Iglesia
líquida. Parte II
Una
semblanza de la eclesiología actual
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 73
Un segundo aspecto que se ve trastocado en la iglesia líquida,
es el sentido de comunidad, de pueblo. El mito griego de Narciso, que trata de un hombre que se
enamora de su propia figura reflejada en el espejo y que muere auto
contemplándose, ilustra bien este aspecto. Rojas afirma: “Por el narcisismo, vemos a un
ser humano centrado en sí mismo, en su personalidad y en su cuerpo, con un
individualismo atroz, desprovisto de valores morales y sociales, y además
desinteresado por cualquier cuestión trascendente… El hombre se convierte en un
absoluto para sí mismo y, de este modo, se absuelve de cualquier reproche moral”[1].
La iglesia se ha vuelto individualista, el derecho individual prima sobre el
colectivo. Esto es evidente en varios aspectos; en primer lugar en la crisis del cristianismo denominacional. Las
grandes denominaciones que dieron forma al cristianismo protestante y al evangelicalismo
americano han perdido impacto frente a grandes emporios eclesiásticos llevados
o dirigidos por un individuo tipo caudillo. En el cristianismo denominacional
la fuerza del liderazgo estaba en un grupo directivo, en el cristianismo
posdenominacional la fuerza está en un individuo con mucho carisma y mucho
poder. Ayer cuando se le preguntaba a un creyente por su filiación
eclesiástica, respondía haciendo referencia al nombre de la iglesia; hoy, ante
la misma pregunta, el creyente responde haciendo referencia al nombre del
líder, especial mente un “apóstol o profeta”. La comunidad ha sido remplazada
por el individuo. Y si bien es cierto, el individuo no se debe masificar en lo
comunitario, la comunidad no se debe ser eclipsada por el individuo.
Una segunda forma para mostrar el
individualismo en la iglesia líquida es en el “trasfuguismo de miembros”.
Los creyentes al no querer cultivar relaciones fuertes y duraderas y al haber
perdido el sentido de comunidad, saltan, de un lado para otro, de una iglesia
para otra. “Son evangélicos que saltan impulsados con grandes ancas
emocionalistas de iglesia en iglesia irracionalmente, en la búsqueda de un “factor
X”, un factor desconocido… sin la menor idea de dónde están parados ni hacia
dónde van. Su destino es encontrar un dios a la carta, un dios amañado,
moldeado a sus perversos caprichos disfrazados con religiosidad, espiritualidad
barata y una santidad desconfigurada”[2].
En estos las antiguas pero dicientes aclamaciones litúrgicas tales como:
¡Aleluya!, ¡Amén!, ¡maranatha!, ¡Cristo vive!; han sido cambiadas por otras
nuevas declaraciones, estas son: soy un campeón, soy bendecido, me declaro
sano, entre otras. Las primeras estaban centradas en Dios y su obra, las
segundas centradas en el hombre y sus caprichos. Todo este desprendimiento de
la comunidad y énfasis en el individuo es apenas entendible, Bauman dice: “en
el mundo de la modernidad líquida, la solidez de las cosas, como ocurre con la
solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza. Cualquier
juramento de lealtad, cualquier compromiso a largo plazo restringiría la
capacidad de movimiento”[3].
Un
tercer aspecto que ha sido castrado en la iglesia liquida es el escatológico.
Ahora, entendida desde la etimología y por cierta influencia de la teología
sistemática, la iglesia ha tenido una comprensión muy reducida de la
escatología. Se ha definido sencillamente como “el estudio de las cosas o de
los eventos finales”, de esta manera, la escatología no tiene nada para decirle
a la iglesia hoy, porque su objeto es el mañana. Sin embargo lo escatológico es
mucho más amplio, es el camino por el
que la fe cristiana puede convertirse en una realidad relevante en el mundo, la
fe cristiana confiesa a un Dios del futuro que abre a la historia a una perenne
novedad. La fe cristiana, en este sentido, no es retrógrada ni tradicional,
sino que está comprometida con el trabajo de los hombres en la construcción de
una nueva humanidad o una humanidad nueva. Moltmann afirma “El Cristianismo es
total y enteramente escatología, y no sólo habla de ella como en un apéndice.
Es esperanza, perspectiva y orientación hacia delante, y por tanto es una nueva
marcha y una transformación del presente, la escatología cristiana no habla
sólo del final del mundo, sino ante todo de la esperanza cristiana que tiene su
centro en la resurrección de Cristo resucitado”[4].
En la iglesia líquida la conciencia
de pueblo peregrino, orientado hacia el futuro y que espera la venida de Dios
en Cristo, ha dejado de tener sentido. La iglesia que cantaba en Apocalipsis
“¡ven Señor Jesús!”, ya no lo hace, dejando al Espíritu solo en su clamor (Ap
22:17). Bauman dice que en la modernidad líquida “el futuro ya no es un tiempo que
se persiga. Sólo aumentará las complicaciones presentes…”[5].
La iglesia líquida se gasta en el “aquí y en él ahora”, ha disfrazado de piedad al consumo y el
berroche, como cualquier habitante promedio de la sociedad líquida se postra
ante el dios mamón o el dios mercado: este le dicta lo que debe hacer, como
tiene que vestirse, cómo comportarse. Por ello la sentencia Lucana: “cuando el
hijo del hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18: 8). Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario