jueves, 26 de noviembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (2)

¡Cristianos, salgan del closet! (2)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 138
La primera ruptura es filosófica, es decir, que desde la filosofía se han ido adoptando formas de creer (o pensar) que han condicionado para mal la conducta del creyente. Aquí encontramos, por lo menos, dos dimensiones temporales: una antigua y otra moderna. Veamos, 1). Desde la filosofía griega antigua, especialmente el platonismo, se asumió el dualismo entre “superior” e “inferior”, siendo lo primero “forma o ideas eternas” y lo segundo; “materia o asuntos temporales”. El interés entonces estaba en lo eterno, desdeñando lo temporal. Luego, en tiempos del NT, el gnosticismo asume esta forma de pensar desarrollando el dualismo entre espíritu y materia[1]. Lo espiritual, ideal o abstracto, es lo importante; lo material es malo. Este pensamiento fue aplicado a Dios, una divinidad distante que no entra en contacto con lo material (solo por mediaciones). Fue aplicado a Jesús: fue un espíritu, la encarnación no pudo ser y luego, a la vida de fe. Juan responde diciendo que Dios se hizo carne y que la comunidad que lo confiesa debe ser la comunidad de “tocables” (Jn 1:1; 1 Jn 1:1-4), también el credo apostólico empieza diciendo que Dios es creador. El dualismo entre lo espiritual y lo material como dos asuntos en tensión persiste en la iglesia hoy y no permite una experiencia de fe integral. 2). En la modernidad surge en Europa “el secularismo”: el mundo en su mayoría de edad, sale de la tutela de la religión y se entrega a la tutela de las ciencias. La fe es sacada de la ecuación y se reduce a su mínima expresión (casa, individual o personal). Es común escuchar a cristianos hablar de dos esferas de la experiencia de fe: la secular y la espiritual, como viviendo en dos mundos. Esta forma de pensar y actuar no permite al creyente vivir una vida de fe abierta y en todo lugar, la fe se vuelve clandestina o de “cada ocho días”. Así, por ejemplo, es más espiritual ir a la Iglesia el domingo que al trabajo el lunes. Lo curioso es que la mayoría de los que asumen estos dualismos son disque enemigos de la filosofía, no sabiendo que son “más papistas que el papa”.
            La segunda ruptura es teológica. Es decir, hay teologías nocivas para la salud de la iglesia y que deben ser revisadas. Aquí me referiré solo a una: la concepción teológica del templo. Muchos creyentes viven un “atraso teológico” a este respecto. Valoran el lugar de congregación como si fuera el templo tabernáculo del AT, es más, algunos templos evangélicos tienen las divisiones del tabernáculo: atrio, lugar santo y lugar santísimo. Al hacerlo así se desconoce la obra de Cristo volviendo a remendar el velo que la cruz rasgó. Se ignora aquella conversación de Jesús con la Samaritana en donde se declara la institución templaria como obsoleta y se libera la adoración de las cuatro paredes. Es común escuchar a los directores del culto cuando dicen, bien intencionados pero mal orientados, “Hermanos bienvenidos a la casa de Dios” (haciendo alusión a las cuatro paredes). Olvidándose de la sorpresa de Jacob cuando se encontró con el Señor fuera de la tienda tribal y tuvo que decir “ciertamente Dios está aquí”. Esta forma de pensar nos ha dividido, somos unos en el templo el domingo (porque Dios está allí) y otros fuera de él el resto de la semana (Dios no está). La adoración entonces se aprisiona otra vez, el velo del templo se vuelve a remendar y la vida cristiana toma carácter esquizofrénico.
            La tercera ruptura es litúrgica. Aquí, especialmente hago referencia a la forma en la que celebramos el culto congregacional. Las personas asisten muchas veces a un culto que tiene carácter somnífero, el culto propende por éxtasis emocionales que hacen que sus asistentes se olviden de sus realidades y entren a un estado de trance. Es común escuchar al director de alabanza, bien intencionado pero mal orientado, “hermano, concéntrese, olvídese de quien está a su lado…adore al Señor”. Sin  embargo en la Biblia, el culto no es para olvidar la realidad sino para asumirla desde la fe en Dios, el otro (el de al lado) no es estorbo para la adoración sino escenario del culto (Heb 10:25). El culto no es terapia para olvidar sino escenario para el recuerdo (Sal 103:1). La fe que se celebra es también una fe cerebral. Por otro lado  están los degustadores de la predicación. Van al culto y admiran la forma en la que el predicador hace su tarea… hablan de ello, pero no viven el mensaje. Un culto que invita a negar la realidad no es fiel al mensaje evangélico e impide que el creyente viva su fe en el día a día asumiendo sus realidades y complejidades (¿adoradores o consumidores?).
            La cuarta ruptura es comercial. En los primeros siglos la Iglesia “adoptó” el calendario litúrgico que hacía énfasis en algunos tiempos del año dónde se recordaban algunos de los eventos centrales de la historia de la salvación con clímax cristológico: adviento, pentecostés, natividad, pascua, cuaresma; etc. El centro era Cristo y el evangelio. Hoy, aunque algunas iglesias mantienen el calendario litúrgico, lo que está manejando la agenda litúrgica de la iglesia es el calendario comercial: día de las madres, día de amor y amistad; etc. El centro es el hombre ¡Como hemos cambiado! Las antiguas pero dicientes declaraciones litúrgicas tales como: “¡Aleluya!”, “Amén”, “maranata”, “Cristo vive”; han sido cambiadas por otras nuevas declaraciones, estas son: “soy un campeón”, “soy bendecido”, “me declaro sano”, etc. Las primeras estaban centradas en Dios y su obra, las segundas centradas en el hombre y sus caprichos. Estas son las rupturas que debemos hacer si queremos “vivir una fe que sale del closet”. Continuará.


[1] Agustín adaptó el pensamiento platónico y neoplatónico : vida contemplativa y vida activa. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¡Cristianos, salgan del closet! (1)

¡Cristianos, salgan del closet! (1)
La vida cristiana en tiempos líquidos y moral borrosa
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 137
Sé que el título de esta reflexión es bastante provocador, pero… eso es precisamente lo que busco. Con frecuencia es necesario recordar que la fe que profesamos es provocadora. Jesús mismo termina en una cruz por su mensaje provocador, subversivo y molesto. Recuerdo al profesor Theo Donner repetirnos una y otra vez en clase que es imposible leer los evangelios y sentirnos cómodos. Y, si al leerlos, la comodidad persiste, es que los hemos leído mal. La expresión “salir del closet” es un modismo que, aplicado a las personas, significa “declarar voluntaria y públicamente su homosexualidad”. En términos generales significa vivir públicamente y sin vergüenzas sociales o morales lo que se cree, lo que sé es y/o expresar lo que se piensa. El NT habla frecuentemente de la vida cristiana, especialmente esa dimensión pública y evidente, como un vestido (Ef 4:24; Col 3:10). Y, aprovechando la coyuntura legal y moral que atraviesa el país, podemos “redimir” la frase “salir del closet” (como pasó en la Biblia con “santidad” o en la historia de la Iglesia con “navidad”), y hablar de la necesidad de vivir la fe de manera intensa y sin miramientos. Porque parece ser que mientras la sociedad se destapa, la iglesia se esconde y la fe se vuelve clandestina.
Empecemos con dos textos que nos ayudaran a reflexionar la fe y “salir del closet”. En Mateo 5:14-16, iniciando el sermón del monte Jesús desafía a sus oyentes hablándoles de su identidad, lo que ellos son: “ustedes son la luz del mundo”. Recordemos que las bienaventuranzas terminan aludiendo la persecución a los discípulos por casusa del reino, frente a esto, con la imagen de la luz, Jesús les invita a la fidelidad y la identidad en tiempos de crisis. Así, Jesús destaca la visibilidad misionera del pueblo de Dios en la sociedad. Esto tal vez en contraste con la comunidad de Esenios que se fueron al desierto y esperaban allí la intervención de Dios. Las posibilidades para el pueblo de Dios eran apartarse o adaptarse, Jesús propone una forma radical: vivir la vida del reino en medio de la sociedad para transformar no por la violencia sino por la fuerza del amor (Cp. Is 49:6; 62:1-3). Jesús les invita a renunciar a la fe clandestina, a no esconder la luz, porque así como la sal “puede perder su sabor”, “la luz puede ser escondida”: les invita a “salir del closet”. Pensemos un poco en nuestro segundo texto, 2 a Timoteo 1:8. Aquí Pablo anima a su pupilo Timoteo para que asuma la fe con todas sus implicaciones y la viva “sin vergüenzas”. La vergüenza que al parecer Timoteo tenía era de carácter vocacional, se retraía y no vivía la fe y el ministerio de manera abierta y pública por temor al rechazo social y el rechazo eclesial (los falsos maestros). Pablo le dice que uno de los sellos distintivos de la fe es “el sufrimiento”, es decir, que la experiencia de fe en este mundo caído estará marcada con la impronta de la “tensión” (Cp. 2 Tim 3:12, 4:5). Pablo le dice a Timoteo que sea un sinvergüenza, que “salga de closet”.
Ahora, solo dos textos nos invitan a vivir la fe de manera radical, a no escondernos, a no retraernos o no hacer de la fe un asunto clandestino. No estoy hablando aquí de reacciones mediáticas, tales como los comentarios saturados en redes sociales y/o marchas para “demostrar” quienes somos (típico de la cristiandad constantiniana). Tampoco estoy hablando de doble moral: esa que se ruboriza frente a la comunidad LGBTI, pero que calla frente a la corrupción política. Aplicando de esta manera una moral medieval de “estratificación de pecados” (es más pecaminoso la corrupción sexual que la corrupción política). Mucho menos hago referencia al argumento falaz (reducción al absurdo) que, frente a la cuestión de la adopción GAY, algunos evangélicos expusieron: se muestra la adopción como una gran torta hacia donde todos los cristianos corremos a comer para que no les toque nada a los demás. Pero mucho menos me refiero ese mesianismo eclesiástico que declara que la iglesia debe “tomar el control” de los medios, de la política, de la educación; esta forma de ver las cosas nos ha hecho creer que estamos en competencia con Holliwood y Disney World, de allí que la comunidad, otrora Iglesia ahora espectadores, percibe que va al culto no a adorar sino a presenciar un show.  
Entonces… ¿A qué hago referencia con la idea de “salir del closet”? hablo básica y sencillamente de asumir la fe de manera intencional en el día a día. Una fe proactiva y propositiva no reaccionaria. Una fe que no se gasta en el domingo sino que se vive el lunes, una fe que no se agota en las cuatro paredes sino que sale a la calle y va al trabajo, una fe que se autocritica y pregunta sobre el estado actual del proyecto heterosexual de familia y toma correctivos, antes de mirar hacia afuera y criticar a los “modelos alternativos de familia”. Una fe que intenta ser y no solo parecer. Una fe en comunidad que contraviene el espíritu invidualista de una sociedad tele dirigida: movida por la pantalla, el espectáculo y la farándula; en donde el periodismo ha cambiado de color, ha pasado de “amarillo” a “rosa”.  Porque, como bien lo decía al principio la sociedad se destapa mientras la iglesia se esconde. La sociedad ha pasado de la reprensión al destape, del pudor a la desvergüenza, del temor al irrespeto,  de la intimidad a la plaza pública, de la ignorancia a la pseudo ciencia y del recato al placer y el libertinaje. Se han mezclado los negros y blancos morales creando una gran gama de grises. Se han borrado las marcas de la cancha: ahora el árbitro, los jugadores y espectadores han quedado sin referentes. Se ha renunciado a los sólidos. Propongo para “salir del closet” entonces dos asuntos: negativamente hacer unas rupturas y positivamente realizar unas aceptaciones. Continuará.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Creado, creído y caído (4)

Creado, creído y caído (4)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 136
La última parte del relato no se debe leer tanto como “castigo” sino como “consecuencias” (vv. 15-24). Dios se dirige a la serpiente, a la mujer y al hombre y les comunica las “consecuencias” de sus actos. Veamos. Palabras contra la serpiente, vv. 14-15. La más sabia de todos los animales, ahora es maldita, derrotada y condenada a comer polvo, como símbolo de humillación (Miq 7:17). En escenas anteriores la mujer y la serpiente aparecen como aliadas; ahora como enemigas de generación en generación. Hay aquí palabras de esperanza, la generación de la mujer podrá dominar a la serpiente (Rom 16:20). La generación de la mujer pondrá fin a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento; aunque, no a pesar de sus heridas (en el talón) sino por medio de sus heridas[1]. Hay un mito bastante extendido en la predicación evangélica que afirma que “en el huerto al desobedecer el hombre entregó los títulos de propiedad de la tierra al diablo”, en contraste con esta creencia, en el relato Dios sigue siendo “soberano” y desde esa posición emite juicio, aun contra la serpiente. Así, el texto del Génesis rechaza el dualismo regio antiguo de dos fuerzas en tensión y el mito evangélico de “los derechos del diablo”.
            Palabras  contra la mujer, v. 16. Dos asuntos se le comunican: 1). El dolor de la experiencia de alumbramiento, 2). La guerra de los sexos: la mujer intentará dominar (seducir) a su marido y este dominará sobre la mujer (Cp. 4:7). Con demasiada frecuencia, tanto cristianos como no cristianos asumen que Génesis 3:16b, “desearas a tu marido, y él te dominará”, es un versículo prescriptivo de cómo deberían ser las cosas. Pero es más bien un texto descriptivo de la realidad de las cosas en nuestro mundo caído[2]. Pero, se toma el texto prescriptivamente para legitimar la violencia contra la mujer, el machismo y el dominio del hombre sobre la mujer. La desobediencia no destruyó el orden creado pero si lo distorsionó.
            Palabras contra el hombre, vv. 17-19. El hombre no es maldito, sino que por causa de su egoísmo, está obligado a cargar con la dificultad al trabajar, la fatiga y el esfuerzo. La tierra es maldita y se torna agreste y ruda.  Hay un mito cultural que afirma que: “el trabajo es castigo”[3]. En el texto, el trabajo no es castigo pues ya estaba establecido como medio para crear y usufructuar la tierra, el entorno (2:16); lo que añade la desobediencia es la fatiga y el esfuerzo. El trabajo, la dimensión laboriosa del ser humano estará marcada también por los efectos de la desobediencia. Su mayor castigo es la muerte.  Después de estos pronunciamientos divinos, se presenta una tensión entre la esperanza y la dominación, v. 20. Adán llama a su mujer Eva (madre de los vivientes), aquí hay esperanza porque a pesar de la desobediencia, la humanidad sobrevivirá. Pero hay tensión por que poner nombre era símbolo de dominio y control (Cp. 2:20). Recordemos que en la creación de la mujer, Adán no le da un nombre, simplemente comparte el suyo con ella. Ella es “varona” porque fue tomada del “varón” (2:23).  Dios viste al hombre y a su mujer con ropa de pieles, el texto no habla de sacrificio de animales, sino de creación o diseño divino. Esta ropa simboliza la protección para las afueras del jardín. Dios acepta la opción libre del ser humano y lo acepta como es. Al trabajar puede transformar la tierra en jardín.
            Palabras finales, vv. 22-24.  Contrario a lo que se podía pensar la expulsión es un acto de gracia, pues dejar al hombre ahora con la posibilidad de vida sería perpetuar el pecado. Dios no quiere que el hombre coma del árbol de la vida en su estado corrompido actual. El hombre es ahora un desterrado, un exiliado, ha perdido la tierra. El acceso al jardín no está completamente cerrado solo postergado, los querubines recuerdan la imagen del tabernáculo y la utopía de Isaías (Is 65:17.25). Este relato será una advertencia para el pueblo de Israel respecto a la tierra que va a poseer y su relación correcta con Dios (Dt 28-29). Fueron cuatro las dimensiones afectadas por la desobediencia: 1). La relación con el otro: de relación armónica se pasa a una relación posesiva y dominante, 2). La relación con Dios: una relación de confianza y amor pasa a una relación de temor y de juicio, 3). La relación con la tierra: la tierra es afectada pues ella estaba bajo el dominio del hombre, al desobedecer este todo lo que está a su cargo es afectado, 4). La relación consigo mismo: el ser humano es un ser quebrado y dañado internamente. Ahora tiene que cargar con sus fisuras y sus rotos. En el relato del Génesis el pecado y sus consecuencias va in crescendo  hasta la “torre de Babel” (4-11). El llamamiento a Abraham presupone un giro y una gran esperanza (Gen 12:1-3): una familia para traer un hombre, el nuevo Adán (Rom 5:12-21). En Cristo ya no estamos desterrados, sino que somos aceptados (Ef 2:18-22). En Él hallamos la libertad de la esclavitud del pecado, de la condenación y la culpa de la ley, de la vergüenza de los reproches que pudiéramos hacernos y del poder desmesurado de la muerte. Las relaciones rotas son restauradas y en el cielo nuevo y la nueva tierra ya no habrá separación porque el nuevo Adán venció en otro huerto: el Getsemaní. Fin (provisional).

[1] “Cabeza y pies” son dos figuras usadas para hablar del impacto que se causaran mutuamente la generación de la mujer y la serpiente.
[2] MILLER, Darrow L. GUTHREIE. Opresión de la mujer, pobreza y desarrollo: vindicación de la dignidad de la mujer para construir naciones sanas. JUCUM-USA, 2012, p. 216.
[3] Fundamentado en la canción merengue: “el negrito del batey”. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Creado, creído y caído (3)

Creado, creído y caído (3)
Gen 3:1-24
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 135
Desnudo y avergonzado, vestido de su propia moda, el hombre pasa ahora a ser confrontado. La desnudez descubierta implicará, entre otras cosas, que de aquí en adelante el ser humano será incapaz de ver al otro sin la carga negativa de la sospecha, la malicia, el morbo, la deslealtad, la desconfianza y la no trasparencia. El veneno serpentino ha hecho su efecto, la pareja (la fraternidad) entra en crisis, la armonía se ha roto,  la violencia está por empezar. Veamos aquí entonces la segunda parte de nuestra estructura: La desobediencia: su confrontación (vv. 8-14). Hay cuatro preguntas fundamentales que hace Dios al hombre en esta parte del relato, Dios no se impone, inquiere, pregunta, permite que el hombre elabore su crisis, su tragedia. La escena es familiar y sencilla (v. 8): Dios se pasea por el huerto y percibe el dolor de la traición, tal vez se note en el verde de los árboles, el trinar de las aves… la traición huele a ausencia. El hombre percibe a Dios y se esconde. El hombre juega al escondido y Dios llama.  La primera pregunta, ¿Dónde estás tú? (v. 9), es la pregunta de la ubicación, no la ubicación geográfica/espacial, sino la ubicación ética/moral, es la pregunta tiene que ver con la relación con el Señor y en donde se ubica el ser humano  frente a las verdades de la vida. Y la ubicación tiene que ver con el rumbo de la vida. Cuando el ser humano se aparta de Dios deja de estar donde debería. El pecado lo desubicó frente a Dios y frente a las cosas esenciales de la vida. Solamente esta pregunta de Dios es capaz de despertar, bajo las ruinas de la existencia, la memoria de lo que el hombre es y que con demasiada frecuencia olvida.
            La segunda pregunta, ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? (v. 11), que surge cuando el hombre responde revelando la razón de su actitud (tuve miedo, porque estaba desnudo),  es la pregunta sobre la sexualidad[1].  Tiene que ver sobre quién está enseñando sobre el cuerpo, que voces está oyendo frente al manejo de la desnudez. Esta pregunta interpela al hombre sobre cómo está manejando la sexualidad. Las grandes bendiciones de la vida vienen cuando se educa el cuerpo para hacer lo correcto. Las grandes ruinas vienen cuando se toma el cuerpo, la desnudez como medio no para agradar a Dios, sino para buscar llenar lo in-llenable. Cuando el ser humano pecó contra Dios aprendió el vicio de esconder su sexualidad y los genitales se volvieron el centro de la vida. El texto sagrado habla de que intentaron cubrir su desnudez porque el pecado les sembró la malicia. La tercera pregunta, “¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses?” v. 11b, tiene que ver con las fronteras, con el cruce o rompimiento de los límites. Más allá de que si se comió una manzana o se comió un mango, aquí el asunto tiene que ver con el rompimiento de la frontera. Cuando el hombre se acostumbra a cruzar los límites, las reglas establecidas por Dios, corre el riesgo de volverse cínico, demente, irracional. Necesita recuperar la relación con el Señor para recuperar urgentemente la frontera y el buen juicio. Es necesario que el Señor le ayude a ponerle a la vida límites. El pecado es lo que limita la vida, pues quebranta la norma y  limita al ser humano para hacer lo correcto dañando así a otros.
            La cuarta pregunta, “¿Por qué has hecho esto?” v. 13, es la pregunta que inquiere por las razones de la falta. Las razones son importantes porque si bien no hacen legitima la falta, si permiten elaborarlas y de esta manera tratárselas mejor. Lo que no se habla no se sana. La dificultad en el relato es que tanto el hombre como la mujer optan por la proyección de la culpa. Es decir, atribuyen a otro el peso de la culpa creyendo así solucionar el problema cuando lo que se hace es complicar más la situación. El hombre proyecta la culpa sobre la mujer y sobre Dios mismo, él dice, “la mujer que tú me diste…”, el romanticismo (2:24) es cambiado por la crítica, las palabras de afirmación son cambiadas por palabras de condenación. De la misma manera, la mujer proyecta su culpa en la serpiente, esta última pasa de benefactora a engañadora. El orden de dialogo se restablece, Dios y el hombre dialogan, ya no habla el hombre y el animal; no obstante este diálogo está ya quebrado, la fraternidad ha sido rota.  El hombre y la mujer se dejan dominar por un animal al que tenían la misión de dominar (1:28). Parece ser que es esta animalidad la que a partir de ahora está llamada a ser dominada. Pero, las consecuencias  no se harán esperar. Continuará.   


[1] La presencia del simbolismo sexual en este relato es clara y no debe sorprender. Durante muchos siglos los cultos de fecundidad en Canaán hubieron de aparecer a Israel como grave tentación de pecado. La serpiente que se enfrenta a la mujer aparece con frecuencia en la mitología semítica como símbolo de fertilidad asociada a la diosa madre. Al hombre y a la mujer se les había prometido el conocimiento de todas las cosas para hacerlos como Dios, pero en realidad, adquieren un sentimiento de vergüenza por su desnudez; descubren que son esclavos del deseo sexual. No es difícil reconocer en todo esto una abierta polémica  contra los cultos de fecundidad que prometían a sus adoradores la comunión mística con sus dioses. El devoto de estos ritos creía que llegaría a ser dueño de la fuerza de la vida, pero, de hecho, el resultado final era la confusión. Esto no significa que el relato de Génesis 3 sugiera que el primer pecado fuera de algún modo, le pecado sexual. Pero si es cierto, que el relato descubre en los cultos de fecundidad de su tiempo, todo lo que era más característico en la tendencia del hombre al pecado: el orgullo y el deseo de autonomía que llevaba al hombre a abusar de la creación en su intento por controlarla. No es casualidad que más tarde la señal del pacto sea la circuncisión (Gen 16:17).  También la serpiente simbolizaba el estilo de gobierno de los faraones, que en su cabeza se colocaban un casquete con la figura de una serpiente, símbolo de la sabiduría total.