El fin del fin (1)
Pautas para la lectura de Mateo 24-25
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 190
De tiempo en tiempo en
la iglesia, y la sociedad en general, se experimenta una fiebre escatológica y
apocalíptica (según el entendimiento popular de estos términos), es decir, un énfasis
desmedido y desaforado en el discurso acerca del “fin del mundo”. Este tema entraña una paradoja, por un lado
atrae a las personas y por otro lado las atemoriza. Entre la atracción y el
temor hay teorías, gurúes, charlatanes, “teólogos”, opinadores y un negocio que
mueve bastante dinero, dinero generado a partir del temor, el miedo y la fascinación.
No me extraña que la sociedad en general se mueva tras estas dinámicas y coyunturas,
lo que sí me parece paradójico es que la iglesia misma sea la que también
patrocine estas desfachateces y las
maquillen con Biblia, todo por la ignorancia y el analfabetismo bíblico, curiosamente entre
los protestantes, que tanto “honor” hacen a la Biblia y tanto critican las
tradiciones. El tema y los materiales Bíblicos sobre este han sido cargados de
tantas tradiciones que ya el relato Bíblico ha perdido su poder esperanzador y transformador. Quiero sugerir algunas pautas para la lectura
de uno de los textos más representativos en el “discurso escatológico” como lo
es Mateo 24-25.
1. Estos capítulos contienen
el último discurso de Jesús, de cinco que contiene Mateo, y se le conoce como
“el discurso escatológico”. Su propósito no es infundir miedo sino esperanza. Y
es que la fe en Jesús de Nazaret tiene que producir en nosotros una esperanza
activa de dimensiones cósmicas, una esperanza de plenitud para siempre de todo
lo creado. Jesús nos presenta la historia humana inmersa en el dolor, la lucha,
la guerra y la persecución. Y nos dice que, a través de toda esta tremenda
confusión, se está gestando el futuro: un mundo en continuos “dolores de parto”
(Rom 8: 22) y en continuo nacimiento del hombre nuevo (Ap 12: 2.4-5). Quiere
infundirnos confianza, para que no decaigamos en la fe en la hora de la prueba,
y sepamos reconocer en todos los acontecimientos de la historia la mano de
Dios, que nos lleva a la plenitud.
2. La ocasión del
discurso se la ofrece a Jesús la pregunta de sus discípulos: “¿cuál será la
señal de tu venida y del fin del mundo?” (Mt 24: 3). Jesús toma distancia de la
institución templaria y declara su pronta
destrucción. Los discípulos intrigados preguntan sobre “el cuándo” de la
destrucción del templo y sobre el fin “del mundo”. Ahora, ¿por qué razón ellos
relacionan “la destrucción del templo” con “el fin del mundo”? Recordemos que “fin del mundo” no tiene que
ver con cataclismos, catástrofes y hecatombes, sino con el inicio de un nuevo orden
a partir de Dios y su reinado. La esperanza cristiana elaborada en el NT no
trata de la destrucción de este mundo con nuestra huida hacia otro sino de la
restauración de este mundo como lo fue al principio.
3. Hay un asunto
fundamental que no podemos pasar por alto y que determinará la lectura y
comprensión de este discurso. El asunto es la forma literaria “apocalíptica”
que la mayor parte del texto toma. En exegesis, la clase de literatura
condiciona mi cercamiento e interpretación. Por ejemplo, no es lo mismo
interpretar salmo 1 que Romanos 1. Así que de entrada sabemos que la literatura
apocalíptica es rica en símbolos, imágenes,
lenguaje contestatario, figuras, números, colores y demás. El mensaje no
está en el literalismo sino en el simbolismo. Por ejemplo, en la apocalíptica
cuando leemos “ojos” tenemos que leer “conocimiento”. Donde leemos “mano” tenemos que leer “poder”. Donde leemos “piernas” tenemos que leer “estabilidad”.
Donde leemos “alas” tenemos que leer “movilidad”.
Donde leemos “cuernos” tenemos que leer “fuerza”.
Donde leemos “siete” tenemos que leer “plenitud y llenura”. Donde leemos “sol y luna” debemos leer
(generalmente) “poderes políticos”.
4. Una observación
cuidadosa arrojará como resultado el hecho de que esta pregunta hecha por los discípulos
a Jesús, “¿cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?”, no se
responde en ninguna parte del discurso. Jesús no respondió ninguna de las
preguntas: ni les dice “cuando” (Mt 24: 36 Cp.
Hech 1:7), ni les revela alguna señal que anuncie su venida que será como “relámpago”.
La única señal será el mismo “hijo del hombre en el cielo” (Mt 24:30) y las “grandes señales del cielo” (Mt
24:29). Los falsos cristos si estarán en escena satisfaciendo todo tipo de
curiosidad apocalíptica con grandes señales y prodigios engañosos (Mt 24:24). Es
cierto que Jesús habla de “guerras, hambrunas, terremotos” pero no las llama “señales”
sino para advertirles contra las falsas interpretaciones apocalípticas, él les
dice “aun no es el fin”. En contraste con el pensar común de hoy. Jesús ataca
esta clase de “señalomanía”, la única señal será la de su misma venida y las
consecuencias cósmicas de esta. Cualquiera otra pretensión es puro engaño[1].
5. La mención de “los días
de Noé” (Mt 24:38) es importante aludir. La fuerza de esta mención no está en “la
moralidad de los días”, como se predica a veces, sino en “la normalidad de los
días”, es lo que realmente el texto sugiere. Es decir, sigue el discurso haciendo
énfasis en el carácter sorpresivo de la venida de Jesús. El diluvio, aunque
anunciado, tomó a las personas por sorpresa, en medio de la normalidad de la
vida: construyendo familia y alimentándose. Continuará.
[1] STAM, Juan. Apocalipsis y profecía: las señales de los tiempos y el tercer milenio.
Kairos-Argentina, 2007, p. 18.