jueves, 21 de julio de 2016

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (3)

“Los fantasmas” de Jesús Adrián Romero (3)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 158
Segundo, Jesús. Jesús fue un hombre de carne y hueso, eso lo dice Juan (Jn 1:1) afirmando “la encarnación” en contraste con el proto-gnosticismo que afirmaba la “des encarnación”: un Jesús muy espiritual, muy elevado. El asunto aquí es que la misión, eso incluye lo que cantamos, debe estar modelada por “el paradigma encarnado” (Jn 20:21); es decir, que la experiencia de fe es situada. Debemos aprender esto no solo de los predicadores y teólogos sino también de los cantantes que nos guían en la alabanza al creador. Padilla afirma: “la Palabra de Dios se hizo hombre: se aculturizó, puesto que el hombre es un ser cultural. Así se pone Dios al alcance de los hombres. Consecuentemente, no es posible ni entender ni comunicar el evangelio sin referencia a la cultura”[1].  Al cantante entonces se le debe entender a la luz de su propio entramado cultural y de cómo a partir de este, encarnado, desde sus categorías propias habla y canta el evangelio. Algunas veces serán categorías extrañas a las nuestras, pero no por ello ha negado el evangelio, lo afirma. Dice Paredes a este respecto: “una alabanza y adoración sinceras a Dios debe tomar en cuenta nuestra manera de ser, nuestra idiosincrasia e identidad latinoamericana… desde esa identidad cultural diversa, debemos expresar nuestra alabanza y adoración a Dios”[2]. Una de mis críticas hacia los ministerios musicales en Colombia especialmente ha girado en torno a su “demasiada dependencia” de lo mexicano o lo norte americano. Somos presas aun del esnobismo cultural y no valoramos suficientemente lo nuestro, renunciando así al criterio encarnacional de la misión evangélica. Debemos valorar lo extranjero y celebrarlo sin descuidar lo nuestro.  Basta escuchar un vallenato en nuestras comunidades, por ejemplo, para escuchar la forma en la que nos tildan de “corronchos”. Bueno. El primer “corroncho” fue Jesús.
            Segundo, la música y los músicos. En la Biblia, la música está al servicio del creador y en beneficio del ser humano. La música es creación humana como parte del “hagamos divino”, es muestra de la capacidad creativa que Dios ha dado la hombre. Como todo don, está sujeta a la perversión.  Así, debemos superar el mito evangélico que dice que el diablo intenta seducir a la iglesia especialmente en el ámbito de lo musical porque en el cielo, antes de su caída, él era una especie de músico cósmico e intergaláctico, era el director  de un ministerio de alabanza celestial. Pero la verdad es que no hay ninguna referencia Bíblica  para afirmar eso. Lo que si es cierto es que el diablo quiere la adoración total del ser humano hacia él y para ello ha usado la música, las relaciones humanas, la sexualidad, la economía y la política (Cp. Mt 4:1-11). Respecto a los músicos en y de la iglesia, creo que existen dos vocaciones: una hacia adentro, la ministración del culto, la liturgia local; otra hacia afuera, el hacer artístico fuera del rango litúrgico, hacia el mundo, la sociedad en general[3]. Los dos son ministros solo que en esferas distintas y complementarias. En nuestras iglesias tenemos músicos excelentes que “ministran” el culto, pero también hay excelentes músicos que “ministran” fuera del escenario litúrgico. Para los que ministran “dentro” el lenguaje usado es el lenguaje litúrgico, el lenguaje Sión, llamado por algunos. Para los “de afuera” el lenguaje debe ser más ecuménico, menos religioso, que apele a la generalidad de la experiencia humana y social y proponer valores alternativos. No estoy de acuerdo con el llamado que Dante Gebel hace a los cantantes cristianos para que “dejen de cantar a la iglesia” (aunque creo que su intención  y motivación es buena), porque desconoce lo que aquí expongo[4]. ¡Gloria a Dios! Por lo que Montaner hace pero… ¡Gloria a Dios! También por lo que hacen los músicos y cantantes de “adentro”.
            Conclusión. Debemos estar convencidos que la música es arte y regalo de Dios. Es un lenguaje abstracto y metafísico que se lee con los sentidos,  y por ello difícil de ser comprendido por una mente metódica que desea tener completo dominio de todas las cosas. Trabaja más allá de la lógica racionalista. Va más allá de la lógica de la teología sistemática y de todo hacer teológico centrado en lo intelectual y lo cognitivo, que no tiene en cuenta lo sensorial, lo emotivo[5]. Nuestras canciones no deben tratar solo de las relaciones del hombre con Dios, en el sentido de la adoración. Debemos ir más allá. Necesitamos de canciones que se refirieran a las relaciones del hombre con su prójimo, del hombre consigo mismo, del hombre con la creación que gime y soporta angustia, canciones que denuncian opresiones y promueven esperanzas. Así, que huyan “nuestros fantasmas”: los de la modernidad con su énfasis en la razón, los del evangelio popular “que cuela el mosquito y se traga el camello”, los fantasmas del literalismo Bíblico  rígido que produce jueces y no discípulos. Cántanos una canción Señor… cántanos, para cantar de ti y de lo tuyo. Fin.   


[1] PADILLA, Rene. Misión integral. Nueva Creación-Buenos Aires, 1986, p. 81.
[2] PAREDES, Tito. Con permiso para danzar: renovación de la música y la liturgia en las iglesias evangélicas de América Latina. CEMAA-Lima, 2006, p. 40.
[3] Ejemplos de músicos “dentro”: Jesús Adrian Romero, Marcos Witt, Marco Barrientos. Ejemplo de músicos “de afuera”: Richy Rey, Boby Cruz, Ricardo Montaner, Juan Luis Guerra.  
[5] VEIGA, Carlinhos. Arte, liturgia y teología. Puma-Lima, 2013, p. 18. 

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