miércoles, 29 de enero de 2014

¿Orgulloso yo…?

¿Orgulloso yo…?
Sant 4:13-17
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 80
Culturalmente hemos entendido que el orgullo es una antivirtud que va contra todo atisbo de urbanidad y buen comportamiento. Cuando ese sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás está presente las relaciones humanas, en cualquier ámbito, se tornan complejas y se hacen difíciles.  A diario escuchamos decir que esta o aquella persona es muy orgullosa. Bien. Todo esto sobre el orgullo es correcto; sin embargo la Biblia, aunque nos llama constantemente a la humildad y amabilidad criticando y oponiéndose a este orgullo cultural, va mucho más allá en su apreciación sobre el orgullo, a esta forma bíblica de ver el tema le llamaremos “orgullo escritural”. Santiago va a ayudarnos un poco en la comprensión del tema al abordarlo al final del capitulo 4. El apóstol hace una fuerte crítica a aquellos que viven sus vidas a expensas de la voluntad y los designios divinos. Veámoslo.
            Después de haber dado pautas de solución para la comunidad en conflicto  (4:1-12), ahora su discurso se decanta, el circulo de vuelve más cerrado y apunta hacia un grupo de personas en particular; los alude como “aquellos que dicen…”. El texto empieza diciendo “¡Vamos ahora!”, esta era una expresión idiomática que servía para llamar la atención frente a lo que se iba a decir (Cp. 5:1). Como diciendo: “¡escúchenme!”, la cuestión merece toda la atención del auditorio. De esta manera Santiago entra a criticar o señalar la jactancia o el orgullo de un grupo en particular en el seno de la comunidad. El argumento y sus implicaciones lo estudiaremos bajo la siguiente estructura; en primer lugar el orgullo en evidencia (vv. 13-14), la primera parte del texto responde a la pregunta, ¿Cuál es el perfil del orgulloso o como se hace evidente? Santiago dice que el orgullo  de las personas a quienes llama la atención es evidente en la forma en la que planean su presente, “hoy” y su futuro, “mañana”. Desde ese marco temporal ellos han decidido fechas (hoy y mañana), traslado (iremos), localidad (a tal ciudad), la permanencia (estaremos un año), la habilidad (traficaremos) y los resultados (y ganaremos). El orgullo es evidente en la forma como se están proyectando las personas. En la manera como asumen su temporalidad y su localidad. Pero también se hace evidente en el desconocimiento de que el futuro escapa del control humano, Santiago les dice: “…cuando no sabéis lo que será el mañana”, y en la ignorancia de la limitación de la vida humana, les dice: “… ¿Qué es vuestra vida?, ciertamente neblina que se desvanece” (Job 7:9; Os 13:3). Como lo expresara Gustavo Adolfo Becquer: “al brillar un relámpago nacemos, y aun dura su fulgor cuando morimos: ¡tan corto es vivir!”.
            Ahora, frente al orgullo evidente, Santiago plantea, en segundo lugar,  una solución o antídoto (v. 15). “Ustedes están diciendo, afirma Santiago, pero deben decir mejor…”. La invitación que al apóstol hace es a la rendición que se muestra en el reconocimiento de la divinidad y los límites de la humanidad. Les dice “deben decir, si él Señor quiere haremos esto o aquello”. Lo presente y lo futuro se dará por la mediación divina y no por ningún esfuerzo humano. La invitación es a no poder la confianza en sus capacidades para la estrategia y la planeación, sino en Dios quien controla el futuro y la vida. Santiago no está en contra de la planeación sino en contra del orgullo, porque planear la vida desconociendo las limitaciones humanas y las posibilidades divinas es orgullo. Santiago tampoco está sugiriendo que Dios sea como el talismán para la buena suerte, al que hay que incluir o mencionar al planear la vida o el día a día y todo saldrá bien. Santiago no está proponiendo que ellos incluyan a Dios en sus planes como apéndice o agregado, sino que está llamando a contemplar la manera en la que ellos están incluidos en los planes de Dios. Al final de su argumento, Santiago califica por fin esta actitud. En tercer lugar entonces, el orgullo y su calificación (vv. 16-17). A manera de contraste Santiago les dice que ellos no están planeando de acuerdo a Dios y les dice que hacerlo así es malo, es pecado (1:9, 23, 27; 2:26; Gal 6:14; 1 Tes 2:19). El pecado es de omisión, es una muestra de fe sin obras. El orgullo escritural es finalmente vivir la vida a expensas de Dios (Prov 8:13; 16:18-19; Salm 10:4; Is 14:12; Ez 28:17).
            Las personas a las que Santiago confronta tal vez no sufrían el orgullo cultural: eran amables, gentiles, cariñosas y hasta generosas y de buen nombre. Sin embargo si sufrían el orgullo escritural viviendo la vida como si Dios no existiera, como ateos prácticos.  En nuestros días por ejemplo se vive el proceso de secularización que empezó en Europa con la ilustración: el mundo, el tiempo, los espacios, las labores, la vida misma, han perdido su dimensión sacramental y han quedado trastocados por la esfera de los secular, en donde Dios es, en el mejor de los casos, un apéndice o agregado, incluso en la vida de los creyentes confesos. El creyente ha perdido de vista que la creación tiene sello divino, es sacramento y que la vida es un don y no una conquista; y se le llama a vivir reconociendo esa verdad en adoración. A este creyente, a usted, Santiago le dice: “¿a quién pretendes engañar? cuando ante el mundo, la sociedad y la iglesia misma te presentas como un gran estadista, administrador, esposo o esposa, o un gran ministro del evangelio; pero ante Dios eres un vulgar pecador”. Así que la próxima vez que alguien le haga reflexionar sobre el orgullo, no responda rápidamente y de manera sarcástica encogiendo los hombros: “orgulloso yo…”, sino más bien… piense, auto examínese, conviértase… ríndase. 

martes, 14 de enero de 2014

Profetizar o no profetizar, ¡esa es la cuestión!

Profetizar o no profetizar ¡esa es la cuestión!
Las preferencias carismáticas del apóstol Pablo
1 Cor 14
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 79
El desafío con el que inicia este capítulo, que está dedicado al uso y la administración del don de profecía y el de lenguas, se desprende del argumento que trató en el capítulo anterior. El apóstol insta a los corintios a dejarse seducir por la “revolución del amor” en lugar de estar buscando la admiración y la promoción personal al usar los “dones espectaculares”, sobre todo, el de lenguas. Ahora pasa a mostrar sus “preferencias carismáticas”, es decir; va a preferir el don de profecía al de lenguas a no ser que estas últimas sean interpretadas. La idea es la siguiente: el don de profecía es “mejor” que el de lenguas porque edifica a la iglesia y puede generar la conversión de los incrédulos. Para fundamentar su preferencia va a esbozar, básicamente, cuatro argumentos.
            En primer lugar está el argumento basado en los auditorios y propósito del don de lenguas y de profecía (vv. 1b-5). Para el don de lenguas el auditorio es Dios y el propósito es la edificación individual. Es decir, quien habla en lenguas, habla a Dios no a la congregación. Mientras que el que profetiza, su auditorio es la comunidad y su propósito es triple: edificar, exhortar y consolar. El mensaje que el profeta emite debe entonces edificar; es decir, incrementar el conocimiento del evangelio para poder vivir de acuerdo a este (3:9-13); exhortar (llamar  la atención) a aquellos que por razones éticas han dejado de construir; y consolar a aquellos que por razones anímicas han dejado de edificar (Cp. Jer 1:10; 2 Tim 3:16). El que profetiza es “mayor” porque alcanza a un número amplio de personas al hacerlo. Esto representa un eco de las enseñanzas de Jesús sobre el servicio: mayor aquel que sabe que sus dones son para el servicio de los demás, no para autopromoción, manipulación y ostentación (Mt 20:25-28).
En segundo lugar está el argumento fundado en el carácter incomprensible de las lenguas (vv. 6-19). El apóstol afirma que hablar lenguas sin interpretarlas es como instrumentos que producen sonidos desagradables, como la trompeta, que por producir un sonido incomprensible no invita a la guerra y como un extranjero que habla a otros en su lengua pero nadie le entiende. Hace una pequeña aplicación al decir que el culto a Dios en comunidad no debe despreciar la razón, no la anula, sino que la usa para edificar. En tercer lugar está el argumento basado en la escritura (vv. 20-22). En un acto de juicio Dios permitiría que los asirios invadieran a la nación y los conquistaran, entonces tendrían que escuchar una lengua que no podrían entender (Is 28:11): la de sus conquistadores. Entonces las lenguas estaban diseñadas como señal para un pueblo duro de corazón e incrédulo; pero serían en últimas ineficaces (Cp. 11:34)[1]. Y en cuarto lugar está el argumento basado en la conversión de los no creyentes (vv. 23-25). El culto debe ser entendible de tal manera que no lleve a la burla sino a la adoración (conversión) de los que no creen. Así el culto con sabor profético procura la edificación, consolación y exhortación de la iglesia y la conversión de los incrédulos. El apóstol, que no prohíbe el hablar en lenguas públicamente pero interpretadas, termina aplicando bajo la sentencia: “hágase todo decentemente y con orden” (vv.26-40).
Las preferencias carismáticas del apóstol pablo no están fundadas en un capricho personal sino producto de una preocupación pastoral: la edificación de la iglesia. El trasfondo es el de los “cultos de misterio” que estaban introducidos en la iglesia y que el apóstol está contrastando. En estos los labios espumeantes, los profetas fuera de sí, las personas hablando lenguas extrañas sin control, gente revolcándose en el suelo; era sinónimo del “mover de Dios”. Pablo está intentando depurar el culto de esas prácticas, hacerlo entendible, sobrio, coherente y razonable. Por otro lado el apóstol está quitando cierto protagonismo a los que hablaban lenguas, porque lo hacían para atribuirse éxito personal. Así, la iglesia no es un circo donde asistimos a ver un show, la iglesia es el lugar de la adoración y la conversión. Los cristianos son personas coherentes no locos de atar.
Algunas nociones para el culto. El culto no debe ser egoísta, esto significa que las reuniones no son un espacio para la búsqueda de la promoción (exhibicionismo)  personal sino para la edificación grupal; es bueno preguntarse, esto que hago ¿puede ayudar a alguien? ¿Acercará esto a cada uno de los miembros más a Dios? El culto debe ser inteligible (entendible), razonable; se debe “vivir la locura del evangelio de manera cuerda”. El culto “prefiere” el don de la Palabra porque genera agenda para la comunidad: ella es la Palabra cierta que ilumina los momento inciertos del camino, ella percibe el rumbo del proyecto de Dios para que la comunidad no pierda de vista su misión; ella nos lleva a experimentar a Dios ya  decir, “¡Verdaderamente Dios está aquí!”; y nos confronta con nuestras propias fragilidades. Fin

[1] Los “incrédulos” en primer lugar son corintios creyentes, los “creyentes” son los que hacen parte de la iglesia y se dejan llevar por el argumento paulino y, el otro grupo de incrédulos son los “no creyentes” en Cristo.

jueves, 2 de enero de 2014

Test de religión: la religión falsa y la genuina



Test de religión: la religión falsa y la genuina
Sant 1:26,27.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 78
Dos aclaraciones para empezar. En primer lugar, siempre nos ha intrigado el hecho de determinar la genuina experiencia de fe en nosotros mismos y en los demás. La pregunta  formulada, ¿cómo sabemos si esta o aquella persona tiene una experiencia genuina de Dios?, no solo es una preocupación en el discurso de la teología Bíblica en términos generales, sino también en la práctica de la pastoral y la vida cristiana. En segundo lugar, el término “religión” no goza de popularidad entre los cristianos porque, en términos negativos, se nos ha enseñado que “religión” es todo aquello que el hombre hace para alcanzar la salvación y, en su defecto, el cristianismo no es una religión sino una relación. Debemos afirmar que: la religión en Santiago es la experiencia de lo sagrado o sencillamente la experiencia de Dios, personal y comunitaria, en contextos concretos. Además, el texto que nos ocupa nos da pistas para evaluar una genuina experiencia de Dios de una que no lo es. Es decir, Santiago nos va a decir cómo ser un mal o buen “religioso”; nos va a plantear una especie de test de religión contrastando la religión vana versus la religión genuina.
            En primer lugar la religión vana (v.26 Cp. Hech 26:5; Col 2:18). En esta parte  se presentan tres aspectos. 1). La posibilidad: “si alguno se cree religioso…”, al autor apunta aquí a la interpretación farisaica de la religión, es decir; a la posibilidad de que en la comunidad para alguien la experiencia de fe se convierta en una buena excusa para esconderse y no actuar.  2). La negación: “y no refrena su lengua…”,  la lengua o la capacidad del habla se convierte en termómetro para medir la espiritualidad en la media que esta es reflejo de lo mucho o lo poco que el individuo tiene de Dios (Cp. 1:176; 3:1-12). Tal vez el descontrol de la lengua aquí tenga que  ver con le chisme y la difamación y esto daña la convivencia fraterna. El chisme y la difamación acaban con la confianza mutua, induciendo a la hipocresía en las relaciones y la crítica destructiva. 3). La conclusión: “la religión del tal es vana”, es decir; su experiencia de fe no es auténtica, no es genuina. Al usar aquí para “vana” la palabra griega mataios usada para hablar de la idolatría (Hech 14:15; Rom 1:21; Ef 4:17), el autor está sugiriendo que la religión de la gente que no controla su lengua  no es mejor que la idolatría.
            En segundo lugar la religión pura (v. 27). También aquí se presentan, al menos, tres aspectos. 1). Su naturaleza: “pura e incontaminada…”, es decir la experiencia genuina de Dios es sin aditivos, sin mezclas, sin agregados. 2). Su escenario: “delante de Dios y padre…”, la práctica de la piedad tiene se actúa delante de Dios. 3). Su práctica concreta: “visitar a las viudas y huérfanos y guardarse…”, el culto, la piedad o la práctica religiosa que se le pide los cristianos  no se resume únicamente en ceremonias o en saber formulas religiosas, permaneciendo en lo abstracto y cómodo de una vivencia que nada tiene que ver con la vida concreta. La verdadera religión es la entrega de si mismo a Dios para vivir la justicia en la vida práctica observando, por lo menos, dos aspectos: a). Socorrer y defender a los pobres y marginados, por medio de una continua defensa del huérfano y de la viuda, tradicionalmente excluidos de la sociedad antigua. Esta idea es tomada por Santiago del AT (Ex 22:22; Dt 14:29; Is 1:10-17; Salm 68:5)[1] . b). “Guardarse sin mancha del mundo”, no comprometerse con una estructura injusta y pecaminosa de la sociedad. Recordemos que el término “mundo”, es una forma típicamente bíblica de referirse a la cosmovisión y al estilo de vida del no creyente. Las comunidades cristianas deben, pues, evitar  ajustarse a ese mundo injusto y no caer en la trampa de sus valores como parece que estaba ocurriendo en algunos de sus miembros, la juzgar por el argumento del capítulo dos. La idea de “Dios Padre”, en este argumento habla del Dios que protege, cuida y libera en paralelo al éxodo (Ex 4:24). Esa es también nuestra problemática en medio del mundo que se seculariza y se debate entre tantas injusticias: vivir en el aislamiento sin ensuciarnos las manos con la sangre derramada en el mundo, o vivir en testimonio y participación, sin defectos sociales que impidan prestar el debido servicio con los bienes recibidos de Dios. Santiago no opta por el aislamiento. Opta más bien por la participación en la acción de Dios Padre[2].
            Entonces, uno de los test para probar la religión genuina es la medida en la que ayudamos a los desamparados de nuestro mundo, ya sean viudas y huérfanos, inmigrantes y desarraigados que están acostumbrándose a una nueva vida, discapacitados o gente sin techo; pasando de esta manera del evangelio que se escucha hacia la acción que trasforma la realidad. Y por contraste, el test para probar la falsa religión es una lengua incontrolable que mina y destruye el sentido de comunidad que tanto profesa la fe cristiana. En nuestro lenguaje diríamos: “si alguno se cree espiritual y no refrena su lengua, su espiritualidad es falsa. La espiritualidad verdadera es exponerse, hacer una visita promoviendo la vida y la justicia y guardarse, no patrocinando las injusticias y el pecado del mundo”.
  Así, la fe es y será siempre una “opción existencial situada” que no divide las esferas entre lo secular y lo espiritual, lamentablemente la corriente dualista: “El cuerpo es un estorbo para el alma”, proclamada por algunos padres de la filosofía, en la Atenas del siglo V.aC, principalmente por Platón, influyó en la priorización de la “espiritualización” sobre la preocupación por las necesidades corporales e integrales del ser humano. La espiritualidad genuina tiene una dimensión vertical porque se vive ante Dios, pero unos resultados horizontales porque se concreta en la vida diaria con actos de servicio. Este servicio será finalmente manifestación de la presencia de Jesús; el evangelio de Juan afirma: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor…” (Jn 12:26). Pero, la religiosidad siempre estará en contraste con la religión, con la experiencia genuina de Dios.

[1] En el mundo antiguo, en el que las mujeres no tenían ningún estatus social ni ningún modo de ganarse la vida, las viudas y los huérfanos no tenían como sostenerse. Por tanto, una característica de la obediencia de Israel era la preocupación especial por los desamparados.
[2] OBERMÜLLER, Rodolfo. ¿CONTAMINACIÓN? En torno a una definición de la religión (Sant 1,27), RB 34 (1, 1972), p 13-19.