El ministro sin vergüenza (1)
2 Tim 1-2
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Caballero130
Si hay un concepto que
resume el tema de estos capítulos de la segunda carta a Timoteo es el de
“vergüenza” (así como el del “amor” domina los dos capítulos siguientes). El
término aparece de manera explícita por lo menos cuatro veces y (1: 8, 12, 16;
2:15), de manera implícita una vez (1:15).
Ahora, socialmente el término “vergüenza” tiene por lo menos dos usos,
es decir, el campo semántico no se sujeta a un solo significado. El primer uso
se da en el campo de la moral. La vergüenza es un freno moral que nos permite
retraernos de ciertas prácticas indecentes o socialmente no aceptadas, en
virtud del buen nombre y las buenas maneras. En este caso la vergüenza es ese
sentimiento que se sufre como consecuencia de haber cometido un acto
deshonroso. Así, por ejemplo, cuando el
canon de la moralidad se viola por algún individuo decimos que es un sinvergüenza
o un desvergonzado; ha perdido la conciencia de mal entregándose a la
inmoralidad sin sentido de culpa. Diríamos que este primer uso es positivo[1].
El segundo uso se da en el campo vocacional. La vergüenza, aquí, es ese
sentimiento que no permite a un individuo asumir su vocación, su proyecto de
vida, en sociedad, con todas sus fuerzas y resultados por “el qué dirán”, el
estigma social, el desprecio o por temor a estar fuera de moda o Out. La vergüenza aquí siempre va
acompañada del miedo paralizante y de la intelectualización: un mecanismo que
lleva a tomar distancia de las amenazas, generando actitudes frías, analíticas
y desapegadas. Apela muchas veces a un instinto de protección personal, pero no
permite que el individuo se realice con todas sus fuerzas y potencialidades. La
vergüenza aquí sería negativa. En esta última parece clasificar la actitud de
Timoteo que Pablo intenta ministrar y pastorear. Pablo le escribe a Timoteo,
quien enfrentaba grandes responsabilidades como pastor de la iglesia de Éfeso,
para que sea “un sin vergüenza”. Veamos como lo hace.
En primer lugar:
tú, un sin vergüenza (vv. 4-8). En esta primera parte para desarraigar de
Timoteo la vergüenza negativa Pablo recurre a dos referentes en cuanto a la
experiencia de fe del joven pastor. El primer referente es general, v.3. Aquí
Pablo, en el marco de una oración de acción de gracias y apelando a su
experiencia generacional de fe o culto a Dios (él y sus antepasados), le dice a
Timoteo que no lo ha olvidado, que es objeto de recuerdos en sus oraciones: se
acuerda de sus lágrimas, se acuerda de la fe genuina que hay en él, que la
igual que la fe de Pablo, es una experiencia generacional (Su abuela y su
mamá). Tu abuela, tu mamá y tú. En pocas palabras le dice: “¡le he hablado a
Dios de ti!, tus crisis no me son ajenas, tu fe es una experiencia valiosa”. Así
realiza Pablo su labor pastoral con Timoteo, partiendo desde donde él esta,
entrando a su mundo, haciendo empatía. No regaña, consuela, no patrocina
situaciones pecaminosas, anima e infunde valor. No empieza hablándole de Dios a
él, le habla a Dios de él. Es importante notar que esta tarea pastoral no se
gasta únicamente en la horizontalidad, sino que más bien empieza en esa
verticalidad que nos pone a pensar primeramente en Dios. No son las estrategias
y métodos de los gurúes de la pastoral y el iglecrecimiento contemporáneos, es
la actitud orante ante Dios por aquellos que por su misericordia, están a
nuestro cuidado. Así, quien quiera estar de pie ante los hombres, debe
permanecer de rodillas ante Dios.
Pablo recurre a un segundo referente, el particular,
vv.6-7. El referente anterior le
recordaba a Timoteo su experiencia general de fe, este, le recuerda a Timoteo
su experiencia particular dentro de la fe: su ministerio. Claro está, hay una
relación indisociable entre lo primero y lo segundo, es decir, el don o
ministerio particular siempre va a estar precedido de una experiencia general
de fe en el Señor, y es en ese marco general, en el cual el creyente se empieza
a preguntar, ¿Cuál es mi vocación?, ¿Para qué me ha llamado Dios? El creyente
entonces recibe dos llamados: uno a la fe, a ser salvado por la gracia de Dios
en Cristo; otro a vivir la fe “colaborando” en el plan de Dios para restaurar
en Cristo todas las cosas. Pablo vincula la experiencia general con la
particular, “por esta razón”, lo que va a decir a continuación haya su razón de
ser, en lo que acabó de exponer. Allí esta expresada la relación de la cual ya
hablamos. Usando la figura del fuego, Pablo le recuerda a Timoteo que “avive el
don de Dios que hay en él”. Por el versículo siguiente (v.7), avivar tiene que
ver con asumir el ministerio con todas sus implicaciones, desechando la
cobardía y asumiendo las herramientas que Dios ha dispuesto para él: poder,
amor y dominio propio; manteniendo el vigor, la frescura, el dinamismo y la
fuerza. Tres virtudes necesarias para su labor. Poder o autoridad para dirigir
(esto está en relación con la naturaleza de su liderazgo), amor para servir y
paliar la tentación del autoritarismo (esta está en relación con las personas a
quienes lidera), y dominio propio para mantenerse a raya frente al éxito o frente
al fracaso (esta está en relación consigo mismo). Continuará.
[1] “La vergüenza hace referencia a
la preocupación por mantener el honor, ser sensible a la propia reputación, la
persona que no se preocupaba por esto era llamada sin vergüenza o arrogante. En
la cultura antigua era la mujer quien transmitía el valor de la vergüenza (como
acto positivo). Algunas personas eran consideradas como faltas de esta
vergüenza por las acciones o trabajos que realizaban (prostitutas, mesoneros y
actores), ya que éstas salían de la norma y los límites que el honor imponía,
lo cual podía significar un caos en el ámbito social”. En, MALINA Bruce y Rohrbaugh. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I.
Navarra: Verbo Divino, 1996. 404.