sábado, 27 de agosto de 2011

Ama de casa desesperada. Parte I

Ama de casa desesperada. Parte I
Ana y la crisis de un vientre cerrado.
1 Sam 1:1-28
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 20
            La serie de TV “Amas de casa desesperadas”, una adaptación de la serie estadounidense “Desperate housewives”, presenta a un grupo de mujeres enfrentándose a diferentes situaciones y realidades en el contexto del matrimonio o la relación de pareja. Y, aunque no se esté de acuerdo con la moralidad de algunas decisiones de dicho grupo de mujeres, sí se puede estar de acuerdo en algo: los hogares presentan a menudo situaciones complejas, a las que se les deben dar soluciones, no siempre fáciles y no siempre a la mano. El texto del primer libro de Samuel muestra a una ama de casa desesperada cuya búsqueda de soluciones contrasta con las soluciones que plantea la serie de TV en mención. Le invito a que sentado en su sillón vea cómo se desarrolla la trama de esta familia que, aunque muy piadosa, no escapa de los problemas normales de la vida.
            La primera escena comienza poniendo al lector en perspectiva respecto a la historia que va a contar. La cámara está grabando en el seno de la casa de un tal Elcana, un hombre con dos mujeres: Ana, que no tiene hijos, y Penina que sí los tiene (vv. 1,2)[1]. El resto de la historia va a girar en torno a la crisis que genera en Ana la infertilidad y de cómo es que esta llega a tener un hijo. Así, esta historia es la cara amable y positiva de una época gris que vivió Israel y quedó consignada en el libro de los Jueces. La piedad y la lealtad familiar no están totalmente ausentes.
            La segunda escena nos presenta a Elcana como un hombre piadoso que adora en el lugar correcto y haciendo las cosas bien, en contraste con los dos hijos del sacerdote Elí (vv.3-8)[2]. Pero el gran contraste de esta escena se presenta entre la protagonista Ana y la antagonista Penina. La burla de Penina sobre Ana, a causa de su infertilidad, hace que esta pierda el apetito y se entregue al llanto. Es así como la esterilidad de Ana es tomada por Penina para sacar provecho de la tragedia personal. A pesar de los intentos de Elcana para consolar a Ana, la crueldad de Penina hace la situación intolerable[3]. La posición de Ana en la sociedad y su esperanza a futuro se ven sombrías. ¿Reflejaría esta situación personal la situación del pueblo de Israel? El autor menciona dos veces que la infertilidad de Ana tiene su origen en Dios (vv.5, 6). Ana no solo tiene que soportar el fastidio de Penina sino también la posición contraria de su Dios.
            La tercera escena está llena de contrastes (vv.9-18): va de la tristeza al consuelo, del lloro ante los hombres al lloro frente a Dios, de no comer a comer, un sacerdote sentado y una mujer que se levanta y ora. Ana ora a Dios en Silo mientras que el sacerdote Elí está sentado en una silla. En la oración, Ana a) apela al carácter de Dios: “Señor de los ejércitos”; b) expresa su angustia: “mira la aflicción de tu sierva”; c) hace la petición: “dame un hijo varón”; y  d) refuerza la petición con un voto: “lo dedicaré a ti y será nazareo”. Si Dios es quien ha cerrado el vientre, será Él quien lo abrirá. Elí interpreta el estado de Ana como embriaguez, ella se defiende diciéndole que no es una mujer impía. Aquí se introduce una nota irónica, pues los que son impíos son los hijos de Elí[4].
            Elí se equivoca en su apreciación y después da su bendición y apoyo a Ana. Este es quizá el primer indicio para el lector de que Elí está perdiendo gradualmente su capacidad como líder de Israel; el error que comete el sacerdote al cuestionar a Ana sugiere que en ese tiempo no era extraño que personas ebrias entraran al santuario; más evidencia del deterioro moral y espiritual de la época. Que no haya sabido reconocer que Ana estaba orando es también un buen comentario crítico sobre la corrupción de la espiritualidad de la época; ¿sería tan escasa la oración que ni aun el sacerdote era capaz de reconocerla?
            La escena termina con una nota esperanzadora. Paradójicamente Ana le dice a Elí que ella quiere hallar ante él exactamente lo que su nombre (Ana) significa: gracia o favor. Ella ya no quiere ser Ana de nombre simplemente, quiere que eso sea realidad. El autor ha traído al lector hasta aquí en una especie de clímax. La mujer que no comía y estaba triste, ahora come y su semblante ha cambiado, dejando claro que es en esa particular mezcla de llanto y oración ante Dios donde ha empezado a cambiar su situación. Pero hay una preocupación en el aire ¿es posible que el estado de Elí (viejo, sin vigor y falto de discernimiento), sea un vivo reflejo del estado del pueblo de Israel?  No se pierda, entonces, el desenlace de esta historia en su segunda parte.      Continuará…


[1] Aclaremos, en primer lugar, que el tema aquí no es la poligamia, y en segundo lugar, que la infertilidad era considerada una vergüenza, y tener hijos era considerado como bendición de Dios (Salmo 127:3); lo contrario era considerado castigo divino.
[2] Deuteronomio habla de centralizar el lugar del culto (Dt 12 Cp. Jos 18:1).
[3] Este cuadro pintado aquí con claro realismo evoca algunos ejemplos claros de rivalidad femenina en la Biblia: Sara y Agar, Raquel y Lea (Gn 16, 29-30).
[4] El autor usa el sarcasmo a través de los términos: para “impío” el hebreo usa Belial o Beliyaal, y este es precisamente el término que es usado para nombrar a los hijos de Elí; ellos son hijos de Belial o impíos (1 Sam 2:12). .

lunes, 15 de agosto de 2011

Ensayo sobre la ceguera...

Ensayo sobre la ceguera…
Un llamado a la diferencia en la época de la asimilación.
Mateo 20:17-34.
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 19.
En los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) cuando se habla del ascenso de Jesús a Jerusalén no se está haciendo referencia a un simple viaje rutinario sino al encuentro con el clímax de la Misión de Dios para él: la muerte. Es en el marco del camino a Jerusalén que los evangelistas nos pintan a  los discípulos tal y como son, dejándolos de esta manera, expuestos a la pedagogía del Señor. Mateo ubica la petición de la madre en el marco del tercer anuncio que Jesús hace de su muerte. Los tres anuncios tienen la misma estructura así: Jesús hace el anuncio, los discípulos malinterpretan su muerte y, Jesús aprovecha para hacer pedagogía durante el camino a Jerusalén. En el primer anuncio Pedro le reconviene y Jesús aprovecha para hablarles acerca de evitar la tentación de eludir la cruz (Mt 16:21-28), en el segundo anuncio ellos se preocupan por saber quién es el primero en el reino y Jesús les pone como ejemplo a un niño (Mt 17:22,23; 18:1-5), en el tercer anuncio se preocupan por los puestos de honor y Jesús les presenta el modelo del servicio (Mt 20:17-34).
Lo primero, que ya está aclarado, es que la petición de la madre se da en el marco del tercer anuncio que Jesús hace de su muerte. Lo segundo, que el mismo Jesús afirma, es que la petición tiene como fundamento la ignorancia de los discípulos (vv.22, 23). Jesús viene hablando del reino (Cp. 19:23,28; 20:1), la última vez que lo hace parece dejar cabos sueltos y la mamá de los dos discípulos hace una lectura muy literal de la alusión a puestos de honor (19:23,28). ¿Qué madre no quiere ver a sus hijos realizados? es así como ante la ambición de poder y deseos de realización se van la vergüenza y el pudor. Ella estaba mirando a Jesús como plataforma al éxito, al prestigio y al reconocimiento. Sus hijos pasarían de pescadores a corregentes (3:21). ¿Qué hay de malo en eso? Los discípulos quieren poder, Jesús les dice: “tomémonos un trago, y después hablamos” (Cp. 26:39).
Lo tercero es que la petición genera competencia (v. 25). La ira muestra que ellos, los diez, también quieren poder ¿Por qué ellos y nosotros no? A ellos no se les ocurre la idea primero, pero es buena y ahora quieren adherirse a ella, compitiendo. Dice Voltaire “la pasión por dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”[1]. En cuarto lugar la petición crea el espacio para la pedagogía de Jesús (vv. 25-28). Lo primero que hace es un contraste entre los gobernantes, es decir, la manera romana y la manera del reino. Los discípulos engolosinados por los “Herodes y Cesares” aspiraban a la dominación, el autoritarismo, y al liderazgo de jerarquía-piramidal que los ponía por encima de otros. Jesús invierte el orden y les propone el liderazgo basado en la entrega y el servicio[2]. Las palabras: “pero entre ustedes no será así”, marcan un cambio radical de la forma en la que Jesús ve el liderazgo.
A menudo estos versículos han sido mal leídos. Se leen como si el camino a la grandeza fuera el servicio. El servicio se convierte en medio, no en fin. Esta visión sigue apelando al poder y a la dominación. El texto quiere decir más bien que la verdadera grandeza está en el servicio. Jesús mismo se pone como modelo, él vino para servir y darse a los demás. “Así las cosas, todo cristiano, cuando se sienta dominado por la ambición de poder, y de la utilización de la fuerza y de artimañas para llevar a cabo la obra de Dios, debe decir con Jesús: ¡Esto merece un trago!”[3]. De esta manera, el liderazgo no es un puesto, es una condición y disposición. No es plataforma al éxito sino una oportunidad para servir, darse a otros. El líder servicial es el que sigue los pasos de Jesús, no los pasos que lo conducen a la cima de la escala corporativa (denominacional). Los símbolos o emblemas de este liderazgo no son el cetro y la corona sino el pesebre y la cruz.
El novelista portugués José Saramago escribió “ensaño sobre la ceguera”, una parábola penetrante sobre la condición humana. El texto de Mateo, al igual que la novela del portugués, habla de la ceguera. No es casualidad que Mateo termine este relato con el milagro de los dos ciegos en Jericó. Porque esto es precisamente lo que les falta a los discípulos: visión (vv. 29-34). La pregunta de Jesús a la mujer y la respuesta de esta contrasta con la pregunta a los ciegos y la respuesta de estos (v 21 Cp. v.32). Mientras que los discípulos piden para satisfacer sus anhelos de grandeza, sus caprichos; los ciegos piden para sus necesidades. Por eso, este texto es un “ensayo sobre la ceguera”, la de ellos y las nuestras. Queremos seguir a Jesús pero de manera equivocada. Solo la restauración de una correcta visión podrá colocarnos en su camino, en el camino de la cruz y la entrega. Saramago pone a dialogar a dos de sus personajes de la siguiente manera: “por qué nos hemos quedado ciegos, no lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, quieres  que te diga lo que estoy pensando, dime, creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”[4]. Oremos para que Jesús nos de la visión y comprender así lo que significa seguirle sin asimilar modelos de liderazgo ilegítimos.
                                     Fin… y usted ¿Qué pide de Jesús? ¿Puestos de honor o, visión?


[1] PUENTES GALINDO, Eduardo, 500 frases célebres escogidas. El pensador-Bogotá, 2009, p 120.
[2] Se usan dos palabras, diakonía y doulos, que eran usadas para hacer referencia a aquellas personas que atendían a los demás en algunos lugares; hoteles, restaurantes, casas; el lenguaje es tomado de ese contexto y no del contexto imperial.
[3] http://pidolapalabra1.blogspot.com/search?updated-min=2009-01-01T00%3A00%3A00-05%3A00&updated-max=2010-01-01T00%3A00%3A00-05%3A00&max-results=20. < Consulta Junio del 2011.
[4] SARAMAGO, José, Ensayo sobre la ceguera. Caminho- Lisboa, 1995, p 271.

domingo, 7 de agosto de 2011

Los funerales de la mamá grande

Los funerales de la mamá grande
Historia de una “NN” convertida en comida para perros.
1 Rey 16:29-34; 2 Rey 9:30-34
convozalta.blogspot.com/Jovanni Caballero 18
            En la obra “Los funerales de la mamá grande” del escritor Gabriel García Márquez, la mamá grande representa la autoridad mayor, repetida una y mil veces en una sociedad sudamericana donde el caudillo dicta la vida y el hacer de todos; ella es la dueña y señora, por herencia y por autoridad, de un extenso imperio rural en el que viven muchas familias. Todas estas deben pagar el arrendamiento de las tierras que habitan. En la Biblia también encontramos la historia de una mujer que, al igual que ‘la mamá grande’, es sagaz y tiene un carácter manipulador, controlador y posesivo.  Hace lo que quiere con quien sea (inclusive con su esposo) y como sea, con tal de lograr sus objetivos nacionales y personales.
            La señora aparece en escena por primera vez en una noticia mezclada con farándula e ironía política. Todos los periódicos de Israel (reino del norte) tienen como portada el mismo hecho noticioso: Acab, el nuevo rey de la impopular dinastía de Omri (874-77 a.C.), acababa de contraer matrimonio con una jovencita fenicia cuyo padre tenía un nombre que de entrada desafiaba al Dios de Israel: etbaal, que significa “baal existe”. Las cosas no están bien, los inicios de la presentación de Elías anuncian que el carácter de este contrasta con el de Acab y con el nombre de su suegro: Elías significa “El Señor es mi Dios” (1 Rey 17:1-7).
            La segunda aparición de Jezabel es más elaborada. Se da en el marco de la muerte de los profetas de Baal en manos de Elías. El culto a Baal ha sido desafiado, el culto a Dios intenta resurgir bajo la tutoría de Elías frente a esto; Jezabel reacciona amenazando de muerte al profeta (1 Rey 19:1,2). La tercera aparición de la mujer en mención se da para conceder caprichos de su esposo, el rey. Ante la negativa de Nabot para vender la heredad de sus padres al rey, este se entristece cual niño que no obtiene lo que quiere; Jezabel reacciona ideando un macabro plan para matar a Nabot y regalarle la tierra a su esposo (1 Rey 21:1-16)[1]. Las cosas no andan bien, los analistas más críticos sacan el Deuteronomio para decir que el rey Acab ha perdido el juicio y se ha alejado de Dios. Por otro lado, en las calles los jóvenes hacen chiste diciendo que en el palacio real y en todo el reino de Israel se hace lo que Acab obedece.
            La última y gran mención de Jezabel en esta historia aparece como cumplimiento de una palabra que Dios había dado a Elías (2 Rey 9:30-37 Cp. 1 Rey 21:23). Ante el hecho de Nabot, Dios no se queda quieto y le dice a Jezabel que se convertirá en comida para perros en la parcela que tanto desearon. Jezabel muere por manos de Jehú. La palabra de Elías se ha cumplido, el cadáver de aquella se ha convertido en comida para perros, quedando diseminado sobre la hierba para que nadie la identifique. Tal vez aquellos que lograron recoger unos pocos pedazos de lo que quedó de su cuerpo para darle sepultura colocaron en su lápida “NN”: no identificado.
            García Márquez describe la muerte de la mamá grande como un descanso para la sociedad, pues así se recuperaba su equilibrio[2].  No cabe duda de que esto fue exactamente lo que pasó con la muerte de Jezabel. La tierra descansó. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, encontramos una nueva referencia a Jezabel; se describe con carácter seductor, inmoral e idolatra. Está dentro de la iglesia y tiene reputación de profeta y maestra (Ap 2:20-23). El pecado del “ángel” de la iglesia de Tiatira es la tolerancia. Stam afirma que el nombre Jezabel aquí es un apodo para referirse a un período sombrío de la historia de Israel. Esta ‘mujer’, al igual que Jezabel, intenta desviar a la iglesia de su fidelidad exclusiva a Dios[3]. En el texto de Apocalipsis el juicio sobre esta Jezabel es semejante al de la esposa de Acab.
            Terminemos haciendo dos observaciones sobre dos peligros: Primero, el de la asimilación. El error de Acab y de la iglesia de Tiatira fue dejarse llevar por el espíritu de la época, eliminando toda línea de distinción (Israel o iglesia) entre ellos y Jezabel. Una iglesia que asimila “el mundo” pierde su capacidad de ser testimonio. El segundo error es dejarse llevar por credenciales y no por el carácter. Las credenciales de la mujer de Tiatira la presentaban como profeta y maestra, pero su carácter negaba al Dios de la Biblia y dañaba a la iglesia (Dt 13:1-5. Cp. Mt 7:21,22).                            Fin.


[1] “La tierra era uno de los principales temas de la fe del Israel del Antiguo Testamento. Y lo más importante acerca de la tierra era que era un don. Israel tenía una tierra en que vivir, debido a que Dios, así sencillamente, se la había dado a ellos. Esto explica por qué las disputas de las tierras eran tan acaloradas. El mejor ejemplo es la historia de Nabot, en 1 Reyes 21. Fue asesinado debido a que no quería vender la tierra al rey Acab. Él la consideraba como un don de Dios para su familia, y tenía derecho a ella, así como la responsabilidad por ella”.  WRIGHT, Chris, Guía del lector de la Biblia. Unilit-Miami (Florida), 1984, p 47-49.
[2] GARCIA MARQUEZ, Gabriel, Los funerales de la mamá grande. Oveja Negra-Bogotá, 1981, p 131.
[3] STAM, Juan, Apocalipsis Tomo I (capítulos 1-5). Kairos-Argentina, 1999, p 119,120.