AL CIELO SE LLEGA
DESCENDIENDO.
Una lectura actual de
Filipenses 2:5-11.
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 214
En
memoria de Samuel Escobar, Teólogo latinoamericano, fundador de la FTL
(Fraternidad Teológica Latinoamericana), quien nos enseñó a pensar la fe en
contexto y desde nuestras categorías.
v. 5. Oigan,
piensen ustedes como Jesús y que esa forma de pensar oriente sus relaciones, y
en términos generales, toda la existencia. Esta palabra que uso aquí, frónesis,
implica sentir y pensar, sin esa división que ustedes hacen entre razón y
emoción. Es, diría Fals Borda, una fe “Sentipensante”. ¿Cómo pensó Jesús? Se
preguntarán, pues miren:
v. 6. En ese
mundo donde el Cesar, “el Señor”, se presentaba como Dios desde “su APOTEOSIS”
(pompa imperial), Jesús renunció a ser Dios y se presentó desde su “KENOSIS”,
esto es, se despojó de toda dignidad, de todo intento de imponerse a partir del
título o la posición; renunció a colonizar. Su experiencia fue Decolonial.
Y, una vez renunció a eso, siguió su Descenso, en ese
mundo de Ascensos, presentándose como un sencillo hombre. En Jesús también
tenemos algo relacionado con Adán, léase Adán aquí, no como individuo concreto,
sino como “raza”, ser humano. Mientras que Adán quiso ser Dios, Jesús llegó a ser
hombre, esto es, plenamente humano. Así, lo no es la divinización del hombre la
que celebramos, sino la humanización de Dios, la que reconocemos.
vv. 7-8. Y, una
vez hecho humano, se degradó aún más, presentándose como siervo, esto es, como
un servidor de los demás. Jesús no vino a sentarse en un trono y a decirnos,
como proclamaban los poderosos: "Adórenme". Vino a tomar la toalla
del servicio, como hacían los siervos, y a decirnos: "Imítenme".
Entonces, dada esta propuesta revolucionaria, los poderes se sintieron
intimidados, cuestionados y desafiados, y, en vez de optar por la conversón,
esto es, por abandonar el poder o resignificarlo, decidieron asesinar a Jesús.
Lo mataron porque su vida fue vivida en “modo profético”, no anunciando el
futuro, sino denunciando su presente. Y murió la muerte más vergonzosa, la
reservada para los rebeldes y sediciosos, fue crucificado. Su victoria no fue
aplastante, sino “ser aplastado”, a través de una suerte de, dirían ustedes
hoy, Resistencia Pacífica. Fue una vida que se vivió en descenso, no en
ascenso. Pues, tal vez, en el Reino de Dios, la escalera que lleva al cielo, no
se sube hacia arriba, se desciende hasta abajo. Es el mundo al revés.
v. 9. Y,
¿Adivinen qué? Resulta que Dios termina aprobando a la víctima, al crucificado.
Eso suena desinfectado y domesticado hoy, pero, decir eso en mi tiempo, era
escandaloso. Un hombre humilde, que vivió en descenso, casi como un perdedor,
crucificado por lo poderes políticos y religiosos que lo rechazaron, termina
siendo aprobado por Dios. Dios le dio un nombre que es “sobre todo nombre”, es
decir, que lo más “sobre”, lo más “grande” en esta vida, es vivir como vivió
Jesús. Ese “Sobre”, no significa que ahora el crucificado se levanta para
imponerse, no, sería incurrir en las mismas lógicas de poder que cuestionó,
significa que no hay nada más grande que el servicio y el descenso salvador.
vv. 10-11. Y, bueno, ustedes saben que soy un soñador, un idealista. Se espera entonces que toda rodilla y toda lengua confiese que Jesús es el Señor: es decir, que nuestras lealtades y confesiones sean dirigidas por el modo de pensar de Jesús, quien es señor, no en virtud del control, sino en virtud de la renuncia y la entrega. Repito: “doblar rodillas” (en el contexto de la crisis relacional filipense) es una imagen que habla de la deposición de todo orgullo, de toda altivez, de toda pretensión de dominio del hombre sobre el hombre, de la renuncia a toda “ley” de ventaja; “doblar rodilla” significa "vaciarse" como Cristo, pensar como Cristo. Así las cosas, Cristo es modelo, no porque sea Dios, sino porque es verdaderamente hombre (léase, humano). Confesar es tener un lenguaje de servicio, no de poder y conquista.
Y finalmente, todo esto es “para Gloria de Dios Padre”. Glorificar a Dios no es decir: “Gloria a Dios”, es, en este contexto, vivir reconociendo al modelo de vida de Jesús y vivir como el, en Descenso. Glorificamos al Padre, cuando pensamos como Jesús.
Así, al cielo, esto es, a la vida de Dios y su proyecto de justicia, no se llega SUBIENDO, sino, DESCENDIENDO.