¿Fracasado?... Piense.
Parte I.
Moisés: de Egipto al
desierto
convozalta.blogspot.com/Jovanni
Caballero 75
El término fracaso hace referencia a la frustración (cuando se daña una
pretensión o un proyecto) y al resultado adverso en un negocio. En concreto se
considera que dicho término procede de la expresión italiana fracassare que puede traducirse como
“estrellarse” o “romperse”. Un fracaso es, por lo tanto, un suceso lamentable, inesperado
y funesto. Frente a esto las personas o instituciones tienen, básicamente, dos
opciones; quedarse en un “lamento sostenido” por aquello que pudo ser y no fue,
o levantarse y seguir caminando mirando el fracaso como posibilidad pedagógica;
pero para el creyente, el fracaso será siempre posibilidad teológica. La vida
de Moisés nos ayuda a pensar un poco en lo hasta aquí expresado. ¡Quién iba a
pensarlo! Dios encomienda la misión de liberar a su pueblo de Egipto a un
fracasado, a Moisés. Veamos un poco el perfil de este fracasado.
En
primer lugar el texto del Éxodo
vincula el nacimiento de Moisés con la historia de su pueblo Israel (Ex 1:1-7).
El cuadro que pinta del pueblo es sombrío, Egipto ha pasado de benefactor a verdugo
y las promesas de Israel sobre un futuro promisorio en la tierra que Dios les
dará están bajo el polvo y casi el olvido. Childs[1] afirma
que la política opresora de Egipto hacia Israel se desarrolló en tres etapas: a)
Incremento paulatino de los niveles de opresión (Ex 1:11-14); b) Control de
natalidad de la población esclava que incluyó la muerte de todos los niños
hebreos de sexo masculino (Ex 1:15-16); c) Exterminio total de la población de
esclavos peligrosa para la estabilidad política del sistema dominante. La vida
está amenazada y en medio de este
contexto nace Moisés: bajo sentencia de muerte (Ex 2:1-2). Hasta aquí
encontramos, a pesar de todo, una nota de
esperanza: la forma como se protege la vida de este niño y el lenguaje que
se usa (arquilla, brea, agua) hacen pensar al lector en el diluvio; en la
posibilidad de juicio y salvación (Ex 3:4 Cp.
Gen 6:14); pero además se encuentra una nota
curiosa: es el mismo imperio el que cuidará del niño; este será como
especie de “un caballo de Troya” para Egipto (Ex 2:4-10)[2].
En
segundo lugar, Moisés ya
adulto, vive en carne propia la opresión del imperio hacia su pueblo y
reacciona matando al egipcio opresor y lo esconde en la arena, tiempo más tarde
la arena suelta sus secretos y, ante el deseo de ayudar a los suyos, estos le
increpan sobre la posición que está ejerciendo y sobre el secreto de la arena
(Ex 2:11-15). Este último evento, publico ya ante la corte real, hace que Moisés
se convierta en fugitivo: va del palacio al desierto. Así termina esta segunda
etapa de la vida de Moisés: exiliado en Madian, frustrado porque la empresa de
liberación no resultó; fracasó. Ahora, hay dos detalles que nos ponen a pensar
al concluir esta etapa; el primero es sobre la identidad de Moisés: en Madian
lo llaman egipcio; es decir, lo identifican como un miembro del imperio al que
se opuso matando a un egipcio (Ex 2:19); y el segundo es sobre el efecto que
causó el fracaso en su vida: le pone por nombre a su primer hijo, Gerson; que
significa forastero (Ex 2:22). Hay nostalgia, este proceso lo ha marcado. El
fracasado Moisés ahora no se siente de ningún lugar, Facundo Cabral expresaría:
“no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir”.
Hasta aquí, la huida de Moisés se narra con palabras
amargas “se fue a vivir a Madián” (Ex 2:15). Vivir en tierra extraña es para la
Biblia dejar de vivir como ser humano. Para el los semitas, un ser humano solo
vive de verdad cuando está en relación (comunión) con los suyos. Sin la familia
y sin los amigos, uno no es nadie. Otro cantautor latinoamericano, Alejandro
Lerner, expresó: “pasa la vida y el tiempo no se queda quieto, llevo el
silencio y el frío con la soledad. En qué lugar anidaré mis sueños nuevos y
quién me dará una mano para volver a empezar. Se fueron los aplausos y algunos
recuerdos, y el eco de la gloria duerme
en un placard”. Tal como está letra lo expresa el sueño más elevado que puede
tener un ser humano, el de la libertad, quedó sepultado para Moisés. Así cierra
esta parte de la historia, con frustración, con sabor a fracaso.
Paralela a la historia del fracaso de Moisés el autor,
vuelve a retomar la historia del pueblo. Pero ahora la tensión ha aumentado: el
posible liberador fracasó, las promesas de Dios se esfuman y la opresión
aumenta. ¿Qué hará Dios frente a la opresión de su pueblo? ¿Cuál es su haz bajo
la manga? El capítulo dos del libro del Éxodo concluye así: “ 23 Aconteció que después de muchos días murió el rey de
Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y
subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. 24 Y oyó Dios el gemido de ellos,
y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Y miró Dios a los hijos de
Israel, y los reconoció Dios (Ex 2:23-25)”. Mientras Moisés está en Madián el pueblo oprimido ora y Dios oye, se
acuerda, mira y reconoce. Al orar, los oprimidos ya no conciben la realidad
concreta de la opresión como una especie de “mundo cerrado” del cual no pueden
salir[3]. Pero…
¿cómo saldrán de esa situación? ¿Habrá oportunidad para Moisés el fracasado? Continuará.
[1] CHILDS, Brevard, El libro del
Éxodo: comentario crítico y teológico. Verbo Divino- Estella (Navarra), 2003, p
54.
[2] La hija del faraón le pone por
nombre Moisés que significa “sacado del agua”. En egipcio significaría
“engendrado por el Nilo”.
[3] FREIRE, Paulo. Pedagogía del oprimido.
Siglo XXI-España, 2008, p 29.