La casa de Dios
Mini teología Bíblica del templo
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero118
Al leer las páginas de la
Biblia no podemos negar la importancia de la institución templaria para la
experiencia de fe de Israel y la iglesia. En esta pequeña reflexión sobre un
tema tan rico y complejo, trataré de contestar dos preguntas fundamentales; ¿por
qué necesitaba Israel un templo/tabernáculo para comunicarse con Dios?,
¿Necesitamos nosotros un templo hoy para comunicarnos con Dios? Empecemos
mirando el Antiguo Testamento. En el Edén el hombre disfrutaba de la comunión
plena y continua de Dios, no había necesidad de templo, la condición era la de
un constante “Emmanuel” (Dios con nosotros). El séptimo día en el primer relato
creacional no se cierra, no se clausura, en este no se repite el estribillo “y
fue la tarde y fue la mañana…” (Gen 2:1-3). El universo recién creado es como
un gran templo en donde todas las criaturas rinden culto al creador y disfrutan
de plena comunión con él. Es más, al cerrar con el sábado, el relato creacional
en mención termina con sabor litúrgico, invita al culto y a la adoración (Cp. Ex 20:4; Dt 5:12). El hombre es un
ser religioso, vive para adorar, encuentra su sentido pleno al abrirse a la
divinidad y encontrarse en la comunidad de culto.
La situación cambia cuando el hombre peca, ahora se
esconde de Dios y de esta manera pierde la comunión plena y continua con Dios,
se da la ruptura con “Emmanuel”. A pesar de esto, Dios sigue interesado en el
hombre, no lo abandona a su suerte, lo busca y toma la iniciativa de
restablecer y restaurar la comunión. Al llamar al hombre y preguntarle ¿Dónde
estás tú? Dios invita al dialogo, no quiere imponerse; quiere escuchar, quiere
dialogar, quiere acompañar, quiere restaurar. La expulsión del huerto es castigo
y gracia a la vez: castigo porque el hombre debe ser responsable por sus actos,
gracia porque exiliado el hombre ahora experimenta el poder seductor de su
creador para que se vuelva a él y sea restaurado. En el libro del Éxodo, Dios
da las indicaciones para que se le construya un tabernáculo. Notemos que las
dos terceras partes del libro tratan de la construcción de “la casa de Dios (Ex
25:1-8). Dios quiere morar en medio de su pueblo: en el libro Israel vive un
éxodo y Dios vive también el suyo. Antes de conquistar la tierra, el pueblo
debe aprender a adorar. Al final de las jornadas de construcción, la gloria de
Dios llena el tabernáculo (Ex 40:34-38). Esta es la manifestación de Emmanuel,
Dios viviendo en medio de su pueblo. Ahora,
con un Dios santo viviendo en medio de su pueblo, se deben tomar las medidas
pertinentes; el libro de levítico, cuyo trasfondo litúrgico es el tabernáculo,
es una especie de “manual” de cómo vivir delante de un Dios santo y no morir en
el intento, porque un Dios santo exige santidad (Lv 19:1-2).
Después que Israel se estableció como un pueblo sedentario y Dios les dio reposo de sus enemigos, el rey David pensó en
construir una casa al Señor, ante esto, Dios mismo le hace saber por medio del
profeta Natán que era el quien le haría una casa a David, hablando de la
dinastía davídica (2 Sam 7:1-29). Aquí vemos otra vez a Dios tomando la
iniciativa. No obstante a David se le niega la posibilidad de la construcción
del templo debido a sus manos manchadas en sangre. Fue Salomón quien se encargó
de la construcción del templo y llevó la obra a feliz término (1 Rey 8:22-61; 2
Cro 6:12-42). Uno de los asuntos más importantes de los relatos del templo en
Reyes y Crónicas es la oración de dedicación que hace Salomón: la oración dice,
entre otros asuntos, que el templo será el lugar para acercarse a Dios, pero su
morada está en el cielo y desde allí los escuchará. El templo es un lugar para
orar a Dios, para tener comunión y para la confesión de pecados. También se
contempla el hecho de que los extranjeros vengan al templo y también se
acerquen a Dios en oración (Cp. Dt
12). Ahora, el culto se pervirtió cuando el templo dejó de servir para su
propósito original y se convirtió en fetiche que inspiraba seguridad a pesar de
la ruina moral del pueblo y sus gobernantes (Jer 7:1-34). Por ello, cuando
Babilonia invade a Judá, la institución del templo y el culto allí colapsa. Los
vestigios de esperanza pos exílica que ven restaurado al templo se notan en las
voces de Zacarías, Hageo y en Esdras y Nehemías; pero aun así, la gloria
profetizada y narrada queda diferida. Esto último será relevante para entender
la crítica de Jesús al templo y la adoración a partir de Jesús como Mesías.
La propuesta del templo era la de establecer la comunión
con Dios. Era un punto de contacto visible entre Dios y los hombres. En el
libro del profeta Isaías, Dios dice que “su casa será llamada casa de oración
para todos los pueblos” (Is 56:7). Pero Israel profanó el templo con su pecado
y lo convirtió en una especie de talismán/amuleto en donde ya no importaba la
relación que Dios demandaba de santidad y se acercaban de cualquier manera,
confiando no en Dios sino en el templo como tal, que muy a pesar de su
condición lo consideraban como icono sagrado. A esta “teología de seguridad
nacional” se le conoce como “la teología del monte Sión”. Miqueas critica esta
forma de ver el asunto respondiendo con “la teología del monte Horeb” (Miq
6:6-8). Jeremías, como ya lo dijimos, afirma de manera fuerte y vehemente que
“la casa del Señor la han convertido en cueva de ladrones (Jer: 7:1-34). Israel
puso su confianza en el templo y no en el Dios de los cielos. Lo que debía ser
medio se convirtió en fin. Se idolatró el templo y este dejó de cumplir su
función para la cual fue constituido. Dios hará juicio sobre ese templo y
levantará uno nuevo, ¿Cómo?, ¿Dónde?, ¿Cuándo? Continuará.
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