La canción del despojado (1)
Cristología para una comunidad en crisis
Fil 2:1:11
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 195
Empiezo compartiendo esta serie bajo la
siguiente tesis o afirmación: las declaraciones cristológicas más importantes
del NT se expresan a través de himnos[1].
Antes de volverse una disciplina analítica, a veces seca, mirada con sospecha y
recelo, la teología nació cantando. Muchos pasajes clásicos de la teología
sistemática nacieron como himnos que cantaba la comunidad (Fil 2:5-11; Col 1:15-20).
Los primeros credos suelen mostrar una estructura métrica e hímnica (Ro
10:9-10; Col 3:16; 1 Tm 3:16; Tit 3:4-7). El ser humano, que al ser creado
recibió el soplo divino, fue hecho para adorar a Dios con todo su ser y
proclamar su grandeza. La tarea del teólogo es la de articular para la
comunidad las armonías y las melodías de la fe. El himno de Filipenses 2:6-11
es al parecer pre paulino (no original de Pablo pero si con algunos matices
paulinos), circulaba y se cantaba en algunas comunidades del primer siglo como declaración
cristológica temprana[2].
Aquí se resume el drama de la encarnación y se nos canta de manera profunda el clímax
de la historia de la salvación. El texto está estructurado de la siguiente
manera: una obertura o introducción, vv. 1-5, la primera estrofa, vv. 6-8 y la
segunda estrofa, vv. 9-11. En la obertura, Pablo alaba algunas virtudes y
critica algunos vicios en el seno de la comunidad[3].
Recordemos que Pablo escribe a una comunidad en crisis en el seno de sus
relaciones, estas estaban marcadas por la competencia (el más fuerte), el orgullo
(el ego) y el espíritu individualista (el selfie)[4].
Toda la práctica de la piedad y las relaciones interpersonales estaban
transversadas por los vicios mencionados (4:2), aún la tarea evangelistica
estaba manchada por el espíritu de competencia (1:15).
Pablo
empieza a decirles que revisen su forma de “pensar” o de “sentir” (2:2, 5; 4:2)
el apóstol quiere ir al fondo del asunto, al sustrato inicial y fundamental de
la experiencia humana, quiere empezar por la mente, el pensamiento. Ya lo decía
el proverbista, “el hombre es lo que piensa” (Pr 23:7). Y es que, “el
diagnóstico de una existencia humana, de un hombre, de un pueblo, de una época,
tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones. Son éstas el
suelo de nuestra vida. Por eso se dice que en ellas el hombre está. Las
creencias son lo que verdaderamente constituye el estado del hombre”. Para el
diagnóstico de la situación, una comunidad en crisis de relaciones, Pablo no
busca a un motivador profesional, les va a proponer un modelo mucho más
sugestivo, revolucionario y contradictorio; les va a hablar de Cristo mismo, al
que ellos dicen seguir, de quien ellos dicen ser sus discípulos. Les desafía
pensar como Cristo pensó, les va proponer una cristología “baja” y relacional. Así,
la relación con Cristo no solo arregla un problema vertical, con Dios; sino que
también es modelo para los problemas horizontales, con el prójimo. Pablo
introduce en su argumento un himno, este resume la confesión de las comunidades
primitivas frente a lo que creían y pensaban de Jesús el Señor. Veámoslo.
Primera estrofa, vv. 6-8. El himno
comienza confesando la divinidad de Jesús: siendo imagen, o en forma, de Dios,
nos escogió, para reflejar esta imagen, el camino del poder, del honor, o del dominio,
sino el de la impotencia, la entrega y el vaciamiento. La estrofa habla de su
condición divina: “forma de Dios”; de su condición antropológica: “se volvió hombre”;
de su condición social: “posición de siervo” (Is 52:13-53:12); y de su
condición misionera y política: “obediente hasta la muerte de cruz”. La cruz
estaba reservada para los insurgentes, roma mostraba el control, el poder. Me imagino
el golpe bajo de esta visión cristológica para aquellos que experimentaban a
Dios desde el poder, la competencia y el orgullo. Así, el himno puede leerse en
clave dramática, como si Jesús, el cristo, irrumpiera en la historia humana para
mostrar la forma de vida adecuada entre los miembros de la comunidad que dice
confesarlo[5].
No es casualidad que el texto declare: “Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús…” (Fil 2:3-5). Jesús opto por
un camino diferente al de Adán, que, creado a “imagen y semejanza de Dios” (Gn
1:26-27), codició el convertirse en dios (Gn 3:5, 22). Mientras que Adán con
ese comportamiento no se estaba pareciendo al Dios del que era imagen, Jesús en
la cruz lo imitó perfectamente: renunció a la posibilidad de recibir el honor
que le correspondía como hijo de Dios, rechazó la posibilidad de “hacerse
adorar”, y acepto la impotencia y la muerte para que otros tengan vida. Si, Jesús
siendo en forma de Dios, actúa de manera distinta a los gobernantes políticos conocidos
por la comunidad de fe en Filipos. Continuará.
[2] GOURGUES, Michel. Rezar los himnos del Nuevo Testamento. Verbo
Divino-Estella (Navarra), 1998, p. 50.
[3] La oración condicional que se
usa en los veros 1 y 2 es de clase I o de condición real en donde la condición
se da por sentada; es decir, está ocurriendo, no está en duda. En este caso,
Pablo no está dudando que estas virtudes estén sino que las está dando por
sentadas (Cp. Mt 4:3).
[4] En la cárcel Pablo recibe, a
través de Epafrodito, la noticia de que la comunidad estaba dividida.
[5] ROSELL NEBREDA, Sergio. La nueva identidad de los cristianos: el
himno a cristo en la carta a los Filipenses. Sígueme – Salamanca, 2010, p
82.
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