jueves, 25 de junio de 2015

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (3)

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (3)
 2 Sam 11-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero127
Entramos ahora a la parte central, según la estructura propuesta, de esta narrativa: la confrontación de Natán a David, el rey (D). La situación no es fácil, son dos instituciones en tensión: la monarquía y la profecía. No obstante el profeta, como exponente del mensaje divino, tiene todo el derecho de cuestionar y criticar a la institución monárquica cundo esta no actúa de acuerdo al criterio divino. Para esto, el profeta requiere un grado de autonomía e independencia. El profeta está al servicio de Dios, no del poder de turno. Desde esa posición, el profeta es la conciencia del poder político y de la sociedad en términos generales. Ahora, la crítica profética se anuncia la final de capítulo 11, cuando el narrador se pronuncia así: “lo que David hizo fue desagradable a los ojos del Señor” (11:27b). Este juicio ético tranquiliza al lector y comunica que hay una ley superior, la ley de Dios. La Palabra de Dios es siempre concreta, se expresa en situaciones concretas, para personas concretas y a través de personas concretas. No existe tal cosa como “el principio teológico universal”, la Palabra siempre es local y desde esa localidad trastoca la universalidad, pero es lo primero lo que legitima lo segundo. A León Tolstoi se le atribuye la siguiente sentencia: “describe tú aldea y serás universal”. Creo que una de las grandes crisis de la predicación hoy estriba en este hecho: es una predicación no local, no encarnada; una predicación que por intentar ser global pierde fuerza, relevancia, se ha tornado ambigua y generalizante. Una predicación que no es dialógica, no dice nada a sus escuchas; de allí el divorcio a veces entre pulpito y vida. 
            Aparece entonces el profeta Natán (12:1-15). La primera vez que Natán aparece en escena, lo hace para hablarle a David respecto a la imposibilidad de que él como guerrero construyera “casa” para Dios, pero que Dios levantaría “casa” para David, hablándole de la “dinastía” (2 Sam 7). Esta promesa es eje central para el entendimiento de la promesa mesiánica en el AT. En Natán la palabra de Dios se hace concreta. “El profeta no es el que trasmite una doctrina espiritual. Descarnada de la vida y la realidad de la historia, ni quien comunica una sabiduría moral. Se pronuncia sobre lo que sucede aquí y ahora”[1]. Natán entra a Palacio con el pretexto de hacer una consulta al rey sobre un caso en particular y saber del rey su sentencia. Le cuenta el caso, un asunto en donde se mostraba la injusticia de un poderoso terrateniente frente a un campesino minifundista. El rey enfurecido da la sentencia: el hombre debe morir y a la vez pagar cuatro veces por su injusticia. Ahora, el relato nos informa que Natán usó magistralmente el género parabólico para comunicar su mensaje y que, de esta manera, David quedo atrapado. Natán cual hábil retorico le ha tendido una trampa al rey. La parábola tiene frecuentemente el propósito de decir lo que, dicho directamente, resultaría inaceptable, la parábola hace bajar las defensas de quien la escucha, para luego tomarle por sorpresa. En este caso, es justamente cuando el rey ha emitido el juicio que Natán le explica el sentido de la parábola. Al decir esto, Natán estaba arriesgando su vida. Ningún otro se había atrevido reprender al rey por su acción, pero David vio el Pals palabras de Natán la voz de Dios. Ahora, aunque en la historia del AT varios profetas estuvieron cerca  al rey, por lo menos este parece ser el caso de Natán,  no siempre estuvieron a su favor.
            Natán se parece aquí a la figura del paparazzi que está reputado como alguien que "tiene una conducta de curioso, entrometido y sin escrúpulos mientras ejerce su oficio de fotógrafo". El foco de atención del lente de la cámara del paparazzi es las figuras públicas, personas y personajes de la política, la farándula y el jet set. Natán es como el “paparazzi de Dios” que, sin que David lo percibiera, tomó fotos de su intimidad, fotos que revelaron el lado oscuro “del dulce cantor de Israel”. Estas fotos no tenían interés morboso sino crítico, la crítica era tanto moral como teológica. Esta relación nos hacer recordar un caso sonado de la política en Francia en donde, Antonello Zappadu, un paparazzi Francés hace tambalear y caer a Silvio Berlusconi, presidente en Francia, revelando al mundo fotos que comprometían al político en escándalos sexuales (con jóvenes prostitutas) y fiscales[2]. Ahora, volviendo a Natán, su sentencia frente al rey es clara y sin ambigüedades: “tú eres ese hombre”. La Palabra es concreta y critica realidades concretas. La Palabra profética llega para desnudar realidades en donde el poder se presta para vejar y maltratar al otro. Y es que el peligro del ejercicio del poder está en su perversión. El poder pertenece por esencia a Dios y solo se justifica en manos del hombre cuando está en función del servicio al pueblo, para que este tenga libertad y vida. Pero el poder se hace totalmente malo, se pervierte, cuando se usa para satisfacer intereses personales o de grupos privilegiados. Natán empieza, no enumerando los pecados del rey, sino los favores recibidos de Dios: 1). Posición: yo te ungí como rey sobre Israel, 2): Protección: Yo te libré de las manos de Saúl, 3). Posesiones: Yo te he dado la casa de tu Señor, 4). Símbolos de poder real: He puesto en tu seno a las mujeres de tu Señor. (El rey heredaba el harén de su antecesor). 5). La realeza: Yo te he constituido rey de Israel y Judá.   Continuará.


[1] PERESSON TONELLI, Mario L. Misión profética de la Educación Católica en los umbrales del tercer milenio. Salesiana-Bogotá, 1998, p 34.

jueves, 18 de junio de 2015

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (2)

El paparazzi de Dios: retratos de un pecado real (2)
 2 Sam 11-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero126
David mira desde su palacio (situación vertical, de poder). Ahora, la mujer ya tiene nombre, pero sigue siendo “cosificada”, sigue siendo objeto de deseo.  Pero el poder, que no opera solo, manda a sus emisarios y trae a la mujer al palacio. David se acuesta con ella. El relato dice que ella “estaba purificándose de su impureza” (Lv 18:19; 15:28), es decir, el narrador afirma, que la mujer acababa de menstruar y prepara al lector para lo que viene: la mujer queda embarazada y es de David. Ahora, la mujer rompe el silencio. La vergüenza que a veces se cierne sobre la victima de la “violencia sexual” es remitida a quien debe ser, al victimario (v.5). La parte paralela del texto (B’) muestra al David consolador, obviamente ha tenido que pasar ya por el escrutinio de la Palabra profética y la voz concientizadora del defensor de las víctimas, Dios mismo. David opta por no rechazar a Betsabé viuda y sin hijos. La consoló (12:24-25). Nace con el tiempo un nuevo hijo al que ponen por nombre Salomón. El nombre alternativo, jedidías, trasmitido por medio del profeta Natán, significaba “amado de Dios”. Y fue casi con total seguridad visto por David y Natán  como un reconocimiento de que David podía dejar atrás su pecado, aunque las consecuencias seguirían[1]. Esta parte del relato cierra como la anterior, con la sensación de que las cosas pudieron ser mejores. De que cuando se actúa bajo la ley divina, Dios aprueba y consuela.
            David ya ha adulterado. Ahora tiene que asumir las consecuencias, por lo menos, eso se espera, pero no (C). Manda a buscar a Urías el heteo, esposo de Betsabé, que está en la guerra, en donde el rey debía estar. El rey no va asumir su culpa, quiere remitirla, quiere proyectar su culpa en otro, quiere legitimar el embarazo de Betsabé, haciendo que su esposo legítimo se acueste con ella (11:6-27). Urías el heteo no acepta el consejo “aparentemente loable y misericordioso” de su rey. “Urías se muestra solidario con el resto de soldados y ante la embriaguez conserva su sentido de lealtad. Urías era un verdadero soldado de Israel y aunque se encontraba lejos del campo de batalla, su corazón estaba en la batalla; la actitud de Urías era una actitud que David había perdido en ese momento”[2]. La integridad de Urías es inquebrantable y ante esto, el rey toma otra decisión: mandarlo con una carta a Joab, cuyo contenido Urías ignora, es su sentencia de muerte. ¡Qué ironía! Urías muere, su integridad física es lesionada pero su integridad moral queda intacta. La repetición constante de la nacionalidad “hitita” de Urías (7 veces) cumple un efecto retorico: Urías el hitita era más fiel israelita que David, el rey. Con su actitud le dijo a David a todo lo que él no era. Urías es también víctima del poder político. El hijo, producto del adulterio, muere en cumplimiento de la Palabra del profeta Natán (12:16-23)[3]. David  no acepta la Palabra así no más, pelea, ora, ayuna, no se entrega al fatalismo. Dios es libre para actuar, pero eso no significa que el creyente pueda hacer preguntas. “David sabía que Dios no era un autócrata tirano, sino un Dios viviente, que se relaciona activamente con su pueblo, respondiendo a las oraciones y situaciones  según se van produciendo… las oraciones de David no suponían un chantaje a Dios para obligarle a actuar de determinada forma, sino una manera de expresarle a Dios sus sentimientos tratando al mismo tiempo de conocer su voluntad”[4].
            Hasta aquí podemos resaltar tres observaciones frente al pecado de David: 1). David se olvida del “manifiesto del rey” que el Deuteronomio ya proponía. El rey debía ser modelo de la ley para su pueblo (Dt 17: 14-20). La legitimidad de su gobierno estaría en someterse a Dios. Es decir, el rey debería ser un modelo de piedad para el pueblo.  2). David viola los mandamientos 7,8 y 10; comete homicidio, comete adulterio y estos dos actos son alimentados por la codicia (Ex 20:13, 14,17). La codicia rompe el sentido de comunidad y convierte al otro en una cosa o producto. La codicia cosifica y comercializa la vida humana. 3). David viola el pacto o contrato que el mismo había hecho con el pueblo (2 Sam 5:3). En dicho contrato la autoridad del rey debía usarse para dos fines: defender al pueblo de los enemigos y hacerlo vivir en la justicia y el derecho. David traicionó su función de autoridad: no acompaño más al pueblo en la batalla y así dejo de defenderlo; al mismo tiempo torció la justicia y violó el derecho para satisfacer sus caprichos personales. Es más, el  nombre Betsabé significa “hija del pacto”, pero embriagado de poder, David no notó la advertencia que el nombre del su víctima le comunicaba. Por esto y otros detalles más, David en este texto es el “anticristo” (el anti ungido, el anti mesías). David es el anticristo cuando asume un proyecto contrario al proyecto del mesías de Israel. Es el “anticristo” porque no vive a la altura de su vocación: no protege al indefenso (la mujer de Urías); “la cosifica” y abusa de ella abusando de su poder, no trata con cuidado al extranjero, no es modelo de piedad para su pueblo. Es el “anticristo” porque no actúa de acuerdo a la “unción” que Dios, por gracia, le ha otorgado. Continuará.  


[1] EVANS, Mary J. Comentario Antiguo Testamento Andamio. 1 y 2 Samuel. Andamio- España, 2009, p 288.
[2] Llanes, Hector. Comentario Bíblico Mundo Hispano. 1 Samuel, 2 Samuel y 1 Crónicas. Mundo Hispano-El paso (Texas), 2008, p 244.
[3] Parece haber aquí una referencia indirecta de la “ley del talión”: esta tenía como objeto poner freno a los abusos. Estableció un principio de misericordia: la venganza jamás debe exceder a la ofensa  (Ex 21:23-25; Lv 24:19-21; Dt 19:21).
[4] EVANS, Op., Cit, p 286. 

viernes, 12 de junio de 2015

El paparazzi de Dios: retrato de un pecado real (1)

El paparazzi de Dios: retrato de un pecado real (1)
 2 Sam 11-12
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero125
Los años han pasado, atrás quedo el jovencito pastor de ovejas que mató a Goliat, el soldado insigne de los filisteos. También quedaron atrás  las noches y días de persecución política que Saúl, por celos, cernía sobre él. Si, indudablemente, estamos haciendo referencia a David; el dulce cantor de Israel (2 Sam 23:1). Ahora es ya “el rey David”. Han pasado los años y el reinado y la nación misma han sido consolidados[1]. Ahora David tiene que enfrentar a su mayor enemigo, tiene que pelear su mejor batalla, tiene que vencer a su peor adversario… a él mismo. Esto nos recuerda una sentencia posterior a David, que hecha tal vez desde el palacio real de Israel, dice: “Es mejor conquistarse a sí mismo que conquistar una ciudad” ( Pr 16:23). La mayor conquista es la conquista de uno mismo: el autocontrol. Hay que tener en cuenta que existe la posibilidad de ser exitosos fuera de casa y perdedores dentro de ella. Parece ser que para David el mayor peligro no estuvo en sus días de soldado “inexperto” sino en los días de su “veteranía”, de su comodidad.  La reflexión que nos concierne esta vez es harto popular: trata de un rey cómodo, David, que usa su poder para abusar de una mujer y de un extranjero. El relato, muy provocador, dramático[2]  e incómodo, no pasa a veces en nuestras iglesias de las reflexiones moralistas para los niños en el salón de clases del domingo o del predicador diciéndonos que “no seamos pecadores como David”, pero… hay más. Esta historia debe tener muchos más, debe decirnos más. Veamos.
            El relato presenta un estructura concéntrica o de quiasmo así:
A. David no va a la guerra, 11:1.
        B. David deshonra a Betsabé, 11:2-5.
          C. Muere Urías el Heteo, 11:6-27.
                 D. Natán cuestiona a David, 12:1-15.
         C’. Muere el hijo de David, 12:16-23.
       B’. David consuela a Betsabé, 12:24-24.
 A’. David va a la guerra, 12: 26-31.
El camino que tomaremos frente al relato será el siguiente: lo explicaremos todo a partir de la estructura tratando de entender el relato dentro de su contexto literario, político y teológico (el texto allá y entonces), y luego, haremos unas reflexiones para nuestros días, tratando de mirar la cuestión del poder en el ministerio, la política y la vida cristiana en términos generales (el texto aquí y ahora). Esta manera de acercarnos al texto no solo da elementos necesarios al predicador para enseñar la narración e incentivarlo a seguir investigando, sino que también toca al creyente “no predicador” en sus realidades y su día a día. Empecemos. El relato nos introduce dando la sensación de consolidación y seguridad en Israel y su rey David (A-A’). Los ejércitos de Israel hacían a sus enemigos vasallos e infundían temor militar (2 Sam 11:19). Atrás quedaron los años de luchas intestinas y derrotas militares. David ha crecido, Israel también. La nota respecto a la estancia de David en Jerusalén “cuando los reyes van a la guerra” parece sugerir que David estaba en el lugar equivocado (11:1). Era habitual que las actividades militares cesaran en invierno y se reanudaran para la primavera. David, es el comandante en jefe de sus ejércitos, debe estar en la guerra, pero… va a enfrentar, en medio de su comodidad, su mayor reto. Sucede con demasiada frecuencia que un sentido de tranquilidad y seguridad es el preludio a un fracaso “espiritual” o moral. La parte narrativa paralela a esta sugiere que, la historia se corrige o se redime cuando el rey está en donde debe estar (12:26-31), pero ya la tragedia ocurrió. El aire de sin sabor queda en el lector que puede frente, a los hechos, comentar para sus adentros: “pudo ser de otra manera”. Era mucho más apropiado para David tomar ciudades que estar tomando la esposa de su oficial.
El ocio mal dirigido, la soledad no habitada, la intimidad sin agenda, arroja sus peores resultados. Al lugar en donde no debía estar, se le suma ahora la mirada lujuriosa. Vamos a seguir viendo como justamente en el auge de la gloria de David, comienza su corrupción (B-B’). Ya lo dijo Lord Acton “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. David, se pasea por su terraza real y desde allí “ve”. Ver en este contexto es poseer. La mujer no tiene campo perceptivo. No ve, es vista. La mujer todavía no tiene nombre y aparece indefensa ante los ojos ociosos y caprichosos de un varón poderoso. La mujer esta desnuda, bañándose. La desnudez aparece tanto como una razón (desde el varón) para el deseo sexual como una situación de vulnerabilidad e indefensión. La mujer no puede hacer nada para evitar ser vista. Ni siquiera lo sabe, está en desventaja. Continuará.

[1] “La consolidación del poder de David como monarca de los reinos de Judá e Israel fue un proceso lento que debe haber tomado años. Las narraciones Bíblicas no indican la extensión del periodo, pero presentan le proceso en, por lo menos, tres etapas de importancia (2 Sam 5:11-25; 8:1-18; 20:23-26)”. PAGÁN, Samuel El rey David: una biografía no autorizada. Clie-Barcelona, 2014, p 137.
[2] SKA, Jean-Louis. Nuestros padres nos contaron: introducción al análisis de los relatos del Antiguo testamento.  Estella (Navarra) Verbo Divino, 2012, p 51. 

martes, 9 de junio de 2015

Llegó la hora (5)

Llegó la hora (5)
Introducción a la lectura y predicación del discurso de despedida de Jesús
 Juan 13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero124
En el texto que nos ocupa ahora Jesús cambia de interlocutor; en cuatro capítulos les habló del Padre a ellos, ahora en un capítulo le habla de ellos al Padre, su mirada que hasta ahora había estado horizontal: hacia sus discípulos, ahora se eleva verticalmente para orar y hablar con su Padre (17:1 Cp. 11:41). El texto tiene una estructura dada en tres partes así: oración de Jesús por la mutua glorificación entre él y el Padre (vv.1-8), oración de Jesús por sus discípulos presentes (vv.9-19), y oración de Jesús por sus discípulos futuros (vv.20-26).
Parece obvio que esta oración es eminentemente misiológica, es decir; expresa las preocupaciones de Jesús sobre su Misión, la misión de sus discípulos presentes en el mundo y, la misión de los discípulos futuros. Por eso, esta oración no pretende ser un modelo para el discípulo, sino más bien procura mostrar la manera como Jesús ve la obra del Padre. Por esta razón para nuestro estudio no seguiremos al pie de la letra el bosquejo o estructura presentada con anterioridad, sino que esta exposición hará énfasis en los temas que la oración contiene. En primer lugar está la base de la Misión: la mutua glorificación entre el hijo y el padre (vv. 1-8). Aquí Jesús mira el reloj y comprende que la hora ha llegado. La hora es un tema recurrente en el evangelio y hace referencia al momento del cumplimiento del proyecto de salvación de Dios y, para el cuarto evangelio, ese tiempo de Dios se realiza en la cruz (Cp. 2:4; 4:21,23; 5:25; 12:23,27; 16:2,4). La “hora” crea tensión y expectativa.
Al llegar la hora Jesús informa al Padre que su vida en la tierra ha estado al servicio de su gloria, esto es, ha mostrado quién es Dios a través de actos concretos, ha dado a conocer el nombre de Dios, su carácter, su esencia (Ex 3:14,15; 40:34 Cp. 1:14; 11:40), pero Jesús pide ser glorificado en el lugar que menos esperaríamos: en la cruz. La forma suprema en la que se revelará la gloria de Dios será en la cruz donde la identidad divina se manifestará en la tierra tal como es en el cielo (v.5). La cruz revela la gloria de Dios porque muestra su esencia, el amor (3:16). Por esto, gloria en Juan no es aquello que deslumbra los ojos sino Cristo que alumbra los corazones. Así, la mutua glorificación posibilita la vida eterna, que consiste en conocer al Padre, este conocimiento no es académico o meramente intelectual, sino un conocimiento relacional; no es información sobre Dios, se trata de entrar en una relación personal de amor y confianza, semejante a la relación entre esposa y esposo (Gn 4:1). La vida eterna no es una asignación “post mortem”.
En segundo lugar tenemos el contexto de la Misión: el mundo (vv.14-16,18). Este se torna agresivo con los discípulos que han de tener confianza en la obra del Señor en ellos al guardarlos. La agresividad del mundo debe darse por la identificación de los discípulos con la Misión de su Señor (v.14). De esta manera no hay lugar para el escapismo (ir al cielo), pero si para la diferencia, los discípulos no buscan aplausos y la aprobación del mundo, ellos que no eran del mundo (vv.14, 16), estaban en el mundo (v.11) y no debían apartarse del mundo (v.15), sino salir al mundo (v.18). La santidad debía ser entendida no como separación física, escondida en el templo, sino como la vivió Jesús: encarnada en medio de la experiencia humana, además, esta santidad estaría mediada por la Palabra (vv.16-18). En tercer lugar están los agentes de la Misión: los discípulos presentes y futuros (vv. 9,20). Dios ha corrido, en la historia de la salvación, tres riesgos: la elección de Israel, la encarnación y la Iglesia. La misión es encomendada a agentes humanos, no a ángeles. En cuarto lugar el mensaje de la Misión: la Palabra (vv.6, 8, 14, 18, 20). El tema de la palabra conecta las tres secciones de este texto y expresa continuidad: Jesús ha dado la palabra de Dios a sus discípulos presentes, ellos darán las palabras de Jesús a otros para que crean. De esta manera, los discípulos no se inventan el mensaje, son más bien receptores y multiplicadores de este.
En quinto lugar el modelo de la Misión: la unidad del padre con el hijo (vv.11, 21, 22 Cp. Dt 6:4). La unidad de los discípulos (como el padre y el hijo) tiene connotaciones misiológicas: para que el mundo crea. De esta manera la doctrina de la trinidad no es un rompecabezas para la especulación o para decirnos que Dios es tres, sino para enseñarnos como es la vida en comunidad[1]. Un Dios cuya esencia está en compartirlo todo y, los que creemos en él deberíamos vivir de la misma manera. La unidad no es un detalle en la Misión, no es un arreglo momentáneo para la foto o por pura apariencia; es el modelo misiológico. En sexto lugar: el fin de la Misión: conocer al Padre (vv. 25-25). Al conocer al Padre, por su nombre, Jesús llama al discípulo al éxodo definitivo, a la liberación de sus esclavitudes, así como en la experiencia de Moisés, la revelación del “nombre de Dios” está directamente relacionada con los actos de liberación de Egipto (Ex 3:14). Evangelio que no libera no es evangelio. El orante y predicador mantienen la tensión entre la horizontalidad, hablar a los otros acerca de Dios, y la verticalidad, hablarle a Dios acerca de “los otros”. Fin.


[1] La formulación de la doctrina empieza con un movimiento de la Iglesia contra el monarquismo en el año 197 (adopcionismo), sigue con el modalismo expresado por Sabelio y llega a su punto crítico en la controversia contra Arrio (Alejandría) quien negaba la divinidad del hijo y del Espíritu Santo. Una respuesta provisional de la Iglesia fue el credo Niceno producto del concilio de Nicea (325).

miércoles, 3 de junio de 2015

Llegó la hora (4)

Llegó la hora (4)
Introducción a la lectura y predicación del discurso de despedida de Jesús
 Juan 13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero123
El mensaje de la vid ha terminado, cierra con la necesidad de permanecer en amor. La permanencia es el sello del discipulado genuino. La “vida cristiana” volátil, gaseosa y etérea, vida sin raíces y fundamentos, será siempre sospechosa de una experiencia genuina de Dios. El amor, como ya lo dijimos, no es en primer lugar el sentimental o romántico (aunque toda experiencia de amor ha de incluir los sentimientos), este amor es supremamente práctico. El amor a Dios se expresa en hacer su voluntad (Jn 14:21). El amor hacia el prójimo se expresa en buscar su bienestar, su promoción. Ahora entramos a la sección “B’. Me voy pero viene el Espíritu, Cap. 15:18-16:33” (ver la propuesta del bosquejo general). La experiencia del Espíritu se vuelve retomar y esto pone a este texto en paralelo con “B. Me voy pero viene el Espíritu, Cap. 14”. El discurso cambia de tono, pasa del amor comunitario al odio mundano. El texto se presenta como una gran inclusión así:
A.  Las aflicciones en el mundo, 15:18-25.
B.  La asistencia de Dios, 15:26-16:15.
A’. Las aflicciones en el mundo, 16:16-33.
            Podemos titular la predicación de este texto así: “del amor al odio”. Veamos algunos detalles. En primer lugar, las aflicciones en el mundo, 15:18-25. Los discípulos de Jesús son personas concretas, de carne y hueso, en circunstancias concretas y reales. El mundo, que es aquí categoría social (personas) y moral (valores) es el escenario para la misión. No hay en este texto sombra de escapismo y hermetismo, esto imposibilitaría la misión y negaría su fundamento: la encarnación; siendo Cristo mismo, el modelo por excelencia. Así como “el verbo es carne” el discípulo también. Entonces, Jesús les comunica a los suyos que la vocación de “llevar fruto”, de ser pueblo de Dios con todas las implicaciones y atenuantes, estará marcada por la oposición, el rechazo y la aflicción. La sentencia “el mundo les aborrece” prepara a los discípulos para la oposición. La obra de Jesús estuvo marcada por el rechazo desde sus inicios, tal vez, esto pasará con sus seguidores (Jn 1:10-12). La razón principal del “odio del mundo”, escenario de la misión, se debe a la “elección”, esto no es una cuestión emocional (celos del mundo o envidia por los elegidos) sino moral (Dt 6:7; 7:7-27). La elección, aunque por gracia, implica rupturas, reorientación, rompimientos y, cuando el mundo percibe que ya el discípulo está en una dimensión distinta empieza entonces “el dio”, este odio es sutil o abierto. El discípulo empieza entonces a percibir la tensión. Aquí encontramos entonces el “criterio de la diferencia” en el discipulado. Todo esto sin olvidar que la elección tienen carácter misiológico, es instrumental: se da para que otros conozcan de Dios.
            En segundo lugar, la asistencia de Dios, 15:26-16:15. Es aquí, en este contexto de tensión y oposición, en donde entra la asistencia divina, la promesa del “consolador”. El Espíritu de verdad, comprometido con el proyecto de Cristo quien es la verdad (Jn 8:32), viene de parte del Padre no solo para consolarlos en medio de las tensiones propias de la misión, sino que también llega para darles la capacidad para testificar, el consolador da testimonio de Cristo, habla de Cristo a través de ellos, no tiene una agenda propia, no habla de otro tema. El Espíritu no solo acompaña la labor misionera sino que también propone su tema: la cristología encarnada. La obra del Espíritu en el mundo a través de los discípulos tendrá tres propósitos: 1). Convencer al mundo de pecado, aquí el pecado es la incredulidad, el rechazo de la obra de Dios en  Cristo. 2). Convencer al mundo de justicia, como testigos de la resurrección, los discípulos anunciaran que la exaltación a la diestra del padre comprobará la injusticia humana, la inocencia de Jesús y la justicia de Dios. 3). Convencer al mundo de juicio. La aparente derrota de Jesús con su victoria real en la cruz era a la vez la derrota decisiva del poder del  maligno en este mundo (Jn 12:31). El testimonio de los discípulos “convencerá” al mundo, no en el sentido de ganar todos los debates, sino en el sentido de mostrar su error y llamarlo al arrepentimiento. Así, al odio del mundo Dios responde con su presencia amorosa.
            En tercer lugar, las aflicciones en el mundo, 16:16-33. En esta sección del discurso, Jesús les habla de su muerte y su resurrección. Mientras  esté muerto el mundo se alegrará y los discípulos se angustiaran, y cuando resucite, los papeles se invertirán: el mundo se sorprenderá y los discípulos se alegrarán. Les invita a asumir el sufrimiento “en clave mesiánica” (Sof 3:14-20). El dolor es comparado con el ciclo de la mujer en parto: el dolor necesario es cambiado por el gozo. Es más, la misma palabra usada para “aflicción” al final del discurso (v. 33) es la misma usada para los “dolores de parto” (v. 21). El discurso también redefine a cuestión de la oración y el templo, orar “en el nombre de Jesús” es aludir de manera directa a la oración aceptable a Dios desde el templo de Salomón (2 Rey 6-8; 2 Cron 5-6). Se propone una nueva relación con Dios a través de Jesús, el nuevo templo. El texto cierra con una invitación a la confianza. Jesús no les ha dado falsas esperanzas, pero su Palabra trae paz en medio de la oposición y el conflicto. Dios cubre con paz y victoria nuestras aflicciones. Jesús ha vencido en su aparente derrota, ha vencido desde el amor y la entrega. Ha vencido al responder al odio del mundo con su Presencia consoladora. Continuará…