La suegra de Pedro y la mía: Discipulado y vida de fe en el
relato de la suegra de Pedro
Mrc 1:29-31
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 141
Cuando el evangelio decide hablar de entrega y
de la manera en la que la vida de fe se expresa escoge hacerlo con una palabra
que de entrada no inspira grandeza ni prestigio; lo hace usando la palabra diakonos o servidor (Mrc 1:31, 10:45; Lc
10:40; Jn 2:5-9). Esta palabra era usada en los tiempos del NT en el ámbito del
servicio y aludía a funciones tales como: atender las mesas, lavar los pies de
las visitas, cargar “maletas” en las casa-hoteles, repartir bebida en las
fiestas o cocinar. Jesús mismo definió su vocación como servicio (Mt 20:28). Así quedó definida también la que debe ser la
vocación de todo cristiano: servir. Este concepto proporciona al evangelio uno
de sus tantos escándalos. En el relato de Marcos 1:29-31 aparece por segunda
vez el concepto de servicio pero asociado a la sanidad de la suegra de Pedro (Cp. Mrc 1:13). Este relato no ha pasado
entre nosotros de lo anecdótico y lo jovial, esto por dos razones: 1). Por la
“sospecha cultural” con la que miramos a la suegra, por lo menos en
Latinoamérica. A la suegra siempre se le ve con desconfianza y recelo, lo único
que nos gusta de la suegra es su hija (o hijo). El chiste popular dice: “que
viva la suegra… pero lejos”. 2). Se dice, de manera jovial, y como resultado de
“la sospecha cultural”, que Pedro negó a Jesús por que este le sano a su suegra
(le devolvió el “favor”). Estas dos realidades no quitan la verdad del texto,
pero si la opacan. Necesitamos sacudirnos un poco, ir más allá del chiste o
mejor dicho, indagar si hemos renunciado a la verdad del texto y nos hemos
escondido en lo anecdótico. Así, la gracia del chiste será pregunta posterior
¿De qué nos estamos riendo?
El
relato tiene tres escenas: primera
escena, Jesús va de la sinagoga a la casa, v. 29. Recordemos que la
sinagoga en Marcos es para Jesús un lugar de oposición pero también es el
indicativo de una religión excluyente: Jesús convierte a la sinagoga en lo que
debe ser, un escenario de liberación. Pero también la casa es escenario para la
liberación y la enseñanza[1].
No hay lugares vedados para el reino, no existe el falso dilema entre “secular
y espiritual”. El reino sorprende y asombra en lo cotidiano, en los detalles. Segunda escena, Jesús se entera del estado
de la suegra de Pedro, v. 30. Notemos que a Jesús le hablan de la
condición, Jesús no lo infiere por telepatía diciendo: “el Espíritu me dice que
hay alguien aquí con fiebre…”. La cama y la fiebre son categorías que expresan
postración y decaimiento. ¡Qué bueno por aquellos que se acuerdan de los
decaídos, los de cama y de los afiebrados y le hablan a Jesús de ellos!
Tercera escena, Jesús levanta a la suegra de
Pedro, v. 31. Notemos
las acciones de la escena: acercarse, tomar y levantar. Los gestos del reino en
la persona de Jesús: la cercanía y el contacto físico se hacen necesario para
la sanidad. Es cierto que “las cercanías” y “los contactos” hieren, pero
también es cierto que no hay sanidad en donde no hay “cercanías y contactos”. El
término “levantarse” no solo comunica que el estado de postración acabo sino
que también advierte que el texto debe leerse “en clave de resurrección” (Cp. Mrc 16:6). La mujer “se levanta” y
“comienza a servir”[2] He
aquí otro escándalo evangélico: recordemos que es sábado, ella, al igual que
Jesús, cuestiona con su “servicio” el asunto sabático. La mujer va de la
postración al servicio, a la diakonía.
Ahora, si integramos esto con lo que decíamos en la introducción… la suegra de
Pedro sería la primera modelo de discípulo en el evangelio. Cuando Jesús ofrece
un modelo de liderazgo distinto al de la dominación y el prestigio, se pone él
mismo como referente presentándose como un servidor, un diakonos (Mrc 10:45). Este es otro de los escándalos del
evangelio: una mujer, ignorada por la sociedad patriarcal judía y romana, es
ahora modelo de discípulo para todos. Siendo el servicio una “categoría amplia”
para el discipulado y el seguimiento de Cristo, el cristiano es alguien que
pasa de la enfermedad al servicio, a la imitación de Jesús, el siervo. Es
importante subrayar la extrema simplicidad de la escena central, que se
describe fuera de un marco de espectacularidad. El gesto de Cristo es natural,
expresa humanidad y familiaridad. Aquí, como en otros pasajes, el milagro no es
“teatro”. El reino de Dios entra en la vida de los hombres a través de la
puerta de servicio de la simplicidad (Is 53:4).
La Iglesia
debe volver a la imagen humilde y revolucionaria del servicio. A los
latinoamericanos nos quedó la noción, desde
la conquista y la colonia, de que las tareas que impliquen servicio deben
hacerla los indios y los negros, esto va acompañado del desprecio y la
humillación hacia aquellos que desempeñan estas tareas, además de ser tenidos
como menos. Solo la visita de Jesús, su
mano, puede levantarnos de la fiebre de grandeza, poder y prestigio; porque los
enfermos no son los que sirven sino los que piden ser servidos. Si la presencia
de Jesús está entre nosotros, en nuestros cultos y vidas, entonces debe
acontecer la revolución del servicio. Que nuestras suegras sean un recordatorio
de la necesidad de sudar nuestras fiebres y ser sanados por Jesús, solo la
sanidad nos capacita para el servicio. ¡Levántanos Señor Jesús! Fin.
[1] ¿Por qué Simón vive con los
suegros, aquí en Capernaún, cuando, según Juan (1: 44), su casa estaría en
Betsaida? Los usos orientales confirmarían esta cohabitación. Sobre todo por
razones de trabajo (y esto explica también la presencia de Andrés).
[2] Pronzato afirma: “La curación hace referencia a la salvación total
operada por el poder de Cristo. A través del mismo itinerario simbólico,
pasamos de la sinagoga (casa de la ley) a la “casa de Pedro”, o sea a la
iglesia.