¿Con insomnio a causa de sus problemas?... Piense
Salm 3
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 97
El tema fundamental del salmo 3 es la
salvación (o liberación) en medio de un escenario de crisis. Hay una relación
estrecha entre el salmo anterior, el 2, y este: el salmo 2 nos presenta al
ungido posesionado y el salmo 3 nos presenta al ungido hostigado. Para meditar
un poco, propongo una estructura sencilla así: Primero: la salvación cuestionada, vv. 1-3. En estos versos
describe su situación ante el cielo en términos exponenciales “muchos”, “se han
multiplicado”; es una situación de “todos” contra “uno”. Ahora, esos muchos no
o solo tienen una actitud contraría, sino que también tienen un mensaje: “¡Dios
no lo librará!”. Es un mensaje anti liberacionista, es propaganda del terror y
del fatalismo. Es la negación de Dios en las imposibilidades humanas, es el
eclipse de la esperanza. La tensión es evidente, el salmista se abre al cielo y
le cuenta lo que están diciendo de Dios. Sin embargo, como lo expresaría
Freire, al orar, el oprimido ya no concibe la realidad concreta de la opresión
como una especie de “mundo cerrado” del cual no puede salir.[1]
Lo curioso en este texto es que, el poeta cuenta su crisis generada en el seno
de su familia: según la nota introductoria, verso 1 en hebreo, este texto fue
compuesto por David cuando huía de Absalón, su hijo (2 Sam 15:13-30). David es
entonces un perseguido político. A veces las experiencias más traumáticas y difíciles
son causadas por aquellos que más amamos. Cabe aquí el refrán “no hay cuña que
más apriete que la del mismo palo”. El nombre Absalón significa “padre de paz”,
sin embargo, él es fuente de guerra y conflictos. ¡Qué ironía!
Segundo: la salvación experimentada, vv.
3-6. El adversativo “pero” con el que inicia esta estrofa, es un anuncio
importante: nos dice que este conflicto tienen una lectura alternativa, que no
se gasta en la propaganda anti liberación; que hay otra forma de leer la
situación. La oración, la mirada vertical ha interpelado la horizontalidad, ha
sembrado esperanza. La liberación, en Dios, es posible. En el dialogo orante el
poeta ha encontrado protección “eres mi escudo” y dignificación “levanta mi
cabeza”. La respuesta no viene del cielo, sino del “monte santo”, es decir, el
monte Sión o Jerusalén. Aunque el poeta este huyendo y haya dejado su trono, el
verdadero rey de Israel sigue allí. Esta situación no le ha tomado por
sorpresa, no le ha quitado dignidad. Para el orante, pensando en el contexto litúrgico
del salmo, que va al culto y lee el salmo, esto es muy reorientador: le orienta
a pensar correctamente en el ungido o el rey, a
evitar el mesianismo político y el descalabro teológico. Esta estrofa
termina en la cama: el poeta, en medio de sus crisis confiesa que ha podido
dormir porque Dios le sostiene. ¡Qué lugar tan particular para hacer teología!,
la cama se convierte en escenario teológico. La confianza del salmista no está
en la marca del colchón, sino en saberse sostenido por Dios mismo. La primera
liberación que experimenta es la del alma, la situación no ha cambiado, al
parecer, pero la oración le ha llenado de confianza.
Tercero: la salvación afirmada, vv. 7-8.
En esta estrofa el poeta sigue orando de forma imprecatoria, afirma que Dios es
la fuente de toda salvación, no la institución monárquica y emite una bendición
final: desea la bendición de Dios sobre el pueblo de Dios. La lectura cristiana del texto, tiene que
remitirnos a ese horizonte soteriológico que se da en Cristo. Mateo es claro
cuando le expresa a María que el niño se
llamará Jesús porque el salvará a su pueblo (Mt 1:21). A simple vista esto no
nos dice nada, lo que tenemos aquí es un juego de palabras; es como si dijéramos:
“se llamará salvador, porque él salvará”. Así, nombre y misión son un binomio
inseparable. No es posible, de aquí en adelante apelar al nombre “Jesús” esquivando la carga semántica, teológica y existencial. Los
mensajes anti liberacionista sigue siendo comunes hoy, aunque los medios han
cambiado. El mal también tiene su propaganda, su departamento de publicidad. La
cruz sigue allí, parada como mensaje claro de Dios al hombre. En Cristo Dios se
pronunció definitivamente para traer salvación.
Quisiera
terminar con tres observaciones. Primera:
el grito. Los salmos nos permiten asumir “la espiritualidad del grito”. Una
forma de celebrar la fe que no ignora el sufrimiento y el dolor, sino que nos
permite elaborarlos y remitirlos a Dios en “oración querellosa”. Las crisis hay
que expresarlas, elaborarlas, asumirlas. Desgraciadamente la fe ha servido más
bien para negar el dolor y perpetuar así la tragedia. Miro con sospecha la
espiritualidad del confort que no
grita con dolores propios o ajenos; que solo ríe con el que ríe, pero que, como
dice la sentencia paulina, no llora con los que lloran.
Segunda: el nombre. Absalón es la negación de la posibilidad del bien, de la paz. Su
nombre no influyó su carácter. Para la espiritualidad fetichista
Latinoamericana, que pone nombres Bíblicos a los suyos como garantía de éxito y
prestigio, esto es una voz de alerta. No
basta un nombre Bíblico es necesario la formación de un carácter Bíblico
(cristiano). Tercera: la posibilidad.
Lo normal, el poeta y nosotros lo sabemos, es que en situaciones críticas el
insomnio nos visite. Todos hemos experimentado alguna vez, en mayor o menor grado,
esa sensación de no poder conciliar el sueño a causa de nuestras crisis. El
salmista no emite fórmulas mágicas, no está diciendo que sea fácil, pero si
deja abierta la posibilidad de que en medio de situaciones críticas, podamos
dormir confiados en brazos de papá. Piense. Ore. Duerma. Fin.
Pienso...
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