lunes, 25 de marzo de 2013

El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VIII


El valor de predicar: consejos para un amigo predicador. Parte VIII
Los peligros.
            convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 55
Apreciado Samuel hoy quiero advertirte sobre los peligros que se van a presentar en tu tarea como predicador. Y es que este camino a veces puede tornarse resbaladizo, esta vía puede tener algunas luces en rojo y se hace necesario tomarlas en cuenta para no incurrir en posibles accidentes. Esta vez te hablaré de tres peligros: la profesionalización, la alegorización y la moralización. Veamos en que consiste el peligro de la profesionalización. Como lo hemos visto hasta aquí, la importancia del estudio y el conocimiento de la técnica y, en términos generales, el manejo de las reglas generales de la homilética, la exegesis y la hermenéutica son cruciales en la tarea y el ministerio de la predicación. La “clave” con esto, mi querido Samuel, está en saber que la técnica y las reglas que dominan el discurso de la predicación son “métodos” y que como la palabra lo indica, proponen un camino a seguir[1]. El peligro empieza a surgir cuando convertimos los métodos en fines, cuando la técnica se convierte en fin en sí misma. Así empezamos a caer en el “tecnicismo” y nos vamos convirtiendo en profesionales de la predicación; donde el énfasis está en el pulimiento y dominio de la técnica a expensas del verdadero propósito de la predicación: alimentar al pueblo de Dios con su Palabra. Bien haríamos en tener en cuenta la advertencia de Piper “los pastores están siendo liquidados por la profesionalización del ministerio pastoral. La mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad del esclavo de Cristo. La profesionalización no tiene nada que ver con la esencia y medula del ministerio cristiano”[2].
            Comentemos un poco ahora el segundo peligro; la alegorización. Surge como una escuela de interpretación dentro de los estudiosos helenistas que trataban de defender a Homero y a otros poetas antiguos respecto a algunos pasajes de sus obras un poco cuestionables. Esta forma de interpretación llega al judaísmo helénico también para defender a Dios frente a algunos textos del AT con moralidad cuestionable. La alegorización busca ver en el texto un sentido “espiritual profundo” que no está a simple vista o en el sentido literal obvio. Por ejemplo, si Dios les ordenó a los hijos de Israel matar a los habitantes de Jericó, esto quiere decir que cuando Dios entra al alma debemos destruir todo vestigio de pecado que haya en ella. Así se soluciona el problema moral, Dios queda bien y el AT no suena “ofensivo y primitivo”. Filón fue el más grande representante por el judaísmo y Orígenes por el cristianismo. Esta forma de acercarse al texto Bíblico, mi querido amigo, hoy es muy común. Constantemente estamos escuchando a predicadores extraer “verdades profundas” de textos Bíblicos. El problema con esta forma es que desconoce el sentido literario e histórico del texto llevándolo al mundo de las ideas y de la abstracción. Cuando esto pasa el texto queda a merced del predicador. La alegorización será siempre una alternativa facilista e ingeniosa al estudio histórico, literario y teológico del texto.
              El tercer peligro es el de la moralización. Al igual que el anterior, este también tiene que ver con la “interpretación” del texto. Se presenta cuando se lee el texto Bíblico, especialmente la narrativa, para ver simplemente ejemplos o lecciones de vida positivos o negativos. Así el texto se torna parecido a las fabulas de Esopo con una historia y una moraleja. Esta forma de leer los textos es muy común en la práctica de la predicación en América Latina. Te pongo, mi querido Samuel dos ejemplos. La historia de José es predicada a veces como un “buen ejemplo de éxito en la vida a pesar de las dificultades”; sin embargo, la narrativa de José no tiene como propósito comunicar cómo se pasa de "mendigo a príncipe", tiene como fin mostrar la manera en la que la promesa hecha a Abraham, "ser bendición a las naciones", se está cumpliendo en Egipto (Gn 37-50). Esta narrativa es "evangelio puro". Mirarla así es tomarla como evangelización, hacer lo contrario es verla como moralización. Otro ejemplo es el de la narrativa de David y Goliat. Se lee y se predica como la historia del “pequeño que le gana al grande” y de cómo debemos enfrentar a “nuestros Goliat”. Pero es evidente que el mensaje del texto tiene que ver con un asunto político y misiológico. Por ello te sugiero que, especialmente en la narrativa, evites dos errores: 1) La moralización de los personajes. 2) La negación de los personajes.
            Finalmente, mi querido Samuel, te propongo contra el peligro de la profesionalización una vida espiritual profunda a través de la oración; además, evita tomar los métodos (caminos) como fines. Contra la alegorización y la moralización; busca interpretar el texto en el marco de una historia particular: la del pueblo judío en el escenario del medio oriente antiguo o el mundo grecorromano del primer siglo. Siempre leyendo el texto cristológicamente. Esto no significa ver a Cristo en cada texto de la escritura, sino leer el texto sabiendo que este forma parte de una historia cuyo clímax es Cristo (Lc 24:28). Continuará.

[1] Método es una palabra que proviene del término griego methodos (“camino” o “vía”) y que se refiere al medio utilizado para llegar a un fin.
[2] PIPER John, ¡Hermanos! no somos profesionales. Clie-Barcelona, 2010, p 10.

martes, 12 de marzo de 2013

Bibliología I


Bibliología I
Tres clave para la lectura de la Biblia
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 54
Para el creyente la convicción de la “Biblia como Palabra de Dios” es innegable y está fuera de toda discusión. Más aun, para el cristiano hijo de la reforma la sentencia sola scritura recoge la verdad  de que la Biblia es fuente primera y última de instrucción, reflexión y acción. Martín Lutero, el gran reformador, frente a la dieta en Worns se sintió persuadido por la Palabra de Dios hasta el punto de afirmar: “a menos que se me persuada por testimonios de las Escrituras o por razonamientos evidentes, porque no me bastan únicamente las afirmaciones de los papas y de los concilios, puesto que han errado y se han contradicho a menudo, me siento vinculado con los textos de la escritura que he citado y mi conciencia continúa cautiva de la Palabra de Dios. Ni puedo ni quiero retractarme de nada, porque no es ni seguro ni honrado actuar en contra de la propia conciencia”[1]. Sin embargo a pesar de la convicción aquí expresada todo cristiano enfrenta dificultades cuando se encuentra con el texto Bíblico. Estas pueden ser variadas y en distintas dimensiones. Por esto propondré aquí tres clave para la lectura de la Biblia y poder sacarle así mejor provecho[2], superando algunas dificultades que se presentan en su lectura.
                En primer lugar considero que la Biblia debe leerse en clave existencial. Esto quiere decir que la Biblia tiene un mensaje para el “individuo” aquí y ahora. Que las historias y personajes que la Biblia muestra son finalmente retratos de todo ser humano en cualquier parte de la historia. Leer la Biblia es ser leído por ella y ser convocado a una decisión. Cuando el salmista dice: “lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Salm 119:105), está diciendo que su existencia, su andar (camino) está siendo “agendado” por la Palabra de Dios. Ahora, es cierto que hay textos que no aplican para el creyente hoy, algunos de ellos han sido gastados y cumplidos por la llegada de Cristo; pero esta declaración, supone ya, una aplicación. También es verdad que muchos creyentes se sienten desinflados cuando se acercan al texto Bíblico y lo notan distante. Para esto entonces es necesario leer el texto en “clave existencial”; es decir, leyendo consiente de que el texto trata de mí y mis circunstancias.
            En segundo lugar sugiero que el texto Bíblico debe leerse en clave de libreto. Esta pauta, sacada del mundo del teatro, nos dice que la lectura de la Biblia conduce a una forma de actuar en particular. La Biblia es un libreto (guión), los lectores son protagonistas no simple espectadores de una obra, el mundo es el gran escenario y Dios el gran dramaturgo. Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo español, lo estimó así con su obra teatral: “el gran teatro del mundo”. En el citado drama de  Calderón, Dios es el director y el mundo es el escenario; en este, cada persona que llega a la existencia recibe el vestuario correspondiente al papel que se le ha asignado. Por su parte al apuntador, anima a cada actor a hacerlo bien, porque Dios es Dios[3]. Al apóstol Pablo al escribirle a Timoteo plantea lo que venimos afirmando cuando expresa: “toda Escritura es inspirada por Dios y es útil para… a fin de que el hombre de Dios sea maduro, preparado para toda buena obra” (2 Tim 3:16,17). Notemos como el acercamiento a la Escritura  propone un marco para la acción. De esta manera el estudio de la Biblia no promueve el “quietismo”, sino que nos convierte en protagonistas de un gran drama. 
            Y en tercer lugar sugiero que la Biblia debe leerse en clave cristológica. Para el cristiano esta no es una forma de leer la Biblia; no es una opción entre otras. Esta es la manera con la cual se espera que todo creyente, especialmente aquel que enseña y predica la Biblia, lea el texto Bíblico. Leer en “clave cristológica” no quiere decir que “tenemos” que ver o encontrar  a Cristo en cada texto de la Escritura; eso sería un error exegético. Lo que si quiere decir es que cada texto de la Biblia debe leerse con la conciencia de que este texto en particular forma parte de una historia amplia cuyo clímax o fin es Cristo. En Cristo Dios ha llevado el relato del Antiguo Testamento a su culminación. De esta manera lo contempla el autor de Hebreos cuando dice que Cristo es la Palabra final de Dios (Heb 1:1,2). Jesús mismo propone, a los desilusionados caminantes a Emaús, leer las Escrituras “en clave cristológica” (Lc 24:27).  Esta “clave” no solo es pauta hermenéutica: Cristo como eje para interpretar las Escrituras; sino que cumple también una función pastoral: en Cristo Dios se ha manifestado cumpliendo sus promesas. Entonces leer en “clave existencial” es hacerlo consiente de que lo que dice la Biblia es conmigo. Leer en “clave de libreto” tiene que ver con leer el texto como un guión para la actuación. Y leer en “en clave cristológica” es leer el texto consiente de que Cristo es el criterio final y tema fundamental de la Escritura y no una nota al pie de la página. De esta manera todo encuentro con la Escritura será un encuentro con Cristo (1 Tim 3:14,15). Fin.


[2] El término “clave” no lo uso aquí con la connotación actual dada por la cultura y literatura de “superación personal” en donde “clave” es una fórmula mágica para conseguir algo en la vida. El termino lo uso más bien en su sentido clásico donde “clave” hace la referencia a criterios para entender mejor asuntos diversos.
[3] VANHOOZER, Kevin J. El drama de la doctrina: una perspectiva canónico-lingüística de la teología cristiana. Sígueme-Salamanca, 2010, p 11.