Perdón extremo
Lucas 17:1-19
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Caballero 46
En sus primeros versos, Lucas, a manera de introducción, nos comunica
algunos detalles (1:1-4): el asunto o
cuestión: “un relato acerca de cosas que han sido ciertísimas” y sobre las
cuales otros han estado trabajando (vv.1, 2). El método: la investigación diligente y la sistematización, (v.3d).
El auditorio: Teófilo, quien, al
parecer, era un hombre de una alta posición en su tiempo (v.3e)[1]. El propósito: la instrucción, no como
mera información, sino con un llamado a la relación (v.4). Lucas escribe para
que Teófilo “conozca”; así la fe es una cuestión racional. La historia que le
cuenta, la de un hombre llamado Jesús, quien es el Mesías, está enmarcada en
otra historia: la del pueblo judío (1:5ss). El texto que nos ocupa esta vez
forma parte íntegra de ese interés lucano por discipular e instruir en la fe a un
hombre. La narración nos presenta cinco
escenas, cuyo hilo conductor es el perdón, que va más allá de los
convencionalismos de ese tiempo.
En la primera escena Jesús explica a sus discípulos lo que al
parecer es una actitud burlesca de los fariseos (1,2 Cp.16:14): las ofensas, dice Jesús, son inevitables. Siempre habrá
personas que con sus actitudes insten al escándalo o al tropiezo. Sin embargo, la
regularidad no debe quitar la seriedad; es decir, a las ofensas, aunque frecuentes,
debe tomárselas en serio[2]. En la segunda escena el Señor insta a
los suyos a estar vigilantes entre ellos, y les propone una solución para cuando
alguien entre ellos sea causa de tropiezo u ofensa (vv.3, 4). La solución es la
reprensión, que abre espacios para el perdón. Pero, en forma metafórica Jesús
dice que el perdón se debe conceder cada vez que hay arrepentimiento (Cp. Mt 18:21, 22). De esta manera, lo
que se dijo en la oración del Padre Nuestro respecto al perdón se hace realidad
en la comunidad (Lc 11:4). Así, toda
ofensa es deuda, toda disculpa es voluntad de pago y todo perdón es liberación (de
la deuda). En la tercera escena (vv.5,
6), los apóstoles, que no pueden comprender lo que acaban de escuchar respecto
a perdonar “siete veces”, piden fe: “¡Señor, ayúdanos!”. Jesús les dice que la
cuestión no es de cantidad de fe sino de calidad. Parece ser que el perdón es
un asunto de fe, porque la ofensa es también como un árbol, con hondas raíces,
que hay que arrancar.
La cuarta escena habla (en parábola) del “siervo inútil”, porque hace
lo que tiene que hacer (vv.7-10). La inutilidad del siervo es comparada con la
inutilidad de los discípulos, al hacer solo lo que se les había mandado. Con la
historia del siervo se hace una invitación: ir más allá de la ley, para no ser
llamados siervos inútiles. Si las convenciones sociales decían que se debía
perdonar una vez, ir más allá era perdonar siete veces. La quinta escena presenta el relato de la sanidad de diez leprosos
(vv.14-19); este es el clímax de esta sección, pues es reveladora y revolucionaria:
el verdadero milagro en el texto es que la misericordia de Jesús ha traspasado
las barreras étnicas, al sanar a un samaritano. Pero, hay otra sorpresa: es el
samaritano (un extranjero generalmente odiado por los judíos) quien va más allá
de la ley, pues la ley decía que debía ir al sacerdote, el samaritano cumple
con eso, pero regresa para dar gracias y glorificar a Dios. ¡Eso es ir más allá
de la ley! (Lv 14:1-32). Por tal razón,
el llamado a los discípulos es a no ser siervos inútiles, a ir más allá de los
requisitos legales, como el samaritano. Perdonar de manera extrema es ayudar
aun al enemigo (lo que hizo Jesús), y es vivir la vida reconociendo los dones y
favores de Dios (lo que hizo el samaritano).
Ahora, hay un sentido en
el que algunos miembros de la Iglesia nos hemos vuelto ‘siervos inútiles’: nos hemos
acomodado, hemos creado nuestras propias normas y estándares “evangélicos” para
cumplir con cierta rutina: ir al culto, leer un capítulo de la Biblia diariamente,
ir a la oficina, mantener a los hijos ‘desinfectados’ del mundo; en pocas
palabras, ser gente buena. La iglesia se ha vuelto inofensiva: muchos predican
que Jesús murió para que viviéramos en comodidad. De seguir así, qué sorpresa
nos llevaremos cuando Jesús aparezca y nos diga: “¡siervos inútiles fueron!”. El
texto es una voz de alerta, un llamado a despertar de la comodidad de nuestras
formas “evangélicas” e ir más allá, desafiando a los valores y formas mundanas
y no acomodándonos a ellas.
En segundo lugar, el
perdón es un desafío del discipulado, es un regalo que nos iguala al trascender
barreras étnicas, pues todos somos deudores y todos necesitados de perdón. Sin
embargo, en la Biblia, el perdón no tiene un fundamento psicológico (para
sentirnos libres emocionalmente), sino más bien un fundamento teológico: porque
Dios nos perdonó en la cruz. El apóstol Pablo desarrolla aun más el tema al
decir que al perdonar imitamos a Dios, pues lo más divino que podemos hacer es
perdonar a otros, como Dios nos perdonó (Ef 4:32-5:1). La decisión está en
nuestras manos: ¿queremos ser siervos inútiles… o siervos útiles, al perdonar
de manera extrema? Fin.