LOS PROFETAS: CONCIENCIA CRÍTICA
Y UTÓPICA DE ISRAEL.
Pequeña introducción a la
lectura de los Profetas
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 212
¡Ah, los profetas! Esos rebeldes y
contestatarios; esos insurrectos que, únicamente usando el arma de la voz, se
enfrentaron al mundo; no se sometían a nadie, se debían solo a Dios. Y, por
esto eran temidos por los establecimientos políticos y religiosos. Se dice, por
ejemplo, que Isaías murió aserrado durante el reinado de Manases: Al poder no
le gustó el mensaje. Los profetas denunciaban con sus voces, eso que
Brueggemman llama: “La ideología dominante”. Eran soñadores, anunciantes de
“Otro mundo posible”.
Desde la crisis del exilio que vivió el
Pueblo de Israel, reino del norte y reino del sur, a los Profetas se les
clasifica como: Pre-exílicos, Exilicos y Pos -exilicos. El mensaje de los
profetas Pre-exílicos se centra en advertirle al pueblo sobre la necesidad de
revisar la vida, arrepentirse, para no “perder la tierra”, esto es: vivir el
éxodo al revés; ya en el exilio, el mensaje de los profetas exílicos se centra
en el consuelo y la esperanza para un pueblo fracturado por la crisis (surge
aquí la idea de la esperanza mesiánica) y, el mensaje de los profetas
Pos-exilicos se ubica en la necesidad de la reconstrucción después de la
tragedia. También se les clasifica como escritores y no. Dentro de los
escritores, todos aquellos cuyos libros llevan sus nombres; no escritores,
Elías y Eliseo, por ejemplo.
El profeta no es el que “adivina el futuro”, el
profeta es el que lee e interpreta críticamente su presente, desde esa lectura
hace proyecciones (“acontecerá, sucederá”). Diríamos hoy: crítico social.
Arroja insumos necesarios para saber cómo debemos vivir en sociedad. Fee &
Stuart dicen que tan solo el 5% de todo el material profético es predictivo
(tiene que ver con el futuro), lo demás, el 95%, tiene que ver con asuntos del
presente del profeta y de sus realidades. El profeta es un “indignado social”,
su indignación arroja hoy las rutas necesarias para una autentica
espiritualidad profética. No obstante, en la espiritualidad cristiana, dice
Pagola, “hay demasiados cantos y pocos gritos de indignación, demasiada
complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca
hambre de justicia.”
El profeta
aparece, cómo crítico, en contra peso al poder de la monarquía, de los reyes.
En los libros de los reyes, por ejemplo, la mayor cantidad de material está
dedicada al mensaje de los profetas, como una invitación a leer críticamente al
poder. Debemos leer a los reyes con “ojos de profeta”, con conciencia crítica.
El profeta se presenta con una visión alternativa de la sociedad fundado en la
“justicia social”. La gente dice: “Dios quita y pone reyes”, y si (no tan
aplicable en modelos políticos democráticos), pero olvidan que por cada rey
había un profeta que lo criticaba, que lo invitaba a la conversión: Saul tuvo
su Samuel, David tuvo a su Natán y Acab tuvo su Elías. ¿Por qué creen ustedes
que los profetas no eran populares?
“Tus cultos me
dan asco”, denuncia Isaías. Los profetas fueron grandes críticos de la piedad
que solo se queda en la formula correcta, el sacrificio correcto, pero que no
“se sacrifican” por los demás. Una razón: siempre será más fácil decirle a Dios
“en adoración” que lo amamos, pero, será siempre será más difícil decirle al
hermano, en donación y servicio, que lo amamos. Siempre será más fácil amar a
Dios, cumplir con el rito. Por esto, dos asuntos: 1). En la Biblia no puedes
llegar a Dios ignorando o saltándote al prójimo; 2). Dios quiere ser amado y
servido en los demás. “Pedro, ¿tú me amas?... entonces vive para los demás”. No
puedes adorar al que “está sentado en el torno”, ignorando al que “está sentado
a tu lado”. Los profetas denuncian a esos que son “buenos para amar a Dios”,
pero malos con el amor al prójimo. El profeta Isaías denuncia a los que
acumulan tierra, a los terratenientes, les dice: “¿es que ustedes quieren vivir
solos en el mundo?” Denuncia también a los que justifican el mal, a los que
llaman a lo malo bueno, a los que justifican la violencia. Denuncia los
sobornos, a los que venden la justicia, a la corrupción.
Los profetas no eran sacerdotes, a excepción de Ezequiel. Los sacerdotes eran “protectores” de las “cosas sagradas” (templo, ritos, etc); el profeta era un defensor de los “valores sagrados”: la vida humana, la justicia, el pobre, la misericordia, etc. Ellos carecían de una virtud que nosotros tenemos en demasía: “La prudencia” (camuflada a veces con indiferencia, comodidad, miedo o apoyo al orden presente de cosas, sistema, para el evangelio, “el mundo”). De ahí la diferencia entre la espiritualidad profética, y la espiritualidad sacerdotal. Jesús se matricula en esta última.
A través de la Denuncia de la injusticia, del anuncio de la salvación (esperanza) y la invitación a la conversión, los profetas soñaban un mundo distinto, uno donde todas las fuerzas contrarias se unieran en un gran abrazo de hermanada y fraternidad. Isaías se imagina un mundo en donde la Paz es tal, que ni siquiera entre los animales habrá violencia: “estarán juntos el lobo y le cordero y un niño los guiará”, afirma. Una Vaca y una Osa criaran juntas a sus hijos. El niño podrá jugar en la cueva de la serpiente, ¿se imaginan eso? Ni los sueños más locos de la humanidad llegan a tanto. Un mundo donde las armas de guerra, espadas, arcos y flechas, se convertirían en instrumentos para labrar la tierra.
¡Ah, cuanta
falta hacen por aquí esos vagabundos desadaptados!
FIN, O, POR FIN.