miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Jesús venció al mundo?

¿Jesús venció al mundo?
Apuntes para una lectura de Juan 16:33
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero132
No cabe duda que el texto citado aquí, Juan 16:33, ocupa un lugar privilegiado en la piedad cristiana y con mucha razón. La lectura devocional de las palabras de Jesús allí consignadas alienta el alma, infunde aliento y abre puertas de esperanza para todo creyente en tiempos de aflicción y de dolor. La forma en la que empieza el versículo, “estas palabras he hablado”, remite al lector a lo dicho desde el 13:1 al 16:32, es decir, el versículo 33 pretende ser conclusivo de esta parte del discurso dado por Jesús a sus discípulos.  El mensaje de Jesús busca traer a los suyos “paz” o “reposo” (tranquilidad), esto debido a una razón clara: “las aflicciones del mundo”; el mundo es escenario para a misión, pero este escenario a veces se vuelve tosco, agreste  y rudo, frente a esto, la opción no es huir y negar la misión, la opción es confiar en Jesús. El creyente tendrá aflicciones, pero son comparadas con los dolores de la mujer que está a punto de dar a luz, o sea, cuando el creyente sufre en virtud de su misión es porque se está “pariendo un mundo distinto” (Cp. 16:21)[1]. Ahora, la confianza del creyente en tiempos de aflicción está fundada en la victoria de Jesús sobre el mundo. Esta parte final del texto se ha leído, tradicionalmente, desde una perspectiva triunfalista: Jesús como “superman” que saca sus poderes y derrota a los demás imponiéndose por la fuerza. Sin embargo es ese mundo que Jesús dice que venció el que luego lo crucifica, aun después de resucitar, el movimiento del Nazareno no pasa de estar referido a un grupo pequeño, frágil y periférico (social y religiosamente hablando). Entonces valdría la pena preguntarnos ¿De qué manera venció Jesús al mundo?
            Quisiera sugerir que la lectura tradicional del texto desde el lente triunfalista, en la cual Jesús “vence al mundo” cual súper héroe de Hollywood o cual caballero del Zodiaco, es equivoca, no hace juicio al texto, ni al mesiazgo de Jesús. Obedece más bien a una lectura desde la óptica del cristianismo constantiniano[2]. Siendo así, debemos preguntarnos otra vez y con más acento ¿Cómo vence Jesús al mundo? Para responder a la pregunta debemos remitirnos al mismo texto de Juan, especialmente a los capítulos 13:1-16:32, allí encontramos la respuesta. Debo advertir que tal respuesta es revolucionaria, pone nuestro concepto de victoria al revés y nos invita a replantear la cristología. Recordando así un poco  las palabras de Delás Segura: “el mensaje cristiano es escandaloso, provocador… no se ofrece como una información, sino como un llamado a la conversión[3]. Hay tres asuntos que quisiera resaltar. En primer lugar, Jesús vence al mundo mostrando una forma distinta del ejercicio del poder. Jesús, en la versión Juanina de la última cena (Jn 13:1-20), declara que el padre le ha dado todo el poder, acto seguido esperaríamos que se levantara y diera su “discurso de posesión”, pero de manera sorpresiva el texto da un giro inesperado, Jesús “el todo poderoso” se levanta de la mesa y empieza a lavar los pies de sus discípulos.  Pedro disgustado, tal vez recogiendo el concepto del grupo, no puede creer que el mesías desperdicie su poder sirviendo y lavando pies, el mesías está para cosas mayores. Respondiendo así, Jesús vence el “ídolo del poder” tanto político (representado en la roma opresora) como religioso (representado en parte en la religión judía de su tiempo). Desnuda a los poderosos del mundo (sean políticos o religiosos) que creen que ellos son los señores y los demás sus siervos.
            En segundo lugar, Jesús vence al mundo mostrando un proyecto distinto de paz. Cuando Jesús dice “mis paz os dejo, mi paz os doy, yo no la doy como el mundo la da…” (Jn 14:1), habla a personas que sabían lo que él decía. La paz aquí referida no es un estado de tranquilidad mental a pesar de las circunstancias, sino que tiene que ver con un proyecto, una forma distinta de construir relaciones y sociedad, a la manera del reino de Dios. Por ello la frase “no como el mundo la da”, es una clara alusión a la “pax romana” o “pax Augusta” de la que gozaba el imperio pero que se sostenía por la fuerza de las armas y el militarismo. Estas palabras tienen un alto contenido político, si la paz fuera referida simplemente a un estado mental de no turbación entonces quedaríamos con una fe abstracta y sin ninguna incidencia en el mundo. ¿Entendemos porque la crucifixión de Jesús tuvo tintes políticos? En tercer lugar, Jesús vence al mundo desde una forma distinta de responder al odio y a la agresión. Ante el odio del mundo Jesús responde enviando a su Espíritu para que convenza al mundo de su extravío (Jn 16:8-10). Cuando Jesús le dice a Pilato “mi reino no es de este mundo”, no está diciendo que su reino es etéreo, abstracto o de las nubes; la declaración está relacionada con la respuesta violenta de los reinos de este mundo… Jesús le dice “mis servidores responderían con violencia” (Jn 18:36).  Jesús ha vencido al mundo, ha vencido en su aparente derrota, ha vencido desde el amor y la entrega. Ha vencido desde el poder del servicio, desde el poder de su paz y desde el poder de su presencia consoladora. Siguiendo a Jesús, confiando en su “victoria” la iglesia puede llegar a ser entonces una iglesia triunfante y victoriosa.  Porque “en el mundo tendrán aflicción, pero confíen, yo vencí al mundo”. Fin.         


[1] Hay una serie de contrastes aquí.
[2] Se designa así al cristianismo después del edicto de Milan (312), cuando la fe cristiana se vuelve oficial para el imperio romano.
[3] DELÁS SEGURA, Eduardo. Dios es Jesús de Nazaret: cristología desde dentro. Tyndale House Publishers-EE –UU, 2009, p 7. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

El ministro sin vergüenza (2)

El ministro sin vergüenza (2)
2 Tim 1-2
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero131
Esta experiencia de pastoral y de trato, recuerda la iniciación vocacional del tímido Moisés que se declara impotente frente al colosal proyecto divino de liberación, Dios interviene para asistirle con su poder (Ex 3-4). Pablo le dice en pocas palabras a Timoteo “porque Dios te llamó de acuerdo a una fe generacional, porque te dió una vocación y la fuerza para llevarla a cabo… ¡se un sinvergüenza!”, se un testigo del evangelio, vive tu vocación “en clave de martirio por el poder que Dios te ha dado”. No obstante debemos recordar que en la Biblia, la vocación personal se lee siempre en el marco del servicio a un pueblo o por un pueblo; en este caso, la iglesia.
En segundo lugar: Yo, un sin vergüenza, vv. 9-14. Pablo ha llegado a esta convicción por su comprensión del evangelio. 1). El propósito del evangelio: traer salvación, 2). La base del evangelio: la gracia de Dios en Cristo Jesús, 3). La manifestación concreta del evangelio: Cristo Jesús, 4). La tarea del evangelio: hace testigos. Para Pablo “el evangelio no es una lista de técnicas de cómo hacer para que la gente se convierta. Tampoco es una serie de reflexiones teológicas sistemáticas, por importante que esto sea, el evangelio es anunciar que Jesucristo es el Señor, Señor del mundo, Señor del cosmos, Señor de la tierra”[1]. Ahora, si el mensaje central del evangelio es que Jesús es el rey, esto tiene al menos tres grandes implicaciones que  nos ayudan a entender la dimensión liberadora del mismo: 1). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, el gran dios Mamón no puede serlo. 2). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, Afrodita, la diosa del amor erótico, no puede serlo. En el nombre de Jesús debemos desafiar el poder de Afrodita, que tiene millones de adeptos a los que les ofrece felicidad, dándoles tan solo confusión y miseria. 3). Si Jesús es el Señor de todo el mundo, los poderes de este mundo quedan desmantelados. ¡Con toda razón Pablo no se avergonzaba!
En tercer lugar, Pablo expone a los “con vergüenza”; se refiere a ellos, a Figelo, Hermógenes y todos los de Asia, como unos “con vergüenza”, v. 15. Pablo ha experimentado la crisis del abandono, la crisis de la soledad (Cp. 4:9). El posesivo “mi” muestra que apartarse de Pablo era también apartarse del evangelio que él había predicado. La soledad duele y lastima, todo ser humano tiende al encuentro, a la relación vital y significativa con los demás, para ocupar sus espacios vacantes previstos para el destino de su ser relacional. Por eso, cuando una persona busca a alguien y descubre que nadie está disponible para ella, que nadie satisface sus necesidades (de cualquier naturaleza), que nadie se ocupa de ella en un sentido singular y profundo, que a nadie importa directa y verdaderamente, o que no hay nadie buscándola o esperándola, se inunda de pena y vacío. Pablo se refugia en la oración, tal vez sienta pena, pero no se deja llevar por el vacío, sabe que Dios no lo deja solo (Cp. 4:17). En cuarto lugar, Pablo menciona a un “sin vergüenza”, a Onesíforo, vv. 16-18. Onesíforo es un “sin vergüenza” porque tuvo la osadía de identificarse con la misión de Pablo en medio de un contexto agresivo y contrario. Onesíforo permanece en la cultura del abandono, busca y consuela al misionero. Onesíforo no solo confiesa a Cristo con sus labios (es ortodoxo) sino que también lo confiesa con sus actos (es orto practico). Pablo desea que la misericordia de Dios repose sobre la casa de Onesíforo (Cp. 4:19).   
En quinto lugar Pablo vuelve a desafiar directamente a Timoteo, diciéndole que se atreva a ser un sin vergüenza, 2:15.  El carácter sin vergüenza aquí está relacionado con la hermenéutica, con la necesidad de ser cuidadoso a la hora de leer y enseñar la Escritura. “Trazar” bien “la Palabra de verdad” es necesario para evitar el  extravío, tal como le sucedió a Himeneo y Fileto y al auditorio de estos dos. Al hacer este desafío Pablo invita a Timoteo a buscar la aprobación de Dios, el dador de la Palabra de verdad. Tal vez adelantándose a lo que le dirá después, el auditorio estará condicionado por sus caprichos e intereses, generalmente, lejos de los propósitos y la voluntad de Dios (4:3-4). Además, el compromiso con la Palabra es importante no solo por la aprobación de Dios, sino por la utilidad que ella representa en la formación de un pueblo distinto, de una comunidad alternativa. Lo que busca “la Palabra de verdad” es la formación integral del ser humano para que asuma el proyecto de Dios englobado bajo la sentencia “buenas obras” (3:16-17). Así, el ministro sin vergüenza es fiel a las Escrituras y no las falsifica. Debe usar la Palabra con un cuidado tan escrupuloso que lo mantendrá en el camino, evitando desvíos y facilitando al mismo tiempo que otros lo sigan de la misma manera[2].
Las vergüenzas de ayer, son las vergüenzas de hoy; al igual que Timoteo, nosotros, ministros de hoy, tenemos que ser ministrados para superar nuestros temores, para superar nuestras vergüenzas. Existe hoy, por ejemplo la vergüenza de no ser popular y contar con la aprobación de las multitudes, muchos han sucumbido aquí. También podemos notar que, aquello que para Pablo y Timoteo era vergonzoso, la mala interpretación de la Escritura, para muchos hoy es sinónimo de grandeza y de prestigio; lo vergonzoso es ser fiel a la Escritura, hasta el punto de desdeñadar el estudio juicioso de la Palabra como falta de unción y poder. Por esto… ¡Sea un ministro sin vergüenza!

[1] WRIGHT, N.T. El verdadero pensamiento de Pablo. Clie- Terrassa, 2002, p 164.
[2] STOTT, John. Segunda epístola a Timoteo. DCI-Costa Rica, (?), p. 81.