Creado, creído y caído (4)
Gen 3:1-24
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Caballero 136
La última parte del
relato no se debe leer tanto como “castigo” sino como “consecuencias” (vv. 15-24).
Dios se dirige a la serpiente, a la mujer y al hombre y les comunica las “consecuencias”
de sus actos. Veamos. Palabras contra la
serpiente, vv. 14-15. La más sabia de todos los animales, ahora es maldita,
derrotada y condenada a comer polvo, como símbolo de humillación (Miq 7:17). En
escenas anteriores la mujer y la serpiente aparecen como aliadas; ahora como
enemigas de generación en generación. Hay aquí palabras de esperanza, la
generación de la mujer podrá dominar a la serpiente (Rom 16:20). La generación
de la mujer pondrá fin a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento; aunque, no
a pesar de sus heridas (en el talón) sino por medio de sus heridas[1]. Hay
un mito bastante extendido en la predicación evangélica que afirma que “en el
huerto al desobedecer el hombre entregó los títulos de propiedad de la tierra al
diablo”, en contraste con esta creencia, en el relato Dios sigue siendo “soberano”
y desde esa posición emite juicio, aun contra la serpiente. Así, el texto del Génesis
rechaza el dualismo regio antiguo de dos fuerzas en tensión y el mito evangélico
de “los derechos del diablo”.
Palabras contra la mujer, v. 16. Dos asuntos se le
comunican: 1). El dolor de la experiencia de alumbramiento, 2). La guerra de
los sexos: la mujer intentará dominar (seducir) a su marido y este dominará
sobre la mujer (Cp. 4:7). Con demasiada frecuencia, tanto cristianos como no
cristianos asumen que Génesis 3:16b, “desearas a tu marido, y él te dominará”,
es un versículo prescriptivo de cómo
deberían ser las cosas. Pero es más bien un texto descriptivo de la realidad de las cosas en nuestro mundo caído[2]. Pero,
se toma el texto prescriptivamente
para legitimar la violencia contra la mujer, el machismo y el dominio del hombre
sobre la mujer. La desobediencia no destruyó el orden creado pero si lo distorsionó.
Palabras contra el
hombre, vv. 17-19. El hombre no es maldito, sino que por causa de su egoísmo,
está obligado a cargar con la dificultad al trabajar, la fatiga y el esfuerzo.
La tierra es maldita y se torna agreste y ruda. Hay un mito cultural que afirma que: “el
trabajo es castigo”[3].
En el texto, el trabajo no es castigo pues ya estaba establecido como medio
para crear y usufructuar la tierra, el entorno (2:16); lo que añade la
desobediencia es la fatiga y el esfuerzo. El trabajo, la dimensión laboriosa del
ser humano estará marcada también por los efectos de la desobediencia. Su mayor
castigo es la muerte. Después de estos pronunciamientos
divinos, se presenta una tensión entre la esperanza y la dominación, v. 20. Adán
llama a su mujer Eva (madre de los vivientes), aquí hay esperanza porque a
pesar de la desobediencia, la humanidad sobrevivirá. Pero hay tensión por que
poner nombre era símbolo de dominio y control (Cp. 2:20). Recordemos que en la
creación de la mujer, Adán no le da un nombre, simplemente comparte el suyo con
ella. Ella es “varona” porque fue tomada del “varón” (2:23). Dios viste al hombre y a su mujer con ropa de
pieles, el texto no habla de sacrificio de animales, sino de creación o diseño
divino. Esta ropa simboliza la protección para las afueras del jardín. Dios
acepta la opción libre del ser humano y lo acepta como es. Al trabajar puede transformar
la tierra en jardín.
Palabras finales,
vv. 22-24. Contrario a lo que se
podía pensar la expulsión es un acto de gracia, pues dejar al hombre ahora con
la posibilidad de vida sería perpetuar el pecado. Dios no quiere que el hombre
coma del árbol de la vida en su estado corrompido actual. El hombre es ahora un
desterrado, un exiliado, ha perdido la tierra. El acceso al jardín no está
completamente cerrado solo postergado, los querubines recuerdan la imagen del tabernáculo
y la utopía de Isaías (Is 65:17.25). Este relato será una advertencia para el
pueblo de Israel respecto a la tierra que va a poseer y su relación correcta
con Dios (Dt 28-29). Fueron cuatro las dimensiones afectadas por la desobediencia:
1). La relación con el otro: de relación armónica se pasa a una relación
posesiva y dominante, 2). La relación con Dios: una relación de confianza y amor
pasa a una relación de temor y de juicio, 3). La relación con la tierra: la
tierra es afectada pues ella estaba bajo el dominio del hombre, al desobedecer
este todo lo que está a su cargo es afectado, 4). La relación consigo mismo: el
ser humano es un ser quebrado y dañado internamente. Ahora tiene que cargar con
sus fisuras y sus rotos. En el relato del Génesis el pecado y sus consecuencias
va in crescendo hasta la “torre de Babel” (4-11). El
llamamiento a Abraham presupone un giro y una gran esperanza (Gen 12:1-3): una
familia para traer un hombre, el nuevo Adán (Rom 5:12-21). En Cristo ya no
estamos desterrados, sino que somos aceptados (Ef 2:18-22). En Él hallamos la
libertad de la esclavitud del pecado, de la condenación y la culpa de la ley,
de la vergüenza de los reproches que pudiéramos hacernos y del poder
desmesurado de la muerte. Las relaciones rotas son restauradas y en el cielo
nuevo y la nueva tierra ya no habrá separación porque el nuevo Adán venció en
otro huerto: el Getsemaní. Fin (provisional).
[1] “Cabeza y pies”
son dos figuras usadas para hablar del impacto que se causaran mutuamente la
generación de la mujer y la serpiente.
[2] MILLER, Darrow L. GUTHREIE. Opresión de la mujer, pobreza y desarrollo: vindicación
de la dignidad de la mujer para construir naciones sanas. JUCUM-USA, 2012,
p. 216.
[3] Fundamentado en la canción merengue:
“el negrito del batey”.
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