“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (3)
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Caballero 158
Segundo,
Jesús. Jesús fue un hombre de carne y hueso, eso lo dice
Juan (Jn 1:1) afirmando “la encarnación” en contraste con el proto-gnosticismo
que afirmaba la “des encarnación”: un Jesús muy espiritual, muy elevado. El
asunto aquí es que la misión, eso incluye lo que cantamos, debe estar modelada
por “el paradigma encarnado” (Jn 20:21); es decir, que la experiencia de fe es
situada. Debemos aprender esto no solo de los predicadores y teólogos sino
también de los cantantes que nos guían en la alabanza al creador. Padilla
afirma: “la Palabra de Dios se hizo hombre: se aculturizó, puesto que el hombre
es un ser cultural. Así se pone Dios al alcance de los hombres. Consecuentemente,
no es posible ni entender ni comunicar el evangelio sin referencia a la
cultura”[1]. Al cantante entonces se le debe entender a la
luz de su propio entramado cultural y de cómo a partir de este, encarnado,
desde sus categorías propias habla y canta el evangelio. Algunas veces serán
categorías extrañas a las nuestras, pero no por ello ha negado el evangelio, lo
afirma. Dice Paredes a este respecto: “una alabanza y adoración sinceras a Dios
debe tomar en cuenta nuestra manera de ser, nuestra idiosincrasia e identidad
latinoamericana… desde esa identidad cultural diversa, debemos expresar nuestra
alabanza y adoración a Dios”[2]. Una
de mis críticas hacia los ministerios musicales en Colombia especialmente ha
girado en torno a su “demasiada dependencia” de lo mexicano o lo norte
americano. Somos presas aun del esnobismo cultural y no valoramos suficientemente
lo nuestro, renunciando así al criterio encarnacional de la misión evangélica.
Debemos valorar lo extranjero y celebrarlo sin descuidar lo nuestro. Basta escuchar un vallenato en nuestras
comunidades, por ejemplo, para escuchar la forma en la que nos tildan de
“corronchos”. Bueno. El primer “corroncho” fue Jesús.
Segundo, la música
y los músicos. En la Biblia, la música está al servicio del creador y en
beneficio del ser humano. La música es creación humana como parte del “hagamos
divino”, es muestra de la capacidad creativa que Dios ha dado la hombre. Como
todo don, está sujeta a la perversión. Así,
debemos superar el mito evangélico que dice que el diablo intenta seducir a la
iglesia especialmente en el ámbito de lo musical porque en el cielo, antes de
su caída, él era una especie de músico cósmico e intergaláctico, era el
director de un ministerio de alabanza celestial. Pero la verdad es que no
hay ninguna referencia Bíblica para afirmar eso. Lo que si es cierto es
que el diablo quiere la adoración total del ser humano hacia él y para ello ha
usado la música, las relaciones humanas, la sexualidad, la economía y la
política (Cp. Mt 4:1-11). Respecto
a los músicos en y de la iglesia, creo que existen dos vocaciones: una
hacia adentro, la ministración del culto, la liturgia local; otra hacia afuera,
el hacer artístico fuera del rango litúrgico, hacia el mundo, la sociedad en
general[3]. Los
dos son ministros solo que en esferas distintas y complementarias. En nuestras iglesias
tenemos músicos excelentes que “ministran” el culto, pero también hay
excelentes músicos que “ministran” fuera del escenario litúrgico. Para los que ministran
“dentro” el lenguaje usado es el lenguaje litúrgico, el lenguaje Sión, llamado
por algunos. Para los “de afuera” el lenguaje debe ser más ecuménico, menos
religioso, que apele a la generalidad de la experiencia humana y social y proponer
valores alternativos. No estoy de acuerdo con el llamado que Dante Gebel hace a
los cantantes cristianos para que “dejen de cantar a la iglesia” (aunque creo
que su intención y motivación es buena),
porque desconoce lo que aquí expongo[4]. ¡Gloria
a Dios! Por lo que Montaner hace pero… ¡Gloria a Dios! También por lo que hacen
los músicos y cantantes de “adentro”.
Conclusión.
Debemos estar convencidos que la música es arte y regalo de Dios. Es un lenguaje
abstracto y metafísico que se lee con los sentidos, y por ello difícil de ser comprendido por una
mente metódica que desea tener completo dominio de todas las cosas. Trabaja más
allá de la lógica racionalista. Va más allá de la lógica de la teología sistemática
y de todo hacer teológico centrado en lo intelectual y lo cognitivo, que no
tiene en cuenta lo sensorial, lo emotivo[5]. Nuestras
canciones no deben tratar solo de las relaciones del hombre con Dios, en el
sentido de la adoración. Debemos ir más allá. Necesitamos de canciones que se refirieran
a las relaciones del hombre con su prójimo, del hombre consigo mismo, del hombre
con la creación que gime y soporta angustia, canciones que denuncian opresiones
y promueven esperanzas. Así, que huyan “nuestros fantasmas”: los de la
modernidad con su énfasis en la razón, los del evangelio popular “que cuela el
mosquito y se traga el camello”, los fantasmas del literalismo Bíblico rígido que produce jueces y no discípulos. Cántanos
una canción Señor… cántanos, para cantar de ti y de lo tuyo. Fin.
[1] PADILLA, Rene. Misión integral. Nueva Creación-Buenos
Aires, 1986, p. 81.
[2] PAREDES, Tito. Con permiso para danzar: renovación de la
música y la liturgia en las iglesias evangélicas de América Latina. CEMAA-Lima,
2006, p. 40.
[3] Ejemplos de músicos “dentro”: Jesús
Adrian Romero, Marcos Witt, Marco Barrientos. Ejemplo de músicos “de afuera”: Richy
Rey, Boby Cruz, Ricardo Montaner, Juan Luis Guerra.
[5] VEIGA, Carlinhos. Arte, liturgia y teología. Puma-Lima,
2013, p. 18.
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