Alabanza en tiempos
de crisis.
2 Crónicas 20:1-30
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 43
Los libros 1 y 2 de
Crónicas, escritos después del exilio, cumplen básicamente dos funciones: una histórica
y teológica y otra litúrgica. La primera busca la recuperación de la identidad
del pueblo después de la tragedia del destierro y la restauración de la idea de
que este pueblo seguía siendo la comunidad del pacto; las largas genealogías
tienen ese propósito (1 Cr 1-9). Si el pueblo deseaba afirmar su identidad, debería
mirar hacia atrás, valorar su historia y convertirla en posibilidad pedagógica.
La segunda función se deja ver en el interés del cronista en el culto y su
parafernalia, sobre todo en su énfasis en el templo y lo referente a este (2 Cr
6-8). A la comunidad pos exílica se le desafía a ser litúrgica[1].
El texto que nos ocupa en esta reflexión debe leerse, entonces, teniendo en
cuenta los criterios expresados, además de notar que hace parte del ciclo de
Josafat (2 Cr 17-20 Cp. 1 Rey
22:41-50). El texto involucra al lector en un recorrido en clave emocional: va del temor a la tranquilidad, de la angustia
al reposo, de la tensión a la calma; de esta manera, lo que está en el centro
es la invitación a mirar cómo se da el cambio y qué es aquello que lo genera.
Lo primero que el texto presenta es la situación o el
problema (vv.1-2): una coalición de naciones (Moab y Amón) viene contra Judá. El
problema se incrementa con el informe que se le da a Josafat y la actitud inmediata
de este: es una “gran multitud” y el rey siente temor (v. 3a). Lo segundo que
se ve en el texto es la reacción de Josafat frente al problema (vv.3b-12): se
convoca ayuno y se hace una oración que está dividida en dos partes: la primera
recuerda los grandes actos de Dios en la historia del pueblo (la promesa a
Abraham, la conquista, el templo como lugar de adoración; temas tocados para referirse
a la historia y a la teología del pacto - vv. 3b-8); la segunda parte de la
oración deja el pasado para centrarse en el presente: los hijos de Moab y Amón
que no fueron tocados por el pueblo durante el viaje a la tierra prometida,
ahora le pagan con maldad. En resumen, la oración con su referente histórico y
actual dice lo siguiente: “Señor, este pueblo, esta tierra, este templo, es tu
plan; ahora hay aquí algunos que quieren atentar contra él. ¡Defiéndelo! En tus
manos lo dejamos; nosotros no sabemos qué hacer frente a esta gran multitud. Declaramos
nuestra torpeza”. Es así como reconocen que el Dios de sus padres es también el
Dios de ellos; su obra en el pasado puede ser mencionada como muestra de que él
es fiable; su pueblo puede ir ante él y encontrar respuesta.
En tercer lugar, el texto muestra la propuesta de Dios
como la solución (vv.13-26). Ante la expectativa del pueblo, la Palabra, a
través de un profeta levita, llega para dar fortaleza y ánimo: “no tengan
miedo”; y para dar dirección: “desciendan mañana contra ellos”. La oración no
invita a la evasión, sino que convoca a la acción fundamentada en el acto profético,
en el acto de la Palabra. La estrategia militar es tan extraña como ridícula:
no pedía arqueros en frente, sino cantantes; pedía levitas expertos en el culto,
no guerreros. Es así como los ejércitos enemigos son confundidos y se matan
entre ellos. Parece haber aquí cierta crítica anti guerrerista: el arma de
combate parece ser la alabanza, no la espada; la guerra es celebración, no confrontación.
Judá saquea el campo enemigo y la tensión primera se vuelve en calma última; la
tristeza es transformada en alegría; el acto salvífico de Dios se convierte en
testimonio para las naciones; el Dios de Judá se da a conocer a los pueblos
(vv.27-30 Cp. Hch 5:11). El texto
termina con connotaciones litúrgicas: celebración y reposo (sábado).
Quisiera terminar con algunas implicaciones respecto a la
alabanza. En algunos sectores del “evangelicalismo” latinoamericano se dice que
“la alabanza libera el poder de Dios”, y se usa a menudo este texto para
afirmarlo. Ese concepto es peligroso porque realza cierto “espíritu mágico” que
se fundamenta en la creencia que consiste en conocer las fórmulas correctas
para manipular a la divinidad y producir los resultados esperados. El Dios de
la Biblia, no obstante, no actúa bajo el criterio de fórmulas. Lo que sí se
puede afirmar a la luz del texto es que las victorias deben darse en el marco
del culto, la alabanza y la celebración a Dios. En segundo lugar, la alabanza no es terapia para olvidar un rato. A
menudo los “directores y ministros de alabanza” instan a los creyentes en el culto a concentrarse, a olvidarse de los
problemas y del que está al lado. De esta manera, la alabanza es invitación al
olvido, donde el prójimo se convierte en estorbo. Pero la alabanza es para
mostrar confianza en Dios; es la confesión pública de un pueblo que cree (sabe)
que Dios está en control. En tercer
lugar, la alabanza no se da en menoscabo de la Palabra y la oración, sino mediada
por estas. La alabanza que no está mediada y fundada en la Palabra (teología) y
que no se da en el marco de la oración (dependencia de Dios) es simplemente muestra
cultural y expresión folclórica. Fin.
[1] En las genealogías, por ejemplo, el centro está dado
en el culto, el templo y los levitas. Ver Sparks, James T. The Chronicler’s genealogies: towards an understanding of 1 Chronicles
1-9, Atlanta (Georgia)-EEUUA, Society of Biblical Literature, 2008.
Muy buen artículo jova. Un abrazo sabanero. Pstr, Leonardo
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