El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (3)
2 Sam 11-12
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Caballero127
Entramos ahora a la parte central, según la estructura
propuesta, de esta narrativa: la confrontación de Natán a David, el rey (D). La
situación no es fácil, son dos instituciones en tensión: la monarquía y la profecía.
No obstante el profeta, como exponente del mensaje divino, tiene todo el
derecho de cuestionar y criticar a la institución monárquica cundo esta no
actúa de acuerdo al criterio divino. Para esto, el profeta requiere un grado de
autonomía e independencia. El profeta está al servicio de Dios, no del poder de
turno. Desde esa posición, el profeta es la conciencia del poder político y de
la sociedad en términos generales. Ahora, la crítica profética se anuncia la
final de capítulo 11, cuando el narrador se pronuncia así: “lo que David hizo fue desagradable a los ojos del Señor” (11:27b).
Este juicio ético tranquiliza al lector y comunica que hay una ley superior, la
ley de Dios. La Palabra de Dios es siempre concreta, se expresa en situaciones
concretas, para personas concretas y a través de personas concretas. No existe
tal cosa como “el principio teológico universal”, la Palabra siempre es local y
desde esa localidad trastoca la universalidad, pero es lo primero lo que
legitima lo segundo. A León Tolstoi se le atribuye la siguiente sentencia:
“describe tú aldea y serás universal”. Creo que una de las grandes crisis de la
predicación hoy estriba en este hecho: es una predicación no local, no
encarnada; una predicación que por intentar ser global pierde fuerza,
relevancia, se ha tornado ambigua y generalizante. Una predicación que no es
dialógica, no dice nada a sus escuchas; de allí el divorcio a veces entre
pulpito y vida.
Aparece
entonces el profeta Natán (12:1-15). La primera vez que Natán aparece en
escena, lo hace para hablarle a David respecto a la imposibilidad de que él
como guerrero construyera “casa” para Dios, pero que Dios levantaría “casa”
para David, hablándole de la “dinastía” (2 Sam 7). Esta promesa es eje central
para el entendimiento de la promesa mesiánica en el AT. En Natán la palabra de
Dios se hace concreta. “El profeta no es el que trasmite una doctrina
espiritual. Descarnada de la vida y la realidad de la historia, ni quien
comunica una sabiduría moral. Se pronuncia sobre lo que sucede aquí y ahora”[1]. Natán
entra a Palacio con el pretexto de hacer una consulta al rey sobre un caso en
particular y saber del rey su sentencia. Le cuenta el caso, un asunto en donde
se mostraba la injusticia de un poderoso terrateniente frente a un campesino
minifundista. El rey enfurecido da la sentencia: el hombre debe morir y a la
vez pagar cuatro veces por su injusticia. Ahora, el relato nos informa que Natán
usó magistralmente el género parabólico para comunicar su mensaje y que, de
esta manera, David quedo atrapado. Natán cual hábil retorico le ha tendido una
trampa al rey. La parábola tiene frecuentemente el propósito de decir lo que,
dicho directamente, resultaría inaceptable, la parábola hace bajar las defensas
de quien la escucha, para luego tomarle por sorpresa. En este caso, es
justamente cuando el rey ha emitido el juicio que Natán le explica el sentido
de la parábola. Al decir esto, Natán estaba arriesgando su vida. Ningún otro se
había atrevido reprender al rey por su acción, pero David vio el Pals palabras
de Natán la voz de Dios. Ahora, aunque en la historia del AT varios profetas
estuvieron cerca al rey, por lo menos
este parece ser el caso de Natán, no siempre
estuvieron a su favor.
Natán se
parece aquí a la figura del paparazzi que está reputado como alguien que "tiene
una conducta de curioso, entrometido y sin escrúpulos mientras ejerce su oficio
de fotógrafo". El foco de atención del lente de la cámara del paparazzi es
las figuras públicas, personas y personajes de la política, la farándula y el
jet set. Natán es como el “paparazzi de Dios” que, sin que David lo percibiera,
tomó fotos de su intimidad, fotos que revelaron el lado oscuro “del dulce
cantor de Israel”. Estas fotos no tenían interés morboso sino crítico, la crítica
era tanto moral como teológica. Esta relación nos hacer recordar un caso sonado
de la política en Francia en donde, Antonello Zappadu, un paparazzi Francés
hace tambalear y caer a Silvio Berlusconi, presidente en Francia, revelando al
mundo fotos que comprometían al político en escándalos sexuales (con jóvenes prostitutas)
y fiscales[2]. Ahora,
volviendo a Natán, su sentencia frente al rey es clara y sin ambigüedades: “tú
eres ese hombre”. La Palabra es concreta y critica realidades concretas. La
Palabra profética llega para desnudar realidades en donde el poder se presta
para vejar y maltratar al otro. Y es que el peligro del ejercicio del poder
está en su perversión. El poder pertenece por esencia a Dios y solo se
justifica en manos del hombre cuando está en función del servicio al pueblo,
para que este tenga libertad y vida. Pero el poder se hace totalmente malo, se
pervierte, cuando se usa para satisfacer intereses personales o de grupos
privilegiados. Natán empieza, no enumerando los pecados del rey, sino los
favores recibidos de Dios: 1). Posición: yo
te ungí como rey sobre Israel, 2): Protección: Yo te libré de las manos de Saúl, 3). Posesiones: Yo te he dado la casa de tu Señor, 4). Símbolos
de poder real: He puesto en tu seno a las
mujeres de tu Señor. (El rey heredaba el harén de su antecesor). 5). La
realeza: Yo te he constituido rey de Israel
y Judá. Continuará.
[1] PERESSON TONELLI, Mario L.
Misión profética de la Educación Católica en los umbrales del tercer milenio.
Salesiana-Bogotá, 1998, p 34.