¡Cuidado! orar es peligroso…
El Padre nuestro y las oraciones nuestras
Mateo 6:9-15
EN VOZ ALTA.05.
Jovanni Caballero Doria
La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130
La cinta Todopoderoso, protagonizada por Jim Carrey y Morgan Freeman, nos recuerda una verdad que con facilidad olvidamos: Dios es Dios, y las cosas definitivamente van mejor en sus manos. En la película en mención, el protagonista siente desencanto por la forma como Dios está manejando las cosas en el mundo, y sobre todo en su vida personal; por eso lo desafía, retándolo a que le entregue todo su poder para enseñarle lo que significa ser Dios. Bruce Nolan (como se llama el protagonista) termina con el poder de Dios en sus manos, usándolo mal, para sus caprichos y propios beneficios en detrimento del otro, y concluye haciendo el ridículo y reconociendo que “Dios sabe cómo hace sus cosas” y que su poder se ve en los detalles de la vida. El Todopoderoso no es Bruce Nolan, sino Dios.
El texto que nos ocupa esta vez es, como en la experiencia de Bruce Nolan, un llamado al orden y a colocar las cosas en la perspectiva correcta. El modelo de oración que Jesús presenta se centra en el Padre, en contraste con el modelo de los hipócritas, que centraba su atención en su público, o el de los paganos que lo hacía sobre una base contractual. En este nuevo modelo, el Padre es el nuevo público de la oración, y la imagen que se muestra de la divinidad es diferente. De esta manera, la estructura del texto está dada en dos grandes divisiones, marcadas por el uso de los pronombres en primera persona del singular (tú, en v.10), y primera persona del plural (nos, en vv.10-15), con una pequeña introducción (v.9b) que recuerda que ésta es la oración de la comunidad de hermanos; aunque el orante se encuentre solo, este modelo de oración lo une a la comunidad del Padre celestial.
Al introducir la oración con el llamado a invocar al Padre, se recuerda un momento concreto de la historia de la salvación: el Éxodo, donde una comunidad de esclavos son llamados hijos de Dios, y donde este Padre ahora trae esperanza a su pueblo a través de actos concretos de liberación en su historia (Éx.4:22,23). Este modelo de oración, entonces, es para los hijos, para aquellos que están a punto de iniciar un nuevo éxodo, con la esperanza de que sus vidas estén ahora en las manos del Padre. Jesús hace un llamado intencional a un nuevo Éxodo[1], uno que presupone la esclavitud; es así como los modelos de oración hipócrita y pagana son formas de opresión; entregarse en las manos del Padre e invocarlo es estar en libertad, es aceptar el desafío a un nuevo Éxodo.
La primera parte de la oración es teocéntrica (vv.9 y10); formula deseos concernientes a Dios Padre y a la llegada de su reino. El deseo de la santificación del nombre de Dios expresa la vida que el discípulo debe vivir en concordancia con el carácter del Padre y la confianza en Él (Lv 20:3; Dt 32:51; Ez 38:16,23). La aspiración de la irrupción del reino de Dios lleva consigo algo de sutileza, porque Mateo ya ha mostrado en la genealogía que Jesús es el rey legítimo (Mt 1:1-17); tiene también un tinte esperanzador, porque en Jesús se cumplen la promesas del AT (Miq 4); posee, además, un aire de protesta, pues el gobierno de Dios deja en la banca a los demás “reinos de este mundo”. El mismo Jesús resucitado hablaría de su autoridad total en cielo y tierra (Mt 28:19). La petición por la voluntad de Dios expresa el deseo del orante para que los propósitos de Dios se lleven a cabo. De esta manera, la oración de Jesús busca que el discípulo entre en el gran proyecto de Dios sobre los hombres, en contraste con la oración pagana (Mt 6:7,8) que intenta apropiarse de la divinidad y ponerla al servicio de sus deseos.
La segunda parte de la oración mira al hombre, expresando peticiones tocantes a las necesidades humanas fundamentales. Ahora el tú cambia al nos; la mirada vertical (hacia Dios), ahora se torna horizontal: hacia la comunidad de discípulos. La primera necesidad, el pan de cada día, habla de todo aquello que denota alimento (Pr 30:8; Mr. 3:20; 2 Tes. 3:12), pero también le recuerda al discípulo que en este nuevo éxodo, y repitiendo la experiencia de Israel en el desierto, debe depender diariamente de su Padre (Ex 16:15-19). Las siguientes dos peticiones, unidas a la primera por el “y” en el griego, recuerdan que la vida sustentada por el alimento no es suficiente; el perdón y la liberación de las tentaciones son necesarios para una existencia plena. La estructura final del texto [perdón (v12)-tentación v13)-perdón (vv14, 15)], parece sugerir que la tentación es, finalmente, no perdonar (cp 18:23-35).
Este modelo de oración, en contraste con el modelo pagano o el de Bruce Nolan, es peligroso porque puede re-direccionar nuestras maneras de orar. Al orar así, podemos perder el control sobre Dios, sobre otros y sobre nosotros mismos; podemos exponernos a la mirada y cuidado amoroso del Padre que, por ser Dios, sabe mejor cómo se manejan los asuntos en “su universo”; el orar de esta manera nos compromete con el reino de Dios y no quedamos neutrales frente a su actuar y frente al actuar de las caricaturas de reinos de este mundo: el reino de la muerte, de satanás y de la injusticia, quedan expuestos ante el verdadero rey, porque si es cierto que el Sermón del Monte es un modelo de contracultura, también lo es la oración que contiene. Entonces, la próxima vez que oremos el Padre nuestro no olvidemos que puede ser peligroso por las implicaciones que trae consigo, porque el Padre nuestro es un llamado a revisar las oraciones nuestras.
Fin… Padre nuestro que estás…
[1] WRIGHT, Tom, The Lord and his prayer. Triangle- London, 1996, p 15.