El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VIII
Los peligros.
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Caballero 55
Apreciado Samuel hoy quiero advertirte sobre los peligros que se van a
presentar en tu tarea como predicador. Y es que este camino a veces puede
tornarse resbaladizo, esta vía puede tener algunas luces en rojo y se hace
necesario tomarlas en cuenta para no incurrir en posibles accidentes. Esta vez
te hablaré de tres peligros: la profesionalización, la alegorización y la
moralización. Veamos en que consiste el peligro de la profesionalización. Como
lo hemos visto hasta aquí, la importancia del estudio y el conocimiento de la
técnica y, en términos generales, el manejo de las reglas generales de la
homilética, la exegesis y la hermenéutica son cruciales en la tarea y el
ministerio de la predicación. La “clave” con esto, mi querido Samuel, está en
saber que la técnica y las reglas que dominan el discurso de la predicación son
“métodos” y que como la palabra lo indica, proponen un camino a seguir[1]. El
peligro empieza a surgir cuando convertimos los métodos en fines, cuando la
técnica se convierte en fin en sí misma. Así empezamos a caer en el
“tecnicismo” y nos vamos convirtiendo en profesionales de la predicación; donde
el énfasis está en el pulimiento y dominio de la técnica a expensas del
verdadero propósito de la predicación: alimentar al pueblo de Dios con su
Palabra. Bien haríamos en tener en cuenta la advertencia de Piper “los pastores
están siendo liquidados por la profesionalización del ministerio pastoral. La
mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad
del esclavo de Cristo. La profesionalización no tiene nada que ver con la
esencia y medula del ministerio cristiano”[2].
Comentemos un poco ahora el
segundo peligro; la alegorización. Surge como una escuela de interpretación
dentro de los estudiosos helenistas que trataban de defender a Homero y a otros
poetas antiguos respecto a algunos pasajes de sus obras un poco cuestionables. Esta
forma de interpretación llega al judaísmo helénico también para defender a Dios
frente a algunos textos del AT con moralidad cuestionable. La alegorización
busca ver en el texto un sentido “espiritual profundo” que no está a simple
vista o en el sentido literal obvio. Por ejemplo, si Dios les ordenó a los
hijos de Israel matar a los habitantes de Jericó, esto quiere decir que cuando
Dios entra al alma debemos destruir todo vestigio de pecado que haya en ella. Así
se soluciona el problema moral, Dios queda bien y el AT no suena “ofensivo y primitivo”.
Filón fue el más grande representante por el judaísmo y Orígenes por el
cristianismo. Esta forma de acercarse al texto Bíblico, mi querido amigo, hoy
es muy común. Constantemente estamos escuchando a predicadores extraer
“verdades profundas” de textos Bíblicos. El problema con esta forma es que
desconoce el sentido literario e histórico del texto llevándolo al mundo de las
ideas y de la abstracción. Cuando esto pasa el texto queda a merced del
predicador. La alegorización será siempre una alternativa facilista e ingeniosa
al estudio histórico, literario y teológico del texto.
El tercer peligro es el de la moralización.
Al igual que el anterior, este también tiene que ver con la “interpretación”
del texto. Se presenta cuando se lee el texto Bíblico, especialmente la
narrativa, para ver simplemente ejemplos o lecciones de vida positivos o
negativos. Así el texto se torna parecido a las fabulas de Esopo con una
historia y una moraleja. Esta forma de leer los textos es muy común en la
práctica de la predicación en América Latina. Te pongo, mi querido Samuel dos
ejemplos. La historia de José es predicada a veces como un “buen ejemplo de
éxito en la vida a pesar de las dificultades”; sin embargo, la narrativa de
José no tiene como propósito comunicar cómo se pasa de "mendigo a
príncipe", tiene como fin mostrar la manera en la que la promesa hecha a
Abraham, "ser bendición a las naciones", se está cumpliendo en Egipto
(Gn 37-50). Esta narrativa es "evangelio puro". Mirarla así es
tomarla como evangelización, hacer lo contrario es verla como moralización. Otro
ejemplo es el de la narrativa de David y Goliat. Se lee y se predica como la
historia del “pequeño que le gana al grande” y de cómo debemos enfrentar a “nuestros
Goliat”. Pero es evidente que el mensaje del texto tiene que ver con un asunto
político y misiológico. Por ello te sugiero que, especialmente en la narrativa,
evites dos errores: 1) La moralización de los personajes. 2) La negación de los
personajes.
Finalmente, mi querido
Samuel, te propongo contra el peligro de la profesionalización una vida
espiritual profunda a través de la oración; además, evita tomar los métodos
(caminos) como fines. Contra la alegorización y la moralización; busca
interpretar el texto en el marco de una historia particular: la del pueblo
judío en el escenario del medio oriente antiguo o el mundo grecorromano del
primer siglo. Siempre leyendo el texto cristológicamente. Esto no significa ver
a Cristo en cada texto de la escritura, sino leer el texto sabiendo que este forma
parte de una historia cuyo clímax es Cristo (Lc 24:28). Continuará.