Negando
a Dios. Parte I
Testimonio
y anti-testimonio en tercera de Juan
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 69
La
tercera carta de Juan es una de las más cortas del Nuevo Testamento pero no por
ello deja de plantearnos un mensaje profundo e incómodo en una época en la que
está “prohibido prohibir”, donde la tolerancia doctrinal se disfraza con
piedad, donde el liderazgo eclesial dejo de ser una condición para el servicio
para convertirse en un puesto desde donde se manipula y se coarta la libertad
cristiana, donde se castra la historia eclesiástica y la auténtica “tradición
apostólica”; asuntos estos, que esta pequeña carta nos pone en la mesa para la
reflexión. En este escrito, en medio de un ambiente cordial y amistoso, pero
con tono decidido, “el anciano” elogia a
Gayo por su testimonio (conducta), le advierte sobre la conducta de Diótrefes
(anti-testimonio) y le recomienda a Demetrio por su conducta (testimonio).
El texto presenta una estructura quiastica que iremos
desarrollando a fin de aclarar el mensaje de la carta ayer y sus implicaciones
hoy[1]. La primera parte hace
referencia a los saludos (a-a’). Al parecer Gayo estaba quebrantado de salud
pero tenía una espiritualidad ferviente; el anciano[2] desea para Gayo que, en
términos metafóricos, su salud física sea tan buena como su salud “espiritual”
(vv. 1-2)[3]. La espiritualidad de Gayo
contrasta exponencialmente con su materialidad aunque esta no se niega; sin
embargo, para muchos de nosotros hoy es la materialidad es la que contrasta con
nuestras espiritualidades y las niega como piezas del museo. Por eso hoy, como
bien lo declara Beyer[4], deberíamos decir a
algunas personas: ojalá que tu vida espiritual prospere tanto como tu bienestar
material. Gente metida en la loca carrera por el dinero, el éxito y el honor,
generalmente es pobre espiritualmente. El trabajo, los negocios, el consumismo
de nuestros días, y muchas cosas de la vida cotidiana impiden muchas veces la
alimentación del alma. Poco se hace por la vida espiritual. El saludo cierra
con el deseo de ver a Gayo. Así, el argumento usa los sentidos del oído y la
vista: inicia “oyendo” el testimonio de Gayo y termina con deseos de “ver” a
Gayo (vv. 13-15).
Lo que
viene a continuación es lo que el
anciano va a decir respecto a la espiritualidad de Gayo; su testimonio en
comunidad, y también habla en paralelo del testimonio de Demetrio (b-b’). El
anciano recibe con gozo lo que los hermanos cuentan de Gayo: es un hombre de la
verdad (vv. 4-8). La “verdad”, palabra clave en los escritos de Juan, no
es un término filosófico, sino Cristo mismo y su evangelio (Jn 14:6; 17:17). Cristo
entonces marcaba su andar, su práctica y su vida. La verdad se vive en el
contexto de la comunidad y se expresa en el amor hacia los misioneros o
predicadores itinerantes. Gayo es también misionero, no porque traspasa
fronteras geográficas, sino porque traspasa las fronteras de la antipatía y se
compromete, brindando apoyo, con aquellos que anuncian la fe[5]. El testimonio de
Demetrio, por otro lado, viene de tres fuentes; 1) “Todos”; 2) La verdad misma;
y, 3) El anciano (v. 12). El argumento hasta como sigue: usando la simpatía de
Gayo el anciano le recomienda a Demetrio y su integridad frente a algunas dudas
que en el ambiente podían estarse dando, y en contraste con el personaje que se
va a presentar a continuación.
Si Gayo
y Demetrio son muestras integras de un testimonio cristiano, Diótrefes
representa el contraste o el anti-testimonio. Esto se evidencia en, 1) El afán
de dominio: la búsqueda del poder y señorío sobre los demás que socaba el
“espíritu” de comunidad, 2) Puyas malignas: la intención de dañar a otros con
violencia verbal, 3) Exclusión fraterna: no aceptaba a los misioneros
itinerantes y a aquellos que se identificaban con estos. Esto último es curioso
ya que su nombre significa "amamantado por Zeus”. Qué irónico es que el
hombre criado por "Zeus" está en contra de los viajeros cuando
"Zeus", fue el protector "de viajeros”. Es como si se dijera,
haciendo eco de la mariología popular, “se llama María del Carmen y no gusta de
los conductores”. El anciano aplica esta actitud a Gayo[6]: el rechazo de los
predicadores, la falta de amor y solidaridad, el deseo de poder y la negación
del testimonio apostólico son actitudes maldadosas y niegan la experiencia de
Dios en la vida del individuo. La identidad del que es mal ejemplo es tan clara
como la advertencia perentoria y, el autor no esconde nada en lo absoluto. El
tono amistoso del autor no está en contraste con su severidad hacia la actitud
de Diótrefes. En nuestra próxima
entrega, analizaremos un poco el mensaje de esta pequeña carta en relación al
hoy, especialmente, el hacer teológico,
la espiritualidad y la pastoral. Continuará.
[1] a. Saludo inicial, vv. 1,2; b. Testimonio de gayo, vv. 4-8; c. El
antitestimonio de Diótrefes, vv. 9-11; b’. Testimonio de Demetrio, v. 12; a’. Saludo
final, vv. 13-15.
[2] El autor se llama a sí mismo
“anciano” apelando a una posición de autoridad y de respeto que ocupa en la
iglesia (Cp. 2 Jn 1:1). Esta carta entonces no solo tiene un toque personal
sino también comunitario (Cp. Hech
11:3; 14:3; 1 Tim 5:17; 1 Ped 5:1). Así el autor escribe como lo hiciera hoy un
líder de una iglesia local: “el pastor…”.
[3] El término “prosperidad” aquí
debe entenderse en el contexto del saludo y deseo y no como prosperidad
material a ultranza.
[5] En los días de
Juan enseñó habían muchos maestros que viajan por el dinero y reputación. Los
maestros de Dios (predicadores, evangelistas) debían ser ayudados no por sus
palabras, sino por su Señor, en cuya misión que estaban involucrados con
sacrificio.
[6] Se presenta en
forma de quiasmo así: a. No imites lo
malo, v. 11a; b. Sino lo que es bueno, v. 11b; b’. Lo bueno procede de Dios, v. 11c; a’. El
malo no ha visto a Dios, v. 11d.
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