¿Orgulloso
yo…?
Sant
4:13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 80
Culturalmente hemos
entendido que el orgullo es una antivirtud que va contra todo atisbo de
urbanidad y buen comportamiento. Cuando ese sentimiento de valoración de uno
mismo por encima de los demás está presente las relaciones humanas, en
cualquier ámbito, se tornan complejas y se hacen difíciles. A diario escuchamos decir que esta o aquella
persona es muy orgullosa. Bien. Todo esto sobre el orgullo es correcto; sin
embargo la Biblia, aunque nos llama constantemente a la humildad y amabilidad
criticando y oponiéndose a este orgullo cultural, va mucho más allá en su
apreciación sobre el orgullo, a esta forma bíblica de ver el tema le llamaremos
“orgullo escritural”. Santiago va a ayudarnos un poco en la comprensión del
tema al abordarlo al final del capitulo 4. El apóstol hace una fuerte crítica a
aquellos que viven sus vidas a expensas de la voluntad y los designios divinos.
Veámoslo.
Después
de haber dado pautas de solución para la comunidad en conflicto (4:1-12), ahora su discurso se decanta, el
circulo de vuelve más cerrado y apunta hacia un grupo de personas en
particular; los alude como “aquellos que dicen…”. El texto empieza diciendo
“¡Vamos ahora!”, esta era una expresión idiomática que servía para llamar la
atención frente a lo que se iba a decir (Cp.
5:1). Como diciendo: “¡escúchenme!”, la cuestión merece toda la atención del
auditorio. De esta manera Santiago entra a criticar o señalar la jactancia o el
orgullo de un grupo en particular en el seno de la comunidad. El argumento y
sus implicaciones lo estudiaremos bajo la siguiente estructura; en primer lugar el orgullo en evidencia (vv. 13-14),
la primera parte del texto responde a la pregunta, ¿Cuál es el perfil del
orgulloso o como se hace evidente? Santiago dice que el orgullo de las personas a quienes llama la atención
es evidente en la forma en la que planean su presente, “hoy” y su futuro,
“mañana”. Desde ese marco temporal ellos han decidido fechas (hoy y mañana),
traslado (iremos), localidad (a tal ciudad), la permanencia (estaremos un año),
la habilidad (traficaremos) y los resultados (y ganaremos). El orgullo es evidente
en la forma como se están proyectando las personas. En la manera como asumen su
temporalidad y su localidad. Pero también se hace evidente en el
desconocimiento de que el futuro escapa del control humano, Santiago les dice:
“…cuando no sabéis lo que será el mañana”, y en la ignorancia de la limitación
de la vida humana, les dice: “… ¿Qué es vuestra vida?, ciertamente neblina que
se desvanece” (Job 7:9; Os 13:3). Como lo expresara Gustavo Adolfo Becquer: “al
brillar un relámpago nacemos, y aun dura su fulgor cuando morimos: ¡tan corto
es vivir!”.
Ahora,
frente al orgullo evidente, Santiago plantea, en segundo lugar, una solución o
antídoto (v. 15). “Ustedes están diciendo, afirma Santiago, pero deben
decir mejor…”. La invitación que al apóstol hace es a la rendición que se
muestra en el reconocimiento de la divinidad y los límites de la humanidad. Les
dice “deben decir, si él Señor quiere haremos esto o aquello”. Lo presente y lo
futuro se dará por la mediación divina y no por ningún esfuerzo humano. La
invitación es a no poder la confianza en sus capacidades para la estrategia y
la planeación, sino en Dios quien controla el futuro y la vida. Santiago no
está en contra de la planeación sino en contra del orgullo, porque planear la
vida desconociendo las limitaciones humanas y las posibilidades divinas es
orgullo. Santiago tampoco está sugiriendo que Dios sea como el talismán para la
buena suerte, al que hay que incluir o mencionar al planear la vida o el día a
día y todo saldrá bien. Santiago no está proponiendo que ellos incluyan a Dios
en sus planes como apéndice o agregado, sino que está llamando a contemplar la
manera en la que ellos están incluidos en los planes de Dios. Al final de su
argumento, Santiago califica por fin esta actitud. En tercer lugar entonces, el orgullo y su calificación (vv. 16-17). A
manera de contraste Santiago les dice que ellos no están planeando de acuerdo a
Dios y les dice que hacerlo así es malo, es pecado (1:9, 23, 27; 2:26; Gal 6:14;
1 Tes 2:19). El pecado es de omisión, es una muestra de fe sin obras. El
orgullo escritural es finalmente vivir la vida a expensas de Dios (Prov 8:13; 16:18-19;
Salm 10:4; Is 14:12; Ez 28:17).
Las
personas a las que Santiago confronta tal vez no sufrían el orgullo cultural:
eran amables, gentiles, cariñosas y hasta generosas y de buen nombre. Sin
embargo si sufrían el orgullo escritural viviendo la vida como si Dios no
existiera, como ateos prácticos. En
nuestros días por ejemplo se vive el proceso de secularización que empezó en Europa
con la ilustración: el mundo, el tiempo, los espacios, las labores, la vida
misma, han perdido su dimensión sacramental y han quedado trastocados por la
esfera de los secular, en donde Dios es, en el mejor de los casos, un apéndice
o agregado, incluso en la vida de los creyentes confesos. El creyente ha perdido
de vista que la creación tiene sello divino, es sacramento y que la vida es un
don y no una conquista; y se le llama a vivir reconociendo esa verdad en
adoración. A este creyente, a usted, Santiago le dice: “¿a quién pretendes
engañar? cuando ante el mundo, la sociedad y la iglesia misma te presentas como
un gran estadista, administrador, esposo o esposa, o un gran ministro del
evangelio; pero ante Dios eres un vulgar pecador”. Así que la próxima vez que
alguien le haga reflexionar sobre el orgullo, no responda rápidamente y de
manera sarcástica encogiendo los hombros: “orgulloso yo…”, sino más bien… piense,
auto examínese, conviértase… ríndase.