lunes, 17 de marzo de 2014

Yo me llamo… Lea (III)

Yo me llamo… Lea (III)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 85
Retomemos mi historia; perdónenme esa interrupción, es que, el recuerdo del dolor y la tragedia familiar y política de la violación de mi hija Dina están aún latentes en mi retina. Los quiebres en la sexualidad son, tal vez, los más complejos, duros y difíciles de llevar y las consecuencias, a nivel individual, están clasificadas entre las mortales y las no mortales[1]. Cuando un hombre por la fuerza penetra el recinto más íntimo de una mujer, daña su alma para siempre. Lo positivo es que, de una u otra forma, el autor del Génesis vísibiliza a las victimas y pone en evidencia a los victimarios.  Quisiera terminar esta charla de auto presentación hablando de un encuentro, una sorpresa y algunas reflexiones. Bueno, empecemos con el encuentro. Ya adentrado en años, mi esposo Jacob decide salir de las toldas de mi papá y emprender el camino a su tierra, la salida fue bastante traumática: Jacob cobró él mismo todos los años de servicio en casa de mi papá de manera inusitada y salimos, literalmente, huyendo; además, mi hermana Raquel se llevó unos ídolos que eran muy apreciados para mi padre y esto hizo que su enojo fuera doble. Mi papá nos persiguió, nos encontró, nos increpó y nos reconciliamos. En cierto sentido, estas son cuentas que Jacob, de vuelta a su tierra, va saldando. Ahora se enfrenta con la cuenta más grande a saldar, su pasado se hace presente y tiene que enfrentarlo. Se prepara para el encuentro con su hermano Esaú.
            Jacob está, como dicen ustedes coloquialmente “embolsao”; tiene miedo, siente temor  y no es para menos; la última vez que vio a su hermano, este le apuntaba con un arco mientras él huía. No sabe si se encontrará con un monstruo que ha cultivado por años su sed de venganza o con un ser humano que ha sanado porque cree que la mejor venganza es la del amor y el servicio. Jacob toma medidas, se previene: ora, organiza el campamento de manera estratégica, manda emisarios adelante. Se queda solo. Allí, en soledad tiene una lucha, toda la noche, con un extraño personaje. Noten que las grandes crisis y decisiones ha tenido que enfrentarlas en la noche, en lo oculto, en lo privado. El hecho es que después de esa noche Jacob llegó cojeando como resultado de un encuentro, según él, con Dios. Tal vez su nervio ciático fue tocado y ahora no caminaba como antes. Este encuentro posibilita el encuentro con su hermano. Además, llega con un nombre nuevo, ya no es Jacob sino Israel. Jacob ha tenido un encuentro con Dios y salió vencido. Quisiera recomendarles que cuando alguien haga alarde su espiritualidad y su “experiencia con Dios”  puedan preguntarle sobre su cojera. Jacob se encuentra con su hermano Esaú y descubre que este ya lo había perdonado y por ello concluye que al verlo así, libre de rencores y al día con su pasado, ha visto el rostro de Dios. Y es que solo reflejamos a Dios cuando tomamos una actitud perdonadora.
            Bueno, respecto a la sorpresa, ya lo decía, fue una verdadera sorpresa el hecho de ver a mi esposo cojeando, tan débil, tan frágil, tan vulnerable, tan endeble; del otrora hombre guerrero, ágil, tramposo; ya no quedaba nada. Tal vez por la sencilla razón, de la cual gran parte de nuestra espiritualidad carece hoy, de que todo encuentro con Dios implica cambios. Todo encuentro con Dios te debilita, por ello, tengo entendido que un discípulo de Jesús llamado Pablo dijo que el Señor le había expresado: “que mi gracia sea suficiente para ti, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad”. Ahora ningún ejército del mundo enrolaría a Jacob para los suyos, pero era parte ahora del ejército de Dios. Jacob era ahora un minusválido, no concursaba para predicar en una afamada “iglesia” Colombiana. Quisiera sugerir que el relato de Jacob, no es la historia de un hombre que se sale con la suya, sino la narración que nos muestra la forma en la que Dios lleva sus planes a pesar de hombres como Jacob. Es un relato de gracia. Es curioso, he observado con sorpresa ciertos modelos de espiritualidad en América Latina  que, en contraste con el de Jacob, nos proponen la espiritualidad de la “ganancia” y no la de la “pérdida”. La espiritualidad en donde se gana: bendiciones, casa, carro, éxitos personales; pero no se habla de lo que hay que perder, lo que hay que soltar. El relato de Jacob nos propone una espiritualidad de la “pérdida”: de tu ego, de tus propias fuerzas; para depender siempre de Dios y de su Espíritu.
             Para concluir, algunas reflexiones. Mi vida tomó algunos tonos grises; ustedes lo saben. Fidel Castro pronunció una frase que recordamos aún, frente a la invasión de Cuba y el golpe del gobierno de aquel entonces, dijo: “la historia me absolverá”. Cuando leo el comentario que de mi hace el autor de Rut, me alegro y me lleva a pensar que, definitivamente la vida se ve mejor por el retrovisor, es decir; hay circunstancias presentes que no entenderemos con todas sus dimensiones sino cuando hacemos de ella una evaluación futura. El texto de Rut dice que Raquel y Lea edificaron la familia de Israel. La historia me absolvió. ¡Qué bueno pasar a la historia como alguien que construyó, que edificó! Yo fui quien dio a luz a Judá, de donde siglos después viniera Jesús el mesías y por el cual ustedes tienen hoy salvación. Jesús, del mismo modo que el feminismo ha hecho “visible” la injusticia e inequidad de las relaciones humanas, cuestionó a la sociedad de su tiempo respecto al papel de la mujer. Él hizo de ellas las primeras anunciadoras del evangelio al darles la primicia de la resurrección. Esta es mi historia, y... ¿cuál es la tuya?, ¿cómo te llamas? Fin.


[1] LEÓN, M y MORILLO C. Sexualidad e Iglesia, memorias de la consulta nacional. UCU-Bogotá, 2013, p 51.

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