Las intermitencias de la muerte II
La victoria sobre la muerte según Pablo en clave de
misterio
1 Cor 15: 51-58
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 95
En la tercera parte de nuestro texto; el misterio aplicado, v. 58, Pablo pasa
a exponer las implicaciones prácticas de lo que viene diciendo. Esta sección
haya su importancia en esa relación planteada entre escatología y ética. El
futuro que ya empezó y que esperamos afecta la forma en la que vivimos el presente.
Es decir, la verdad de que Dios jalona la historia hacia su propósito no lleva
al creyente al inmovilismo, al quietismo y a la indiferencia, sino que lo
estimula a obrar consecuentemente con las verdades confesadas; porque las
verdades confesadas, serán también verdades actuadas. Ahora, quiero que sea un
erudito, Tom Wright, quien nos dirija en
esta parte, respecto a este último verso él afirma:
“El versículo final del capítulo podría
parecer un anticlímax, pero sólo si nos hubiéramos permitido olvidar las
múltiples maneras en que este extenso análisis de la resurrección estaba
vinculado con el resto de la carta. Una
interpretación superficial de Pablo, que asimilase su pensamiento a la piedad
popular, podría haber esperado que concluyera este capítulo diciendo: “¡por tanto,
hermanos y hermanas, aguardad con ansias la esperanza que está puesta ante
vosotros!”. En lugar de eso Pablo vuelve a dirigir su mirada al tiempo
presente, a las tareas que requieren atención y al llamamiento a permanecer “firmes
e inconmovibles en ellas”. La idea fundamental de todo ello ha sido que, pese a
la discontinuidad entre la actual modalidad de condición física corruptible y
el mundo futuro de realidad física corruptible, existe una continuidad
subyacente entre la presente vida corporal y la futura vida corporal y esto da
sentido y dirección al presente vivir cristiano… el Mesías, el Señor, fue
resucitado; y con ello la proclamación, la fe y la labor constante quedan
rescatadas de la vanidad, de la inutilidad. Lo que en el presente se hace “en
el Señor”, permanecerá en el futuro de Dios”[1].
Esta es la verdad del final del texto paulino:
vivir con conciencia de lo eterno y de la venida del Señor no nos debe llevar a
desentendernos del presente y lo temporal, sino que lo eterno llena de
significado el presente y lo relativiza recordándonos que todo ahora tiene el
sello de la temporalidad en virtud de aquel DIA. Por ello al hablar de lo
eterno Pablo invita a los creyentes a comprometerse con el presente (la ofrenda
a Jerusalén, presente inmediato). A la luz de esta verdad estoy convencido, y
como lo decía anteriormente respecto a la predicación paulina, debemos revisar
nuestras predicaciones sobre la segunda venida y la resurrección. El texto
viene a desmontar y a proponer. Nos invita a recorrer el camino desde “la
escatología escapista” a “la escatología integrista” y comprometida con el ya,
el aquí y el ahora.
Es
necesario notar aquí que, contrario a la predicación en América Latina en décadas
pasadas (de la cual quedan vestigios), que proclamaba la segunda venida como un
“escape de este mundo” y la resurrección como “una vida trasmundana e
inmaterial”; la Biblia, y específicamente este texto paulino, reafirma la
creación en proceso de restauración y el cuerpo físico como parte de esa
creación, templo divino. Obviamente había mucha influencia platónica en esa
forma de ver la creación, el cuerpo y la Biblia misma. Pero al leer la Biblia,
en contexto, son superados de inmediato los dualismos platónicos como: el alma
contra el cuerpo y lo espiritual contra lo material. Para sorpresa de muchos, pero sin saberlo, nos encontramos que
aquellos que tanto nos predicaron y hablaron contra la filosofía, estaban haciéndolo
desde una plataforma filosófica y no Bíblica; desde la filosofía platónica,
especialmente desde “Fedon o del alma”, uno de los diálogos de Platón. Es muy claro
entonces, y esto debe afectar nuestra predicación, la pastoral y llenarnos de esperanza,
que la sabiduría griega sentía la preocupación de liberar al hombre del lastre
de la materia y la procura a un retorno al mundo del espíritu. La Biblia, en
cambio, manifiesta su preocupación por liberar la materia y la naturaleza de la
maldad y la malicia del hombre. En Cristo, tanto el hombre cono la materia,
experimentan su liberación (Cp Rom
8:23). Muy lejos de pensar en una liberación definitiva del alma de su cárcel
corporal, el NT anuncia una vida eterna en el cuerpo.
El
nobel de literatura José Saramago nos legó una obra maravillosa; “Las
intermitencias de la muerte”, en ella cuenta el hecho de como la muerte, en algún
país algún día, deja de hacer su trabajo, suspende su labor. Esto ocasiona caos
y problemas de salud pública. Hace que todas las esferas de la sociedad y estancias
del poder sean convocadas a la búsqueda de una posible solución. Tiempo después,
la muerte, por decisión propia decide volver a trabajar. Pero… la muerte se
enamora de un misterioso violinista al que no puede matar, y suspende para
siempre su labor. La novela termina con la frase que inició: “y al día
siguiente, la muerte no mató a nadie”. Desde la resurrección de Cristo los
cristianos aguardamos con esperanza por el amanecer de ese día, el día en el
que la muerte muera. Cuando contemplamos al mundo quebrado y lesionado por el
pecado, cuando miramos dentro de nosotros y contemplamos nuestras lesiones,
quiebres y heridas profundas; cuando dejamos a los nuestros en la tumba; percibimos
la música del cielo, la melodía del futuro, la danza divina, en contraste con
nuestros gemidos y los del Espíritu; ¡anhelamos profundamente ser liberados!
Por ello, yo me uno al canto victorioso de Pablo y grito a la muerte: “¡Muerte,
muerte, con todas tus pretensiones omnímodas, con todas tus intromisiones
oscuras, no veo la hora en la que se cumpla en ti por competo la sentencia
paulina “DÓNDE ESTÁ, OH MUERTE, TU VICTORIA? ¿DÓNDE, OH SEPULCRO, TU AGUIJÓN?”!
Fin.