martes, 19 de junio de 2018

La canción del despojado (1)


La canción del despojado (1)
Cristología para una comunidad en crisis
Fil 2:1:11
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 195
Empiezo compartiendo esta serie bajo la siguiente tesis o afirmación: las declaraciones cristológicas más importantes del NT se expresan a través de himnos[1]. Antes de volverse una disciplina analítica, a veces seca, mirada con sospecha y recelo, la teología nació cantando. Muchos pasajes clásicos de la teología sistemática nacieron como himnos que cantaba la comunidad (Fil 2:5-11; Col 1:15-20). Los primeros credos suelen mostrar una estructura métrica e hímnica (Ro 10:9-10; Col 3:16; 1 Tm 3:16; Tit 3:4-7). El ser humano, que al ser creado recibió el soplo divino, fue hecho para adorar a Dios con todo su ser y proclamar su grandeza. La tarea del teólogo es la de articular para la comunidad las armonías y las melodías de la fe. El himno de Filipenses 2:6-11 es al parecer pre paulino (no original de Pablo pero si con algunos matices paulinos), circulaba y se cantaba en algunas comunidades del primer siglo como declaración cristológica temprana[2]. Aquí se resume el drama de la encarnación y se nos canta de manera profunda el clímax de la historia de la salvación. El texto está estructurado de la siguiente manera: una obertura o introducción, vv. 1-5, la primera estrofa, vv. 6-8 y la segunda estrofa, vv. 9-11. En la obertura, Pablo alaba algunas virtudes y critica algunos vicios en el seno de la comunidad[3]. Recordemos que Pablo escribe a una comunidad en crisis en el seno de sus relaciones, estas estaban marcadas por la competencia (el más fuerte), el orgullo (el ego) y el espíritu individualista (el selfie)[4]. Toda la práctica de la piedad y las relaciones interpersonales estaban transversadas por los vicios mencionados (4:2), aún la tarea evangelistica estaba manchada por el espíritu de competencia (1:15).   
            Pablo empieza a decirles que revisen su forma de “pensar” o de “sentir” (2:2, 5; 4:2) el apóstol quiere ir al fondo del asunto, al sustrato inicial y fundamental de la experiencia humana, quiere empezar por la mente, el pensamiento. Ya lo decía el proverbista, “el hombre es lo que piensa” (Pr 23:7). Y es que, “el diagnóstico de una existencia humana, de un hombre, de un pueblo, de una época, tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones. Son éstas el suelo de nuestra vida. Por eso se dice que en ellas el hombre está. Las creencias son lo que verdaderamente constituye el estado del hombre”. Para el diagnóstico de la situación, una comunidad en crisis de relaciones, Pablo no busca a un motivador profesional, les va a proponer un modelo mucho más sugestivo, revolucionario y contradictorio; les va a hablar de Cristo mismo, al que ellos dicen seguir, de quien ellos dicen ser sus discípulos. Les desafía pensar como Cristo pensó, les va proponer una cristología “baja” y relacional. Así, la relación con Cristo no solo arregla un problema vertical, con Dios; sino que también es modelo para los problemas horizontales, con el prójimo. Pablo introduce en su argumento un himno, este resume la confesión de las comunidades primitivas frente a lo que creían y pensaban de Jesús el Señor. Veámoslo.
            Primera estrofa, vv. 6-8. El himno comienza confesando la divinidad de Jesús: siendo imagen, o en forma, de Dios, nos escogió, para reflejar esta imagen, el camino del poder, del honor, o del dominio, sino el de la impotencia, la entrega y el vaciamiento. La estrofa habla de su condición divina: “forma de Dios”; de su condición antropológica: “se volvió hombre”; de su condición social: “posición de siervo” (Is 52:13-53:12); y de su condición misionera y política: “obediente hasta la muerte de cruz”. La cruz estaba reservada para los insurgentes, roma mostraba el control, el poder. Me imagino el golpe bajo de esta visión cristológica para aquellos que experimentaban a Dios desde el poder, la competencia y el orgullo. Así, el himno puede leerse en clave dramática, como si Jesús, el cristo, irrumpiera en la historia humana para mostrar la forma de vida adecuada entre los miembros de la comunidad que dice confesarlo[5]. No es casualidad que el texto declare: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús…” (Fil 2:3-5). Jesús opto por un camino diferente al de Adán, que, creado a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1:26-27), codició el convertirse en dios (Gn 3:5, 22). Mientras que Adán con ese comportamiento no se estaba pareciendo al Dios del que era imagen, Jesús en la cruz lo imitó perfectamente: renunció a la posibilidad de recibir el honor que le correspondía como hijo de Dios, rechazó la posibilidad de “hacerse adorar”, y acepto la impotencia y la muerte para que otros tengan vida. Si, Jesús siendo en forma de Dios, actúa de manera distinta a los gobernantes políticos conocidos por la comunidad de fe en Filipos. Continuará.


[2] GOURGUES, Michel. Rezar los himnos del Nuevo Testamento. Verbo Divino-Estella (Navarra), 1998, p. 50. 
[3] La oración condicional que se usa en los veros 1 y 2 es de clase I o de condición real en donde la condición se da por sentada; es decir, está ocurriendo, no está en duda. En este caso, Pablo no está dudando que estas virtudes estén sino que las está dando por sentadas (Cp. Mt 4:3).
[4] En la cárcel Pablo recibe, a través de Epafrodito, la noticia de que la comunidad estaba dividida.
[5] ROSELL NEBREDA, Sergio. La nueva identidad de los cristianos: el himno a cristo en la carta a los Filipenses. Sígueme – Salamanca, 2010, p 82.

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