martes, 25 de enero de 2011

¡Cuidado! orar es peligroso…

¡Cuidado! orar es peligroso…
El Padre nuestro y las oraciones nuestras
Mateo 6:9-15
EN VOZ ALTA.05.
Jovanni Caballero Doria
La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130
La cinta Todopoderoso, protagonizada por Jim Carrey y Morgan Freeman, nos recuerda una verdad que con facilidad olvidamos: Dios es Dios, y las cosas definitivamente van mejor en sus manos. En la película en mención, el protagonista siente desencanto por la forma como Dios está manejando las cosas en el mundo, y sobre todo en su vida personal; por eso lo desafía, retándolo a que le entregue todo su poder para enseñarle lo que significa ser Dios. Bruce Nolan (como se llama el protagonista) termina con el poder de Dios en sus manos, usándolo mal, para sus caprichos y propios beneficios en detrimento del otro, y concluye haciendo el ridículo y reconociendo que “Dios sabe cómo hace sus cosas” y que su poder se ve en los detalles de la vida. El Todopoderoso no es Bruce Nolan, sino Dios.
 El texto que nos ocupa esta vez es, como en la experiencia de Bruce Nolan, un llamado al orden y a colocar las cosas en la perspectiva correcta. El modelo de oración que Jesús presenta se centra en el Padre, en contraste con el modelo de los hipócritas, que centraba su atención en su público, o el de los paganos que lo hacía sobre una base contractual. En este nuevo modelo, el Padre es el nuevo público de la oración, y la imagen que se muestra de la divinidad es diferente. De esta manera, la estructura del texto está dada en dos grandes divisiones, marcadas por el uso de los pronombres en primera persona del singular (, en v.10), y primera persona del plural (nos, en vv.10-15), con una pequeña introducción (v.9b) que recuerda que ésta es la oración de la comunidad de hermanos; aunque el orante se encuentre solo, este modelo de oración lo une a la comunidad del Padre celestial.
Al introducir la oración con el llamado a invocar al Padre, se recuerda un momento concreto de la historia de la salvación: el Éxodo, donde una comunidad de esclavos son llamados hijos de Dios, y donde este Padre ahora trae esperanza a su pueblo a través de actos concretos de liberación en su historia (Éx.4:22,23). Este modelo de oración, entonces, es para los hijos, para aquellos que están a punto de iniciar un nuevo éxodo, con la esperanza de que sus vidas estén ahora en las manos del Padre. Jesús hace un llamado intencional a un nuevo Éxodo[1], uno que presupone la esclavitud; es así como los modelos de oración hipócrita y pagana son formas de opresión; entregarse en las manos del Padre e invocarlo es estar en libertad, es aceptar el desafío a un nuevo Éxodo.
La primera parte de la oración es teocéntrica (vv.9 y10); formula deseos concernientes a Dios Padre y a la llegada de su reino. El deseo de la santificación del nombre de Dios expresa la vida que el discípulo debe vivir en concordancia con el carácter del Padre y la confianza en Él (Lv 20:3; Dt 32:51; Ez 38:16,23). La aspiración de la irrupción del reino de Dios lleva consigo algo de sutileza, porque Mateo ya ha mostrado en la genealogía que Jesús es el rey legítimo (Mt 1:1-17); tiene también un tinte esperanzador, porque en Jesús se cumplen la promesas del AT (Miq 4); posee, además, un aire de protesta, pues el gobierno de Dios deja en la banca a los demás “reinos de este mundo”. El mismo Jesús resucitado hablaría de su autoridad total en cielo y tierra (Mt 28:19). La petición por la voluntad de Dios expresa el deseo del orante para que los propósitos de Dios se lleven a cabo. De esta manera, la oración de Jesús busca que el discípulo entre en el gran proyecto de Dios sobre los hombres, en contraste con la oración pagana (Mt 6:7,8)  que intenta apropiarse de la divinidad y ponerla al servicio de sus deseos.
La segunda parte de la oración mira al hombre, expresando peticiones tocantes a las necesidades humanas fundamentales. Ahora el cambia al nos; la mirada vertical (hacia Dios), ahora se torna horizontal: hacia la comunidad de discípulos. La primera necesidad, el pan de cada día, habla de todo aquello que denota alimento (Pr 30:8; Mr. 3:20; 2 Tes. 3:12), pero también le recuerda al discípulo que en este nuevo éxodo, y repitiendo la experiencia de Israel en el desierto, debe depender diariamente de su Padre (Ex 16:15-19). Las siguientes dos peticiones, unidas a la primera por el “y” en el griego, recuerdan que la vida sustentada por el alimento no es suficiente; el perdón y la liberación de las tentaciones son necesarios para una existencia plena. La estructura final del texto [perdón (v12)-tentación v13)-perdón (vv14, 15)], parece sugerir que la tentación es, finalmente, no perdonar (cp 18:23-35).
Este modelo de oración, en contraste con el modelo pagano o el de Bruce Nolan, es peligroso porque puede re-direccionar nuestras maneras de orar. Al orar así, podemos perder el control sobre Dios, sobre otros y sobre nosotros mismos; podemos exponernos a la mirada y cuidado amoroso del Padre que, por ser Dios, sabe mejor cómo se manejan los asuntos en “su universo”; el orar de esta manera nos compromete con el reino de Dios y no quedamos neutrales frente a su actuar y frente al actuar de las caricaturas de reinos de este mundo: el reino de la muerte, de satanás y de la injusticia, quedan expuestos ante el verdadero rey, porque si es cierto que el Sermón del Monte es un modelo de contracultura, también lo es la oración que contiene. Entonces, la próxima vez que oremos el Padre nuestro no olvidemos que puede ser peligroso por las implicaciones que trae consigo, porque el Padre nuestro es un llamado a revisar las oraciones nuestras.                                                                         
                      Fin… Padre nuestro que estás…




[1] WRIGHT, Tom, The Lord and his prayer. Triangle- London, 1996, p 15.

domingo, 9 de enero de 2011

Dime cómo oras y te diré en qué crees...

Dime cómo oras y te diré en qué crees…
Anti-modelo y modelo de la oración.
Mateo 6:5-8
EN VOZ ALTA.04.
Jovanni Caballero Doria
La exposición de tu Palabra alumbra. Salmo 119:130
No cabe duda de la importancia que tiene la oración en la vida del creyente y de la iglesia. A Martín Lutero, por ejemplo, se le atribuye el aforismo “el que ora y no actúa es un hipócrita, el que actúa y no ora es un orgulloso”; el libro de las confesiones de Agustín de Hipona no es otra cosa que la oración sincera de un gran hombre de la Iglesia; en la obra cristiana del primer siglo la Didaché a los creyentes se les manda orar  tres veces al día la oración de Jesús. Los anteriores ejemplos, incluyendo el popular: “cristiano que no ora el diablo lo devora”, son muestras claras de lo expresado al inicio. Sin embargo, dada la popularidad del tema en la piedad cristiana, parece que lo que se diga al respecto sobra; tal actitud ha llevado a que se introduzcan en la oración elementos extraños que no solo desdibujan esta disciplina sino también al Dios a quien clamamos. 
En el capítulo 6:1-18 de Mateo Jesús re-direcciona, no descarta, tres prácticas clave de la piedad judía en su tiempo[1]: la limosna (6:1-4), la oración (6:5-15), y el ayuno (6:16-18). En la sección que nos ocupa, la de la oración, presenta antes que nada un anti-modelo de oración, es decir, antes de enseñar a orar enseña cómo no orar; de esta forma, la estructura del texto se presenta tanto en paralelo como en contrastes, así[2]: primer anti-modelo, los hipócritas (v5); primer modelo, la oración en secreto (v6); segundo anti-modelo, los gentiles (v7); segundo modelo, el Padre nuestro (v8).
Jesús arremete en primer lugar contra el modelo (anti-modelo) exhibicionista de los hipócritas, cuyo único interés es elevar su rating de popularidad entre los escuchas. Los hipócritas son actores de la piedad, están haciendo un papel que no representa lo que en realidad son. Al llamarlos así, Jesús hace humor fino y los deja al descubierto. Los que oran de esta manera no están interesados en la piedad sino su reputación de piedad[3]. Junto a este anti-modelo Jesús presenta el modelo de la oración en privado, cuyo auditorio ya no es la gente de las esquinas y las plazas, sino Dios (v6). De esta manera, “la antítesis de lo público contra lo privado es una buena prueba de los motivos de alguien; la persona que ora más en público que en privado revela que está menos interesada en la aprobación de Dios que en la alabanza humana”[4].
En segundo lugar Jesús presenta y descarta el modelo (anti-modelo) de los gentiles que se centra en la concepción pagana de que hay que informar, incomodar, manipular e impresionar a la divinidad con la cantidad de palabras expresadas en la oración (v7). Este modelo recuerda la extravagancia y la desesperación de los profetas de Baal, ante lo simple de la oración del profeta Elías (1 Rey 18:20-40). Keener dice que “las oraciones griegas sumaban la mayor cantidad de títulos posibles que tenía la deidad a la cual se oraba, esperando con esto asegurar su atención… las oraciones paganas recordaban a la deidad los favores que uno había hecho o los sacrificios ofrecidos, esperando obtener una respuesta del dios sobre una base contractual”[5]. En contraste a este modelo, Jesús presenta en el Padre nuestro a un Dios que no sólo ve en lo secreto, sino que también conoce las necesidades de sus orantes; porque ve y conoce, este Dios no puede ser manipulado, informado, incomodado, pero tampoco permite que sus orantes rayen en la desesperación (vv8-15).
Cabe anotar un detalle antes de concluir. En el segundo modelo Jesús dice que el Padre celestial sabe las necesidades de sus hijos antes de que se las comuniquen en oración. Entonces, ¿para qué se ora? La respuesta es tan sencilla como profunda: se ora no para informar a Dios, sino para tener relación con él. La concepción de que la oración es para informar a Dios, es pagana; no hace juicio a la imagen bíblica del padre que se deleita en suplir las necesidades de sus hijos. De esta forma, los discípulos de Jesús no son escuchados en virtud de la piedad extravagante o de su capacidad de oratoria; son escuchados en virtud de su condición filial: son hijos de Dios.
Para concluir, hay que decir que la forma como oramos refleja lo que creemos de Dios o la imagen que tenemos de él; dicho en otros términos, nuestra forma de orar refleja nuestra teología; o en palabras más populares dime cómo oras y te diré qué teología tienes. Nuestra responsabilidad es revisar constantemente nuestras formas de orar,  no sea que nos hallemos orando a los hombres y no a Dios; revisar que nuestras oraciones no desdibujen a Dios, creyendo, como los paganos, que mucha oración es igual a mucha bendición, y poca oración, igual a poca bendición. Debemos guiar a las comunidades donde Dios, por su gracia, nos ha puesto a servir, y enseñarles que si lo están haciendo mal, no tienen que necesariamente dejarlo de hacer, sino hacerlo bien.                                                             
                                                                                                                                                Fin… Oremos



[1] El adverbio temporal ταν (cuando), usado en el 6:2, 5,16, muestra que Jesús hace referencia a prácticas comunes a la vez trata de corregir sin eliminarlos por completo.
[2] Se propone la siguiente estructura paralela:
A. primer anti-modelo: los hipócritas, v5.
       B. primer modelo: la oración en secreto, v6.
       A’. segundo anti-modelo: los paganos, v7.
B’. segundo modelo: el Padre nuestro, v8ss.
[3] CARSON, D.A, Comentario Bíblico del expositor: Mateo, Vida- Miami Florida, 2004, p 186.
[4] Ibid, p 186.
[5] KEENER, Craig S, Comentario cultural de la Biblia Nuevo Testamento: el trasfondo cultural de cada versículo del Nuevo Testamento,  Mundo Hispano- El Paso Texas, 2006, p 55.