martes, 16 de octubre de 2012

Perdón extremo


Perdón extremo
Lucas 17:1-19
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 46
En sus primeros versos, Lucas, a manera de introducción, nos comunica algunos detalles (1:1-4): el asunto o cuestión: “un relato acerca de cosas que han sido ciertísimas” y sobre las cuales otros han estado trabajando (vv.1, 2). El método: la investigación diligente y la sistematización, (v.3d). El auditorio: Teófilo, quien, al parecer, era un hombre de una alta posición en su tiempo (v.3e)[1]. El propósito: la instrucción, no como mera información, sino con un llamado a la relación (v.4). Lucas escribe para que Teófilo “conozca”; así la fe es una cuestión racional. La historia que le cuenta, la de un hombre llamado Jesús, quien es el Mesías, está enmarcada en otra historia: la del pueblo judío (1:5ss). El texto que nos ocupa esta vez forma parte íntegra de ese interés lucano por discipular e instruir en la fe a un hombre. La narración nos presenta cinco escenas, cuyo hilo conductor es el perdón, que va más allá de los convencionalismos de ese tiempo.
            En la primera escena Jesús explica a sus discípulos lo que al parecer es una actitud burlesca de los fariseos (1,2 Cp.16:14): las ofensas, dice Jesús, son inevitables. Siempre habrá personas que con sus actitudes insten al escándalo o al tropiezo. Sin embargo, la regularidad no debe quitar la seriedad; es decir, a las ofensas, aunque frecuentes, debe tomárselas en serio[2]. En la segunda escena el Señor insta a los suyos a estar vigilantes entre ellos, y les propone una solución para cuando alguien entre ellos sea causa de tropiezo u ofensa (vv.3, 4). La solución es la reprensión, que abre espacios para el perdón. Pero, en forma metafórica Jesús dice que el perdón se debe conceder cada vez que hay arrepentimiento (Cp. Mt 18:21, 22). De esta manera, lo que se dijo en la oración del Padre Nuestro respecto al perdón se hace realidad en la comunidad (Lc 11:4). Así, toda ofensa es deuda, toda disculpa es voluntad de pago y todo perdón es liberación (de la deuda). En la tercera escena (vv.5, 6), los apóstoles, que no pueden comprender lo que acaban de escuchar respecto a perdonar “siete veces”, piden fe: “¡Señor, ayúdanos!”. Jesús les dice que la cuestión no es de cantidad de fe sino de calidad. Parece ser que el perdón es un asunto de fe, porque la ofensa es también como un árbol, con hondas raíces, que hay que arrancar.
            La cuarta escena habla (en parábola) del “siervo inútil”, porque hace lo que tiene que hacer (vv.7-10). La inutilidad del siervo es comparada con la inutilidad de los discípulos, al hacer solo lo que se les había mandado. Con la historia del siervo se hace una invitación: ir más allá de la ley, para no ser llamados siervos inútiles. Si las convenciones sociales decían que se debía perdonar una vez, ir más allá era perdonar siete veces. La quinta escena presenta el relato de la sanidad de diez leprosos (vv.14-19); este es el clímax de esta sección, pues es reveladora y revolucionaria: el verdadero milagro en el texto es que la misericordia de Jesús ha traspasado las barreras étnicas, al sanar a un samaritano. Pero, hay otra sorpresa: es el samaritano (un extranjero generalmente odiado por los judíos) quien va más allá de la ley, pues la ley decía que debía ir al sacerdote, el samaritano cumple con eso, pero regresa para dar gracias y glorificar a Dios. ¡Eso es ir más allá de la ley! (Lv 14:1-32). Por tal razón, el llamado a los discípulos es a no ser siervos inútiles, a ir más allá de los requisitos legales, como el samaritano. Perdonar de manera extrema es ayudar aun al enemigo (lo que hizo Jesús), y es vivir la vida reconociendo los dones y favores de Dios (lo que hizo el samaritano).
            Ahora, hay un sentido en el que algunos miembros de la Iglesia nos hemos vuelto ‘siervos inútiles’: nos hemos acomodado, hemos creado nuestras propias normas y estándares “evangélicos” para cumplir con cierta rutina: ir al culto, leer un capítulo de la Biblia diariamente, ir a la oficina, mantener a los hijos ‘desinfectados’ del mundo; en pocas palabras, ser gente buena. La iglesia se ha vuelto inofensiva: muchos predican que Jesús murió para que viviéramos en comodidad. De seguir así, qué sorpresa nos llevaremos cuando Jesús aparezca y nos diga: “¡siervos inútiles fueron!”. El texto es una voz de alerta, un llamado a despertar de la comodidad de nuestras formas “evangélicas” e ir más allá, desafiando a los valores y formas mundanas y no acomodándonos a ellas.
            En segundo lugar, el perdón es un desafío del discipulado, es un regalo que nos iguala al trascender barreras étnicas, pues todos somos deudores y todos necesitados de perdón. Sin embargo, en la Biblia, el perdón no tiene un fundamento psicológico (para sentirnos libres emocionalmente), sino más bien un fundamento teológico: porque Dios nos perdonó en la cruz. El apóstol Pablo desarrolla aun más el tema al decir que al perdonar imitamos a Dios, pues lo más divino que podemos hacer es perdonar a otros, como Dios nos perdonó (Ef 4:32-5:1). La decisión está en nuestras manos: ¿queremos ser siervos inútiles… o siervos útiles, al perdonar de manera extrema? Fin.


[1] Lo llama “excelentísimo”, usando esta palabra empleada para dar distinción a una persona por sus cargos (Hech 23:26; 24:3; 26:25).
[2] La figura de la piedra de molino trata de mostrar, de  manera hiperbólica, la seriedad de la ofensa en la comunidad.