viernes, 26 de diciembre de 2014

Comunes y silvestres

Comunes y silvestres
Lc 6:12-16
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero113
Siempre me ha llamado la atención el hecho de “la elección de los 12 discípulos”, especialmente la narrativa de Lucas que hoy funda esta reflexión. El relato es provocador por su geografía y su numerología. El monte aquí hace eco al monte Sinaí en donde el pueblo recién liberado es inaugurado como nación santa para Dios con su vocación sacerdotal: esto implicaba que Israel era el medio por el cual Dios se revelaría a las naciones, pero Israel confundió su status de medio y llegó a creerse fin (y así llegó su fin). El número 12 afirma nuevamente a Israel en su composición tribal. Lo que Jesús está haciendo entonces es “redefiniendo a Israel”. Aun así, lo que más me llama la atención del relato es el hecho de que Jesús, antes de elegir a los 12, pasa toda la noche orando. El creyente promedio piensa y cree que la oración es un llamado de Dios a la dependencia y de esta manera no teme equivocarse pues Dios está dirigiéndolo. Pero cuando leemos los evangelios nos damos cuenta que elegir a estos doce, tal vez no fue la mejor idea; eran hombres tan “comunes y silvestres”, tan imperfectos, tan faltos, tan distraídos, tan elitistas. Y la pregunta que nos asalta es ¿para qué oro Jesús toda la noche si estos no eran “peritas en dulce”? La narración nos dirá más tarde que uno de ellos lo vendió, otro lo negó y los diez restantes lo abandonaron y que en el marco de la “última cena” se estaban peleando puestos de honor.
            Hay dos razones fuertes por las cuales creo que Jesús oro antes de la escogencia de los doce. Primero porque toda elección debe darse en el marco de la vida orante. Segundo, Jesús oro para no hacer su voluntad, nuestra tendencia es escoger a los mejores, a los más altos, los más fuertes, los más inteligentes. Creo que Jesús oro toda la noche así “Padre, líbrame de la tentación de elegir de acuerdo a criterios meramente humanos, criterios de eficiencia y eficacia, ayúdame a elegir de acuerdo a tu voluntad”. Pero los 12 son como nosotros, tan “comunes y silvestres”, sirviendo por la gracia de Dios. Para finalizar y seguir pensando, les dejo lo siguiente que encontré husmeando por ahí:

Memorandum.

PARA:
Jesús, hijo de José.
Taller de carpintería.
Nazaret.

DE:
Consultoría Jordán
Jerusalén

Estimado Señor:
Muchas gracias por enviarnos los currículum de las doce personas que ha seleccionado para que ocupen los cargos de gestión de su nueva organización. A todos ellos les hemos aplicado nuestro sistema de selección; hemos cotejado los resultados con nuestra base de datos y también han tenido una entrevista personal con nuestros psicólogos y asesores laborales. Todos hemos llegado a la conclusión de que sus candidatos no tienen el trasfondo necesario, no cumplen los requisitos académicos ni tienen las aptitudes ni la vocación necesarios para formar parte de la empresa que Ud. quiere iniciar. No entienden el concepto de equipo. Le aconsejamos que continúe buscando personas que puedan probar su experiencia y eficacia en el campo de la administración.
Simón Pedro es emocionalmente inestable, y de temperamento fuerte y rebelde. Andrés no tiene ninguna cualidad para el liderazgo. Los dos hermanos, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, anteponen sus propios intereses a la lealtad. Tomás es muy escéptico, y su tendencia a cuestionar las cosas pueden desanimar al resto.
En cuanto a Mateo, tenemos la obligación de comunicarle que las autoridades financieras de Jerusalén le han abierto un expediente. Tadeo y Jacobo, el hijo de Alfeo, han presentado en varias ocasiones conductas radicales y trastornos maniaco-depresivos.  Sin embargo, uno de los candidatos parece tener cierto potencial. Tiene habilidades sociales y una mente apta para los negocios. También tiene contactos con altos cargos. Tiene mucha motivación, ambición y es responsable. Le recomendamos a Judas Iscariote como director de la administración de su empresa, y como su mano derecha. Todos los demás candidatos quedan, a nuestro parecer, descartados.
            Le deseamos lo mejor en su nueva empresa.

Atentamente,

Consultoría Jordán.

martes, 16 de diciembre de 2014

El villancico de Zacarías

El villancico de Zacarías
Canción de un padre sorprendido
Lc 1:67-80
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 112
Los villancicos remontan su origen a los siglos XV y XVI. En un principio eran canciones del pueblo, de la gente del campo; por eso se les llama “villancicos”, pues eran cantos de los labriegos, de los trabajadores rurales, que en latín se les llamaba villanus; fue en el siglo XVII cuando se introdujeron en las celebraciones religiosas. Sus letras hablaban en un lenguaje popular acerca del misterio de la encarnación, y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Aún hoy los villancicos cantan y celebran el nacimiento del Salvador. En la Biblia encontramos una canción, que después de la canción que entona María, es sin dudas el segundo villancico. Quien canta es un anciano llamado Zacarías a quien Dios le ha visitado permitiendo que su esposa, estéril y anciana, conciba y dé a luz un hijo. De esta manera lo que suscita la canción es la acción de Dios en la historia de una pareja y de un pueblo. Esta canción, conocida por su nombre latín “El Benedictus”, tiene tres estrofas. Pero, ¿Qué es lo que canta Zacarías? ¿Cuál es el tema de su canción?  El tema fundamental es que, enviando al salvador, la fidelidad de Dios ha sido mostrada cumpliendo así las profecías, su pacto y ha vinculado al hijo de Zacarías en este propósito. La canción de Zacarías responde la pregunta que la gente hacía en el templo el día de la circuncisión ¿Quién será este niño? (1:66). Quién más capacitado para ello que su propio padre, ha tenido nueve meses en silencio para meditar sobre ello (Cp.1:2; 64).
            En la primera estrofa Zacarías alaba a Dios porque ha enviado un salvador (vv. 67-73). Este envío implica por lo menos tres asuntos. En primer lugar es muestra de la visita redentora de Dios para con su pueblo (v. 68a Cp. Gn 21:2; 50:24,25; Ex 3:16). La visita, la intervención especial, de Dios en la historia de este pueblo jamás lo dejará igual; lo liberará de todas las fuerzas opresoras (v. 71). En segundo lugar esta visitación se da como cumplimiento de la palabra dada por profetas. “Los profetas habían anunciado al Mesías (Cp Is 7:14; 9:1-6; 11:1-9; Jr 23:5,6; Mq 5:1). A través de este Dios salvaría nuevamente a su pueblo, como en otro tiempo ya lo había liberado de la opresión egipcia (Sal 106:10)”[1]. Este salvador, cuerno de salvación (fuerza de salvación)[2], pertenecería a la familia de David (2 Sam 7; Ez 34). Zacarías dice entonces que los suyos están asistiendo a un tiempo especial de Dios. Y en tercer lugar esta intervención es muestra que Dios es compasivo con la historia de un pueblo porque no sufre de amnesia: se acuerda de su pacto (v. 72).
            En la segunda estrofa pone el acento en que la salvación traída se da como cumplimiento del pacto hecho a Abraham (vv. 73-75). El pacto no solo hablaba de la liberación futura sino del propósito de esa liberación (Gn 15:13-19; 17:7): la adoración. Enviando al Mesías Dios actualiza sus promesas a Israel y así libre de opresiones, este pueblo podrá rendir culto continuo a Dios (servicio) sin temor, en santidad y justicia (Cp. Jos 24:7). Hasta aquí, en estas dos estrofas, notamos que: Dios actúa con base en su Palabra (promesa); la salvación tiene como fin la adoración y el tema de este himno no es Juan, es Jesús. Parece ser que el “villancico de María” ha sonado de tal modo que Zacarías sabe su tema y lo canta. En la tercera y última estrofa Zacarías se dirige a su hijo, a Juan. Él será profeta y su tarea demostrara su vocación. Irá delante del Señor para “preparar sus caminos”, para dar al pueblo conocimiento de la salvación: el perdón de pecados como resultado del amor divino. Este perdón, el cual Juan anunciará, será muestra de la visitación de Dios a través del “sol de justicia” que traerá luz e iluminará a los que viven en tinieblas, en sombras de muerte y mostrar caminos de paz (Mal 4:2; Nm 24:17 Cp Is 9:2,6; 42:7;58:8; 60:1,2).  Zacarías interpreta de esta manera la misión de Juan a la luz de las promesas mesiánicas (Mal 4:6; Is 40:2,3).
            Finalizaremos este análisis con una afirmación y un contraste. Lo primero tiene que ver con que el tema de este villancico es el evangelio: buenas nuevas para aquellos que están presos, oprimidos y desesperanzados. La llegada del Mesías (Jesús) nos permite leer la historia con esperanza, pero también nos dice que hay algo en nosotros que está mal: nuestros pecados. La navidad tiene carácter profético, denuncia y anuncia. Denuncia el pecado y anuncia el perdón y la esperanza. En segundo lugar, el villancico de Zacarías no se parece a los que entonamos hoy. Aquel promueve una revolución; estos, el Statu Quo. Los villancicos de hoy cantan felices a un niño que, desde su pesebre, no incomoda ni desafía a nadie. Pero nadie puede entonar el villancico de Zacarías sin ser convocado a un cambio, a una verdadera revolución en su vida. El creyente promedio hoy no piensa en la navidad en términos Escriturales sino culturales y comerciales. La fiesta navideña no es alimentada por la Biblia y la historia de la salvación sino por el comercio y una distinta valoración. Muchas veces no hay celebración de la vida sino a la muerte. La imagen del anciano Zacarías abrazando a su hijo Juan es paradigmática. Si no hay niños, si no hay interés por ellos, si no cuidamos de ellos, tendremos que pensar que esta sociedad está abocada a la muerte. Por esta razón la navidad es celebración de la vida. En esta navidad cantemos (no compremos) las bendiciones de Dios sobre nosotros. Fin.


[1] CARRILLO ALDAY, Salvador, El evangelio según San Lucas. Verbo Divino-Estella (Navarra), 2009, p 73.
[2] El cuerno es una imagen Bíblica que expresa poder y fuerza (1 Sam 2:10; Sal 89:25; 132:17).

martes, 9 de diciembre de 2014

La “Cocalización” del Espíritu (2)

La “Cocalización” del Espíritu (2)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 111
Nuestro quinto ejemplo es paradigmático, lo encontramos en la narrativa de Hechos 10 y 11. En el capítulo 10 se nos narra la “conversión” de Cornelio y en el capítulo 11 Pedro cuenta su experiencia sobre su propia “conversión”. A Pedro le toca entender que la  misión entendida desde el pentecostés tiene implicaciones étnicas profundas. Por ello en estos textos acontecen dos conversiones: la de Cornelio y la de Pedro. Aunque Cornelio era temeroso de Dios, no se le quitaba el hecho de ser gentil y para colmo jefe militar de la potencia que ocupaba, por la fuerza, a Palestina donde se hallaba el pueblo de Dios. Se decía que aun el polvo de Cesarea era impuro ya que hacía parte de la región Samaritana. Pedro es asaltado por una visión en donde ve toda clase de animales impuros y una voz que le decía “mata y come”. Para algunos este texto es un permiso culinario, pero en contexto, la visión es un impulso misionero; es desmonte teológico, es sorpresa étnica. Pedro es llevado por Dios a comprender lo que significa haber aplicado el texto de Joel a la experiencia pentecostal. Es llamado a vivir el desbordamiento del Espíritu fuera de las fronteras geográficas, étnicas y cultuales. Pedro tiene que “convertirse” de su miopía pentecostal. Y, ante la efusión del Espíritu para Cornelio y los suyos, confiesa que Dios es un Dios incluyente, que al mover de Dios no se le puede estandarizar en virtud de privilegios religiosos o culturales; que al Espíritu no se le puede “cocalizar” (Hech 10:34-48). La lucha de Pedro aquí es similar a la de Jonás allá: no pueden comprender el hecho de que el Dios a quien sirven tenga tanta misericordia para los enemigos de Israel.  
            El sexto y último ejemplo se da en el terreno de la exegesis. En el mundo, la reflexión teológica  y la experiencia del Espíritu durante el siglo XX y lo corrido del XXI se puede resumir en dos tendencias: la cesacionista y la continuista. Básicamente la primera tendencia dice, a la luz de la Biblia y la historia, que algunos dones carismáticos que experimentó la iglesia primitiva con sus distintos rostros ya no son para hoy. La segunda tendencia, afirma lo contrario: hay una continuidad entre el ayer y la experiencia actual de la iglesia en relación con los dones carismáticos. Estos últimos también apelan a la Biblia y a la historia. Uno de los argumentos que los “cesacionistas” esgrimen está fundamentado en la frase de Pablo “porque conocemos solo en parte…pero cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido” (1 Cor 13:9-10). El cesacionista afirma que lo referido en el texto como “lo perfecto” es el canon del NT[1]. La dificultad con este argumento es su carácter anacrónico. Es anacrónico porque pone en la “mente” de Pablo algo que para él era totalmente desconocido; primero porque la idea del canon del NT empieza a surgir a finales del siglo II; segundo porque ninguno de los autores del NT imaginó nunca que sus textos o cartas serían normativas para la iglesia de todos los tiempos. Pablo o Juan quedarían sorprendidos al enterarse de que hoy, veinte siglos después, sus cartas se siguen leyendo y tienen carácter normativo aún para la Iglesia. Ahora, dado el argumento Paulino en 1 Corintios 13-15, es mejor y más sano pensar que “lo perfecto” hace referencia a la segunda venida del Señor con todas sus implicaciones corporales, naturales y cósmicas. Como lo dijo Karl Bart, “cuando el sol sale, todas las luces se apagan”. La cocalización del Espíritu aquí es mediada por la exegesis y el anacronismo a ultranza.
            Quisiera terminar esta reflexión con dos consejos a dos voces. Indistintamente de qué lado estamos, si somos cesacionistas o continuistas, el llamado es a que nuestras reflexiones teológicas dejen lugar para el misterio, el recogimiento y el asombro frente al hecho del Espíritu.  Nuestra fe debe ser cerebral pero siempre invitándonos a celebrar. La primera voz, para este consejo, es de Juan Stam, él dijo: “El relato de la venida del Espíritu, en Hechos 2, incluye otros elementos distintos al hablar en lenguas, por ejemplo: comienza con la experiencia de fenómenos extraordinarios (2:1-13; bien pentecostal, digamos), sigue con un sermón expositivo cuyo tema central es el señorío de Cristo (2:14-41, al estilo  de Spurgeon o de los mejores predicadores presbiterianos) y termina con una nueva comunidad de fe y praxis (2:42-47) ¡con sabor menonita!”[2]. La experiencia del Espíritu va mucho más allá de nuestra tradición evangélica, ya sea continuista o cesacionista. La segunda voz es de quien fuera llamado, coloquialmente, el papa evangélico, el gran John Stott. El hace tres aseveraciones para tener en cuenta frente a la temática aquí abordada: 1). La objetividad de la verdad: todas nuestras opiniones, todas nuestras tradiciones, y todas nuestras experiencias han de someterse al examen independiente y objetivo de la verdad bíblica. 2). La centralidad de Cristo: Nuestros ojos han sido abiertos a la verdad "que está en Jesús" y nuestros labios confiesan que él es Señor Soberano y a la vez dar lugar al crecimiento hacia la madurez y a experiencias más plenas y profundas de Cristo. 3). Debiéramos poder concordar en cuanto a la diversidad de vida. Dicho de otra manera, el Dios vivo de la naturaleza y de las Escrituras es un Dios de rica y colorida variedad[3]. El Espíritu es variado en sus manifestaciones, siempre se manifiesta, pero no siempre de la misma manera. Por ello es imposible la estandarización, no se le puede “cocalizar”. Pero recordemos finalmente que el Espíritu sin la Palabra carece de dirección y la Palabra sin el Espíritu adolece de vida, resulta impotente. Fin.   


[1] CARSON, Donald. Las manifestaciones del Espíritu. Andamio-Barcelona,
[2] STAM, Juan, Evangelio, cultura y pluralismo religioso; en Boletín Teológico, año 29, No 67 (Julio- Septiembre 1997) p 7-27.
[3] STOTT, John. Sed llenos del Espíritu. Caribe- Miami. 1984, p 7.

lunes, 1 de diciembre de 2014

La “Cocalización” del Espíritu (1)

La “Cocalización” del Espíritu (1)
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 110
En 1996 George Ritzer publicó un trabajo de corte sociológico y económico llamado “La McDonalización de la sociedad”, el neologismo “McDonalización” es para Ritzer  una forma de representar la globalización. Ritzer, profesor de sociología en la Universidad de Meryland, se dio cuenta de que la estandarización (homogenización), propuesta por el modelo global, era equivalente al del popular consorcio de comida rápida[1]. Siguiendo la representación del autor mencionado, usaré aquí el término “Cocalización”, que viene de Coca-Cola, para hablar de la tendencia a estandarizar, homogenizar o, en el peor de los casos, domesticar al Espíritu Santo y su obra. Así como la Coca-Cola es una en sabor, presentación y distribución en más de 200 países del mundo, a menudo solemos hacer lo  mismo con Dios, su actuar y su Espíritu; homogenizamos su proceder de tal manera que, cuando vemos algo que no cabe en los marcos teológicos preestablecidos de como debiera ser y actuar Dios, optamos por el rechazo o la crítica descarnada. En la Biblia hay sendos ejemplos de “Cocalización” del Espíritu. Veamos.
            El primer ejemplo lo encontramos en Números 11. Aquí hallamos una de las tantas quejas del pueblo de Israel en medio de su travesía por el desierto. El pueblo quería comer carne y evoca tontamente a Egipto. Eran esclavos, dicen, pero tenían comida. La esclavitud suele evocarse como estado idílico cuando la libertad está costando. En medio de este escenario Dios ministra a Moisés, para que no se reviente física y emocionalmente, le dice que escoja a 70 ancianos para que lleven junto a él la carga del pueblo; para esto, Dios visitaría a los ancianos con el Espíritu que estaba en Moisés, esto acontecerá en el marco litúrgico del tabernáculo. La cuestión es que cuando el Espíritu viene sobre los ancianos, este se “desborda” y alcanza a Eldad y Medad, que no estaban dentro de los 70 y tampoco en el tabernáculo. Frente a esto el joven líder Josué va a Moisés y le dice que el Espíritu ha sobrepasado los límites, ha salido del marco, esto no puede estar pasando. Moisés le responde diciendo que no tenga celos, que su deseo es que todo el pueblo guste de la presencia del Espíritu y hable la Palabra de Dios.  Así, el pastor Moisés no se hipoteca el Espíritu, su liderazgo no está en el hecho de “manipular el don de Dios” sino en crear los escenarios para que todos tengan una experiencia genuina de él.
            Nuestro segundo ejemplo lo encontramos en Joel 2.  El profeta recoge el sueño de Moisés y frente a un liderazgo corrupto, impío y la realidad trágica del exilio; Dios promete su Espíritu, será dado a todos sin distinción de edad (“ancianos y jóvenes”), de clase social (“siervos y siervas”), de género (“hijos e hijas”), o de nacionalidad (“toda carne”). El Espíritu deja de ser privilegio de pocos para convertirse en bendición de muchos.  La visitación de Dios aquí tiene un carácter incluyente. Es curioso que el texto no mencione a la clase religiosa, parece haber aquí una crítica interna contra todo intento de monopolizar el don de Dios, todo intento de domesticar a Dios con fines personales y elitistas. La “cocalización” del Espíritu es criticada. Este es el mismo fondo Escritural, que frente a la experiencia en el aposento alto, Pedro cita: se remite el mismo y a su auditorio que le critica y pide razones. Fuera del templo, una comunidad como de 120 personas recibe la promesa, el nuevo Israel es empoderado y enviado a las naciones. Desde la periferia social (galileos) y religiosa (fuera del templo), son enviados hasta lo último de la tierra. ¡Quién iba a pensarlo!
            Un tercer ejemplo de “cocalización del Espíritu” se da en el NT con la experiencia de Jesús. Con la llegada del reino en la persona y obra del Nazareno, las fuerzas del mal son trastocadas, los poderes del infierno con obras muy terrenales son perturbados. En una serie de controversias que Marcos describe (2-3), se presenta una con los escribas: ellos acusan a Jesús de expulsar a los demonios por el poder de Belcebú (3:22-30). Jesús les responde mostrándoles la incoherencia lógica y “espiritual” del argumento. Pero va más allá, al argumentar así, al atribuir la obra de Dios al demonio, los escribas pecan contra el Espíritu, este pecado es imperdonable. Es imperdonable porque se cierran al actuar del Espíritu que les lleva a Dios para el perdón de pecados, es imperdonable  porque se oponen a la liberación de Dios en Cristo. Lo que Jesús hace no cabe en la religión institucionalizada, en el estándar que “los de Jerusalén” tienen del mover de Dios. Y es que no hay nada que le haga más daño a la misión y al evangelio que la que “fe institucionalizada”. La historia nos dice que la iglesia perdió fuerza misionera y ética, cuando llegó a ser la religión oficial del imperio.
            Un cuarto ejemplo sucede en el mismo texto de Marcos. Los discípulos que han fracasado frente a la expulsión del demonio mudo, ven a alguien que si expulsa demonios por el “nombre de Jesús” e intentan impedírselo (Mrc 9:38-41). Ellos tal vez pensaron que Jesús les aplaudiría esta moción. La “cocalización” aquí tiene tinte sectario y elitista. Diríamos en términos contemporáneos: “vimos a alguien haciendo la obra de Dios pero como no es de nuestra denominación… entonces lo desaprobamos”. Los discípulos intentan domesticar la obra de Dios. Jesús les reprende y les revela más bien en donde estuvo la falla de ellos, la razón del fracaso; olvidaron hacer la obra de Dios en “el nombre de Jesús”, se fundamentaron en la veteranía y olvidaron la dependencia que produce la oración (“y el ayuno”). El exorcista anónimo sale bien librado, mientras que los discípulos “aventajados” salen regañados. La desaprobación del otro, solo porque no es parte de los nuestros, aunque con teología sana, es “cocalización del Espíritu”. Continuará.


[1] Ritzer, George. La McDonalización de la sociedad. Un análisis de la racionalización en la vida cotidiana, 3ª ed. Ariel, Barcelona, 1996.