La revolución del amor
1 Co
13:1-13
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 42
Los Corintios estaban inmersos en la megalomanía
de los dones del Espíritu, sobre todo los que tenían carácter espectacular y llamaban
la atención, especialmente el de lenguas. Quien ostentaba uno de estos dones espectaculares
llamaba la atención de los demás hacia él, ya que esto le daba un aire de
“espiritualidad y unción”. Era un verdadero culto a la personalidad. En
capítulos anteriores se nota que al principio la valía del creyente había
estado centrada en la popularidad del predicador con el cual se habían
convertido (1:11-14); ahora estaba centrada en la espectacularidad del don que poseían. Frente a esta tendencia
individualista y pagana de ver el asunto el apóstol propone una opción radical
y diferente; por ello les dice: “ustedes aspiran los mejores dones, pero yo les
voy a proponer un camino mejor” (1 Co 12:33), una mejor aspiración. Ya podemos
imaginar a los cazadores de dones ante la lectura pública de esta carta. Pablo-
razonaban- ¿estás diciendo que hay algo mejor a que te aplaudan por hablar en
lenguas y que te digan que eres muy espiritual por la “palabra profética” que
das? ¡Dínoslo ya para ir tras eso y añadir a nuestra colección un don más! Pero,
¡qué sorpresa están a punto de llevarse!
Este capítulo, como dice
Wright[1], es
el corazón callado que late tranquilamente y que le da sentido a todo lo demás.
El amor, tema que concierne a este capítulo y que había sido tratado de manera
breve en otra parte (8:1), lo definiremos aquí como la decisión que toma el creyente de poner al servicio de los demás los
dones y capacidades que Dios le ha dado, no para autoexaltación, sino para la
gloria de Dios. Ahora, ¿Por qué este camino es mejor que el de la búsqueda
frenética de los dones para la autoexaltación? En primer lugar, porque sin esta decisión el uso de los dones se
convierte en mera algarabía, exhibicionismo y negación (vv.1-3). El apóstol
propone algunos casos posibles: “si hablo lenguas de hombres o ángeles…” (v.1);
esta capacidad sin amor es mera algarabía y la negación de la capacidad de
comunicación: “metal que resuena” (Cp.
Sal
150:5). “Si tengo profecía… y si tengo toda la fe…” (v.2); estos dones sin amor
niegan la capacidad del ser: “nada
soy”. “Si reparto… y si entrego mi cuerpo…” (v.3); esta capacidad de
sacrificarse sin amor es una negación de lo útil: “de nada me sirve”.
En segundo lugar, este camino es mejor por el carácter virtuoso del
amor (vv. 4-8). Las virtudes del amor enumeradas aquí tienen como objetivo
decirles a los corintios todo lo que ellos no eran o no hacían en sus cultos: por
ejemplo, si el amor es paciente, ellos eran impacientes y no se esperaban en la
cena (11:33); si el amor no es celoso, ellos celaban los dones que otros tenían;
si el amor no es indecoroso, sus cultos patrocinaban el indecoro propio de las
reuniones de los “cultos mistéricos”: personas tiradas al piso, labios espumeantes
y gente fuera de control; si el amor es sufrido, ellos miraban el sufrimiento
como oposición a la fe. En tercer lugar,
este camino es mejor por el carácter permanente del amor, en contraste con el
carácter transitorio de los dones (vv. 8-10). Los dones (profecías, lenguas)
tienen fecha de vencimiento; el amor es permanente, no caduca. En la actualidad
estamos incompletos, pero el amor es muestra de que el futuro ha comenzado.
Cuando llegue lo perfecto, lo temporal se acabará, porque cuando el sol sale, todas las luces se apagan[2].
En cuarto lugar, este camino es mejor
por el llamado a la madurez que el amor hace (vv. 9-12). El apóstol hace uso de
dos metáforas para decirles que el amor no patrocina la pereza y el quietismo,
más bien aboga por el desarrollo y la madurez del creyente. Con la metáfora del
niño les dice que deben ir creciendo; hay que tomar conciencia de la mayoría de
edad. Ellos habían tomado el tema de los dones como un juego de niños. Cuando
la iglesia no toma conciencia de la naturaleza de los dones y del amor, muestra
con ello su inmadurez. Con la otra metáfora, la del espejo, les dice que deben
vivir expectantes por el futuro; los dones no son un fin. En quinto lugar, este camino es mejor por el carácter preminente
del amor, aun por encima de la fe y la esperanza (v.13).
La lectura de este texto
ha sido relegada, de manera trivial e irreflexiva, a las ceremonias matrimoniales, un asunto que lamentamos; el
texto en su contexto original habla del culto. En segundo lugar, el texto nos pregunta por qué hacemos lo que
hacemos, qué buscamos al usar nuestros dones o capacidades en la comunidad. En tercer lugar, la iglesia puede
existir sin los dones, pero morirá sin amor. En cuarto lugar, el apóstol no propone tanto un marco para el
desarrollo y uso de los dones, sino que señala un camino superior al de la vida
dedicada a la búsqueda y la ostentación de los dones del Espíritu. En quinto lugar, la dimensión donde se
puede llevar a cabo el uso de los dones no es la “unción”, sino el amor. En sexto lugar, Pablo termina diciendo
que dado que esto es así, que el camino mejor es el amor, entonces que se
lancen a la búsqueda del amor” (14:1). ¡Qué revolución! Fin.
[1] WRIGHT, N.T, Sorprendidos por la esperanza: repensando
el cielo, la resurrección y la vida eterna. Convivium Press-Miami. 2011, p.266.
[2] “En la venida de Cristo se habrá alcanzado el
propósito final de la obra salvadora de Dios en Cristo”. FEE, Gordon, Primera
epístola a los Corintios. Nueva Creación-Buenos Aires, 1998, p.732.