Recordar es vivir (1)
Dt 8:1-20
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Caballero192
Deuteronomio es el libro de la recapitulación (segunda ley). Moisés ya
viejo, gastado y curtido con los años, recapitula la historia, recuerda la
historia a la nueva generación de israelitas que están ad portas de “poseer” la tierra prometida. La antigua generación,
la que salió de Egipto, murió en el desierto y en su tumba una lápida que
decía: “aquí yace la generación que pudo ser y nunca fue” (Num 26: 65). Ahora,
lo que fue promesa está a punto de concretarse, lo que estaba lejos se va
acercando, lo que fue sueño es realidad. No obstante, es necesario reafirmar la
fe, conectar a esta generación con la historia, con su identidad, especialmente
con uno de los rasgos distintivos de la experiencia del pueblo y de la teología
del Deuteronomio, la elección, esta no es fruto de la conquista humana, sino
por pura gracia de Dios[1]. En
el capítulo 8 Moisés hace una relectura de la experiencia del desierto. No se
deja guiar por la “lectura fatalista de la historia” en donde esta se dirige
inexorablemente al fracaso, a la tragedia, porque así lo quiso el destino o
Dios. Tampoco hay rasgos de la lectura “satanista de la historia” en donde todo
lo que acontece es atribuido al diablo o a satanás. Si las cosas fueran así,
entonces los seres humanos serían solamente títeres del destino o de satanás
negando libertad y responsabilidad. A través de tres indicaciones temporales
(presente, pasado y futuro) el viejo predicador hace la “relectura de los 40
años de desierto” y desafía a su auditorio tomar decisiones. Veámoslo.
Primera indicación temporal: el hoy, vv. 1,11. El “hoy” más que una
referencia de 24 horas es una categoría amplia que comunica presente,
actualidad, contemporaneidad. El “hoy” hace que la Palabra de Dios sea vigente
al igual que la respuesta o decisión del pueblo ante esa palabra (Cp. Salm
95:7). El presente, “el hoy”, es el escenario temporal en donde se toman las decisiones
importantes y vitales evitando la tentación de la postergación y el
aplazamiento. En el texto, “el hoy” cargado con el mandamiento a guardar
aparece como amarre, como ligazón o bisagra entre el pasado (“la tierra que
juré”) y el futuro (“la tierra que poseerás”). Todos estos años la palabra dada
a Abraham, “la tierra que te mostraré”, ha sido el garante y el motor que los
ha empujado hasta aquí (Gen 12:1-3). No obstante no debemos olvidar que la promesa
tenía carácter instrumental, es decir, iba más allá de Abraham o Israel mismo,
tenía la intención de “bendecir a las naciones”, sería, una nación para las
demás naciones. Esta era la propuesta divina para las reparar el mundo, para
componer el desorden narrado en Génesis 4-11.
Segunda indicación temporal: el pasado, vv. 2-6. El énfasis en esta
parte del texto es la necesidad de que el pueblo “se acuerde” de su pasado como
peregrino en el desierto y la forma en la que Dios, peregrino también con su
pueblo, le guio. 1). Acordarse del
desierto como lugar de la prueba, v.2. Midiendo el grado de entrega (Gen
22), la prueba revelaría lo mejor o lo peor del pueblo, “descubriría el
corazón”. La presión constante y sostenida revelaría de que estaban hechos,
revelaría sus lealtades (“si iban a guardar los mandamientos o no”), o usando
el lenguaje del capítulo 6, la prueba tenía la intención de saber si amaban o no a
Dios (Dt 6:4). Y es que tal vez sea fácil confesar a Dios en la claridad y la
holgura del día, lo difícil será avanzar en medio de las tinieblas, cuando el
camino es largo, cuando el barro aprieta, cuando las situaciones cambian (Cp.
Mrc 15:33,39). 2). Acordarse del desierto
como lugar de la pedagogía divina, v. 3. La prueba reorienta y enseña,
viene a recordarle al pueblo lo esencial, viene a enseñarle la diferencia entre
lo fundamental y lo liviano, lo light, lo pasajero y no relevante. Les ayuda a recategorizar
los valores: “no solo de pan vivirá el hombre…”. La sentencia no descarta el
pan, la materialidad, pero si lo relativiza considerando que existe un
horizonte mayor, la Palabra de Dios. En Egipto la provisión estaba en las ollas
llenas de carne puestas allí por sus victimarios, por sus verdugos; ahora, el en
desierto, la provisión será dada por la Palabra de Dios (Ex 16:13; Nm 11:5). La
Palabra reorienta lo material y lo pone en el lugar correcto. Recordemos que en
la Biblia la comida es un asunto muy espiritual, trata de la relación con Dios
y los demás (Gen 3:1-7).
Dos tentaciones debemos
evitar frente a la realidad anteriormente descrita: por un lado “la tentación
materialista”, la que declara que el hombre solo vive de pan, se gasta en el
aquí y el ahora, y vive para las cosas. Por otro lado, “la tentación espiritualista”,
la que dice que el hombre solo vive de Palabra, solo es un espíritu que
sostener negando la corporeidad y lo físico. Recordemos que este texto es
citado por Jesús en la primera tentación, también como Israel, en el desierto
(Mt 4:1-11). Jesús categoriza sus
valores y agenda, pone en primer lugar lo importante y en el segundo lo
urgente, confía en la Palabra de Dios que sostiene y orienta. Él dice que no es
hijo para merecer, meramente como privilegio especial para abusar, sino que es
hijo para obedecer, como responsabilidad esencial para su identidad. Yo creo que en el texto hay una
crítica implícita a los hábitos de consumo egipcios y una observación incisiva
a la provisión generosa da Dios en el desierto; la ración diaria versus las grandes ollas de comida a
costa de la esclavitud y la negación de la identidad y la misión. Continuará.
[1] GARCIA LÓPEZ, Félix. Introducción a la Biblia: el pentateuco.
Verbo Divino, Estella (Navarra), 2004, p. 286
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