en el Antiguo Testamento. Puma- Perú, 2009, p 153.
[5] Ibíd., p 153.
[6] ACOSTA, The Role of The Poor and Marginal Characters in The Book of Kings: A Rhetorical Analysis of Kings 2-8 and 13:14-21. Op, Cit, p 203

El hombre y la mujer se complementan

El hombre y la mujer se complementan...
Una mirada a  la creación de la mujer.
Gén. 2:18-25.
EN VOZ ALTA.02.

Jovanni Caballero Doria

La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130.

           La noche era joven, el público enardecía, las manos de la joven sudaban y sus pupilas se dilataban al escuchar la pregunta... “¿Usted cree que la mujer es complemento del hombre?” el público calla y la respuesta no se  hace esperar: “el hombre se complementa a la mujer, mujer con mujer, hombre con hombre y... también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario. Y... estamos para darnos cariño, para darnos amor. Y... la mujer es el complemento del hombre en un sentido muy bello, porque... le da amor y también le da cariño,... el mundo está evolucionando y cada vez le damos más amor a los hombres que, en el caso colombiano, un día fueron machistas.” Lo anterior parece ser una versión Mockusiana del relato primitivo sobre la creación de la mujer en Génesis; relato con el que se responderá de una manera diferente  a la pregunta inicial hecha a la joven.
         El texto que nos ocupa esta vez se encuentra en el capítulo 2 de Génesis, el cual se centra en la creación del hombre y la mujer. En términos generales nuestro texto está ubicado entre la prohibición (2:17) y la tentación (3:1ss), o la prohibición emitida y la prohibición incumplida. La trama se desarrolla con la sentencia de Dios: no es bueno que el hombre esté solo (v 18) y termina con la unión sin vergüenza entre hombre y mujer (v 25). Veamos entonces cómo se interrumpe la soledad del hombre y cómo éste llega a exclamar el primer poema que la Biblia registra, el cual habla del complemento entre el hombre y la mujer.
          La frase inicial del relato, “no es bueno que el hombre esté solo”, parece contrastar con el 1:31 donde se ha declarado la bondad de toda la creación. Sin embargo es el 1:31 el que arroja luz para la interpretación de esta declaración: lo bueno es lo terminado, lo completo; en este sentido, la no-bondad del hombre radica en que la soledad es un estado de no acabado. No quiere decir que Dios hizo algo incompleto, sino más bien que Dios no quiso dejar nada incompleto, inconcluso. La frase ‘ezer kenegdo (ayuda adecuada), habla de la complementariedad, no de sumisión o relaciones laborales. Ella será la ayuda que le corresponde[1].
         El texto da un giro inesperado (v19, 20), sorprende al lector; y se centra ahora en la creación de los animales y de cómo el hombre trabaja poniéndoles nombres, reclamando de esta manera autoridad sobre ellos (1:28); sin embargo, aunque ellos comparten la condición de creación del polvo junto al hombre (2:7), la búsqueda entre ellos de una ‘ezer kenegdo para este último es infructífera. El hombre sigue solo a pesar de sus labores y del uso de sus facultades regentes; además, la zoofilia es descartada; la compañía que se busca debe completar al hombre de la manera como no lo harán el trabajo ni el resto de la creación.
         El autor vuelve a  mencionar el acto creativo de Dios, esta vez no para crear animales (v 19) sino para crear al complemento del hombre (v21-24): la mujer. Es el mismo Creador quien trae, ya no animales, sino que, cual padrino de bodas, presenta a su última creación. El hombre ve en ella su espejo, su ayuda correspondiente; de ahí el juego de palabras en hebreo: ella es Ishah porque fue tomada del Ish. El hombre comparte su nombre con ella; no le da un nombre, no ejerce autoridad; además, ve en ella su contraparte. Dios trae a la mujer, no mujeres[2], descartando ya no la zoofilia sino la poligamia y la homofilia. Adán extasiado, se inspira y hace poesía[3].
           El relato cierra explicando el porqué de la relación monógama (v25): la mujer es la ayuda adecuada del hombre. Este texto es revolucionario pues en ninguna cultura de la antigüedad renunciaba un hombre a cosa alguna para casarse con una mujer; las mujeres no eran consideradas dignas de tal sacrificio, ella tenía que sacrificarlo todo el día de su matrimonio[4]. Ahora, la progresión de los verbos, dejar- unir – ser, sugiere que la unión monógama y heterosexual parece ser paradigma de la relación hombre- mujer; esta relación merece una ruptura con un pasado: dejar padre y madre; una unión con un presente: unirse a su mujer; y una construcción de un futuro en cooperación: llegar a ser una sola carne. El matrimonio, de esta manera, se convierte en un camino, un proyecto que no se nos entrega concluido sino para construir. Finalmente, en el NT Pablo (Ef 5:30) y el mismo Jesús (Mt 19:4,5) apelarán al orden de Génesis para defender la unión entre hombre- mujer de las perversiones de su tiempo.
                                                                                Fin... ¿usted cree que la mujer es el complemento del hombre?


[1] Lo que se busca entonces no es una ayudante, ni mucho menos un ser inferior, sino un ser que, por ser igual al varón, le pueda ser verdadera ayuda y apoyo, como Yahvé lo es de Israel (Sal 33:20; 121:1,2; 1 Sam 7:12)
[2] El  homosexualismo pervierte el orden creado; el androginismo intenta eliminar las distinciones.  Esto nos deja frente a una sociedad ambigua y, la promiscuidad sexual  elimina el paradigma monogámico y la posibilidad de construir proyecto.
[3] La idea difundida ampliamente de que el hombre no es romántico es más una verdad cultural, que una verdad creacional.
[4]  “La declaración que hace Dios en Génesis 2 invierte por completo la escala de valores del mundo. La perspectiva divina es que el hombre debe tener a la mujer en tan alta estima que ha de estar dispuesto a sacrificar cualquier cosa (incluso a aquellos que le dieron su posesión más preciosa: su vida) ¡para unirse por siempre a ella! CUNNINGHAM, Loren. HAMILTON, David Joel. ¿Por qué no la mujer? Una perspectiva Bíblica sobre la mujer en la Misión, el Ministerio y el Liderazgo, JUCUM-USA, 2003, p 101.