La torre de “papel” (1)
Gen 11:1-9
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Caballero 106
El relato del Génesis 11:1-9 conocido como “la
torre de Babel”, es el clímax ascendente de lo que se gesta en el capítulo 3 a
raíz de la desobediencia del hombre y la mujer. Por lo anterior se nota el
mismo patrón narrativo presentado en los casos de Adán y Eva, Caín y Abel y el
diluvio; el patrón es como sigue: desobediencia, juicio y gracia. Aunque, en el
relato de Babel, la gracia se encuentra en el llamamiento a Abraham, es decir,
en el capítulo 12 del Génesis. El esquema se completa leyendo el relato
vocacional de Abraham. Para claridad del lector explico que haciendo uso de dos
figuras del lenguaje o retoricas llamadas aliteración y asonancia, he cambiado
el título “Babel” por “Papel”. Ahora, para analizar un poco el texto y pensando
en los predicadores quisiera sugerirles la siguiente estructura concéntrica:
A. Reunión de los hombres en Sinar: una sola
lengua, vv. 1-3a.
B.
Construcción de una ciudad y una torre, vv. 3b-4a.
C. Nos haremos famosos: sin dispersarnos, v. 4b.
D. Intervención del Señor: descendamos, vv.
5-6.
C’. Dispersión, v. 7.
B’. Se interrumpe la construcción de la ciudad, v. 8.
A’. Dispersión de los hombres a partir de
Babel, v. 9.
Los contrastes empiezan marcarse, el texto
inicia hablando un solo lenguaje y termina con una pluralidad casi cacofónica
(vv. 1-3a, 9). El relato inicia con un colectivo reunido y termina con la
dispersión del pueblo (A-A’). De oriente, llegan los pueblos nómadas y se posan
en Sinar, se refiere a la zona de Babilonia, porque el pasaje culmina usando un
juego de palabras. Babel (bāḇel) suena muy parecido al verbo “confundió”
(bālal). La reunión allí, en Sinar, tiene un propósito: construir una ciudad
cuya torre que llegue al cielo y hacerse famosos (vv.3-4b; 7-8) Los escritos
babilónicos que relatan la construcción de la ciudad de Babilonia refieren que fue
edificada en el cielo por los dioses como una ciudad celestial, la cual es una
expresión de vanagloria (Enuma Elish VI, líneas 55–64)[1].
Pero el registro de Génesis ve a esa ciudad como la primera potencia del mundo,
el epítome de los poderes impíos (B-B’). En una palabra, es el anti-reino. Por
lo tanto, el registro de los vv. 1-9 es literatura polémica, porque muestra el
poder absoluto de Dios al dictar ese castigo. Lo que la gente creía que era su
mayor fuerza, la unidad, el Señor la destruyó con rapidez al confundir su lengua (v. 7; Cp. v. 9). Lo que ellos temían más, ser esparcidos
(v.4), fue lo que vino sobre ellos en forma natural. Lo que ellos más deseaban,
hacerse un nombre (v. 4), irónicamente fue precisamente lo que sucedió, porque
su ciudad vino a ser conocida como Babel (C-C’). Fue así que dejaron de edificar la ciudad y
fueron esparcidos por toda la tierra. En el capítulo 12 Dios llama a Abraham y
le promete “un nombre” (12:2).
Ahora,
parece que el pecado de los sinaritas (habitantes de una llanura en la tierra
de Sinar) fue el orgullo desmedido, porque dijeron: “Vamos, edifiquémonos una
ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre”. Esta
fue una rebelión abierta contra Dios, porque pretendieron independizarse de él.
Con frecuencia se compara a la humildad con la confianza y la obediencia. Por
el contrario, el orgullo se relaciona con la independencia y desobediencia.
Aquí, la gente se unió para fortalecerse y orgullosamente, hacerse de una
reputación por sí mismos: por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la
tierra. Parece que esta fue una directa oposición a la orden divina de que se multiplicaran
y llenaran la tierra (9:1). En el centro del texto (D), según nuestra
estructura, se encuentra la intervención directa de Dios, como pluralidad,
contra ese proyecto urbano (vv. 5-6). García López[2]
dice que la formula “Yahvé bajo para ver” (v.5), encierra una fina ironía: los
hombres quieren construir una ciudad que llegue hasta el cielo, y Dios, que
habita el cielo, tienen que bajar para verla. Y no porque Dios sea corto de
vista, sino por lo mezquina que era la torre.
Esta
rebelión, al igual que la del diluvio, tiene un valor colectivo[3],
es la búsqueda de un pueblo de elevarse sobre otros a fin de dominarlos,
actividad que llamamos imperialismo y que en el relato se elige a Babilonia
como paradigma de esa actitud. En nuestro relato, la torre de “Babel” es
finalmente la torre de “Papel”, es frágil, inconsistente, rompible, gaseosa;
liquida. La gracia se evidencia en el llamamiento de Abraham, porque Dios no
olvida a las naciones, sino que llama a Abraham para que aquellas sean objeto
de su bendición; un nuevo comienzo empieza a gestarse. Continuará.
[1] Esos registros dicen que fue
edificada siguiendo el mismo proceso de hacer ladrillos que se describe en el
v. 3, pero además, cada ladrillo tenía inscrito el nombre del dios babilonio
Marduk. Asimismo, el zigurat, la torre que se cree fue construida por primera
vez en Babilonia, se decía que tenía su punta en el cielo (Cp. v. 4). Esa montaña artificial se convirtió en el centro de
adoración de la ciudad, y tenía un templo en miniatura en lo alto de la torre. En
Babilonia había un templo con terrazas superpuestas, un zigurat, llamado E-temen-an-ki:
“casa-fundamento-cielo-tierra”. Con sus siete pisos, si se hubiera terminado,
habría alcanzado una altura de 90 metros. Este relato explica porque ese
templo-torre nunca fue terminado.
[2] GARCÍA LÓPEZ, Felix.
Introducción al estudio de la Biblia: el pentateuco. Estella (Navarra)-Verbo
Divino, 2004, p 93.
[3] ANDIÑACH, Pablo R.
Introducción hermenéutica al Antiguo
Testamento. Estella (Navarra)-Verbo Divino, 2012, p 93.