lunes, 16 de marzo de 2015

La casa de Dios

La casa de Dios
Mini teología Bíblica del templo
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero118
Al leer las páginas de la Biblia no podemos negar la importancia de la institución templaria para la experiencia de fe de Israel y la iglesia. En esta pequeña reflexión sobre un tema tan rico y complejo, trataré de contestar dos preguntas fundamentales; ¿por qué necesitaba Israel un templo/tabernáculo para comunicarse con Dios?, ¿Necesitamos nosotros un templo hoy para comunicarnos con Dios? Empecemos mirando el Antiguo Testamento. En el Edén el hombre disfrutaba de la comunión plena y continua de Dios, no había necesidad de templo, la condición era la de un constante “Emmanuel” (Dios con nosotros). El séptimo día en el primer relato creacional no se cierra, no se clausura, en este no se repite el estribillo “y fue la tarde y fue la mañana…” (Gen 2:1-3). El universo recién creado es como un gran templo en donde todas las criaturas rinden culto al creador y disfrutan de plena comunión con él. Es más, al cerrar con el sábado, el relato creacional en mención termina con sabor litúrgico, invita al culto y a la adoración (Cp. Ex 20:4; Dt 5:12). El hombre es un ser religioso, vive para adorar, encuentra su sentido pleno al abrirse a la divinidad y encontrarse en la comunidad de culto.
            La situación cambia cuando el hombre peca, ahora se esconde de Dios y de esta manera pierde la comunión plena y continua con Dios, se da la ruptura con “Emmanuel”. A pesar de esto, Dios sigue interesado en el hombre, no lo abandona a su suerte, lo busca y toma la iniciativa de restablecer y restaurar la comunión. Al llamar al hombre y preguntarle ¿Dónde estás tú? Dios invita al dialogo, no quiere imponerse; quiere escuchar, quiere dialogar, quiere acompañar, quiere restaurar. La expulsión del huerto es castigo y gracia a la vez: castigo porque el hombre debe ser responsable por sus actos, gracia porque exiliado el hombre ahora experimenta el poder seductor de su creador para que se vuelva a él y sea restaurado. En el libro del Éxodo, Dios da las indicaciones para que se le construya un tabernáculo. Notemos que las dos terceras partes del libro tratan de la construcción de “la casa de Dios (Ex 25:1-8). Dios quiere morar en medio de su pueblo: en el libro Israel vive un éxodo y Dios vive también el suyo. Antes de conquistar la tierra, el pueblo debe aprender a adorar. Al final de las jornadas de construcción, la gloria de Dios llena el tabernáculo (Ex 40:34-38). Esta es la manifestación de Emmanuel, Dios viviendo en medio de su pueblo.  Ahora, con un Dios santo viviendo en medio de su pueblo, se deben tomar las medidas pertinentes; el libro de levítico, cuyo trasfondo litúrgico es el tabernáculo, es una especie de “manual” de cómo vivir delante de un Dios santo y no morir en el intento, porque un Dios santo exige santidad (Lv 19:1-2).
            Después que Israel se estableció como un pueblo sedentario y Dios les dio reposo de sus enemigos, el rey David pensó en construir una casa al Señor, ante esto, Dios mismo le hace saber por medio del profeta Natán que era el quien le haría una casa a David, hablando de la dinastía davídica (2 Sam 7:1-29). Aquí vemos otra vez a Dios tomando la iniciativa. No obstante a David se le niega la posibilidad de la construcción del templo debido a sus manos manchadas en sangre. Fue Salomón quien se encargó de la construcción del templo y llevó la obra a feliz término (1 Rey 8:22-61; 2 Cro 6:12-42). Uno de los asuntos más importantes de los relatos del templo en Reyes y Crónicas es la oración de dedicación que hace Salomón: la oración dice, entre otros asuntos, que el templo será el lugar para acercarse a Dios, pero su morada está en el cielo y desde allí los escuchará. El templo es un lugar para orar a Dios, para tener comunión y para la confesión de pecados. También se contempla el hecho de que los extranjeros vengan al templo y también se acerquen a Dios en oración (Cp. Dt 12). Ahora, el culto se pervirtió cuando el templo dejó de servir para su propósito original y se convirtió en fetiche que inspiraba seguridad a pesar de la ruina moral del pueblo y sus gobernantes (Jer 7:1-34). Por ello, cuando Babilonia invade a Judá, la institución del templo y el culto allí colapsa. Los vestigios de esperanza pos exílica que ven restaurado al templo se notan en las voces de Zacarías, Hageo y en Esdras y Nehemías; pero aun así, la gloria profetizada y narrada queda diferida. Esto último será relevante para entender la crítica de Jesús al templo y la adoración a partir de Jesús como Mesías.
            La propuesta del templo era la de establecer la comunión con Dios. Era un punto de contacto visible entre Dios y los hombres. En el libro del profeta Isaías, Dios dice que “su casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Is 56:7). Pero Israel profanó el templo con su pecado y lo convirtió en una especie de talismán/amuleto en donde ya no importaba la relación que Dios demandaba de santidad y se acercaban de cualquier manera, confiando no en Dios sino en el templo como tal, que muy a pesar de su condición lo consideraban como icono sagrado. A esta “teología de seguridad nacional” se le conoce como “la teología del monte Sión”. Miqueas critica esta forma de ver el asunto respondiendo con “la teología del monte Horeb” (Miq 6:6-8). Jeremías, como ya lo dijimos, afirma de manera fuerte y vehemente que “la casa del Señor la han convertido en cueva de ladrones (Jer: 7:1-34). Israel puso su confianza en el templo y no en el Dios de los cielos. Lo que debía ser medio se convirtió en fin. Se idolatró el templo y este dejó de cumplir su función para la cual fue constituido. Dios hará juicio sobre ese templo y levantará uno nuevo, ¿Cómo?, ¿Dónde?, ¿Cuándo? Continuará. 

martes, 10 de marzo de 2015

¿Cómo nos habla Dios?

¿Cómo nos habla Dios?
Salmo 19
convozalta.blogspot.com/ Jovanni Caballero 117
El genetista Francis S. Collins, director del proyecto Genoma Humano por más de una década, público en el 2006 su libro ¿Cómo nos habla Dios? (The language of God) en donde narra su tránsito del ateísmo a la fe. Para Collins el Genoma Humano es como una carta de Dios para los hombres, es una de las formas con la cual Dios se comunica. De la misma manera, el autor del salmo 19 cree que Dios existe y que no se ha quedado en silencio, es un Dios que se comunica y se relaciona. Así, el poeta cree que Dios nos habla de dos maneras: a través de la creación (vv.1-6) y a través de la ley o la torá (vv. 7-11). La creación y la ley son puertas que se abren al conocimiento y la experiencia de Dios. Frente a la ley el poeta es desafiado e invitado a integridad, la confianza y a la liberación (vv.12-14).
            En la primera parte del poema la creación es como una valla publicitaria que habla por sí misma de su creador (vv. 1-6). El texto es un eco del acto creativo en Génesis (1:1). Los elementos de cielo, día, noche, sol, dan testimonio de ello. Sin embargo hay un detalle llamativo: se le dedica casi la mitad de esta primera parte al sol (vv. 4b-6). Esto deja notar que el interés del texto es hacer polémica y desmitificar: hacer polémica contra la astrología babilónica y desmitificar los poderes, incluso divinos, atribuidos al sol[1]. Este, por más poderoso que sea, es simplemente creatura, que obedece a las normas de un ser superior comunicando por todos los rincones la gloria de Dios. No rige destinos, Génesis diría que sirve para marcar las jornadas, con un claro sabor litúrgico, aquello que se adoraba sirve ahora para invitar a la adoración.
            El autor deja la creación y empieza hablar ahora de la ley (vv. 7-11). Cuando se refirió a la creación como testigo de la gloria de Dios, usó el nombre genérico para Dios, el cual es sencillamente Dios o el en hebreo. Pero ahora deja el genérico y usa el nombre personal para Dios, el Señor o Yahvé en hebreo; nombre que está vinculado a la historia del éxodo y a los eventos que lo acompañan, es en dicho evento donde Dios revela el nombre a Moisés (Ex 3:14,15). La sugerencia es que el poeta está diciendo que a través de la ley se puede conocer a Dios de una manera más íntima, la creación habla de Dios pero la ley revela su nombre, su intimidad. La ley enseña, restaura, es terapéutica, tiene carácter exhortativo y retributivo para quien la guarda.
            En la última sección del poema el poeta expresa el efecto que ha tenido en él reconocer la obra divina en la creación y en la torá (vv. 12-14). Hace una reflexión donde revela su sentido de humildad e impotencia, “contemplar la gloria divina, según se revela en la naturaleza y en la ley, hace que el salmista desee vivir en integridad, y le desafíe a vivir de acuerdo con los preceptos divinos. Descubrir la grandeza de Dios le hace reconocer sus imperfecciones, que es el primer paso hacia el disfrute pleno de la vida[2]. El salmista termina expresando el deseo de no ofender a Dios, en últimas, toda esta reflexión lo ha llevado a tener un sentido de confianza y liberación: “roca mía y redentor mío” (Cp. Dt 32:4; Ex 15:13).
            Este texto nos ha puesto frente a la cuestión fundamental de la teología del AT. Creación y Palabra. La teología sistemática le ha llamado es este binomio revelación general (creación) y revelación especial (palabra); y, Francis Bacon, el padre del método científico, planteo que Dios se había revelado al ser humano de dos formas, por “las escrituras” y por “el libro de la naturaleza”. Sin embargo lo realmente importante es lo que el texto quiere decirnos aquí y ahora. El texto rechaza el viejo problema de creer que los astros influyen nuestros destinos, es decir, la costumbre de consultar el horóscopo. Pero también objeta al panteísmo (todo es dios), ya que hace una clara diferencia entre la creación y su creador. La creación debe llevarnos a la contemplación y a la admiración del creador. Como reza el viejo himno “Señor mi Dios, al contemplar los cielos…”. Esta creación se convierte en predicadora al hombre y es suficiente para que este reconozca en ella, la impronta divina (Rom 1:20-24).
            Sin embargo aunque la creación nos lleva a la contemplación, es la Palabra-Ley la que finalmente nos confronta con nuestra finitud y la capacidad para errar, es la Palabra la que nos expone (Sant 1:23,24; 2 Tim 3:16,17) y nos entrega en las manos de aquel que puede ayudarnos y guardarnos de nosotros mismos, es la Palabra la que marca el derrotero de nuestras palabras y nos conduce a la confianza y liberación en Dios. Juan el evangelista diría en el prólogo de su evangelio que la Palabra por excelencia es Jesús que tiene la capacidad para dar vida y luz a los hombres (Jn 1:1-5). De manera que Dios nos ha hablado y haríamos bien en configurar nuestras vidas a la luz de su revelación dejando a un lado toda superchería y búsqueda de revelaciones extrañas. La palabra final, revelación final de Dios fue Jesucristo (Heb 1:1,2), pongamos nuestra mirada en él. La creación invita a la contemplación, la Palabra desafía a la conversión. Fin.

[1]“Aunque los vv. 1-6 contienen paralelos a himnos al sol en Egipto y en Mesopotamia hay una gran diferencia: allí el sol es adorado y deificado, pero en este salmo la naturaleza y el sol están personificados para alabar a Dios” BRENEMAN, Mervin, Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 8: Salmos. Mundo Hispano-El Paso (Texas), 2009, p 111.
[2]PAGÁN, Samuel, De lo profundo, Señor, ati clamo: introducción y comentario al libro de los Salmos, Patmos- Miami, 2007, p 193.